El verdadero camino del guerrero
Personajes cumbres de Japón: samuráis y ronins. Análisis de estos personajes en Los siete samuráis de Akira Kurosawa.
Por: Barbara Molina
La cinematografía japonesa ha tenido, a lo largo de su devenir, muchas figuras paradigmáticas en su historia, mas ninguna ocupa el lugar que Akira Kurosawa supo labrarse como ciudadano no solo japonés, sino del mundo. Kurosawa emprende su carrera a principios de los años cuarenta del siglo XX, trayectoria creativa que se extiende hasta los noventas.
El japonés comienza realizando trabajos de guion o de asistencia de dirección, para dirigir en 1943 su primera película: La leyenda del gran yudo, film inscrito en medio de la Segunda Guerra Mundial. El director fue testigo de experiencias traumáticas, que le valieron para reinventar su manera de ver el cine: la masacre nuclear de Japón y por consecuente su derrota en la guerra y la intervención norteamericana en el territorio nipón. Mas, también estuvo presente en la construcción de una nueva economía y moral que conllevó a la inserción de un nuevo Japón en la panorámica universal.
Dentro de la cultura japonesa habitan un sinfín de historias, elementos y caracteres que hacen de esta una fuente constante de saber, despertando la curiosidad de quien ella sabe. Todo ciudadano promedio conoce, aunque mínimo algo relacionado con el país del sol naciente: el anime, las flores de cerezo, estudios Ghibli, las katanas, los kimonos y los yukatas, el sushi y los ejemplos serían interminables.
En Cuba, un personaje muy peculiar ha logrado la simpatía y admiración de muchos habitantes, y no, no hablo de Naruto, sino del samurái. Seguramente han visto millares de personas con samuráis tatuados en el cuerpo o, imágenes, fotografías, pinturas de samuráis en lugares públicos.
Kurosawa, no estuvo exento de admiración por esta figura paradigmática, mas, su enajenamiento, va más allá del concepto, o la estética del samurái. La figura del samurái tuvo un lugar primordial en su desarrollo de vida, debido a que su padre Isao Kurosawa, era descendiente de un clan de samuráis de Toholm, al norte de Japón, cuyos comienzos se remontaban al siglo XI.
Los samuráis fueron figuras cumbres en el Japón medieval, se estima en un momento de la historia el 10% de la población pertenecía a esta clase. Estos guerreros conocidos por su caballerosidad y sentido del honor, debían cumplir estrictas leyes para servir a un señor feudal. Conocidas como el bushido (camino del guerrero), basado en siete virtudes, las cuales debía tener el sujeto para ser un samurái: justicia, coraje, benevolencia, cortesía, honestidad, honor y lealtad. Si algún samurái se desviaba de su camino, o cometía algún acto que atentara contra su señor feudal o sus principios debía cometer: harakiri. ¿Cuántas veces no hemos escuchado en la calle me voy a hacer el harakiri? Y seguramente hasta lo hemos dicho sin una plena concientización de ello. El harakiri fue un acto recurrente de samuráis en desgracias, este significa literalmente: cortarse el estómago. Para los japoneses, la psiquis residía en esa parte del cuerpo, por lo que la acuchillaban con el tanto (cuchillo corto) de izquierda a derecha y de vuelta al centro.
Kurosawa realizó varias películas ambientadas en la época de los samuráis, teniéndolos como figuras representativas a lo largo de su carrera creativa. El uso de estos en su filmografía dio paso al renacimiento del género chambara [1]. Sus orígenes se remontan al teatro kabuki y las narraciones de corte épico del periodo Kamakura [2] (1185–1338).
A pesar de la trayectoria del chambara en la sociedad japonesa, durante las guerras en el Pacífico el género sufrió una decaída de la cual no se recuperaría hasta tiempo después. Las películas inscritas en esta temática tuvieron que adaptarse a maneras xenófobas contra Japón. Después de la Segunda Guerra Mundial, y con la ocupación del Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas por su siglas en inglés SCAP, estos prohíben todos aquellos metrajes que favorezcan la lealtad feudal o el asentimiento con quitarse la vida.
