Eldy Ortiz: el cuerpo como materia que se desdobla

La Jeringa
12 min readAug 27, 2022

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Entrevista realizada por: Camila Zorrilla / Entrevistado: Eldy Ortiz

El desarrollo tan vertiginoso de las tecnologías en nuestras sociedades ha supuesto que una serie de procesos humanos, generativos, sean sintetizados casi a su máxima expresión. Con ello me puedo referir a cualquier sector de la vida cotidiana, así como al terreno de las ciencias y otros campos profesionales. Mas no pretendo entrar en tales asuntos; sino partir de esta concepción para tratar los mecanismos de creación de un artista que le otorga determinado nivel de sacralidad a dichos procesos.

Probablemente estemos de acuerdo en que las artes plásticas (y podría también incluir a la literatura), conservan el componente artesanal de sus primeros tiempos. Es decir, se precisa de una ardua labor creativa, la cual incluso llega a alcanzar determinados niveles de espiritualidad e introspección antes de conseguir un resultado final.

El artista parte de una idea, estudia los caminos más acertados para su realización y continúa con la materialización o proyección de la misma. Esta sucesión no tiene por qué ser mecánica. Sin embargo, en cada una de las etapas se articula el valor de la creación. Una obra de arte no debe entenderse únicamente como el resultado final mostrado ante el público. El propio espacio temporal en que ella se concibe posee, igualmente, un alto valor artístico.

Sin prescindir de un ciclo de producción, el arte de la fotografía tiende a hacer más inminente dicho proceso. Emplea las herramientas tecnológicas como mecanismo indispensable de la acción. Ello le permite obtener una variedad de resultados en menor tiempo para luego someterse a un criterio de selección a manos del creador.

Pintura y fotografía tienen modos de ser distintos. Aunque ambas se presenten en soportes bidimensionales, y persigan el reflejo de una realidad (subjetiva, o no) desde lo sensible. Las distancias entre una y otra se aprecian con facilidad, sobre todo, cuando ellas mismas se han encargado de marcarlas. A partir de dichas particularidades, obtienen estas dos formas de hacer arte un espacio significativo en la obra de Eldy Ortiz.

Dicho artista, que inicialmente decidió formarse exclusivamente como pintor y dibujante, obtiene la oportunidad de concretar su primera exposición personal mediante una serie fotográfica. La muestra se inauguró hace pocos días en la Galería Taller Gorría, y estará abierta al público durante todo el mes de agosto.

Para un autor como Eldy Ortiz, quien estudió en la Academia de San Alejandro de La Habana en pintura y dibujo, y luego continuó su formación en el Instituto Superior de Arte; adentrarse en el universo de la fotografía se tornó casi un accidente. Al tratarse de una nueva manera de crear, más instantánea, menos artesanal, la cámara digital no causó en él grandes expectativas. Fue entonces cuando descubrió un mecanismo de hacer fotos, capaz de captar la naturaleza de la creación, también desde el proceso.

Los rollos de película, las sustancias químicas, los cuartos oscuros de fotografía y las viejas técnicas de revelado conservan la esencia artesanal de la cual precisa Eldy en la conformación de su obra. Es por ello que la fotografía analógica se ha convertido en elemento significativo de su quehacer, otorgándole la posibilidad de explorar otros senderos.

Presentarse ante una imagen fotográfica de Eldy es como sentarse en un lugar cualquiera a leer poesía. Concibe en ellas nuevos espacios, construye realidades que se muestran ante el espectador con iguales niveles de sutileza y espontaneidad. Cuentan historias que no precisan de una vasta experiencia visual por parte del espectador para comprender o al menos sentir lo contado. En este sentido, aportan mucho los rollos clásicos de películas en blanco y negro de la fotografía analógica, quienes le brindan toda la teatralidad intrínseca en la técnica.

Paradójicamente, su obra pictórica adquiere mayores niveles de expresividad a través del color. Con un estilo bien marcado por las influencias expresionistas, deja entre ver la despampanante versatilidad con la cual se desenvuelve en el mundo del arte. En sus lienzos se perciben otras ambiciones, otras ansias de libertad creadora. Ellos exigen ser apreciados, llaman la atención del espectador con mayor inmediatez. Pinceladas sueltas, colores vivos, personajes inusitados recrean la gracia de la pintura y el talento del autor.

