El conejo en disputa: entre guiar y ser guiado
Por: Ana Gloria Delgado
El 30 de marzo del 2022 abrió las puertas al público una de las experiencias artístico-pedagógicas de la Facultad de las Artes Visuales ISA, como parte de la 14 Bienal de La Habana. A su vez, forma parte de un macro proyecto denominado Zona Isa. Sigue al conejo blanco es el nombre con el que se conoce la exposición curada por la Lic. Laritza B. Suárez del Villar Suárez y la Msc. Karenia Cintra Rodríguez. Es un proyecto dinámico, complejo y abarcador. Confluyen en él estudiantes y docentes, en el cual el ejercicio artístico se hace uno entre las inconformidades del ser y aspiraciones en el futuro. Todos tuvieron su oportunidad de expresar(se), crear, deconstruir, insinuar y provocar emociones en el público diverso. Al ser un trabajo colectivo, las propuestas se diversificaron, un tanto cercano al peligro de desentenderse entre ellas. Abrir el espectro deviene conducto a la pluralidad de experiencias hermenéuticas, pero también es un riesgo al no poder controlar del todo la capacidad connotativa de cada uno con respecto a los otros. Esto conlleva un extrañamiento en demasía de algunas piezas o pérdida del mismo en las demás.
Sigue al… adopta un título de amplia referencia en el público. Se trata de un personaje salido del libro Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol. “Seguir” denota la acción — a partir de su raíz lingüística — de ir, perseguir a alguien, incorporar una guía entorno a algo. Entonces, dejarse llevar hacia la dimensión alterna no aparece de manera fortuita sino necesaria, especialmente tras los años de confinamiento. La pandemia de Covid-19 vino a trastocar la percepción de las personas. El arte tuvo que reinventarse y esta muestra aparece como reencuentro tanto del público con el arte físico como del arte con el público.
Según la relación de artistas, participaron estudiantes de los distintos niveles de estudio: desde los más prematuros en la experimentación creativa, hasta aquellos dispuestos a culminar el tiempo académico y ensayarse en la realidad más allá de los muros de la academia. Tales creadores son Agustín Hernández Carlos, Aldo Soler Pérez, Alejandro García, Alejandro Ortiz Pérez, Ángel O. Fernández Quintana (Ández), Antonio A. Orta Sánchez, Beatriz Fernández, Carlos Zorrilla Montes, Celia Mariana García Horta, Dayan Arce Rodríguez, Deylis Rodríguez Sabio, Frank Michel Johnson, Harold Ramírez, Héctor Onel Guevara, Jhonatan Moreno, Julio J. Saurí Bello, Leydi E, Liz Maily González Hernández, María Fernanda Chacón Rivera, Marirosa Beltrán Fernández, Marlon Riverón, Maykel Rodríguez Ricardo, Melisa Manguart González, Michel V. Meulenert, Mikel Armando Ladrón de Guevara, Nolsen Argilagos, Raúl Cué, Reynier Álvarez Rodríguez, Yamil Orlando y Yasser Rittoles.
Salirse del mundo es un método para entrar en él. Esta máxima parece categorizar la muestra que poco le faltó para convertirse en un producto desde el cual interactuar a partir de soportes digitales varios. Y es que el artista necesita lo táctil para sobrevivir. Estos creadores pausaron la dinámica cotidiana de aprendiz maestro para superponerle un metaverso a modo de carta de envío. La idea general de la muestra radicaliza en lo que es diverso y juega entre lo que fue, es y será en la vorágine del arte actual cubano.
Las promociones que conviven en el espacio le confieren frescura a la línea curatorial. Se trata de una curva de aprendizaje — aunque insuficiente por supuesto, ningún graduado se consolida en el plano artístico a priori — que se renueva constantemente. Este esquema funge como promotora del mejor arte joven en la isla. Es una oportunidad vitalicia la de convivir entre obras de profesores y artistas consagrados, los iniciados y los que están a punto de salirse de la matriz académica.
