Acerca de la agencia de propaganda enmascarada más existosa de la historia
El neoconservadurismo en el cine de Hollywood. El miedo como instrumento de sometimiento a las tendencias políticas neoconservadoras
Por: Flavia Barrio, Daniel González, María Victoria Pérez y Amanda Colina
Una propuesta artística cualquiera, si es general, indeterminada, sin orientación precisa, sin compromiso explícito o implícito, sin corpus teórico ni posicionamiento ideológico, constituye, en términos sucintos, una falacia. No hay ni puede haber semejante concreción de la creatividad humana porque ninguna praxis vital se lleva a cabo al margen de una historia social concreta. El artífice es un ser humano y, lo quiera o no, un sujeto histórico. En efecto, toda obra se articula en un momento y espacio signados por circunstancias específicas e irrepetibles. De ahí que concebir una propuesta artística estribe, en buena medida, en argumentar, apoyar o impugnar, en tomar partido en función de determinados referenciales teóricos e ideológicos, de forma consciente o no. Por lo tanto, se desestiman conceptos como neutralidad y objetividad a ultranza.
Amén de ello, dichos planteamientos se tratan de invisibilizar y las élites hegemónicas procuran mantener ignorantes a las masas de este conocimiento. De tal modo, se quiere entender al arte como una suerte de zona franca y a la artisticidad como una condición que exime al producto, lo depura de su adscripción a un sistema de pensamiento. Así, los espectadores tienen la “garantía” de que no están siendo sometidos a discurso ideológico alguno cuando se enfrentan al consumo de un producto cultural. Craso error: ni la cultura es más pura o incontaminada, ni las ideologías se constriñen al marco de la política. Bajo la máxima irreal de “el arte por el arte” se travisten y discurren por un cauce más “noble y desinteresado” buena parte de las ideologías que han emergido en el orbe.
En ese sentido, desde sus albores, el cine, por ser una manifestación con un alto poder de convocatoria y por figurar como alternativa de primer orden en los esquemas de entretenimiento de las masas, se instrumenta como una plataforma sumamente eficaz en la promoción de ideologías y en la construcción de imaginarios. En Hollywood se localiza uno de los ejemplos más fehacientes de esto. Más que una industria cinematográfica de dimensiones e implicaciones sui generis en los anales del séptimo arte, deviene la agencia de propaganda sociopolítica y cultural enmascarada más exitosa de la historia de la humanidad. A lo largo de estas páginas tiene lugar una aproximación a la manera en que esta se yergue como difusora de las posturas neoconservadoras y de ultraderecha.
Hollywood viene a corroborar ese principio de que no existe industria sin ideología. Por ende, desde su génesis, funge como una herramienta en aras de proselitizar todo un sistema de pensamiento y un código ético indexado al tipo de sociedad en la cual se inserta y, particularmente, a los sectores hegemónicos de esa comunidad. Si bien se localizan puntuales esfuerzos contracorriente, esta megaindustria ha sabido posicionarse y extrapolarse como una cultura mediática global y globalizante y como aliado más o menos encubierto y probadamente eficaz de los grupos de poder estadounidenses. Históricamente, esta publicita y refrenda los valores y prolegómenos fundamentales del neoconservadurismo como corriente política; así como el culto al sujeto paradigmático (hombre, blanco, heterosexual), al patriarcado, al nacionalismo, al individualismo, a los roles y creencias de la familia occidental clásica (figura paterna, materna y descendencia). El cine es visto, entonces, como un anuncio propagandístico subliminal.
