Debimos escuchar antes a Bad Bunny

La Jeringa
6 min readJan 28, 2025

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Por: Haziel Scull

Foto: Tomada de Internet

En el año 2016 un tema comenzó a viralizarse en el entorno de la música latina. Soy peor, de un tal Bad Bunny, se establecía en la preferencia de los jóvenes y a la vez le otorgaba acreditación a Benito Antonio Martínez Ocasio. Hoy el artista puertorriqueño nacido en 1994, tras cosechar muchísimo éxito durante casi una década de carrera, ha emergido como una de las figuras más influyentes en la música contemporánea, particularmente en el ámbito de lo urbano, el reguetón y el trap latino. Con una trayectoria iniciada con muchísimo esfuerzo, se transformó rápidamente en un fenómeno cultural que ha redefinido el panorama musical no solo latinoamericano, sino a nivel global. Actualmente su devenir es un testimonio de cómo lo urbano puede ser un vehículo poderoso para la expresión cultural y social, desafiando estereotipos y abriendo puertas a nuevas narrativas.

Cuando este último 5 de enero salió a la luz su álbum Debí tirar más fotos, asistíamos a un ejercicio artístico que nos remite a los tiempos gloriosos de la salsa de los setenta en el siglo pasado. El disco recuerda a Rubén Blades y Willie Colón, en 1978, cuando lanzaron Siembra. En ambos se observa un profundo compromiso social y cultural, así como una reflexión sobre la identidad y, como algo muy llamativo en el caso de Bad Bunny, un rescate de los sonidos tradicionales sobre la base de lo contemporáneo. Tal vez por eso, en la canción Nuevayol, el joven boricua dice en una estrofa: «soy Willie Colón: me dicen el malo».

Con canciones como Yo perreo sola Bad Bunny había logrado posicionarse como un pionero del trap latino, un género que estaba en plena formación con un marcado alejamiento del reguetón tradicional. Su música resonó entre los jóvenes, quienes encontraron en sus letras la representación auténtica de sus experiencias y emociones. La combinación de ritmos pegajosos y letras que abordaban temas de amor, desamor y la cotidianidad lo convirtió en una voz relevante dentro de la música urbana. Sin embargo, ni en ese momento calibramos su potencial como disrruptor del género.

Llegamos a calibrarlo un poco durante las protestas en Puerto Rico en el año 2019, cuando lanzó Afilando los cuchillos, junto a Residente e iLe; una poderosa canción que resonó en toda la isla y se convirtió en un himno de resistencia. Este es, si se quiere, el primer paso de un corrimiento hacia otros derroteros que lo separaban del discurso tradicional de la música urbana latina. La conexión con su tierra natal tomó forma de compromiso con las causas sociales, convirtiéndolo en una figura que ya no puede ser vista exclusivamente como músico.

La genialidad de Debí tirar más fotos comienza en la misma portada del disco, donde solo se ven dos sillas blancas monoblocs en lo que parece ser el patio típico de una casa puertorriqueña. La imagen está cargada de un simbolismo sociológico marcado por la memoria y la ausencia en la cultura boricua. El paisaje evoca la memoria colectiva de Puerto Rico, demostrando en la fortaleza del mensaje semiológico cómo los objetos cotidianos condensan narrativas sociales complejas. El vacío de esas sillas llega a representar la ausencia que provoca la emigración, la gentrificación y el desplazamiento forzado. Es, sin duda, la mejor reflexión emocional sobre la identidad cultural que podía haber utilizado.

Ya en 2022 había marcado un hito importante con el lanzamiento de Un verano sin ti, álbum que debutó en la cima del Billboard 200 y se convirtió en uno de los más escuchados del año. Este trabajo no solo consolidó su lugar en la industria musical, sino que también demostró cómo el reguetón puede ser diverso e inclusivo al incorporar diferentes géneros musicales. Sin embargo, la producción de este 2025 ha dejado sin palabras de elogio hasta a quienes más lo criticaban.

