El poder singular de lo efímero

La Jeringa
3 min readSep 12, 2023

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Por: Sender Escobar

Tomada de Internet

Martín Bertone resultó ser una persona interesante y simpática, que, al menos en mi caso, alejó un poco más la mala fama de egolatría desmesurada que acusan a muchos argentinos. Al término de su visita en Cuba para impartir un curso de escritura creativa, el borgiano profe Martín se despidió de sus alumnos con el lanzamiento de la noveleta de su autoría: Efímera.

Este pequeño libro resultó ser una lectura tan atrapante como intensa. Farruk, llamado Faro por sus amigos argentinos, es un poeta pakistaní que se encuentra en París. La ciudad luz vuelve a ser el mítico punto de reunión y convergencia para quienes aspiran a vivir por y para la literatura. Con guiños cinematográficos y literarios en las conversaciones contenidas en la novela a través de las descripciones de Faro, Bertone delinea a un joven poeta con varios problemas existenciales, catalizados por una turbulenta relación sentimental que apresura su regreso a Canadá, país donde vive.

Dentro de la estimulante lectura, varios puntos como la percepción de un extranjero sobre una ciudad ajena y por conquistar mediante las palabras, la emigración, el desarraigo, las renuncias voluntarias o no, se presentan de manera sutil o directa en las conversaciones de los personajes. Si bien el contexto no es el mismo, ciertos temas y la ciudad donde suceden las escenas en las calles parisinas, puede hacerse sin temor a equivocarse una asociación entre el Club de la serpiente de la felizmente incatalogable Rayuela de Julio Cortázar, y las reuniones planificadas o espontáneas de Faro y sus amigos. La cofradía y diálogos de corte intelectual, siempre con un matiz humorístico, permiten comprender con desenfado el mundo espiritual del poeta al borde de una crisis creativa.

Efímera destaca sobre todo por una singular unión entre narrativa y poesía, géneros literarios que tienen una especial simbiosis a partir de su protagonista y la manera tan sensitiva de Faro apreciar cuanto lo rodea. Demarca entonces su autor los puntos álgidos que impulsan al poeta para tomar una decisión radical de volver a Canadá ante la pérdida de entusiasmo y sentir cómo sus ganas de concebir poesía han quedado al margen de cualquier importancia.

Mientras la cautivante escritura establece puntos de quiebre en la consecutiva y rápida lectura de la historia narrada por Bertone, el límite entre poesía y narrativa se convierte en una frontera borrosa. La aparición de Efímera en la historia vuelca a su protagonista en una indetenible fiebre poética donde Faro o Bertone regalan al lector contundentes versos inscritos como parte de esta historia:

(…)

Pensar que hace tanto forman fila los edificios

y no consiguen ser atendidos.

Pensar que hace tanto que las puertas aletean

y no consiguen levantar vuelo.

Pensar que hace tanto el semáforo mueve influencias

Y no consigue cambiar de puesto.

Pensar que hace tanto el asfalto cuida su bronceado

Y no consigue una pareja estable.

(…)

Faro sin dudas es un poeta de ciudad y lo manifiesta, mas en este pasaje de la novela Bertone, enfocado en manifestar el afluente poético de su protagonista, descuida aspectos narrativos que hubieran dado mayor contundencia a la escena y, aunque interrumpe llegado el momento los poemas de Faro para señalar movimientos y gestos de Efímera mientras se encuentra en la misma habitación del protagonista, la balanza inclinada más hacia lo poético que lo narrativo desequilibra el ritmo de la escritura de esta obra.

Pero esta novela desde su corta lectura y caudalosa intensidad, es un viaje necesario al centro de la creación, un buen estimulante literario para los necesitados de una musa o de una condicionante eficaz en la búsqueda, a través de lo efímero, de la siempre útil e inolvidable contundencia literaria.

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