De modo sintético, aunque no reductible a esto, el neoconservadurismo constituye
La teoría política, muy ligada al neoliberalismo, que profesa una profunda desconfianza en la política, en los políticos y en la democracia (sin negar abiertamente el papel de sus mecanismos formales), que declara la ineficiencia del Estado en el quehacer económico, particularmente empresarial, que presupone restricciones cada vez más serias a la participación política real y efectiva de las mayorías sin poder económico, que enfatiza en una cada vez mayor sobrerrepresentación política de la propiedad, que aboga por la disminución sensible del papel del Estado como gobierno, y que defiende la primacía de la libertad sobre la igualdad, de los derechos individuales sobre los colectivos, del interés propio sobre el bien común y del egoísmo sobre la solidaridad humana.[1]
Obviamente, y en ello radica uno de los mayores logros de la industria hollywoodense, la difusión de esta ideología no se realiza de manera panfletaria o doctrinaria. En su lugar, esta se ensalza creativamente en toda una urdimbre de mecanismos estéticos y estetizadores que, muchas veces, encubren su fisonomía, pero dejan manifiesta su esencia. Aunque resultan perceptibles momentos en los que su producción se inclina hacia posturas un poco más liberales, el enfoque conservador lleva la primacía. En todo caso, ambos son más de lo mismo: uno tributa de una manera directa y el otro promueve la existencia de una oposición que sirve como catalizador para la catarsis grupal[2]. No obstante, lo que sí se reitera es la forma en que secunda a las élites de poder y al discurso político imperante en cada época que, en Estados Unidos, ha sido predominantemente neoconservador.
Las obras, de hecho, minoritarias, que se sitúan a contracorriente de este mainstream vienen a solapar las necesidades colectivas de un ideal de justicia que vagamente se materializa en la vorágine cotidiana. Ocurre, entonces, una especie de pulsión mediante la cual se palian las necesidades de firmeza, rectitud, transparencia. Esto coadyuva al enajenamiento del individuo y a que este no detone frente a la coyuntura que está viviendo: se produce una anestetización ante esa pseudorrealidad y, por extensión, ante la realidad.
Grosso modo, Hollywood no es cine independiente, cuenta con derroteros y líneas conceptuales sustancialmente consolidados. Sus materiales resultan vehículos canalizadores de la ideología dominante y muestras irrefutables de cómo el discurso político se refuncionaliza y se enmascara bajo contenidos estéticos, iconográficos, simbólicos y artísticos. Asimismo, los realizadores de los filmes son, más que todo, ciudadanos e integrantes de un sistema; por ende, se mantienen sensibles e influenciables por la ideología en la que desarrollan su praxis vital.
El cine de terror y catástrofes, aquel articulado bajo un hálito pesimista, de debacle, desolación, desconcierto y temor, constituye, por antonomasia, uno de los géneros que de manera más sistemática y expedita se orienta en pro de una defensa y divulgación de las dinámicas neoconservadoras y ultraderechistas. A través de esta filmografía, el público, por lo general inserto en un hábitat de confort resultante de las lógicas de la sociedad de consumo y el capitalismo neoliberal, avizora las “ingentes y apocalípticas” consecuencias que atañen la subversión, extinción o puesta en crisis de los valores tradicionales. Es así como los espectadores se muestran ávidos de estas esporádicas incursiones en el drama humano. Mediante ellas, el receptor experimenta una suerte de lenitivo al no estar inmerso en tamañas vicisitudes y lograr fisgarlas desde la comodidad y protección brindadas por el hogar o la sala de proyección. No solo se irá acompañado de un temor acérrimo al cambio, sino de la certeza de que este orden está lejos de ser el peor de todos posible.
Las implicaciones del desapego o el abandono de los valores y esquemas tradicionalmente defendidos por el neoconservadurismo y la ultraderecha se reflejan en este tipo de producción en tres niveles básicos: sistémico, colectivo o individual.
The Texas chain saw massacre (1974) pone al descubierto cómo la filmografía de terror hollywoodense, sobre todo aquella que maneja una línea más sanguinaria como los asesinatos múltiples o en cadena, se articula bajo una male-gaze. En ese sentido, el psicópata o agente reaccionario es una figura masculina encargada de eliminar a todos aquellos elementos incompatibles con el mosaico de valores tradicional. Generalmente, el “beneficio de la salvación” solo se le concede a la chica “inmaculada”, que se mantiene incólume a cualquier transgresión, especialmente, de naturaleza sexual. De ahí la supuesta necesidad de preservar códigos de comportamientos establecidos desde antaño.
