Apología de Barbie

La Jeringa
9 min readSep 10, 2024

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Por: Grechent Ledesma Torres

Aunque la historia del juguete para niñas más famoso del mundo se remonta a finales de los años cincuenta,[1] la entrada de Barbie a nuestro país, por las razones políticas y económicas que todos conocemos, se retrasa hasta finales de los noventa e inicios de los dos mil, y casi coincide con el lanzamiento de su primera película animada en 3D, Barbie en el cascanueces (2001), que constituyó un buen anticipo de lo que podemos considerar la época dorada de su “carrera cinematográfica”. Quienes crecimos viéndola en todas partes, y aquellos que como yo, llegamos a tener más de veinte por lo mucho que nos gustaban, ya nunca más pudimos desligarla de nuestras vidas, por la enorme influencia que recibimos de la industria.

Fotos: Tomadas de Internet

Nunca ha podido comercializarse en Cuba una línea completa de estos juguetes, solo copias chinas, mejores o peores, y más recientemente, con el ir y venir de los cubanos por el mundo, otras imitaciones más afortunadas se venden en el país, que son también mucho más costosas. Sea como fuere, no pudimos escapar de la ola de Barbie.

Si muchos son los seguidores de esta marca, tampoco faltan detractores. Su apariencia extremadamente delgada y perfecta y el ideal de belleza, para muchos imposible, que ofrece, ha causado controversia; así como su preocupación “excesiva” por la vestimenta, se le ha acusado de superficial y hasta de tonta por los asuntos de sus películas, aparentemente lentas y demasiado sencillas, ¿pero esto es realmente así?

Durante la década del dos mil Barbie brilló más que nunca con el surgimiento y desarrollo de su propia saga cinematográfica, dirigida a niñas pequeñas. Estas películas fueron concebidas como grandes espectáculos audiovisuales con los mejores recursos de la época, donde la historia, la música, la animación 3D, el ballet y la moda eran aspectos claves para captar la atención de las infantes y transportarlas a un mundo de princesas y duendes –a excepción de Los diarios de Barbie (2006), que es la única pieza de aquellos años que se sale de esta narrativa fantástica clásica–, donde una chica muy hermosa está atrapada en una situación difícil y se esfuerza por salir de ella, vencer a un (una) villano (a), pero más que nada, lucha por conquistar sus sueños. Ese es el primer gran mensaje que nos deja Barbie: “Cada joven debe tener la posibilidad de seguir sus sueños, de elegir por sí misma”, estas son las palabras de Elizabeth Drosselmeyer, la tía de Clara, –la protagonista de El Cascanueces–, una mujer de mundo, que Clara adora. Alguien se preguntará a estas alturas si Barbie es feminista y la respuesta es que sí, definitivamente.

Las tres primeras películas siguen un esquema narrativo de caja china donde Barbie, hermana ejemplar, anima a la pequeña Kelly a creer en sí misma y a trabajar duro por seguir sus sueños –más claro ni el agua–. Así le cuenta primero la historia de Clara, luego la de la intrépida Rapunzel, quien a pesar de vivir secuestrada, de que le habían prohibido pintar y la tenían relegada al trabajo doméstico y de los malos tratos que recibía, nunca perdió la fe y escapó de su encierro y conoció el amor; luego la de Odette, una joven, que al dudar de sus capacidades ignora todo su potencial y cae víctima de un hechizo del villano, pero al final logra cumplir su maravilloso destino. Pero, ¿cuáles son los conflictos de Barbie? ¿Quién es ella realmente? ¿De dónde han salido estas fabulaciones?

Los responsables de esta industria supieron recurrir a viejos elementos provenientes de la literatura “universal”, mezclarlos con una visualidad atractiva, casi despampanante, llena de colores y mucho brillo, magia, una música sinfónica de primer orden, y crearon algo llamativo, novedoso y sobre todo, inteligente. Barbie es la consagración del estereotipo de belleza caucásico, altamente criticado hoy por hoy, pero dado su origen estadounidense, donde la mayor parte de la población es blanca, además de que su figura está basada en la hija de su creadora, no tiene sentido molestarse por ello; hoy día Barbie cuenta con diseños de todas las etnias, los pesos, etcétera.

