Borges: la emoción ante las palabras

La Jeringa
6 min readAug 24, 2020

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Por: Agustín Enrique Ortiz Montalvo

Dibujo por Stephanie Rivero

Borges es un escritor con una obra extensa, difícil de tratar en unas pocas cuartillas. Para él, el tiempo sin principio ni fin, el instante donde escribo esto, es una eternidad. De modo que comparto algunos deslumbramientos experimentados tras recorrer sus páginas y aspiro a aprehenderlo todo. Me gustaría pensar que de alguna manera resurge en estas líneas, dejando huellas en el siglo XXI para ayudarnos a encontrar nuestro camino.

En el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en una nota al pie nos dice: Todos los hombres, en el vertiginoso instante del coito, son el mismo hombre. Todos los hombres que repiten una línea de Shakespeare, son William Shakespeare (Borges, p.28, 2014). Pretendo suscribir esa certeza de Cabrera Infante, quien afirmó que Borges sería leído en el siglo XXI. Se trata de preguntarnos: ¿nos sigue hablando el eminente sudamericano?

¿Cómo me acerqué a este autor? Desde el prejuicio. Durante un período, recibí el Curso de Técnicas Narrativas en el Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. En aquel entonces comencé a escuchar con frecuencia ese apellido: Borges. No sabía nada del escritor argentino y, a partir de los comentarios de mis compañeros, me parecía pedante.

Mi primer encuentro con el universo borgiano fue a través de la lectura, que hacía el maestro Heras, de El milagro secreto. Aquella mañana despejé un poco de resquemor, y me pareció asistir al descubrimiento de un autor de genio. Años después, la relectura de ese texto, me deslumbró por la manera en que aborda un tema recurrente en su obra: el tiempo. Si me otorgan la posibilidad de Jaromir[i], yo retomaría pasajes de los libros de Borges y, al concebir mis ideas, me gustaría sentir la influencia de algunas verdades del autor argentino.

Al pensar en su narrativa, agradezco el conocimiento que comparte. Es admirable un hombre entregado a la lectura, quien defiende el camino de la sencillez en la exposición de sus ideas, por demás profundas. No solo te convida a indagar, sino que te pone de cara a problemas metafísicos fundamentales de la existencia humana.

Antes de emitir un criterio sobre sus cuentos y decir qué prefiero, he de afirmar lo que Lope de Vega — salvando las distancias, sobre todo literarias — dijo de Góngora: Sea lo que fuere, yo de estimar y amar el divino ingenio desde Cavallero, tomando de lo que entendiere con humildad y admirando con veneración lo que no alcanzare a comprender (Borges, Obras Completas I, p.77, 2011).

Luego destaco el lenguaje, el tono de El fin y el ritmo de El sur: Dahlmann empuja con firmeza el chuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura (Borges, Ficciones, p. 219, 2014). En ambos se produce un desenlace quizás inevitable en esos entornos, que también cautivarían a Borges — lector de Martín Fierro — amante de la vida en toda su complejidad, donde no escapa la violencia que teje caracteres en la pampa argentina. Nos inquieta mucho más lo que no llegamos a comprender ni resolver.

Tengo que mencionar a Pierre Menard, autor del Quijote. No solo porque es una consecución lógica del primer cuento de El jardín de senderos que se bifurcan, sino por las incógnitas que, desde la punta del iceberg, suscita: ¿qué sentido tiene intentar componer el Quijote en el siglo XX? No igual, pero lo mismo es: ¿pretender ser original en el siglo XXI?

Llegado este punto, cabría decir como Russell Bufallo[ii], el personaje de El irlandés: Todo cambia. De modo que hoy Borges no solo me parece el viejito sabio, de ojos húmedos, brillantes, en la entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano, en su programa A fondo; sino un ser sencillo y tierno. Recuerdo ese momento, el notable entrevistador español le dice que hay quienes veían a Borges como un hombre frío; el entrevistado replica: No, yo soy terriblemente sentimental[iii]. En eso me identifico con él: prefiero conservar en mi cabeza “los rasgos” de la bella Beatriz, no tener la desdicha de verla cuando se ha convertido en una “reliquia atroz” guardada en una caja bajo tierra, desdeño las frases artificiosas de Carlos Argentino; todo lo primero antes que “el inconcebible universo”[iv].

Borges era un poeta preclaro y claro. Hay un poema (Arte poética) que merece ser citado en su totalidad, pero del cual, finalmente, tomo estos versos:

[…] A veces en las tardes una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo

que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,

lloró de amor al divisar su Ítaca

verde y humilde. El arte es esa Ítaca

de verde eternidad, no de prodigios (Cuneo, p.1, 2016).

