Dos islas conectadas por el arte

La Jeringa
7 min readJan 24, 2025

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Por: Cecilia Meredith Jiménez

El artista visual, compositor y músico italiano Alessandro Librio. Foto: Rori Palazzo

¡El bocadito de heladooo! Así reza un pregón que se escucha por toda Cuba. Pero este, como quizá algunos otros, tiene una particularidad: de la clásica alocución a toda voz pasó a convertirse en una grabación — reproducida por una bocina — cansona, repetitiva y, por tanto, carente de originalidad y matices.

En este ejemplo se aprecia el temor del artista visual, compositor y músico italiano Alessandro Librio: «esta tradición, transmitida mediante la oralidad, es algo realmente importante para la historia, que un buen día desaparecerá, tanto en Palermo como aquí, porque el mundo cambia por necesidad».

Y, tal vez, fue este uno de los motivos que lo impulsara a grabar y a acopiar pregones de diferentes provincias cubanas, en especial La Habana, y de Palermo, ciudad de la isla Sicilia, en Italia.

De este modo, los que transitaron por la Plaza de Armas de La Habana Vieja el jueves 28 de noviembre, a partir de las 10:00 a.m., probablemente escucharon con extrañeza: ¡Aguacateee, aguacateee! ¡Hay plátano burro, hay plátano burro! ¡Hay ajooo, hay ajooo! ¡Manííí, manííí. El rico manííí, manííí. Maniséate! ¡El paaan, panaderooo! Todo ello sin que hubiera ningún carretillero o vendedor ambulante cerca. Pero estos pregones, harto conocidos por los habitantes de la Mayor de las Antillas, a ratos se entremezclaban con otros acordes, similares a los de la música clásica, y se intercalaban con pregones sicilianos, como: ¡Buon giorno, buon giornooo!

«El pregón se llama enamorar el oído para que el producto sea vendido». Enunciado que también se escucha entre pregón y pregón, resultado de una entrevista que le hiciera Librio a una vendedora que conoce muy bien la historia de esta importante tradición cubana, en la que se emparentan el ingenio, la poética, la música y la interpretación, y que resulta fundamental para la venta de un producto; incentiva a la persona a comprarlo, independientemente de la calidad de este, porque la forma de venderlo es algo relevante.

El artista

Alessandro Librio estudió música, específicamente violín, en el Conservatorio de Palermo. Ha compuesto obras para el cine, el teatro y espectáculos danzarios. Su vasta preparación en el medio cultural le ha permitido trazarse un camino en el arte contemporáneo.

Él, además de incursionar en la composición, también lo hace en el arte visual y en la instalación sonora, que son completamente diferentes a aquella, porque «la composición musical tiene un inicio y un fin, una forma bien precisa; mientras que la instalación sonora puede ser apreciada por cinco minutos, una hora o todo el día. Yo la concibo como una escultura invisible, porque se puede caminar a lo interno de la instalación». Y rememora y pone de ejemplo cuando en el centro histórico de Venecia puso por todo un día el sonido del tráfico de la ciudad de Palermo; y cuando hizo otra instalación sonora en el centro de Palermo, que es muy grande, «y para escucharla toda era necesario caminar por dos horas porque era larguísima».

Librio declara que siente predilección por esta modalidad artística: «Me gusta trabajar con la instalación; también con lo urbano. Me encanta dialogar con los niños, con la gente de la ciudad y no solamente con la del circuito del arte».

La obra

La 15ta. Bienal de La Habana y la 26ta. Semana de la Cultura Italiana en Cuba fueron el contexto bajo el cual se inauguró, en el Palacio del Segundo Cabo, Voces sumergidas, del destacado artista italiano.

Esta obra tiene dos componentes: uno sonoro (integrado por los pregones cubanos y sicilianos) y uno visual (con elementos sonoros, ubicado en el primer piso del Palacio); y forma parte de un proyecto mayor, llamado La Habana en Palermo.

Lo escuchado en la instalación sonora es solo una prueba piloto, «porque el proyecto entero se presentará el próximo año en Palermo y únicamente será concentrado el sonido de La Habana».

El pregón, práctica oral identitaria del cubano, no solo forma parte de la cultura inmaterial de nuestra nación, sino también de la de Sicilia. «En una ciudad especial de Sicilia, que se llama Palermo, tenemos un mercado importantísimo, en el que se escucha el sonido de los pregoneros, que allá se llaman abbanniaturi, y pregonar es abbaniar. Allí el pregón es una cosa muy reconocida, es patrimonio. Y en La Habana el pregón es igualmente importantísimo porque tiene una historia».

