Al Pie del Árbol
Por: Raymar Aguado Hernández
I
No estuve en Bellas Artes el 19 de diciembre del 2020; creo, que al menos en lo que respecta a deleite y disfrute, nunca me había arrepentido tanto de mi ausencia en algún sitio. Ese día, Reflejo de la piedra en el agua regalaba un concierto que desbordó y hoy asumo maravilloso. Para mi suerte, hace unos meses colgaban en el canal de Telegram de la banda, la grabación de la tan sonada presentación, recogida en el disco Al pie del árbol, sobre el que ensayo estas líneas.
II
Alude Martí en la segunda redondilla del poema que abre sus Versos Sencillos (1) a una idea de complemento trascendental y belleza entre las artes, el individuo y los elementos más raigales de la naturaleza, siendo esta última el colofón final de deleite y compenetración en las partes. Asume en esas rimas su postura de bardo, pero también su postura de miembro de un ecosistema que en armonía funciona, a la vez que energías y espectros nacientes del propio individuo o de una deidad tácita, que se asume con fe, esperanza, o con la vinculación entre todos los elementos que fungen de sustento anímico para la espiritualidad, retozan concéntricas en derredor. Esboza lo voluble, lo dinámico, lo efímero, tanto del humano como de la naturaleza toda. Versos adelante explora lo volcánico de una mente que, tanto planta en tierra, como en la bruma de la imaginación. Trasiega su ánima de hombre a árbol y de árbol a energía de surgimiento, de retorno, de metamorfosis creadora. Martí ahí se supo, como lo hizo Emerson, como se predijo Whitman, como se pintó Rosseau: natural, transitorio, impermanente, polisémico, miembro de un todo espiritual y orgánico.
Así hallé a los miembros de Reflejo… en tanto Abel Lescay fue ave, pez, río, viento y Frank Mitchel hoja, bestia, rugido, trino, oleaje. Por Joel Alejandro discursó una corriente toda vez fue cauce y Henry Ferrán estruendo, la rítmica intrínseca del suelo, lo tectónico. El Menor fue el alba, el crepúsculo, la radiación ionizando el aire, más de mil colores, y los regalaba. Brotó de sus palmas una paleta de muchos matices, tonalidades, intenciones; le otorgó al paisaje de Reflejo… los tonos de luz del impresionismo; parecía un Monet pintando catedrales, dándole color a la estructura que sus compañeros lograban.
Reflejo de la piedra en el agua funge como entidad autónoma, como diálogo, es un espectro que dirime lo factual de un suceso y alberga lo anímico, lo puro, lo esencial. Brota de un torrente, del mismo en que nace un arroyo o se desangra un ciervo. Es materia orgánica a su vez que trasciende estructuralmente inorgánico, formando un híbrido de textura y alusión, donde el discurso se siente más allá de lo palpable, pero que sin estímulos de las sensibilidades del tacto, no se atrapa. Es un bloque en pentagrama del sonido de la tierra, el agua y todos los seres que la habitan, así como de su potencia intrínseca, de su savia, de su alma.
III
Al pie del árbol representa la obra de un ecosistema, de la esencia desprendida por la confluencia y equilibrio de lo biótico y lo abiótico. Transita por las raíces primigenias del nacimiento: la conformación, estructuración, la intención de ser. Abarca el crecimiento desde lo brutal y rítmico dejándose en resignaciones, asumiéndose, para luego darse a morir. Representando esta una muerte bella, corpórea, incierta; dado así por la sombra de lo realmente permanente que es el aura de descubrimiento y amor. Esta obra muere de una forma orgánica y pasa a ser materia de otro tipo, transmuta, se revierte, regresa a la semilla, germina, crece, se adapta, se reconoce y vuelve a ser lo que era.
Me gustaría citar unos versos de Martí:
Yo que vivo, aunque me he muerto, / Soy un gran descubridor, / Porque anoche he descubierto / La medicina de amor.
Cuando al peso de la cruz / El hombre morir resuelve, / Sale a hacer bien, lo hace y vuelve / Como de un baño de luz. (2)
Nunca pensé hallar tantos paralelismos entre la organicidad del modernismo martiano y la rockera rebeldía naturalista de las composiciones plasmadas en el disco. Ahí está el muertovivo, entre acordes y ritmos, ululando versos tal cual el viento que resopla o susurra; ese es Frank Mitchel, que sabiéndolo un igual, le pregunta al árbol por su ser, por su status quo, por la vida que ignora o se propuso ignorar. Frankmi se encuentra sobre un púlpito de ceiba con agua de río humedeciendo su voz, mientras interpela al árbol y lo ve como energía de savia natural, como la entidad que lo entiende y purifica su respirar. Existen gritos que no se oyen, pálpitos de sudor y fango mientras esa tierra se divide entre cada nota que da Lescay, quien maneja las teclas con maravilla incisiva, con caricias alucinantes y maltratos, con coraje. Existe la complicidad entre el ente trascendental natural y el ente efímero circunstancial, coexisten, se abrazan, se aman. Lograron el entendimiento desde que Frank se supo árbol, Abel río, y viceversa, desde que supieron apreciar el crecimiento, la humedad, el vaho, el polvo, la luz.
Al pie del árbol es más que una poesía llena de epicidades y calistenias para los abstraccionismos naturalistas, es sino una brasa de trascendentalismo musical que transita por las dudas sobre un estado anímico-corporal. ¿Dónde está mi cuerpo, dónde está mi alma, donde está mi voz? Me preguntaba mientras bogaba en las corrientes del disco. En la naturaleza, en el equilibrio, en lo verde, en lo bello, en el respeto a la sencillez. Fue la respuesta que obtuve.
IV
La obra en cuestión — lo siento así — es un material que necesitaba la joven ola musical cubana, tan llena de materialismo, exenta de la savia del árbol, del trino del ave, de la música del río dando contra la orilla. Es una muestra de virtuosismo lo que lograron estos muchachos, pero es más una muestra de purificación generacional, o al menos un intento de ello. Tanta venta, público y mercado está haciendo que la música suene a “cable y aire acondicionado” como expresara el mismo Lescay en entrevista para el Caimán Barbudo. Reflejo… trajo en este fonograma la sustancia verídica del ser, unió la sangre, la carne, la fibra del cabello, los huesos, el alma y lo volvió canción. Retomó la verdad naturalista trascendental y planteó una suerte de variante emersoniana, pero esta, armónica y escrita en pentagrama.
Al pie del árbol es una reinterpretación de la deidad Natura a través de una forma del arte. Es una lección de génesis y de austeridad para con el entorno. Desmonta el mito de la supremacía del humano respecto a sus adyacentes. Aboga por la humildad de la especie, por la persistencia de este planeta que sabemos hogar. Es, a todas luces, una obra marcada por lo visceral y humano, por el deleite de lo mínimo, por lo infinito.
El experimento Reflejo… ya no queda más que en la huella fonográfica que vio la luz el pasado 19 de enero, trascendiendo así el peligro que representó la ruptura, logrando definir parte importante del presente, ya que la discursiva de este disco, amén del estilo musical que defiende, es de vital importancia para el gremio y la contextualidad nuestra, pues, con la pretensión de concientizar sobre qué vía podemos llegar a ser mejores, clama por el futuro.
NOTAS
1- “Yo vengo de todas partes, / Y hacia todas partes voy: / Arte soy entre las artes, / En los montes, monte soy.” José Martí, Versos Sencillos, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Ciencias Sociales, 2007, pág. 538.
2- José Martí, Versos Sencillos, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Ciencias Sociales, 2007, pág. 555.