En cualquiera de los medios que decida desenvolverse, continúa siendo el cuerpo humano una de las grandes obsesiones de Eldy. La interacción de los mismos con determinados objetos y escenarios articula las composiciones. Las lejanías que puedan implantarse entre su fotografía y artes plásticas se opacan, justamente, a través del cuerpo, la secuencialidad de la narración y la abundante sensibilidad. En ambos casos es posible identificar la permanencia de personajes introvertidos, mayormente aislados. Conserva toda esta poética de lo emotivo y lo íntimo a su favor. Representa, de una forma u otra, lo que siente sin la necesidad de tornarse sumamente explícito.

En los tiempos que corren, los amantes del buen arte agradecemos una obra tan sincera como la de Eldy Ortiz. Jóvenes como él demuestran cuánto talento queda aún en este archipiélago.

Ansiosos por crear, compartir lo bello y no tan bello de sus almas, interactuar con el público, aprovechar todas las oportunidades; nos resulta muy reconfortante reafirmar, a través de este tipo de artistas, que no han muerto la ilusión y las ganas.

Gracias al equipo de La Jeringa, tuve el placer de entrevistar al autor, rodeada de su más reciente muestra en la Galería Taller Gorría. Eldy se presentó a dicha entrevista con la simpatía y espontaneidad que le caracterizan:

En alguna ocasión has mencionado que te consideras un artista visual. ¿Además de la fotografía, te involucras en otras ramas de las artes plásticas?

Me gradué de San Alejandro en el año 2013 de pintura y dibujo. Hasta ese momento eran las únicas prácticas artísticas que me interesaban y estaba muy centrado en ellas. Durante mis estudios en la Academia recibí un taller llamado “Los nuevos fieras”, impartido por la artista Rocío García. Estos conocimientos fueron una gran influencia para mí, ya que anteriormente manejaba un tipo de dibujo con intereses comunicativos muy marcados y necesitaba llevar mis inquietudes hacia otros lenguajes. Rocío me abrió nuevos horizontes en la pintura, por lo cual me enfoqué por completo en esta práctica.

Más adelante me presenté a las pruebas de ingreso del Instituto Superior de Arte (ISA) para cursar la carrera de Artes Plásticas, pero no fui aprobado. Con ello me llevé una experiencia medio traumática, por lo que busqué otra opción e hice las pruebas para cursar la carrera de Diseño Escénico, dentro del mismo Instituto (ISA) solo que en la Facultad de Arte Teatral.

Para mí se trataba de algo completamente desconocido, pero, una vez dentro, decidí darle la oportunidad a ese nuevo mundo del diseño, no solo al diseño de la escena, sino también al diseño gráfico y a la ilustración.

Aproveché estos nuevos lenguajes que me aportaban distintos conocimientos sobre el manejo de la luz, las atmósferas, los personajes y lo narrativo; algo que yo trataba con frecuencia en mis pinturas.

En el primer año de la carrera tuve que asistir a un taller de Photoshop y el profesor nos dijo que debíamos tener una cámara fotográfica para realizar los ejercicios de clase. En aquel momento lo asumí con mucha seriedad, conseguí una cámara digital y comencé a procesar mis primeras fotos. Luego, sentí que no me entusiasmaba mucho. Venía del universo pictórico, que es muy artesanal, donde te involucras en una serie de procesos para concebir la pintura. Es por esto que la fotografía digital no me atraía lo suficiente. Sentía que había en ella cierta frialdad y no me terminaba de convencer. Esto sucedió alrededor de 2015–2016. En ese momento aprendí lo básico de la fotografía, pero no lo asumí como algo que pudiera formar parte de mi obra, más bien la usaba para documentar mis dibujos y pinturas.

En tercer año de la carrera, mi amigo Asbel, que estudió conmigo en San Alejandro, me habló de la fotografía analógica. En un principio me sonó un poco raro, pues pensaba que ese modo de hacer fotos había muerto. Fue él quien me acercó a este universo. Atraído por este nuevo mundo cursé unos talleres en el ISA con los profesores Ossain Raggi y Reinaldo Cid. Aquello me fascinó. Era otro tipo de fotografía, en la que el proceso tenía un valor en sí mismo. Me entusiasmaba la idea de tomar fotos y no verlas al instante porque primero debía procesar los negativos.