«La diferencia de estos pregones es que en Palermo el mercado (que es histórico y tiene alrededor de 500 años) es concentrado, es grande y largo, o sea, hay una fuerte centralización del pregón; mientras que en Cuba les falta esa centralización, porque los pregoneros son ambulantes. Pero la manera de pregonar en ambos lugares es similar».

Para Librio, Cuba e Italia, a pesar de ser países tan distantes, son cercanos en su energía; y, en especial, existe una conexión muy fuerte entre Sicilia y la Mayor de las Antillas, islas enlazadas — pese al tiempo y el espacio — por una misma tradición.

Esta instalación sonora solamente duró un día, el de la inauguración. No obstante, la otra parte de la obra — la visual — , denominada Partituras líquidas, sí permanecerá en el primer piso del Palacio del Segundo Cabo durante el transcurso de la Bienal.

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Descorres unas cortinas. Entras a un salón oscuro casi en su totalidad. Resortes, muchos resortes, largos resortes que dificultan — junto con la oscuridad — que puedas caminar con soltura por el lugar. Una inmensa caja blanca colgada en el centro. Cuadros en las paredes con atisbos de luz. Sientes que de pronto te teletransportaste, estás en otra galaxia, otro universo, en un no-lugar. Librio toca uno de los resortes, cables, muelles o como se les quiera llamar. Emergen sonidos. Tocas los resortes y sientes la resonancia; no la escuchas, la sientes. Y la sensación de que estás en otro universo aumenta. «¿Dónde es que me encuentro?», pregunta mi yo interior.

Una caja blanca de resonancia en el centro, de la que sobresalen resortes, junto a seis cuadros luminosos, componen la exposición Partituras líquidas. Foto: Francesco Murana

Ese oscuro lugar (o no-lugar) alberga las Partituras líquidas de Alessandro Librio, quien me comenta que el sonido que emana de los resortes «es todo filtrado, porque yo grabé el sonido del viento, del mar, de elementos naturales de la ciudad con micrófono de contacto. El sonido parece electrónico, mas es absolutamente natural, pues se trata de armónicos naturales. Este es transmitido por contacto — porque así la materia va a vibrar — a través de resortes que yo construí y, a su vez, a través de estos transmito el sonido a una caja de resonancia central, también creada para esta muestra. Todo el proyecto es principalmente un gran filtro de la materia grabada por contacto. Es visible por la luz, pero es el sonido en el espacio».

Esta exposición permanecerá en el primer piso del Palacio del Segundo Cabo durante el transcurso de la Bienal. Foto: Francesco Murana

En cuanto a la parte propiamente visual, compuesta por seis cuadros luminosos, que más bien son un rejuego de formas, luces y sombras, Librio los concibió así porque de este modo percibe el mundo, incluso estando con los ojos cerrados, debido a un problema visual que tiene como consecuencia de un accidente. «Veo luces que se mueven; luz y huecos, todo el tiempo». Por eso, para él la obra simboliza la dificultad entrando en el espacio.

Los cuadros luminosos son un rejuego de luces y sombras, porque así es como Librio percibe el mundo. Foto: Francesco Murana

Luego de oír, apreciar y disfrutar de Voces sumergidas en su totalidad, me surge la duda de por qué ese nombre. «Para mí la isla (Sicilia, aunque esto también puede ser aplicado a Cuba) representa una protección, pero también una prisión, por el mar. Es una inmersión de voces en el agua. El sonido del pregonero es emergido del agua del mar. En las grabaciones aparece otra vez el mar, porque la grabación es un filtro, y el filtro limita mucho la información. Es la imposibilidad, la dificultad de escuchar, de ver una obra perfecta», me responde Librio.

Final feliz

Alessandro, quien visita Cuba por segunda vez — la primera fue en 2023, en que recorrió La Habana y buena parte del país para grabar a los pregoneros y el sonido de la ciudad — se declara una persona feliz.

«Yo estuve aquí durante el mes del huracán (Rafael). Cogí dengue. Esperé a que llegaran las obras, que se demoraron muchísimo, no sé bien por qué. Estuve sin luz, sin agua, pero feliz», me dice con una sonrisa en los labios que dejan entrever que, al final, eso es lo que verdaderamente importa.

«Para mí es un gran honor que me hayan invitado a participar en la Bienal. Creo que esta es muy importante, porque es necesario el arte. Estoy muy feliz y agradezco muchísimo a la Embajada de Italia por su apoyo».

Pero, al parecer, Alessandro Librio no podía terminar la entrevista sin dejar de exponer todo su sentir. «En general me gusta mucho la inteligencia de los cubanos. Esa capacidad y fantasía que tienen para resolver los problemas y seguir adelante, habilidad que no tienen muchas personas en el mundo».

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