El otro Mayor
Por: Ricardo Acostarana
La película “El Mayor”, dirigida por Rigoberto López, fue estrenada durante el 42 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, en diciembre pasado. La crítica especializada ha llenado páginas de agradecimientos en cuanto a lo necesario de la producción para contar la historia de Cuba y al apego de la figura histórica de El Mayor General Ignacio Agramante, Amalia Simoni, su esposa y el primer presidente de la República de Cuba en Armas, Carlos Manuel de Céspedes. Otros héroes, como el brigadier Julio Sanguily -algunas veces vilipendiado y tildado de traidor- forman parte de las voces de esta realización.
No obstante, creo preciso detenerse en aspectos que en mi caso, mero espectador y nulo especialista cinematográfico, ha pasado por alto la mencionada crítica.
No habrá requerimiento de carácter histórico o de guion, donde es necesario resaltar la colaboración de la también fallecida historiadora camagüeyana Elda Canto y el consultor Eliseo Altunaga.
Aun así, una de las primeras cuestiones a tener en cuenta es algo que la película aclara en sus inicios “Esta historia está inspirada en hechos reales”.
Entonces el espectador debe saber que verá una recreación histórica. Debe saber que sus creadores se dejaron “inspirar” por los hechos, mas no pretenden reproducirlos con exactitud. Habrá que ver si esas “licencias dramáticas” en una película de casi dos horas son pertinentes para un público cubano expectante con la figura de un hombre como Agramonte.
En lo personal, vi tres veces “El Mayor”. En cada una descubrí tomas, percepciones o contradicciones de orden artístico que me dejaron con ganas de haber disfrutado de otro acercamiento a Agramonte. Ver una película que no se me pareciera a un ordena cronológicamente del Preuniversitario.
Actores
Lo he comentado con amigos que vieron la película: A pesar de que Daniel Romero, actor que interpreta a Ignacio, hace valer el arrojo, la disciplina y la intransigencia del personaje, no pude evitar por momentos pensar en su papel de José Martí en “El ojo del canario”. Es más, hay diálogos de Ignacio donde creí escuchar alguna arenga del Apóstol.
Por otra parte, la actriz Claudia Tomás, en el rol de Amalia Simoni, empapela la figura de la esposa y cómplice de lucha de Agramonte en un personaje, también de época, que interpretó en la película “Inocencia”. Lo que equivale a decir que no es exactamente Tomás una actriz camaleónica. “Lola”, enamorada de uno de los estudiantes de medicina fusilados y Simoni, son, para efectos dramáticos, de un pájaro las dos alas.
Otros patriotas de renombre que aparecen en la trama fueron interpretados por actores que también participaron en “El ojo del canario” e “Inocencia”. ¿Acaso el casting de “El Mayor” fue presidido por los mismos especialistas de ambas películas? ¿Fue la dirección de arte lo suficientemente rigurosa? ¿No había otros actores jóvenes capaces de encarnar a estos hombres?
En la primera escena donde sale Amalia, esta interpreta una ópera. El montaje de la cantante lírica sobre la mímica del personaje es cuando menos, un guiño al teatro vernáculo. Como decimos en buen cubano: “Se ve a la cara el trasplante”.
No existe una diferencia entre el castellano de soldados y jefes españoles y el de los cubanos, mambises o no. A actores de la talla como Aramís Delgado y Herón Vega no se les exigió un mínimo del conocido ceceo ibérico al menos. Si bien la interpretación de ambos como peninsulares deja mucho que desear en ese notable contraste de acentuación entre ambas naciones, sus personajes dejan al descubierto, por el lado de Aramís, la investidura de la que se sabían eran dueños los más altos cargos de la Metrópoli en la Isla. Por la parte del personaje de Herón, la percepción que también tenían del honor y la ética muchos de nuestros enemigos.
En oposición a esto figuran los actores estadounidenses Michael Redford, encarnando a Henry Reeve, “El Inglesito” y Jonathan Burton, en el papel del General Thomas Jordan. Ambos aportan lo que los actores cubanos no fueron capaces de demostrarle al público.
