África. Descolonización de la cultura, una cultura de la descolonización

La Jeringa
8 min readJun 7, 2024

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Por: Alfredo Leonel Gardener Cuza

Desde principios de la década del noventa del siglo pasado, se ha percibido a nivel internacional un creciente interés por el estudio, la investigación y el intercambio desde múltiples enfoques con el continente africano. Lo que, a su vez, ha permitido una mayor incorporación del continente al discurso mundial, revalorizando así su trascendencia estratégica, política, histórica y cultural a nivel global. Sin embargo, aunque los esfuerzos por una apertura metodológica que permita una concepción más abierta de la región no han sido pocos, todavía es necesario no subestimar los riesgos que representan los discursos esquemáticos, totalitarios y generalizadores sobre África. En el afán de repensar la región se debe tener en cuenta que es un enorme continente de más de mil millones de habitantes, sumamente rico y heterogéneo en razas, idiomas, religiones, climas y culturas.

Siguiendo esta lógica, fue celebrado, el pasado viernes 24 de mayo en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, el panel titulado “África. Descolonización de la cultura, una cultura de la descolonización”. Organizado por la Cátedra de Estudios Africanos “Almícar Cabral” de la Universidad de La Habana, contó con las ponencias de los especialistas María Elena Álvarez Acosta, Reinaldo Sánchez Porro, Luis Edel Abreu Veranes, Ernesto Teuma Taureaux y Yoslán Silvario González; quienes, desde un enfoque crítico y multidisciplinario, se aproximaron a abordar varios de los problemas que hoy en día afectan el desarrollo del continente africano, reafirmando la necesidad de comprender mejor sus realidades y desafíos. El debate de los panelistas desbordó el círculo estrecho del gremio intelectual para, a través de un lenguaje coloquial y elocuente, alcanzar a todo aquel interesado en el tema, potenciado este, además, por la significativa relación histórica, política y cultural del continente africano con nuestra región geográfica, y especialmente con nuestra Isla.

Fotos: Cortesía del Autor

A propósito de tan encomiable labor realizada por los participantes del panel, quisiera detenerme, con un interés metodológico, en varios de los aspectos abordados que me hicieron repasar mis conocimientos y revitalizar mis criterios sobre el tema. Sírvanos la mera alusión a este panel como motivación para profundizar nuestros conocimientos sobre la región.

Más allá de la riqueza natural, los conflictos políticos, la historia colonial, las pandemias, los genocidios y las crisis humanitarias que se producen con frecuencia en África, es necesario el enfoque decolonial para promover un diálogo intercultural más equitativo que no subestime las iniciativas para el desarrollo político, económico y social actual en la región. En palabras de la escritora sudafricana Nadine Gordimer, Premio Nobel de Literatura 1991, “África tiene muchas caras, no todas desesperanzadoras”.

No obstante, si hay algo que maquilla, pero no embellece, la mayor parte del continente ha sido su cruda dependencia colonial a varias potencias europeas, desde el siglo XIX hasta bien avanzado el siglo XX. Lo que se perpetua en la actualidad a través de nuevas y más complejas formas de dominación, incluso superando los movimientos independentistas que florecieron en la región en la década del sesenta. Aunque poseen similares objetivos, sin dudas, no es el mismo orden sistémico del régimen colonial y hegemónico sobre el que Europa, desde el siglo XV, constituyó su proyecto modernidad y garantizó su concepción de superioridad política-cultural; en comparación con las herramientas utilizadas hoy en día gracias a la globalización y el neoliberalismo, acentuando la brecha de la unipolaridad y la colonialidad del continente africano.

La categoría “colonialidad” fue declarada por Aníbal Quijano en la década del noventa del siglo XX para describir los sofisticados procesos de dominación contemporáneos que ejercen las grandes potencias del sistema-mundo capitalista sobre los países periféricos subdesarrollados. Mientras el colonialismo, como concepto, se relaciona a la fuerza política autoritaria que ejerce directamente un gobierno sobre otro, el término colonialidad se refiere a formas más complejas del uso del poder para la dominación y cómo ello afecta de manera económica, social y cultural al pueblo que lo sufre. El continente africano, a pesar de su inmensa gama de contrastes políticos y sociales, constituye, hoy en día, la máxima expresión mundial de la colonialidad.

Según palabras de Quijano, existen cuatro factores que conforman el patrón contemporáneo de la colonialidad del poder que ejerce Occidente sobre el continente africano y el resto del Tercer Mundo. Estos son: I- la idea de razas como fundamento del patrón universal de clasificación social; II- el capitalismo como forma de explotación social; III- el modelo moderno de estado-nación como control de la autoridad colectiva; y IV- el eurocentrismo como forma hegemónica de la cultura y la producción de conocimiento. Se debe afirmar que cada uno de estos aspectos fue abordado en el panel motivo de este texto, gracias a la intervención acertada de cada uno de los participantes, logrando ofrecer una visión sumamente representativa sobre la región.

Sin pretender historiar un acontecimiento de tal magnitud como es la colonización en África, debo señalar factores históricos indiscutibles que marcaron la subyugación del continente para lograr entender la actualidad del mismo. Es trascendental conocer la Conferencia de Berlín de 1885 pues, aunque los objetivos imperialistas europeos sobre el continente vienen de mucho antes, esta concretó la colonización y la repartición de territorio. Ello conllevó a la firma de tratados desiguales con líderes africanos, la conquista militar y la imposición del dominio colonial, que supuso el robo de recursos naturales y la pérdida de la identidad cultural por el reparto arbitrario de los territorios sin tener en cuenta a los grupos étnicos asentados en los mismos.

