Bloom, más allá de las “manchas”

La Jeringa
5 min readNov 25, 2020

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Entrevista al artista Alejandro Jurado

Por: Mariana Mora Candia

Fotografía: Jorge Martínez Sardina; Mirian Delgado

Mi primer acercamiento a su obra fue en el período de aislamiento social en el que las redes invadieron nuestro día a día. Y, aunque quizás no sea muy apasionada de la abstracción, la obra de Alejandro Jurado me atrapó por completo. Tal vez fue ese juego de colores que genera un intenso pero agradable impacto visual, o los paisajes que se esconden detrás las manchas, a lo mejor fue la idea de fusionar música y pintura para poder sumergirme de a lleno en la obra y su historia. Lo cierto es que cuando llegó la oportunidad del encuentro no pude sentirme más dichosa.

Recorrer una exposición acompañados del artista que la ideó y llevó a feliz término, hace muchísimo más enriquecedora la experiencia de estar frente a frente con el cuadro. En la Sala Cernuda del Centro Hispanoamericano de Cultura, con Alejandro Jurado y Bloom, tuvimos esa suerte. Sin dudas, fue una práctica maravillosa y no podemos estar más agradecidos, pues con su personalidad tan genuina y sincera, este joven artista permitió al equipo de La Jeringa acercarse un poco más a su mundo.

¿Por qué Bloom?

Bloom es un disco, de ahí surge el nombre de la exposición. Mi trabajo es una mezcla constante, sobre todo de canciones, experiencias e historias personales. A la hora de seleccionar la canción no es solo por la música, sino porque tiene que ver con la historia que hay detrás y quiero contar. Esa melodía, ese tema que escojo está conectado con el cuadro. En el momento de crear, si el cuadro resulta un tanto denso es porque la canción a la que se remite es densa y la historia que hay detrás también lo es. En este caso, la exposición está dividida en dos series: “Caleidoscopio” y “Crystalized”. Bloom es un disco que tiene que ver con “Crystalized” y, específicamente, estas dos series me transportan a experiencias con una sola persona.

Pero si lo vemos desde un punto de vista más filosófico, desde la traducción de la palabra bloom, sería entonces como un florecimiento en mí a la hora de pintar, un crecimiento personal. Es un renacer. Dentro de la exposición hay un tríptico que se titula así mismo, “Bloom”, que cierra el recorrido y recoge todo ese concepto.

En lo que respecta a estas tres obras, Bloom es oscuro -significa una ruptura, un movimiento de tierra, un renacer-, pero a la vez es bello porque lo vivido está ahí. Todo está interconectado: concepto, vivencia, música. Yo creo que lo más importante es que el público cuando vea el cuadro experimente una descarga de sentimientos.

¿Está relacionada esa concepción de renacer con el momento que estamos viviendo en la actualidad?

La serie “Crystalized” es del año pasado. “Caleidoscopio” sí empezó con la pandemia, por eso tiene colores más vivos, porque como verdaderamente todo estaba muy oscuro, muy denso, quise hacer unos cuadros más alegres, visualmente hablando. Pero realmente me alejo de eso. La pandemia es un estado, sin embargo, no puede ser nuestro único tema, a pesar de que a la hora de crear inconscientemente todo esté relacionado.

En “Caleidoscopio”, por ejemplo, sigo hablando de mi historia personal, de la historia de la canción. Trato de buscar el efecto de caleidoscopio, trato de sobreponer las manchas y con esto me acerco más a la parte de la tierra, aunque hubo también una conexión con toda la situación actual. Al inicio de la pandemia la naturaleza se comenzó a limpiar, a purificar y los animales empezaron a invadir el espacio que en un inicio fue suyo. Entonces, el mensaje relacionado con la pandemia que quise trasmitir surgió a partir de ahí: del descanso de la Tierra. Por ejemplo, cuatro de los cuadros de la serie “Caleidoscopio” tienen nombres que tributan a ese momento en específico: pureza, aislamiento…

¿Por qué prefiere la abstracción a la hora de crear?

Cuando empecé a crear también tuve mi etapa figurativa, pero no me gusta la clave del éxito, no me gusta explotar algo si no tengo más nada que decir al respecto. Con el tiempo, esa figuración se fue diluyendo, desapareció y comenzó a asomar una suerte de abstracción que ha ido madurando con los años.

Mi arte es abstracto, no obstante, no me gustaría encasillarme en ese concepto de abstracción pura. Trato de vincularme más al sentimiento, y a la vez apegarme a la realidad, de ubicar al público de alguna manera en tiempo y espacio.

Por eso utilizo el paisaje para que la obra tenga perspectiva, para que se pueda apreciar algo más allá de las “manchas”, para que el espectador pueda situarse en un contexto. Esos paisajes no existen, son el concepto que yo entendí de un paisaje que visité en cierto momento o que tomé de series, películas, imágenes o recuerdos.

Me interesa de igual forma que, a pesar de la abstracción y el concepto, la obra se vea bella porque eso también tiene que ver con todo el sentimiento y la carga emocional detrás del cuadro.

En casi todas las obras llaman la atención los pequeños cristales que las integran ¿Qué aspiraba conseguir al incluir los cristales en estas pinturas?

Sí, en esta exposición los pequeños pedazos de cristales se integran en el cuadro y hacen el ajuste del color, son detalles o aditamentos. En un primer momento pesaba que el cristal era más importante que el cuadro, pero luego entiendo que debe ser un complemento más de la pintura. En muchos casos ellos son los que terminan la obra. El uso de cristales en los cuadros tiene que ver con la historia vivida que está conectada con estas dos series y, por supuesto, también tiene relación con el disco.

¿Por qué dedicar la exposición a Luis Miret?

Esa fue una petición del curador Michael Simpson. Michael es muy importante en este proyecto. La exposición es casi una bipersonal, no por el hecho de que el curador pinte, sino porque él amarró el proyecto, y al mismo tiempo que construyó lo que es curaduría y montaje, le dio otros aportes a la obra en sí. El trabajo fue codo con codo.

Michael estuvo trabajando durante unos años en Galería Habana, en el momento en que Luis Miret era el director de la galería. Con él aprendió mucho. Entonces, como esta es la primera curaduría de Michael a título personal, en solitario, quiso dedicarle a Luis Miret la exposición como sincero homenaje y agradecimiento.

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