Carlos Batista Santander: “La pintura es mi esposa y el cine es mi amante.”
Por: Annette Granda Barroso
Decía Vincent Van Gogh (1853–1890) y concuerdo con su afirmación: “las pinturas tienen una vida propia que nace del alma del pintor”. Apreciar una y otra vez la obra de Carlos Batista Santander me hizo reafirmar las palabras del artista holandés. “La niña del abrigo rojo” fue el primer trabajo que vi de su autoría y bastó para admirarlo desde ese momento. Desenfado pudiera ser la mejor palabra para nombrar los trabajos del joven trinitario. Asimismo, la utilización de personas distinguidas, carteles, marcas reconocidas en la industria del entretenimiento y la historia del arte se destacan en sus últimos trabajos.
A principios de septiembre del presente año Carlos Batista organizó, junto con el equipo de la sede de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de Trinidad, su primera exposición personal titulada “Ramé”. Sobre la carrera artística de este joven y el evento mencionado estará enfocada la siguiente entrevista.
¿Cuándo tienes el primer contacto con el arte?
Desde pequeño tuve el primer contacto con el arte. Era muy intranquilo y la única forma que tenía mi mamá de calmarme era dándome papel y lápiz. Inmediatamente, me tiraba en el piso y pintaba a mis personajes favoritos de Disney. A veces dibujaba escenas religiosas, pues desde temprana edad acostumbraba ir a la iglesia con mi familia. Recuerdo haber recibido las primeras críticas por mis padres, así como su apoyo para formarme como artista.
¿Cuál fue el impulso para que te decidieras a ser artista plástico? Háblame sobre tu paso por la Escuela Vocacional de Arte en Santa Clara.
Siempre quise ser pintor, pero nunca pensé tener la oportunidad de estudiarlo profesionalmente. Tenía perdida la esperanza porque durante ese tiempo las posibilidades en Trinidad eran escasas: la escuela la habían cerrado. Sin embargo, en el año 2013, lanzaron la convocatoria para ingresar en la Escuela Vocacional de Arte (EVA) en Santa Clara e hice las pruebas de ingreso y las aprobé.
Al escuchar siempre opiniones positivas de mi familia y amistades, pensé que entrar en la escuela de arte sería un paseo. Pero luego comprendí lo complejo que podía ser cuando recibí las primeras críticas de los profesores. Fue muy difícil para mí entrar en el mundo de las artes plásticas.
Además, nunca fui un buen estudiante. En diferentes ocasiones me cogieron fugándome con algunos de mis compañeros, yo era el cabecilla (risas). En primer año tenía pésimas calificaciones, sobre todo en Técnicas de Representación. Tres de mis amigos y yo no habíamos entregado un trabajo y por ese incidente el promedio nos bajó, pero aprobamos por los pelos. Por esta y otras experiencias ocurridas en este período, pensaba renunciar a la EVA. Pero no lo hice y en segundo año, cuando me especialicé en Pintura, comencé a obtener buenos resultados.
Tercer y cuarto años fueron los más importantes en cuanto al estudio, porque a partir de ese momento tomé las influencias artísticas y las incorporé en mis trabajos. Descubrí varias tendencias y comencé a interesarme por el arte conceptual. En el último año descubrí diversas técnicas, contenido que debía haber vencido al pasar por segundo.
Mi ejercicio final “Al otro lado del muro” fue una serie de gran formato -la mayoría de los trabajos medían aproximadamente 200cm x 150cm- que exploraba conceptos como: la familia, el hogar y también intentaba mostrar cómo la memoria afectiva nos construye como individuos desde la infancia. Por cierto, dentro de poco quiero retomar ese concepto en mis nuevos trabajos.
Sin dudas, mi paso por la EVA ha sido la mejor etapa de mi vida, sobre todo por las amistades, experiencias, enseñanzas recibidas. Todo definió quién soy hoy. Haberme graduado me dio un propósito; ayudó a formarme como artista, individuo y ver las cosas de un modo diferente.
¿Cuál fue la primera obra que te impactó?
