Blanquita: Las venas abiertas del caso Spiniak
Por: Shyla Torres Quintana
Llevar un asunto social a la pantalla grande requiere lograr de manera equitativa la atención del espectador y la fidelidad a la realidad. Blanquita, el thriller chileno dirigido por Fernando Guzzoni, logra este equilibrio y nos brinda una poderosa denuncia a la impunidad del poder político.
El presente largometraje de Guzzoni sigue a Blanca (Laura López), de 18 años, madre de un recién nacido y residente de un hogar de acogida. La joven se convierte en testigo único en un escándalo que involucra a niños, políticos y reconocidos empresarios. Como consecuencia, a lo largo de la investigación, los peligros aumentan para Blanca y su rol en el conflicto se vuelve cada vez más confuso. De esta manera, el espectador se adentra en el oscuro universo de Blanquita, basado en la historia real del caso Spiniak: proceso judicial dado por la salida a la luz pública de una red de prostitución infantil liderada por el empresario Claudio Spiniak. El caso conmocionó a la sociedad chilena y sigue marcado en la memoria política, judicial y popular de la nación.
En su obra, Guzzoni representa el antagonismo existente entre las víctimas del escándalo y la élite del país, dos grupos desiguales ante la justicia. La complicidad entre el Estado, la iglesia y la prensa nacional aumentan las dificultades para los protagonistas del relato. Blanca se convierte el punto de mira de una serie de instituciones que buscan desmentir su testimonio. Los grupos políticos y económicos, respaldados por dichas instituciones, gozan de una inmunidad legal que complejiza la trama. De esta forma, el director y guionista nos presenta una obra llena de suspenso y atrapa a la audiencia en la desesperante sucesión de los hechos.
Del mismo modo, la fotografía está puesta en función de la historia. Hace énfasis en la soledad de los personajes, pues los enfrenta con la inmensidad de su entorno mediante el uso de planos amplios. Predominan las tonalidades oscuras, colores fríos y lugares sombríos en consonancia con la desolación y la violencia a las que se enfrentan los protagonistas.
Gracias a los diseños de los personajes, al empleo de los elementos característicos del thriller y a la simbología de la fotografía, Blanquita logra convertirse en una obra robusta, capaz de combinar la atención de la audiencia con una crítica contundente a la corrupción de la justicia.
Es recurrente la tendencia del cine latinoamericano a la expresión de los conflictos históricos, políticos y sociales de los panoramas nacionales. Aunque Blanquita no aporte nuevas preguntas a los actuales debates sobre la prostitución, el abuso sexual y la pedofilia, nos recuerda la sistematicidad de estas problemáticas; pues, desgraciadamente, el caso Spiniak no es un hecho aislado. Como El Secreto de sus Ojos (2009) o La Bella y los Perros (2017), Blanquita es una crítica más del séptimo arte a la impunidad e injusticia estructural de los países que retrata.