Borges, a través de su quehacer como ensayista y cultivador del lenguaje, deja pistas en sus poemas y en su entender sobre el ejercicio poético. Dice en El arte de contar historias: los poetas parecen olvidar que, alguna vez, contar cuentos fue esencial y que contar una historia y recitar unos versos no se concebían como cosas diferentes (Borges, El arte de contar historias, 2013). De todas formas, el punto de partida es la emoción.

Hay que volver sobre la obra de un literato, que no creía en teorías literarias. Gracias a unos amigos de Mendoza[v], no solo me cayó en las manos Ficciones, sino la primera parte de una compilación de las Obras Completas de Borges, que incluía Fervor de Buenos Aires e Inquisiciones (a los efectos de mis propósitos). Leí que un escritor de raza siente la ciudad; el joven Borges — veinticuatro años — empieza su primer poemario — cuyo título lo dice todo — que un jurado del cual formaba parte Alfonso Reyes decidió publicar, con Las calles: donde concluyen estas líneas:

se han desplegado — y son también la patria — las

calles;

ojalá en los versos que trazo

estén esas banderas (Borges, Obras Completas I, p.13, 2011).

En El sur, sigue dando pistas: […] el olor del jazmín y la madreselva, /el silencio del pájaro dormido, /el arco del zaguán, la humedad/ — esas cosas, acaso, son el poema (Ibídem, p.16). Luego sus inquisiciones alumbran sobre diversas cuestiones, pero hay una Ejecución de tres palabras que, tanto por la claridad de la exposición, así como por su agudeza para advertir a los palabreros, es digna de admirar.

En primer lugar, el adjetivo inefable. Aplicarlo a cualquier sustantivo es, pues, una confesión de impotencia, y escribir, por ejemplo, tarde inefable, equivale a decir: A mí no se me ocurre nada… o No he logrado encontrar el adjetivo definidor de la tarde. A continuación: Los que negando esto negaren la eficacia del lenguaje y creyeren que hay cosas inefables, deberán suspender acto continuo el ejercicio de la literatura y solo despabilarse de vez en cuando las entendederas…(Ibídem, p.194).

En cuanto a misterio:

La poesía no es para mí la expresión de aquel azoramiento ante las cosas, de aquel asombro del Ser que todos hemos sentido tras de un suceso excepcional o sencillamente después de una disputa metafísica, sino la síntesis de una emoción cualquiera, que si es clara y precisa no ha nunca menester vocablos inhábiles y borrosos como misterio, enigma y otros semejantes (Ibídem, p.195).

En el tercer caso: Apareado a nombres abstractos el adjetivo azul nada dice. Pone como ejemplo el verso de un poeta argentino: Esa fiebre azulada que nutre mi quimera (Ibídem, p.196–197).

Queda leer y releer a Borges, al que no conocemos, y no solo su obra, sino todo lo que nos sugirió y mucho más. Porque ese escritor de genio, como advirtiera Caín[vi], no se nos puede convertir en una caterva de citas: en “el Homero del pobre”. Me despido imaginando que, en un tiempo que también es este, Borges escribe que un joven escribe:

No necesito hablar/ni mentir privilegios; /bien me conocen quienes aquí me rodean, /bien saben mis congojas y mi flaqueza. /Eso es alcanzar lo más alto, / lo que tal vez nos dará el Cielo:/ni admiraciones ni victorias/sino sencillamente ser admitidos/como parte de una Realidad innegable/como las piedras y los árboles (Ibídem, p.42).

Bibliografía

Borges, J. L. (2011). Obras Completas I. Buenos Aires: Sudamericana.

Borges, J. L. (2013). El arte de contar historias. Obtenido de:

https://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com

Borges, J. L. (2014). Ficciones. Buenos Aires: Debolsillo.

Cuneo, A. M. (2016). “Arte Poética” de Jorge Luis Borges. Obtenido de: https://revistaliteraria.uchile.cl

[i] Personaje alrededor del cual gira la trama del cuento El milagro secreto, parte del cuaderno Ficciones de Jorge Luis Borges.

[ii] Personaje del filme El irlandés, de Martin Scorsese.

[iii] Jorges Luis Borges concedió dos entrevistas en vivo al presentador Joaquín Soler Serrano en su programa A fondo, una en 1976 y otra en 1980. La anécdota que refiero tuvo lugar en la primera (Ver en Youtube).

[iv] Ver el cuento El Aleph.

[v] Provincia de Argentina.

[vi] Seudónimo asumido por Guillermo Cabrera Infante en algunas de sus publicaciones.

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