Con Los siete samuráis, los productores japoneses acogen este género nuevamente, conocido como el western japonés. Esta película no solamente goza de prestigio en su país natal, sino que logra conquistar el continente occidental. Por lo que el chambara regresa para dar lugar a una nueva era en la cinematografía nipona, alzando la moral de un país socialmente desplazado e intimidado por los aliados. De 1954 a 1968 se propició la edad de oro del género chambara, no pocos fueron los ejemplos de películas donde el sable fue el principal protagonista, no solamente Kurosawa hizo uso de este, sino otros excelentes cineastas como Ozu y Kinoshita.
Los siete samuráis no es una película existencialista, sino es un film entretenido para su tiempo, de esos que hoy día sería para quebrar taquillas, lo cual hizo: fue la película más taquillera de Japón por mucho tiempo. En la actualidad, muchos se asustarán por su tiempo de duración casi tres horas y media, grabada en blanco y negro y con innumerables escenas de lucha de hombres vociferando en japonés. Sin embargo, no se dejen engañar por esto, casi todas las películas que hoy gozan de tanta popularidad entre los jóvenes y otras que nuestros padres aclaman bebieron directamente de los métodos cinematográficos de Kurosawa en esta película. Los vengadores, La Guerra de las Galaxias, los westerns modernos y otros metrajes de acción están imbuidos bajo la sombra de la magia directiva de Akira Kurosawa.
La película está ambientada en un periodo de guerras civiles en Japón, donde el hambre, la miseria y las desgracias predominaban en las clases desfavorecidas, sobre todo los campesinos. Este grupo social debía de pagar altos impuestos, vivir en condiciones paupérrimas y además soportar que los bandidos o ejércitos profesionales robaran sus cosechas. El film comienza con cuatro campesinos buscando a samuráis que simpaticen con su problema, y los ayuden a repeler a los bandidos.
Cabe destacar, Los siete samuráis es una fuente constante de conocimiento, por eso y para no dejar de largo algo que, para mí, tiene tanta pregnancia como es el trato de estos guerreros en el cine de Kurosawa, es que me centro principalmente en estos personajes, sin detenerme en otros aspectos que son primordiales. Con este ejercicio de escritura me propongo dar visibilidad a estos héroes, sin profundizar en otros elementos cumbres. Por eso abordo, el pensamiento crítico de la época sobre estas figuras y principalmente la representación de Kurosawa de estos.
Como dije anteriormente, los samuráis debían de pertenecer a una casta para considerarse uno de ellos. Pero, no siempre era así, ya que su señor podría haber muerto, o su clan podría haber desaparecido, estos samuráis errantes se conocían como ronin. ¿Qué es un ronin? ¿En qué se diferencia de un samurái? Y, ¿por qué son mal vistos?
La traducción literalmente de la palabra es hombre errante, esto tiene un significado más romantizado en este contexto, y es que no le debe explicaciones a ningún noble, rigen sus propósitos por ellos mismos, sin la imposición de un amo por sobre sus creencias. Sin embargo, en la realidad, ser un ronin era una aberración.
Para los samuráis su verdadero propósito en el plano terrenal era defender las tierras de su señor, obteniendo títulos y conmemoraciones por sus hazañas. En cambio, un ronin no posee tierras o títulos, como tampoco responde a una casa feudal. La mayoría eran marginados socialmente y terminaban su camino como mendigos, bandidos o asesinos.
Kurosawa utiliza el ronin de una forma surrealista, les brinda en sus películas un camino a seguir. Estos samuráis errantes en vez de empeñarse en demostrar su valor para poder jurar lealtad a un clan se eligen a sí mismos, trazando su propio camino como samurái. El samurái errante con Kurosawa no tiene un futuro nefasto sumido en desgracias sino un porvenir reconfortante para consigo mismo.
En la primera parte de Los siete samuráis, en las escenas de búsqueda de algún guerrero voluntario por los campesinos se ven muchísimos samuráis con estas características, que solamente portan como pertenencias sus armas, sus vestuarios y el orgullo. Los campesinos son rechazados en innumerables ocasiones e incluso estafados por ellos. Sin embargo, por azares del destino Kambei (Takeshi Shimura) es puesto en el camino de estos, y con ello inicia la verdadera búsqueda de los otros 6 integrantes para la defensa del pueblo. En lo personal, Kambei no proviene de una familia de samuráis por lo que su deseo, y forma de vida es demostrar el valor de este, aún si no es de una alta estirpe. No pertener a un clan en este caso, y en los siguientes es algo superficial y meramente banal, si estos cumplen con el bushido.