Algunas escenas
Muchos se han preguntado si eran necesarias las imágenes erótico-sexuales de la pareja Agramonte-Simoni. Estoy convencido que de alguna manera los desnudos, la intimidad entre los jóvenes, tanto en la cómoda casa de ciudad como en el monte, sustancia esa curiosidad del público por querer saber siempre más allá del héroe inmortal enseñado en libros y clases. Ante nuestros ojos tenemos al Agramonte que tuvo sexo, que se bañaba en una tina y cuidaba de su esposa.
A estas alturas, no sé si las escenas de la Bahía de La Habana, otrora Villa de San Cristóbal de La Habana, son una maqueta o una animación 3D. Lo cierto es que la recreación de una de las bahías más importantes, sino la más importante del continente de la época, es uno de los puntos bajos del filme, aun cuando haya aparecido solo segundos y deja mucho que desear.
De igual manera, la imagen panorámica que muestra el momento de la Asamblea Constituyente de Guáimaro, ocurrida los días 10, 11 y 12 de abril de 1869 en la región del Camagüey, parecen sacadas de un animado cubano.
Los vibrantes momentos de la caballería lanzándose al a degüello en la manigua, dejan claro porqué los españoles le tenían pánico al machete del mambí. Estos mambises na má oyen un tiro, y enseguida nos asarrrtan a machetazos, icónica frase de un jefe español de los animados de Elpidio Valdés que resume las estampidas.
En la acción que ocurre en 1:16:14, un soldado español, al sacar violentamente de su bohío a una familia de guajiros, dispara a quemarropa a uno de ellos. Es probable que más de uno piense que este dato resulte la pelusa de la contrapelusa, pero cuando vi al soldado apuntarle al guajiro para dispararle, a menos de dos metros de distancia, y darle en una pierna, me queda la duda si fue un detalle que obviaron o los españoles eran pésimos tiradores.
El cartel
El cartel seleccionado para la película es obra del diseñador gráfico Alejandro Fornes (Alucho). En él se hace uso de recursos visuales como las superficies o planos de color y líneas, así como texturas para la representación. Según un colega, también diseñador gráfico, el cartel hace honores al estilo del diseño cubano tradicional, basado en la técnica de impresión serigráfica. Yo sigo pensando que el cartel escogido es la más alta expresión actual de lo que conocemos como realismo socialista [1]. Me hace demasiada “bulla” ese sol refulgente.
La canción
Me encantaría saber cómo el tema musical “El Mayor”, mil veces cantado por Silvio Rodríguez, no aparece por ningún lugar del filme. Ni siquiera como música incidental (la propuesta de José María Vitier e Ivan Lejardi vuelven a ser muy atinadas). Esperé escucharla en algún punto. Vi todos los créditos finales para oír alguna posible versión. He intentado imaginar las escenas finales con la letra de la canción.
Luego, porque a veces las cosas no suceden en el orden en que deberían ser, vi el video clip lanzado para la promoción de la película y ahí sí estaba la canción compuesta por Silvio en el año del centenario de Agramonte.
La muerte
Para la muerte de Ignacio Agramonte no habrá una solución posible, más allá de quedarnos con todo lo que hizo en sus 32 años. Las teorías conspirativas que la rondan asumen que esa bala fue disparada por la traición o la envidia, por un pésimo fusilero español o por el compromiso de las acciones de Agramonte ante la recién creada República.
A pesar de todo lo antes dicho, “El Mayor” es una película que se hacía necesaria. No obstante, el resultado final, la experiencia de ese público, que no sale en las críticas oficiales que exaltan a la película, mengua la idea de haber convertido a “El Mayor” en una obra de arte de alta factura.
[1] Generalmente las imágenes de esta corriente se caracterizan por una forma fácil de entender. Se utilizan colores vivos. El hombre, el héroe, el ideal siempre al centro de la imagen.