Contaminación verbal o la imposible nulidad del signo

La Jeringa
4 min readDec 23, 2020

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Relación contenido-expresión en el filme Kynodontas

Por: Senén Alonso Alum

Ilustra: Félix Mario Ascuy Reinoso

Un experimento. ¿Lo es? Un argumento poco ortodoxo que va deshaciendo cada teoría conformada por un inquieto espectador que logra sentirse como guionista frustrado mientras intenta predecir, infructuosamente, escenas o diálogos. Palabras vacías. ¿Vacías? Nada más arrogante que proclamar la anulación semántica de una expresión que desconocemos. Mejor: palabras que desbordan signos, imágenes, referencias ya conocidas que constituyen el cimiento de esos nuevos conceptos que intentamos aprehender. Esto sí: palabras que subvierten nuestra canónica y casi inmutable relación contenido-expresión.

En 2009, poco antes de reorientar su carrera hacia las grandes producciones hollywoodenses (Alps, en 2011, sería su última obra en suelo helénico), Yorgos Lanthimos nos hace partícipes de una intensa experiencia cinematográfica: Kynodontas, ganadora en el Festival de Cine de Cannes del premio Un certain regard (galardón que reconoce la relevancia de filmes con un alto grado de experimentación, tanto visual como argumental o temática), y nominada a Mejor Película de Habla no Inglesa en la gala número 83 de los Premios de la Academia.

En poco más de una hora y media, Lanthimos nos presenta la cotidianeidad de una familia con particularidades considerablemente llamativas. Padre y madre, junto a sus hijos (dos muchachas y un joven), disfrutan de una sosegada vida alejados de la ruidosa muchedumbre que puebla el exterior de su hogar. El padre, en retorcida comunión con su esposa, ha inspirado en sus vástagos un temor irracional hacia el mundo existente más allá de los muros de la casa.

Estos anómalos progenitores han fabricado una nueva realidad para sus hijos al prohibirles el contacto con agentes externos (justificada excepción resulta Christina, desahogo sexual del varón). Han inculcado en ellos una autosuficiencia doméstica que los convierte en reclusos voluntarios dentro de su propio hogar.

Este largometraje, a la par de las relaciones entre sus personajes, se va tornando tenso, oscuro, ambiguo. En varias ocasiones la violencia, así como alternativas disciplinarias de dudosa funcionalidad, se revelan como única escapatoria pedagógica para estos perturbados padres. A pesar de esto, la avidez humana e incontenible de superar cada barrera (ya sea imaginada o corpórea) parece erigirse como vía definitiva de uno de los hijos, como si Lanthimos, en un guiño de humanidad, intentara renovar nuestra confianza en la sociedad y sus interacciones.

Planos estáticos y distantes; monocromía que prioriza el blanco en los vestuarios y algunos escenarios; ausencia total de banda sonora, excepto en determinadas escenas donde la música resulta diegética[1], son algunos de los aspectos técnicos que refuerzan la “castidad” de este método de crianza. Existe, en el plan formativo de estos adolescentes, un desdén absoluto hacia todo lo que sobrepase las paredes del hogar.

Los aspectos anteriores, unidos al sexo explícito y automatizado que practican los personajes, carente por completo de pasión, y al reordenamiento semántico-lexical que prima en la educación de estos jóvenes, conforman el arsenal de recursos fílmicos que Lanthimos despliega en este celuloide. Este último aspecto, sobre todo, resultará medular en la concepción del filme.

‘’Mar’’, ‘’autopista’’, ‘’excursión’’, ‘’escopeta’’. Estos contenidos, totalmente ajenos al plan educacional que sufren los hijos (cuyos nombres se reducen a la relación que se establece entre ellos mismos según su edad: ‘’Mayor’’, ‘’Menor’’, etc.) deben ser transformados, tachados de su conciencia antes de que arriben a ella. Manteniéndose este rígido sistema de enseñanza, el significado que el ser humano promedio (nosotros, espectadores) tiene entendido por ‘’mar’’ o ‘’escopeta’’ nunca será presenciado por estos conejillos de indias. Así que, ¿cuál sería el sentido de revelar el ‘’verdadero’’ significado de estas palabras?

El mar es más que un conjunto de elementos ondulantes que se pierden en el horizonte, haciéndonos creer que ahí termina la existencia. ¿O es menos? Sí: muchísimo menos. Es una palabra, vocablo, término, una expresión que dócilmente aguarda por la asignación de un contenido, tarea esta que les compete solamente a los hablantes, cualquiera que estos sean.

Nuestro ‘’mar’’ es tan efectivo como puede serlo el de Yorgos Lanthimos. La significación que ‘’nosotros’’ (hablantes promedios no experimentales) le otorgamos a esa sucesión sonora y gráfica es tan válida en nuestro contorno social como lo es la que recibe en el filme. Un contenido no anula al otro: cada uno cumple un papel determinado como portavoz de un valor semántico que solo tiene cabida en sus respectivos contextos.

Ahora, de acuerdo al tema de la película, la supresión total de los significados ‘’avalados socialmente’’ da prueba de la polución verbal que estos producen: debe ser eliminado (o modificado) lo que no reporte beneficios. El contacto con el exterior resulta tóxico para estos jóvenes (según sus padres), por lo tanto, la cercanía de contenidos semánticos referidos al mundo ‘’más allá de la cerca’’ también lo es.

De esta manera asistimos a una confirmación de la esencia social del ser humano, esta vez permeada sobre la relación contenido-expresión. Cualquiera que sea la convención que se determine para otorgar significados a los contenedores semánticos, será válida en cuanto pueda ser efectivamente decodificada por los usuarios de un mismo medio social.

[1] Tocada o reproducida por personajes u objetos presentes en la narrativa del filme.

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