Sucedió cuando visité por primera vez el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Fue un antes y después en mi trayectoria como estudiante. Me acuerdo como si fuera ayer (risas). Nos llevaron por la escuela, yo estaba en segundo año de la EVA. Cuando entré en la sala dedicada al arte contemporáneo (1960–1970) y vi la obra titulada: “Mis compañeras” (1963) me impresionó tanto que me dije: “yo tengo que dedicarme a esto”. Estuve rato mirando el cuadro. De hecho, lo toqué sin que nadie se diera cuenta (risas). A partir de ese momento, cuando voy a La Habana y visito el MNBA, siempre vuelvo a esa obra. Sin dudas, fue mi primera emoción, mi primer impacto.
¿Cómo se puede apreciar el cine y los cómics en tu arte?
La pintura es mi esposa y el cine es mi amante (risas).
Mi trabajo se nutre de las diferentes manifestaciones artísticas. Tiene mucha influencia del Arte pop de los 80, creo que los cómics forman parte de eso. Mi relación con los cómics es desde mi infancia (Spiderman, Batman, Superman). Al mismo tiempo creo que el consumo de ellos ha quedado arraigado en la cultura popular. Todos los artistas deberíamos conservar un niño en nuestro interior.
Mi primer acercamiento al séptimo arte fue cuando terminé la EVA. Películas como: Forrest Gump, A clockwork orange, The Schindler’s List, Pulp Fiction, The Eternal Sunshine of Spotless Mind y Psycho, me motivaron a investigar y seguir consumiendo buen cine.
Mis últimos trabajos se nutren de diferentes fuentes. Una de las interrogantes que intento responder en el mejunje de mis obras es cómo el arte nos puede construir como individuos. Por eso utilizo el collage ya que me permite explotar diferentes capas de referencia directamente: la pintura –mi especialidad-, los cómics, los carteles, y la música. Por lo general, me gusta trabajar en ellos, la iconografía porque para mí es muy importante que el público entienda el mensaje trasmitido en mis trabajos.
¿Qué artistas han influido en tu carrera y cuáles sigues admirando?
Desde que empecé la escuela de arte he trabajado con diferentes referentes artísticos a lo largo de mis estudios. Todos me han ayudado a construir mi obra ya sea en las técnicas, como en los aspectos conceptuales.
No puedo dejar de mencionar y agradecer a algunos de mis profesores, no solo por mi manera de trabajar, sino también en mis gustos por el arte. Ellos me educaron visualmente, me enseñaron el buen cine. Amílcar Chacón Iznaga, mi director de Artes Plásticas y profesor durante un buen tiempo; Tony Gómez; Rafael Abdala, quien me enseñó a dibujar.
Hoy por hoy, manejo amplios referentes debido a la influencia en el cine, la pintura en sí, el dibujo, la música, los cómics, los carteles, y la ilustración. En cada uno de mis trabajos hago uso de uno distinto.
Algunos referentes en el arte: Takashi Murakami, Antony Micallef, Mark Reyden, Caiozzama (artista chileno); mi artista cubana favorita es Antonia Eiriz.
En el caso del séptimo arte algunos directores y películas han influido en mi trabajo visual: Kubrick, por su simetría, el modo de trabajar los personajes; Aronofsky, por los personajes tan apasionados y frustrados a la vez; Yorgos Lanthimos. El cine clásico de los 40–50: Orson Welles, Victor Fleming, Hitchcock. Todos tienen una magia que el cine actual no logra.
En el aspecto musical debo mencionar a Pink Floyd, ya que siempre será mi inspiración.
Sobre la filosofía, los libros que he leído se pueden apreciar en mi primera etapa -una de las que más me definió-. Ese es el período en el cual dibujo “Madre”, “El Muro” (serie: al otro lado del muro). Hace poco hice un cuadro parecido, titulado “Dentro del bosque”. La afinidad por esta ciencia social existe también en los collages, cuando toco el tema de la religión, aunque al mismo tiempo creo que esos trabajos se vuelcan por lo ilustrativo, la cultura popular, mi autoconstrucción de retratar y capturar imágenes a través del arte de consumo.