La exposición por momentos peca en la coherencia de las ideas. Al ser tantas y tan ricas las propuestas artísticas, se pierde la línea entre el espectador y las demás obras. Es un cúmulo de información. Y, ¿cómo hacer para que las obras no se pierdan entre tanto algoritmo? Se hizo un intento por segmentar la producción digital, video arte e instalación con aquella referida a la producción plástica más tradicional.
La iluminación es un elemento a destacar, pues, el aprovechamiento de la luz natural se logra con creces. La galería en ese aspecto de redondel incorpora en su cúpula los elementos arquitectónicos necesarios para un mejor uso lumínico. En ese espacio las obras adquieren todas las potencialidades para crecerse.
Las curadoras colocaron las piezas de los estudiantes terminales al inicio de la exposición. Es meritoria esta instancia, pues se encuentran a las puertas de su futuro quehacer como artistas. Algunas de las propuestas eran las correspondientes evaluaciones integrales para graduarse. Y esto fue un elemento tomado en cuenta a la hora de organizar la muestra: la oportunidad de estrenarse, la constancia del trabajo que se realiza en la Universidad de las Artes y los resultados.
Por tanto, entramos y salimos, con un anhelo delirante por el espacio abierto y real. Seguimos tratando de tocar el horizonte y de escribir nuestro propio Génesis (…)[1]
La arquitectura de la galería forma una circunferencia, un domo. Así que, es un ámbito donde todo vuelve al inicio. Disponer de un entorno cerrado en una nómina de artistas tan amplia crea cierta incertidumbre en la lógica curatorial. A pesar de esto, se aprecia un intento por disponer de la pluralidad sin que se pierda el sentido general. Seguir al conejo, entonces, se presenta en la trama como articulador para atravesar los recovecos ocultos en cada pieza y sección del laberinto circular.
Se trata de un espacio propicio a la experimentación formal y conceptual. La técnica es libre y desde el inicio se conecta lo tradicional de la plástica con soportes digitales y la experimentación sonora. El acto performático del juego de ping pong atrae al público por ser interactivo. De la misma forma delimita la sección plástica bidimensional para adentrar al visitante en lo instalativo, escultural y la imagen en movimiento. Se descentraliza el uso de un discurso único para convertirse en micro historias, visiones, emociones y rejuegos formales. Lo uno se vuelve plural. El post hace eco entre tantas pequeñas directrices conceptuales.
La obra de Amalia Abreu Díaz adquiere, por ejemplo, especial relevancia en el momento en cual utiliza un papel conservado de 1960. La práctica apropiativa del papel es la que recoloca la obra completa, so pesar de las otras modificaciones técnicas (mixtas) sobre dicho papel. El título Nébula y el acto creativo en la fecha del 2022 proponen el discurso íntegro en los elementos compositivos más que la modificación artística de los mismos. Igualmente, se trata de nueve cuadros de pequeño formato colgadas en la pared curva. Son nueve variantes en los que ya con una parte de la información se recoloca el discurso implícito o desviado hacia la propuesta visual aparente.
La investigación formal transita en el uso iconográfico con la apropiación simbólica, la repetición hasta el cansancio de los códigos, muchas veces en detrimento o vaciado de su significado inicial y devenido bloque estructural de la imagen. En otros casos, la propia historia de vida del artista conforma su creación y la hace suya. Los contornos entre la vida y el arte ya desde hace tiempo son indefinibles. Y para una nómina tan amplia de artistas, múltiples variables de experimentación técnica y una vida tan rica, su mixtura se hace imprescindible.
En la serie Sacerdocio del placer, el artista Rolando Galindo exalta la experimentación abstracta entorno a cuadrículas varias, hechas con una técnica mixta sobre lienzo. Se sacraliza el ejercicio práctico de la implementación abstracta. Se le incorpora propiedades de expiación divina y una contraparte profana, la dosis del placer. Esa experiencia estética de los opuestos queda en el título planteada y puesta en escena gracias a la pluralidad de formas de hacer.