La mayoría del tiempo trabajaba con negativos caducados, que a veces tenían algún problema o no salían. Todo este riesgo y la artesanía detrás de este proceso fotográfico, me atrapó. Los resultados eran aleatorios, a veces pensaba que las cosas iban bien y salían mal, y viceversa.

Con el tiempo he conseguido lo necesario para procesar mis carretes y actualmente hago todo el trabajo.

Básicamente, esta exposición es de fotografía analógica. Las impresiones digitales (Inkjet) parten de negativos escaneados. Las otras impresiones fueron procesadas en un cuarto oscuro de manera tradicional, con papeles fotográficos en blanco y negro.

¿Pensaste en algún momento que tu primera exposición pudiese ser de fotografía?

Realmente era un tanto ajeno en los inicios cuando no me lo tomaba demasiado en serio. Nunca pensé que fuese algo en lo que me involucraría y que me hiciese sentir tan bien. El proceso que se pasa antes de llegar a un resultado para mí es súper importante, quizás por eso no me lo planteé desde un principio.

¿Cuándo lo comienzas a tomar en serio?

Me lo tomé en serio cuando vi las posibilidades que este tipo de fotografía podía ofrecerme. Lo que me sucede con la pintura y el dibujo es que ya tengo una especie de universo creado y me cuesta salirme de él. La fotografía me permite explorar otros temas que me interesan.

¿Cuál es el elemento que unifica tu trabajo pictórico con el fotográfico?

Lo que hay en común entre mi fotografía y mi pintura es el interés por el elemento narrativo. Siempre pienso en términos narrativos: cómo construir la historia, el personaje y cómo va desarrollándose. En un principio es casi aristotélico el proceso que sigo a la hora de construir mis series, luego es transgredido y accidentado en pos de un resultado fragmentado.

¿En estos momentos estás haciendo más fotografías que pinturas, o las combinas?

Sí, en este momento le dedico más tiempo a la fotografía que a la pintura. Esta me permite involucrarme de una manera más directa con el contexto. Sin embargo, la pintura la asumo como un proceso más introspectivo, un diálogo constante con la pieza, en la que construyes una realidad desde cero. En la fotografía, en cambio, tu lienzo es la realidad, ella está ahí y tú decides qué fragmentos tomar. Lo que más me atrae de la fotografía es precisamente desdibujar la objetividad, crear una nueva realidad a partir de lo que ya existe.

¿Te gustaría que tu obra pictórica alcanzase el mismo reconocimiento que está logrando la fotográfica?

Sí. Yo voy a seguir pintando y dibujando, sucede que no puedo trabajar en ambas a la vez. Para mí son lenguajes diferentes. De hecho, lo próximo que tengo en mente es hacer una exposición personal con pinturas, dibujos y acuarelas en las que he trabajado durante los últimos dos años. También tengo pensado incluir una performance en la muestra.

¿Experimentarías con nuevos estilos?

No pienso en encasillamientos desde el punto de vista fotográfico. Esto me ha permitido indagar mucho más allá de las clasificaciones. Con la fotografía quiero experimentar bastante. No pretendo, por ahora, mantenerme en un estilo específico. Siento que existen muchos horizontes por explorar, dependiendo de las inquietudes que vayan surgiendo.

Me dices que tu resultado creativo parte de la intención de la idea. Independientemente de la variedad de ideas que puedas llegar a tener, ¿no te has interesado por mantener una línea estética que permita el fácil reconocimiento de tu obra?

Este fue un tema que me preocupó mucho cuando estudiaba en San Alejandro, toda esa idea de lograr un estilo reconocible. Cuando aquello consumía mucha obra del expresionismo alemán y el neoexpresionismo, en la que cada artista era identificable por su estilo y eso me fascinaba.

Todo el tiempo traté de buscar un estilo propio a través del lenguaje pictórico, pero con el tiempo se convirtió en algo que fue mutando. No pienso en ello ahora mismo. Creo, incluso, que a pesar de las variaciones que pueda sufrir tu trabajo –mediado por distintas interrogantes– existen determinadas obsesiones que te acompañan todo el tiempo, zonas muy personales que se reflejarán de alguna manera en la obra por muy diferente que sea.