Por último, en muchas de mis obras tengo en cuenta el simbolismo religioso: los ángeles, las referencias a los pastores, la niña rezando con el arma. Como comentaba al inicio de la entrevista, fue un momento bastante complicado, controversial en mi vida porque definió mi carácter, mi modo de ver las cosas.
¿Qué técnicas utilizas en tus pinturas?
Son bastante variadas. No es por un problema de conveniencia, sino de recursos. El cubano siempre se ha visto en la necesidad de explotar los pocos recursos que tiene y ha logrado, de algún modo, crear un arte pobre muy interesante y habitual en el arte latinoamericano. Por lo general, las técnicas son mixtas. En mis trabajos debo recalcar: la pintura, el dibujo, el collage y la monotipia (viene directamente del grabado).
¿Cómo surge la idea de crear la serie “Los Condenados”?
La idea venía cocinándose hace tiempo -sobre todo por la influencia de Antony M. y Mark Reyden-. Sus obras tienen algo bastante trabajado en la historia del arte: el contraste entre lo infantil y lo impactante, es decir, los elementos capaces de producir un impacto visual en el espectador. De eso, junto con mis recientes intereses políticos, salió la idea de utilizar elementos como: los ángeles, la política, la miseria, las mariposas con un estilo vintage, las cruces, las niñas rezando y unirlos con el objetivo de crear un juego visual interesante.
¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?
El arte desempeña un papel mediador y motor en la comunicación ya que el artista, a través de su creación, transmite emociones, mensajes, nos hace reflexionar sobre nuestra existencia, los problemas sociales y la vida en general. Desde esta perspectiva, se convierte en una herramienta capaz de cambiar o educar a una sociedad. Asimismo, me gustaría destacar sus cualidades terapéuticas. Yo creo que el arte une a las personas como un lenguaje verbal.
¿Consideras importante el trabajo en las redes sociales?
Las redes sociales son un modo fácil de acercarse a las personas pues tienen mayor alcance. El trabajo en ellas es algo muy importante, son una vía directa y eficaz de difundir el arte, sobre todo a la juventud. Desgraciadamente, pocos jóvenes asisten a una exposición. Sin embargo, a diario aparece bastante interacción en las redes sociales cuando un artista publica un trabajo.
Mi experiencia ha sido positiva. A menudo recibo mensajes de seguidores y en diferentes grupos de arte he tenido éxito. No esperaba toda esa aceptación. Después me di cuenta que era bastante lógico porque mis dibujos tienen un mensaje directo, accesible y consumible. Por ejemplo, la iconografía es algo que, en gran medida, todos conocen.
¿Cómo es el proceso de creación de Carlos Batista Santander?
Todos tienen un proceso creativo determinado. En mi caso, viajo desde mi imaginario hasta el proceso de investigación. Empieza cuando veo algo que me inspire a trabajar. Pueden ser varias cosas: una película, fotografía, pintura clásica, canción. A partir de esa observación y análisis, comienzo a imaginar colores, formas, elementos personales, que pueda incorporar y no se quede en un borrador. Luego, trato de relacionarlo con alguna problemática política, personal, social, satírica o meramente estética. Después de tener un boceto bien formado en la cabeza, recurro al papel y listo.
¿Piensas en un público al crear tus obras?
En la mayoría de los casos sí pienso en un público. Ninguna obra está completa sin un espectador, porque por definición el arte es lo creado por el ser humano con una intención estética y comunicativa. Esta última no se cumple hasta que no tenga el juicio de un público. A veces sería hipócrita que un artista afirme no pensar en su público o en alguien específico para hacer su trabajo. El arte fluye entre los espectadores, el artista y su intención comunicativa.
Para concluir este diálogo, coméntame sobre tu primera exposición personal ¿Por qué titularla RAMÉ?
La exposición personal fue una idea que surgió de sorpresa. Me la propusieron para una fecha repentina. Pienso que tuvo bastante aceptación, fueron varias personas y quedé complacido con el texto del catálogo escrito por (captura de pantalla).
RAMÉ es una palabra que no existe en el idioma español, proviene del balinés –idioma hablado en Indonesia-. Significa la mezcla entre lo hermoso y lo caótico. Me gusta la palabra, me pareció que existía una relación con el contraste utilizado en mis últimos trabajos.