¿Vivir? Cuando se está en coma no se vive, ni siquiera la palabra debería colocarse entre comas (…)[2]
Se colocan los paradigmas y se traspapelan imaginarios en discursos sordos. El negro, el pelo, el pigmento, nuevas formas, traumas del pasado, la memoria, lo abyecto y demás tesis aparecen en el artefacto desde su autonomía individual. La naturaleza de la obra le permite adentrarse en el mundo literario, el universo holístico, las dinámicas sociales y el contraste político y ambientalista actual.
Repartido toca más (2022, Julio J. Saurí Bello) es una pieza llena de ironía, de crítica, de lo dicho-hecho presente; presentado. Aunque parezca un rejuego enrevesado entroniza la lógica visual de la estructura: el material, el título y el contexto experiencial detrás del mismo. El discurso se viraliza detrás de los paradigmas políticos del aprovechamiento, racionalización y utopía extrema que literalmente propone. La obra es en sí un dulce tradicional cubano, el conocido “mata hambre” en la jerga popular. Yace sobre una caja cuadrada en ángulo de 90 grados sobre la pared vertical. Se presenta el contenido de la caja cuadrada, el dulce cuadrado que “toca más” si se reparte. Se multiplica como el milagro bíblico de los panes y los peces. Es la comida sagrada del necesitado en un contexto alimentario cubano que “pinta para mal”. La caja y el dulce se unen mediante un clavo de carpintería, y una vez más se avizora la relación divino religiosa detrás de los símbolos. El contenido de la obra se construye como un todo mediante la deconstrucción y reelaboración sígnica entorno a vivencias repetidas desde hace años en la sociedad cubana. La métrica precisa del cuadrado enriquece la lectura mientras se continúa el recorrido conceptual hacia otras propuestas.
El cuerpo se debilita, es cierto, la carne es una prisión del tiempo, pero la mente es libre (…)[3]
Mikel Armando Ladrón de Guevara expone su pieza Cabeza de Poncio Pilato, de la serie Jabón para pensar. Esta escultura es de gran formato y ocupa visualmente un espacio ponderante en la galería por sus dimensiones. El jabón que se desliza, el nombre de la pieza y su condicionamiento histórico, así como las dimensiones que adquiere un miembro del cuerpo construyen perfectamente el discurso. Acá es cierto que prima el elemento compositivo estructural (táctil) más que el concepto. Pero la balanza se desliza a la construcción retórica general en la pieza. Se desplaza el contenido simbólico de las manos a la cabeza. Lavarse las manos como Poncio Pilato queda relegado por lavar (jabón) la gran cabeza (continente del cerebro) y nada tiene que ver con los problemas colectivos (la indiferencia se adhiere a las ideas más que a los hechos). El cuerpo, la técnica y el ejercicio hermenéutico al que viene acompañado, pues, se dinamizan en todo global histórico actualizado.
Un faro, las luces, un conejo blanco, colores, fórmulas y sonidos quedaron transparentados en la curaduría. Por momentos el espectador pierde su norte — artilugio que advierten sus curadoras — y le toca al conejo dirigir el camino. Las lógicas siempre están en el hecho creativo múltiple y diferenciado que proponen los artistas. Se alejan de los elementos aglutinadores tradicionales y les dan paso a los eventos sectoriales, fragmentarios y maravillosos de la vida contemporánea cubana, a la que el arte se adscribe. Se crean más de una dimensión, pues somos más de un individuo que mira a los problemas desde una óptica muy particular y cerrada. Pluraliza el arte y no morirá jamás. Sea esta una experiencia pedagógica necesaria, recomendable y enriquecedora. Entonces… ¿quién guía?
[1] Palabras de la curadora Karenia Cintra Rodríguez, en Villar, Laritza B. Suárez del, y Karenia Cintra Rodríguez. 2022. «Catálogo de la exposición colectiva: Sigue al conejo blanco.» Catálogo, La Habana.
[2] Palabras de la curadora Lic. Laritza B. Suárez del Villar Suárez, en Villar, Laritza B. Suárez del, y Karenia Cintra Rodríguez. 2022. «Catálogo de la exposición colectiva: Sigue al conejo blanco.» Catálogo, La Habana.
[3] Idem