En contraste con lo anterior, donde la bondad y todo lo positivo se asocia a la hermosa protagonista, la fealdad se relaciona con la maldad, lo cual es un recurso muy caro a los programas infantiles, donde más allá de insinuar que los feos son malos, los hace más fáciles de diferenciar de los buenos: voy a recurrir a un ejemplo muy áspero pero útil: Odile, el cisne negro, es fea con toda intención para causar mayor conmoción en los espectadores cuando el príncipe Daniel, hechizado por Rothbard, ve en ella a Odette y le declara su amor; es un momento espantoso en la película, Odette se desmaya al presenciar la escena, se diría que el clímax de la acción está allí. No es hasta la quinta película y en lo adelante, cuando la villana principal adquiere cierto estilo y glamour, en este caso me refiero a su malvadeza Laverna, de Fairytopia (2005).

Hablemos de uno de los filmes más profundos de toda la franquicia, La princesa y la plebeya (2004),[2] una adaptación musical de El príncipe y el mendigo de Mark Twain. Anneliese y Erika son dos chicas tan iguales que parecen gemelas, a excepción de que la una es rubia y la otra castaña; ambas viven en el mismo reino, una como la princesa y la otra como una costurera cuyo trabajo nunca termina por todas las deudas que heredó de sus pobres padres y que vive presa en casa de la malvada Madame Carp. Ambas se quejan de sus vidas: la princesa debe casarse con un rey desconocido para salvar la economía del reino, sin libertad para elegir su propio destino, cuando ella es una joven culta que sabe lo que quiere; la plebeya tiene una voz prodigiosa y sueña con ser cantante, conocer el mundo y ser libre de tanta “obligación” –esta es la palabra que se usa en el doblaje latinoamericano pero yo prefiero usar otra más exacta y menos bonita, explotación–. Esto nos habla del derecho a ser quiénes queremos ser, del derecho a la libertad, a seguir nuestros sueños, ¿quién no recuerda esa triste canción que ambas cantan cuando todavía no se conocen y que dice así: “Mi sueño siempre ha sido, todo un día para mí (…) Libre yo quisiera ser (…) Puedo soñar que voy a volar, muy lejos llegaré (…)” Ambas son víctimas del sistema, aunque no pierden la fe no son capaces de cambiarlo: Anneliese logra salir ilesa de un complot contra ella por parte del villano Preminger y encuentra gemas valiosas en la mina del reino, donde el oro se había agotado, se casa con el sirviente a quien ama, paga las deudas de Erika, quien cumple su anhelo de cantar y más tarde vuelve y se casa con su amor, el rey Dominick; pero Anneliese no piensa siquiera en cómo mejorar la situación de los pobres en el reino, los padres de Erika se endeudaron para poder alimentarla, solos no podían, ella, por su parte, es la princesa y solo deja de ser una moneda de intercambio cuando un milagro la salva de serlo; ya sé, es demasiado pedirle a una muñeca para niñas que siga haciendo revolución y que sea antisistema, pero solo quería recalcar que Barbie, aunque feminista, solo deja de ser clasista por amor y que esta es una excusa más bien barata.

Barbie es algo así como la chica perfecta, toda bondad y sabiduría, alguien especial, con una misión que cumplir, ¿la hemos visto alguna vez fuera de sus casillas y lanzando improperios? No, ella es el bien hecho persona, un modelo a seguir. Si alguna vez es un producto “defectuoso” como la Elina de Fairytopia, que es un hada que no tiene alas y es el hazmerreír de las otras que sí las tienen, esa debilidad se convierte en una fortaleza y cuando todas las hadas han perdido la capacidad de volar y enferman, Elina salva a la comunidad, no sin ayuda: Barbie es el centro del juego pero tiene amigos, familia, y por supuesto, un amor; al principio los amores son príncipes que tienen cierta relevancia en la historia y que la ayudan a alcanzar la felicidad, porque los finales felices siempre contemplan una boda, esa es la tradición –afortunadamente ya se ha escapado un tanto de esos moldes–. Hay pocos matices en los caracteres de los personajes de Barbie, pero existen: si Rapunzel es muy valiente y anima a Penélope a serlo, Odette, por su parte, cree que no lo es, y necesita que su amiga Lila se lo diga.