En el desarrollo de la trama, se observa cómo los protagonistas profundizan más en su misión, les enseñan a los campesinos algunas técnicas de defensa y elaboran un plan contra los bandidos. Es en estas escenas donde se demuestra el verdadero propósito de estos guerreros, que no es más que la satisfacción propia y el auto reconocimiento.
A lo largo del film una pregunta me acompañó, para entender mejor el comportamiento de los samuráis errantes y sobre todo el trato que les daba el director. ¿Por qué estos caballeros orientales arriesgan sus vidas por los campesinos? En su llegada al pueblo ninguno de los habitantes acude a su bienvenida. Sin embargo, cuando Kikuchiyo (Toshiro Mifune) empieza a tocar una alarma improvisada todos salen de sus guaridas tenebrosos. Los samuráis a lo largo del film se ganan la confianza de sus benefactores, al recibir su pago (3 comidas diarias, basadas en arroz principalmente) lo reparten con los niños y ancianos, privándose los ínfimos beneficios que pueden sacar de trabajar para los aldeanos.
(…) Alguien que no ha sido perseguido no lo entendería (Palabras de Kambei a Kikuchiyo.)
Kikuchiyo no es samurái, ni ronin, es un individuo que sueña con el paradigma de ser un samurái y se identifica con los preceptos del bushido. Este, cuando empiezan a conformar el grupo es centro de burlas de los otros samuráis. Sin embargo, a medida que avanza la trama es reconocido como uno de ellos y llega a ser un samurái ejemplar. Su figura resulta un tanto problemática, debido a que no respeta los preceptos preestablecidos de los samuráis, como es: no utilizar los andamiajes de un samurái caído en el campo de batalla. Empero, nos damos cuenta de que su actitud, para con los demás (en especial hacia los lugareños) está influenciada por su proveniencia. Kikuchiyo es un campesino más, nacido en una familia de granjeros. Siempre buscaba la oportunidad para demostrar su valía. Las diferencias entre este y sus compañeros solo sirven para afianzar el camino samurái de Kikuchiyo.
(…) de nuevo, hemos sobrevivido. (Kambei, escena final).
El propósito de vida de los ronin, no se encierra en los estereotipos de la época feudal, Kurosawa toma a los personajes y los reinventa. Se trata sobre todo de cumplir con sus ideologías y ser fiel a ellas, resaltar, en esta época la moral japonesa se encuentra ultrajada. Por eso Los siete samuráis es tan importante para el ciudadano nipones, porque refuerza la importancia de la lealtad a uno mismo y a su código de honor. Este film sirve para darle esperanzas a una nación (entenderlo desde su momento histórico). Sin embargo, fácilmente se puede traducir al contexto actual y se puede beber de él, no solamente de los aspectos técnicos, sino de otros que alimentan más al alma.
Los siete samuráis son una suerte de superhéroes medievales que ayudan al prójimo, más allá del beneficio facturado (en este caso tres comidas). Mírese, por todos lados, ayudar a los campesinos a defender su terrario fue un acto humanitario. Por lo que, investigando la personalidad de los samuráis estos eran demasiado orgullosos como para aceptar un trabajo compuesto de bicocas solamente. La película los humaniza, los exonera de cualquier retrospectiva negativa con respecto a su figura en un pasado. Sobre todo, se cumple el objetivo primigenio: expulsar a los invasores de la tierra agreste, metáfora que puede fácilmente aplicarse a los extranjeros que coexistían en Japón en ese tiempo; es un film esperanzador, que supo elevar la autoestima de un país desbastado.
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NOTAS
[1] Ruido brutal del sable al cortar la sangre humana.
[2] Las narraciones épicas de este periodo superaron los límites del simple placer por el entretenimiento entre la población, fueron un modelo a seguir tanto por nobles como plebeyos, los cuales, se sentían identificados con los sentimientos y las hazañas de estos guerreros, tales como la temeridad, la lealtad y el desdén por la muerte.