Comenzando con la canción que le da título al disco, hasta Lo que le pasó a Hawaii, asistimos a un desparpajo musical, lleno de plena, salsa y dembow, que deja a pocos indiferentes. Incluso en nuestro país esta última canción ha provocado un sentimiento que en redes sociales se ha manifestado en una sola frase: «la hizo para PR, pero la sentimos en Cuba». Con un ritmo suave, típico del jíbaro boricua, millones de latinoamericanos han llorado al compás de: «no sueltes la bandera, no olvides el leloray, que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawaii».

Sorprenden temas como Café con ron, interpretada junto Los pleneros de la Cresta y al que se le siente un ligero ritmo de yambú, muy discreto, a mitad de la canción. Pitorro de coco, a caballo entre el reguetón y la música jíbara, refleja no solo la melancolía, sino que juega con la nostalgia de Navidad, acompañado de un videoclip que se desarrolla en una marquesina tradicional. De esta manera se refuerzan los elementos culturales de la isla. Con la utilización del nombre del trago para titular el tema, Bad Bunny le hace un guiño a la resistencia durante la época colonial y marca distancia con el silencio político de muchos artistas ante la condición de Puerto Rico como Estado Libre Asociado de Estados Unidos. Turista y Bokete, en diferentes niveles, son también composiciones que se recuestan a la nostalgia, el desamor y la soledad, esta última marcada, diríamos, por la reflexión camusiana de la finitud.

Con temas de puro dembow o reguetón como Voy a llevarte pa PR, Veldá o Perfumito nuevo, el artista prefirió esta vez innovar en su producción discográfica y, sin dejar el género que lo hizo famoso años atrás, presenta los que podemos considerar los tres temas más alabados del disco: Baile inolvidable, La mudanza y DTMF (que le da nombre al disco).

Baile inolvidable, en el que se acerca a la salsa a partir de una frase sartreana llevada al argot portorriqueño de que «la vida es una fiesta que un día termina», está grabada en compañía de los jóvenes músicos de la Escuela Libre de Música de Puerto Rico y explora la carga reflexiva y sociológica de la identidad desde la nostalgia y el absurdo. Es una obra que se acerca a la existencia reflexiva a partir de un viaje emocional que conecta pasado y presente. Y lo hace de la mejor manera: utilizando la salsa como vehículo para la preservación de la memoria de Puerto Rico.

Iniciando con la voz de Bad Bunny recitando parte de su historia familiar, La mudanza es un testimonio autobiográfico que narra la historia sentimental de sus padres. Es, sin dudas, un homenaje a todas las familias puertorriqueñas y una celebración a la perseverancia del orgullo de la identidad cultural de la isla. Con una fuerza increíble, en género salsa, la canción logra transformar lo personal en generacional. Si me preguntasen, es mi preferida.

Y, evidentemente, la canción más icónica del disco es la que le da nombre. Debí tirar más fotos utiliza la metáfora que brinda la experiencia de la fotografía para abordar la nostalgia, convirtiéndose en una reflexión emocional sobre el pasado y la responsabilidad que el presente nos demanda. Es una canción que representa la madurez del artista, ya que aborda la ruptura desde una mirada adulta y profunda. La composición, lejos de provocar aversión, logra llevarnos a una noche en San Juan con placidez y amor. Es la representación más clara del dolor por la pérdida, válido para todos quienes aún necesitan el abrazo de un abuelo, una pareja o un amigo.

Seguro estamos que Debí Tirar Más Fotos no es solo un álbum que muestra la madurez artística de Bad Bunny, es un manifiesto político que homenajea, reflexiona y analiza la identidad de Puerto Rico. Mediante las canciones que lo integran, el artista logra visibilizar tensiones sociales, y rescata ritmos tradicionales que, a su vez, son utilizados como una herramienta de resistencia cultural que logra conectar con sus oyentes en un nivel emocional profundo. Con cada canción se trasciende a través una ventana a un relato cohesivo sobre lo puertorriqueño. Su lanzamiento ha sido un segundo Grito de Lares.

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