¿Qué te obsesiona?

A mí me obsesionan las imágenes estáticas y cómo insertar en ellas el hecho narrativo, implicando la secuencialidad espacio-temporal que evidencian otras manifestaciones artísticas como el cine, el teatro y la literatura.

En el caso de la fotografía, las imágenes se presentan como rebanadas de tiempo, cuadros congelados de una película que no existe y cómo contar historias a través de este medio me interesa.

Las imágenes estáticas conservan un misterio increíble porque no lo dicen todo. Es por eso que me atrae el hecho de contar una historia a retazos y que sea el espectador quien se encargue de llenar los vacíos con sus propias experiencias.

¿Quiénes han sido tus influencias más directas?

En el caso de la pintura me influyó toda la tradición expresionista y neoexpresionista del pasado siglo XX: Otto Dix, Egon Schiele, George Grosz, Kirchner, Francis Bacon, etc. También la trasvanguardia italiana, en especial Francesco Clemente, entre otros. Todos estos artistas tocan la temática del cuerpo desde una visión trágica, el cuerpo como materia que se desdobla en la agonía de la existencia misma.

Más allá de la pintura hablaría también del cine. David Lynch es uno de los cineastas que más me ha influenciado, me interesan las atmósferas que logra con sus películas, la fragmentación de sus relatos y el tratamiento psicológico de sus personajes. También David Cronenberg y su interés por el body-horror, su visión del cuerpo como una entidad enfermiza es algo que me interesa bastante. Pudiera citar otros como John Waters, Larry Clark, Harmony Korine, Michel Haneke. En el caso de la fotografía, me cuesta un poco más de trabajo, aunque pudiera nombrar como influencias directas a aquellos fotógrafos que construyen la realidad desde la puesta en escena; autores como Gregory Crewdson, Cindy Sherman, Jeff Wall, Francesca Woodman, artistas que han logrado desdibujar los límites entre lo documental y lo escenificado.

¿Siempre llevas una cámara contigo?

Casi siempre. Me atrae el hecho de registrar el contexto que me rodea. Pienso que la calle está llena de situaciones y personajes que son muy teatrales. En el caso de mi fotografía documental busco fusionar la objetividad con cierta sensibilidad poética.

¿El blanco y negro forma parte imprescindible de tu poética?

Sí, y es desconcertante porque en las pinturas muestro mucho color. Pienso que existe una expresividad en el blanco y negro que no me la da la fotografía a color, aunque también la he explorado. Depende de la temática y cómo pienso registrarla. Tal es el caso de la nostalgia, en la que el blanco y negro la acentúa. Esta distancia crea una realidad paralela y enfatiza determinados sentimientos que quiero evidenciar.

Tengo otras series en las cuales sí me ha interesado utilizar el color, pero reconozco que el blanco y negro es importante en mi trabajo. Es muy directo para comunicar lo que necesito. Además, casi siempre los negativos que uso son en blanco y negro porque para procesar negativos a color se necesitan de otros recursos más complejos, así que es también por una cuestión práctica.

¿Cómo llegas a este acuerdo con la galería y en qué se basa la elección de esta serie para la expo?

Esta muestra fue el resultado de un premio único que obtuve como ganador del concurso fotográfico de autorretrato: “Este es aquel”. Fue una convocatoria lanzada por Instagram en el año 2020 entre la Galería Taller Gorría y La Tiza Films. Este premio se retrasó a causa de la situación pandémica en Cuba.

La serie PNEUMA que da nombre a esta muestra personal fue la última que concreté. Con ella sentía que había logrado cierta madurez en mi proceso fotográfico. Me parecía una serie acertada, ya que dialogaba sobre la auto-reclusión en un momento en la que el encierro formaba parte de nuestra vida cotidiana.

Me interesaba poner la mirada en el alma encerrada y cómo esta puede crear un entorno imaginario-creativo a partir del cual sostenerse. También sentía que era una serie capaz de expandirse hacia otras zonas, dándome la posibilidad de trabajar con una video-creación y una performance que terminaron formando parte de la composición final de la muestra. Pensé que era la serie más idónea para realizar mi primera exposición personal.

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