Todo lo anterior logró consolidar los intereses imperialistas de varios países occidentales que, sin duda, no favorecieron el desarrollo del continente, ni la autodeterminación o el pensamiento propio de sus habitantes. Sin embargo, fueron varios los movimientos y las ideologías que surgieron para defender la historia, la unión y la conciencia identitaria de la región africana y de sus descendientes en la diáspora. Entre ellos podemos resaltar el concepto de Alineación de Franzt Fanon, el Antillanismo, la Negritud y el Panafricanismo. Este último resultó trascendental para el ideal independentista en el continente, logrando unificar una región tan compleja a través de sus intereses comunes de liberación del control imperialista en lo político y lo económico.

Hoy en día, se hace imperativo impugnar la idea de que los africanos no han reflexionado (o son incapaces de hacerlo) sobre sus propias circunstancias sociopolíticas postcoloniales. De hecho, en los últimos treinta años un gran número de pensadores africanos han expresado sus opiniones al respecto, desde un conocimiento privilegiado por la experiencia directa, desvelando los caminos hacia la autorrealización y la soberanía. Es sin dudas necesario enfatizar el diálogo y el intercambio equitativo para alcanzar una voz común en la región, más allá de los modelos impuestos por potencias externas.

Debo afirmar, además, que al hablar de África y sus desafíos de autodeterminación y progreso no puede existir asunto descartable ni asunto preferido, pero, particularmente considero de suma importancia poner en relieve el papel crucial de la cultura para liquidar las desigualdades estructurales y promover un enfoque más equitativo.

Como había apuntado anteriormente, el pensamiento eurocentrista fue el modelo que los colonizadores utilizaron para legitimar su superioridad cultural, modelando los procesos de aprendizaje, el imaginario social y la memoria histórica de los africanos. Esto posibilitó, y lo sigue haciendo, la apropiación por parte de los colonizadores de los logros intelectuales y sociales de los africanos. Pero también los obliga a percibirse a sí mismos a través del lente distorsionante y exotizante europeo sobre los colonizados “pueblos primitivos”.

En el fructífero encuentro, que me sirve como motivación inicial para este texto, se razonó sobre el aspecto cultural en el espacio africano desde una perspectiva que resulta interesante, se aproximaron, con un énfasis particular, en la producción filmográfica contemporánea de la región y en el estudio lingüístico de los idiomas africanos. El estudio y el desarrollo de ambas expresiones culturales desde el propio continente se han potenciado significativamente en las últimas décadas, resucitando la conexión de los africanos con su memoria histórica, a través de la representación y la reescritura de su propia identidad.

El cine africano postcolonial, particularmente rico en la recontextualización de relatos provenientes de la tradición oral y la intertextualidad con obras literarias, es una herramienta de suma importancia para la redefinición de su propia identidad dentro de un contexto contemporáneo globalizado. Sin embargo, es necesario expresar que se observa en su producción audiovisual cómo la exotización de lo africano sobrevivió la descolonización e impacta la manera de percibirse y representarse a ellos mismos. Este es un tema que, en mi opinión, requiere especial atención dentro de la producción cultural contemporánea del continente como mecanismo de resistencia.

Por otra parte, con respecto al lenguaje, actualmente se puede dividir el continente en cuatro grandes familias diferentes conformadas por cientos de lenguas: nilo-sahariana, níger-congo, afroasiáticas y khoisán, contando por supuesto con la herencia lingüística de la colonialidad europea. He de decir que, en la consolidación de la unidad africana para la lucha contra la dominación, el idioma en común siempre ha sido trascendental, sobre todo para las comunidades de etnias y culturas diferentes. Es por ello que en movimientos tan significativos como la Negritud se utilizaron las lenguas colonizadoras, pues fueron establecidas en común a grupos étnicos diferentes, al mismo tiempo que se utilizó como instrumento eficaz para lograr una mayor proyección internacional de sus problemáticas, en relación con las comunidades de la diáspora africana.

Es entonces que, teniendo en cuenta el auge del sentimiento descolonizador, en los últimos años ha surgido un fuerte movimiento educacional con el objetivo de convertir el idioma swahili en la lingua franca del continente, como elemento común para la unificación identitaria de la región, y así abandonar las lenguas de los colonizadores. Hoy en día ya es el swahili idioma oficial de varios países centroafricanos, así como de la Comunidad de África Oriental (CAO) y la Unión Africana (UA); e incluso la UNESCO declaró el 7 de julio como el día internacional del swahili. Su potencial como lengua panafricana es sin dudas propicio y alentador para los conflictos étnicos internos del continente. Por fortuna, las iniciativas descolonizadoras como la anterior dentro del continente, que han proliferado significativamente en los últimos años, contribuyen a un cambio de paradigma en la comprensión de África y su lugar en el mundo.

Lo significativo de este texto, creo, es haber abordado, aunque fuese someramente, la amplitud, la actualidad y la proyección que tuvieron las diferentes ponencias del panel en pos de un mayor reconocimiento y visibilidad del continente africano. Y, sobre todo, el promover los valores más significativos del encuentro que fueron el reafirmar la necesidad de explorar realidades particulares de la región más allá de las generalizaciones; el promover la educación, el diálogo y el desarrollo de conocimientos para desmantelar prejuicios y estereotipos arraigados. Además del intento por incrementar la representación y la presencia de voces africanas en los medios, en las artes y en la academia, desafiando perspectivas eurocéntricas.

Se trata, pues, de continuar actuando en consecuencia con estos valores, ante una realidad sumamente dinámica y cambiante. Solo me asiste la esperanza de que el desarrollo pleno y soberano de África resulte proceso, aunque complicado, irreversible.

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