En las féminas, como en tiempos bíblicos, radica la responsabilidad de la pérdida del equilibrio del individuo varón. Como sucede en Halloween (1978), estas se transforman en su objeto de obsesión y desestabilización. Así emerge el requerimiento de mantener coartadas o minimizadas sus facultades, pues suponen un ente que, de empoderarse, atentaría contra el statu quo, con el consiguiente alcance devastador que Hollywood le imprime.
De forma similar, estas películas exacerban el poder del individualismo. Cuando el enemigo ataca, no importa cuán cohesionado esté el grupo, únicamente la acción individual es capaz de garantizar la supervivencia. Se trata de un enfoque pseudo darwinista en el que todas las especies no pueden coexistir, resulta inminente la primacía de una, la más fuerte y adaptable, sobre la exterminación del resto. Claro indicador de ello, The mist (2007).
Otro tanto ocurre cuando la corriente neoconservadora comienza a transformarse en un ente irrecurrente dentro del andamiaje político de los Estados Unidos y se le da cabida al libre ejercicio de la democracia. La industria cinematográfica asocia a este fenómeno con la pérdida de hegemonía del estado en la arena internacional. El injerencismo y el autoritarismo no solo resultan imprescindibles para que el sistema funcione, sino para que el país no se desmorone. Ese culto corroído a un patriotismo nacionalista, un chauvinismo a ultranza y esa creencia deslustrada en el papel de la nación norteña como mesías y salvadora del orden mundial, simpatizante de la ideología republicana, subyace en numerosos materiales.
Filmes como Day of the dead (1985) y Cloverfield (2008) advierten sobre los peligros de una puesta en crisis de las dinámicas neoconservadoras a nivel estatal. En otros, por ejemplo, Daybrakers (2009), se trae a colación, en clave ficticia, metafórica y un tanto futurista, temas como el extractivismo, la lucha por el control de la cada vez menor reserva de recursos no renovables, la estructuración de un sistema económico en torno a recursos casi en extinción, la especulación. El público debe terminar aceptando que las guerras, la violencia institucionalizada son justificables en la medida en que ponen en resguardo al ciudadano común de eventos tan calamitosos. Qué importan unas vidas perdidas en aras del estipulado y sinérgico “orden mundial”. Igualmente, se experimenta un temor general ante el advenimiento de determinados procesos políticos que se oponen a las tendencias del neoconservadurismo y la ultraderecha
Indiscutiblemente, las posturas neoconservadoras y de ultraderecha encuentran en Hollywood un medio de suma eficacia para la difusión de su programa e ideología. En ese sentido, el velo de espectáculo y entretenimiento que cubre a buena parte de las producciones hollywoodenses transmite la impresión de que el mensaje es menos persuasivo, por lo que los espectadores se muestran más receptivos a este y ofrecen menos resistencia a imbuirse en sus dinámicas. La industria cinematográfica ratifica así su condición de formadora, por excelencia, de imaginarios sociales.
[1] Duharte Díaz, E. (. (2006). Teoría y Procesos Políticos Contemporáneos, Tomo II. La Habana: Editorial Félix Varela, pág. 8.
[2] Método sumamente efectivo en materia cultural para el mantenimiento y la reproducción del sistema, puesto que se ventilan los problemas, el individuo se siente vengado; pero en la praxis esto no conlleva a una erradicación de los mismos, ni a una optimización de la situación o la movilización de esfuerzos en torno a ello.
Bibliografía
Aguirre, K. (2014). El nuevo Hollywood y la postmodernidad: entre la subversión y el neoconservadurismo. Universidad del país vasco.
Duharte Díaz, E. (. (2006). Teoría y Procesos Políticos Contemporáneos, Tomo II. La Habana: Editorial Félix Varela.
Pérez Ochando, L. (2013). Ø “La ideología del miedo: el cine de terror estadounidense, 2001–2011.” “El mundo será américa o no será: la política de la cruzada”. Valencia: Universidad de Valencia.
Selva Ruiz, D. (2008). Cine y propaganda reaganiana en la trilogía original de Rambo. Universidad de Sevilla.