Cualquiera puede ser una “morra básica”, pero no cualquiera puede ser Ponjuán.

La Jeringa
4 min readDec 23, 2022

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Por: Emmanuel Montes Álvarez

Bien pudiera decirse en esos solares virtuales que son las redes sociales que, una exposición con aires de Van Gogh, es una exposición “básica”, de “morra básica”, algo superficial para hacerse selfies y subirlas a los estados y las stories. Muchos han llegado a la conclusión infundada de que Van Gogh, girasoles, pintura, noche estrellada y todo lo que abarque la vida y obra del pintor que se quitó una oreja, todo eso, tiene que ser algo simple, vacuo, artificial. Cuando en la realidad es todo lo contrario.

Que Eduardo Ponjuán —sí… el mismo de la exposición en el Castillo de la Real Fuerza, por allá por los 1989, junto a René Francisco Rodríguez— inaugure una exposición en El Apartamento —hoy por hoy uno de los mejores espacios para las artes visuales en La Habana—, evocando a Van Gogh no puede estar más lejos de los criterios anteriores. Ponjuán, a quien lo avala su trayectoria, presentó trabajos suyos de los años noventa que no se expusieron en su momento y además, otras piezas más recientes. Unas de gran formato hechas en el periodo de la pandemia.

Obviamente, la factura, la terminación y hasta los procedimientos, se notan a simple vista. Entre algunos cuadros y otros, no solo pesa el paso de los años, sino también la experiencia vital, la vida misma. Los párpados van cayendo y las pisadas se hacen menos fuertes con el tiempo, pero la experiencia adquirida en el camino, como es sabido, es algo que nada ni nadie nos puede quitar. En las obras fechadas en los años 1990 se puede percibir un pintor más de clavar el lienzo al bastidor con clavos —porque de seguro era lo que había: años noventa, años terribles para todo y en todo—, sin embargo en “On the road”, “La cueva”, y “Cascada”, de los más recientes, ya se puede apreciar otro Ponjuán más sosegado, otro montaje más fino.

Estas mismas piezas, las más recientes —al menos la fecha así lo indica—, llevan consigo el aura de un videojuego. Hay quien diría que de una postal turística, para imprimir en papel cromado y todo, pero yo me decanto por los paisajes de fondo de un videojuego. Parecen creados específicamente para recrear los escenarios de cualquiera que uno se descargue por la Playstore de su teléfono. Es detenerse a verlo y no pensar que justo delante de esas obras, de esos paisajes, puedan aparecer los comandos de COMENZAR PARTIDA, de PARTIDA GUARDADA, de OPCIONES, hasta el de QUIT.

Los colores bien cuidados —sello de cualquier pintor consolidado—, limpios, la composición, todo fluye en la vía correcta para deleitar al espectador. Lo otro llamativo de la exposición Cartas a Theo, aparte del nombre, que es una clara referencia a Vincent Van Gogh pero a su vez —también— a un libro publicado en Cuba justamente sobre las cartas que Vincent le envió a su hermano Theo, es la metatextualidad implícita en las piezas de Ponjuán. Aparte de la estética, llevan consigo la carga literaria también. “Zorra en luna llena” nos remonta a otra pieza suya que puede verse en su perfil de Instagram, cuyo título es un obvio y escueto anglicismo: “Fox”, perteneciente a una serie titulada País de nieve. Para quien conoce la referencia, es indudable no encontrar los nexos y la evocación entre ese título y la conocida novela de Yasunari Kawabata. Además, el cuadro “On the road”, ya de por sí es una referencia a esa obra maestra de Jack Kerouac, a ese monumento de la generación Beat.

El homenaje a Van Gogh que pueda entreverse desde el título y en algunas de las medias —o calcetines— colgadas de un extremo a otro como parte de una instalación que acompaña la muestra, es un homenaje sobrio, sereno. Es un homenaje de un artista consagrado que admira y reconoce el talento de los que lo antecedieron. Van Gogh flota etéreamente, en otra dimensión tal vez, pero agradecido que se le celebre en una tarde habanera cualquiera sin llegar a la imitación, sino desde el respeto, desde la seriedad.

En estos tiempos de crisis y oscuridades, estos pequeños oasis resultan reparadores. Y si uno llega a ellos para ser recibido por la calidad que deben tener, sanan aún más. Las obras de Ponjuán en el Apartamento causan eso, más allá de tecnicismos y críticas. Se agradecen este tipo de exposiciones donde confluyen homenajes serios, resonancias literarias, artistas experimentados, algún otro encuentro con alguna amistad. Todo lo que una y sane es bienvenido. Van Gogh, Cartas a Theo, la búsqueda constante de un artista infatigable, el deseo de expresar algo. Referenciar a uno de los pintores más conocidos del mundo puede hacerlo cualquiera, hablar de Van Gogh cualquiera. Cualquiera puede ser una “morra básica”, pero no cualquiera puede ser Ponjuán.

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