El barrio Fanguito se convierte en un museo de arte contemporáneo

La Jeringa
4 min readJan 6, 2025

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Por: Alany Suárez Chávez

La Bienal de La Habana, ha devenido en uno de los eventos más significativos que ocurren a nivel nacional e internacional. En el caso de la XV Bienal, es evidente una repercusión bastante significativa en tanto se propone afianzar el trabajo en conjunto con las comunidades. Así como lograr explorar espacios poco convencionales para la exposición de obras de arte.

El artista cubano Wilfredo Prieto se propuso cumplir no solo con este propósito sino también trabajar en una comunidad vulnerable y marginal: El Fanguito. El vecindario constituye un espacio en donde conviven personas con situaciones sumamente complejas. Su condición respecto a los espacios circundantes, como lo es al Vedado, refleja una relación dicotómica entre dos realidades opuestas.

Los proyectos comunitarios en el barrio han sido varios, pero, en el caso de la propuesta de Prieto se busca involucrar a las personas con el arte de manera más cercana. Se trata de extraer la obra de arte de su espacio sagrado: la galería y el museo. Se establece así un contacto directo entre el sujeto humano y el valor artístico de una obra que puede ser o no comprendida a priori.

Durante varias semanas seguidas un grupo de voluntarios comenzó la tarea de acercarse a los vecinos y a diversas entidades para llevar a cabo el proyecto. El objetivo era que las personas se animaran a dejar colocar obras de arte, de Wilfredo Prieto, en sus hogares. Devolver el objeto artístico a su espacio natural.

Se trata de un proceso de desautomatización. Pues, cuando se coloca un objeto común en un espacio dedicado al arte se repara de manera consciente en el mismo y en la acción que se realiza con él. En este caso, los objetos se devuelven al espacio de donde salieron, pero las personas conscientes de su valor artístico reparan entonces en ellos. Sucede así con obras como “Vaso de agua medio lleno”, “El último maní al final del cucurucho” o “Agua bendita”, entre muchas otras.

Con más de 50 obras expuestas, la inauguración del museo contemporáneo “Fanguito” quedó abierta a un público receptivo que tenía la tarea de reparar no solo en el valor de las obras de manera individual sino también en el trabajo en conjunto. Pues, el objeto artístico no solo se volvió accesible a personas que desconocen de la esencia de este en muchos sentidos sino también que volcó la atención de un público elitista en una comunidad marginada. Solo aquellos espectadores capaces de recorrer cada una de las calles del Fanguito entenderían la vocación profundamente social y humana que posee el arte.

Fotos: Mauricio Chávez

Las obras expuestas son parte del repertorio de Wilfredo Prieto. Entre las mismas se encontraban obras ya conocidas del artista, así como otras inéditas. En su mayoría eran piezas de pequeños formatos, instalaciones casi todas. Sin embargo, destacan otras como “Pulso” o “Una bailarina se estira en su cama en La Habana mientras un golpe de estado se trama en Occidente” pues se trata de performances que ocurrían de manera simultánea.

Las piezas, adquirían entonces un nuevo concepto dentro del espacio en el que se estaban exponiendo. La recontextualización de obras como “Amor” o “Polvo amplificado por diamante” adquirían una dimensión diferente al valor con el cual se concibió la obra en un inicio. Ambas se vinculaban a un significado referente a las familias que vivían en las respectivas casas en las cuales se colocaban. Pues la importancia no estaba en el valor de la obra en sí sino en las personas que la acogían como si fuera parte de su hogar.

El factor casual, en el que el objeto se imbrica con otros elementos era esencial en la concepción curatorial de la muestra. En busca de que la obra se pierda y tenga que ser hallada por el espectador. Los lugares en los cuales se colocaban solían ser espacios funcionales por los habitantes de las casas y así ellos mismo, de alguna manera interactuaban con las piezas.

El trabajo con las instituciones como la escuela primaria y secundaria, el palacio de pioneros, la iglesia, el mercado, el consultorio, entre otras, así como las casas de los vecinos conllevó una tarea de entrega y sacrificio. La exposición ocupa entonces, un papel importante dentro de las muestras que se presentan en la Bienal de La Habana y transforma la imagen de un barrio marginal en un museo de arte contemporáneo.

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