Después de esta época de princesas y príncipes, dragones y unicornios, ballets y música, hadas y hechiceros, hay un evidente desgaste temático. La animación y el diseño de Barbie se han perfeccionado, pero la calidad de las historias alrededor de la década del dos mil diez decae muchísimo. Son comunes en redes sociales los comentarios de fanáticas afirmando que las primeras películas son tesoros en los recuerdos de su niñez y que ahora Barbie ya no es la maravilla que fue; no puede ser de otro modo, existen alrededor de treinta películas animadas con Barbie como protagonista, fue necesario mudar de temas y de estilo, pero en ello se sacrificó demasiado la calidad. También es cierto, que veinte años después, luego de que Barbie abriera el camino para el surgimiento de muchas nuevas muñecas y de otros productos audiovisuales, algunas con propuestas realmente innovadoras y competitivas como las Bratz, de las que sería bueno hablar en otro ensayo, ya el mercado no es el mismo, hay muchísima más competencia y otros temas que abordar, la infancia de hoy no es la misma de hace veinte años, y la velocidad de la vida se ha acelerado tantísimo con el desarrollo de Internet y toda su tecnología asociada, es mucho más difícil llegar.

Mi objetivo con este ensayo era reflexionar un poco en torno a esta señorita de piernas largas que marcó tantas vidas, traer algunos recuerdos a las muchachas que lean esto; decirles a los muchachos y padres que nunca entendieron de qué se trababa realmente la cosa, que superficial nunca fue, muy por el contrario, tenía una intención increíblemente definida; que la escena clave de la transformación del vestido es solo un momento climático de una trama en desarrollo, donde el bien y el mal debían confrontarse; que la chica es caucásica porque es anglosajona, y que nunca fue una rubia tonta ni despistada sino la más inteligente de todas sus hermanas, que enseña a soñar, a amar el arte, la familia, la naturaleza, que educa la sensibilidad y que no es un producto peligroso para las niñas menos agraciadas; ella es solo un modelo, un arquetipo de mujer ideal, un personaje del cual aprender conductas sanas, que fue creado con ese fin, no con otro. Si al principio se antojaba racista por la ausencia de personajes negros eso fue cambiando con el tiempo, si la preocupación por la moda y la belleza la pudiera hacer parecer superficial, sépase que son películas destinadas a llamar la atención de niñas pequeñas y que a Barbie jamás se le escucha hablando de cantidades monetarias y que sus mejores vestidos fueron hechos con magia. En fin, que su éxito rotundo en la década del dos mil es más que meritorio y que en aquellos años fue más que funcional, es innegable. Yo jugué más con mis Barbies de plástico Made in China que con ningún muñeco bebé, la más hermosa de todas ellas era negra y tenía una mata enorme de cabello rosado, y acaso, ese juego donde yo me creía un dios y movía los hilos de la vida de mis personajes y los conducía por sitios insospechados durante horas y horas acrecentó en mí el deseo de inventar historias, lugares y personajes. También yo tengo una deuda con Barbie, ¿y tú?

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[1] Ruth Handler, inspirada en la muñeca alemana Bild Lilli, se propuso crear una muñeca distinta de las de entonces, que solo tenían características y rasgos infantiles. Este nuevo producto enseñaría a las niñas a ser más independientes y a alcanzar sus sueños más allá de fundar una familia.

[2] Para muchos la mejor de toda la franquicia.

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