Entrevista a Abraham Echevarría: Un creador del espacio público
Por: Camila Zorrilla
El trabajo de Abraham Echevarría resulta atractivo y cercano a todos aquellos que, de una forma u otra, poblamos las calles habaneras. Se ha encargado de hacernos saber cuán curativo puede ser el arte por momentos. Quizás no muchos lo conozcan por su nombre, pero segura estoy de que la gran mayoría se ha detenido a apreciar sus piezas, pues las sitúa a la vista del transeúnte, en aquellos espacios donde el “cubano de a pie” vive la mayor parte de sus experiencias cotidianas. Probablemente en más de una ocasión te hayas encontrado en una parada de guagua o una cola cualquiera, reflexionando acerca de cuánto Necesitas ser feliz. Pues entonces sería preciso dar crédito a la labor de este artista, que nos invita a pensar o re-pensar, desde el arte, nuestro día a día.
Abraham le otorga valor imperecedero al acto de servir a los otros mediante su obra. La pone al servicio del público, para no solo ser apreciada, sino cuestionada por el mismo. Tanto el artista como sus piezas persiguen cubrir las necesidades estéticas y espirituales de un espectador en ocasiones poco entrenado. Con ello no afirmo que tenga connotaciones simplistas, todo lo contrario, en ella radica un sistema de pensamientos marcado por el concepto y una estética representativa de lo cotidiano.
Hablamos de un creador autodidacta que utiliza su producción como medio para comunicarse con los otros y, al mismo tiempo, expresar sus inquietudes más próximas. Forma parte de una generación impulsora del arte callejero que, desde su pedacito, contribuye al crecimiento del panorama cultural de la ciudad. Con mayor o menor conciencia, esta comunidad se ha ido gestando en las bases del apoyo mutuo, el reconocimiento y la integración.
Abraham Echevarría es un nombre que promete aparecer con mayor frecuencia en la palestra artística. Desde 2018 ha dado pasos continuos y acertados, que demuestran su talento y la buena recepción de su trabajo. Gracias al equipo de La Jeringa, he tenido el placer de conocerlo y conversar durante varios minutos en la conformación de esta grata entrevista.
¿Cómo llega el arte a tu vida?
Crecí en Bauta pero venía mucho a La Habana, a los teatros y demás actividades culturales. Siempre me fijaba en los grafitis de las calles. Recuerdo que, en la escuela, pasaba horas en la enciclopedia Encarta mirando dibujos en movimiento. Cuando estaba en el octavo grado me regalaron un spray y lo utilicé por primera vez para pintar. A partir de ese momento comencé a dibujar con mayor intensidad en las libretas de la escuela. Cada vez que me ponían un “nombrete” yo lo convertía en un Tag, lo cual viene siendo como el nombre o la marca del grafitero.
¿En aquel momento tú tenías conocimiento de lo que significaba el grafiti como manifestación artística?
La verdad es que no, tampoco había mucha información al respecto. Fue durante el periodo de universidad donde tuve la oportunidad de pasar mayor tiempo en La Habana y conocer el trabajo de algunos grafiteros en primera persona. Yo tenía ganas de pintar, así que me acerqué a uno de ellos para que me diera alguna especie de fórmula, pero no, su respuesta fue tan sencilla como: “si quieres pintar, pinta”. Aunque dicha respuesta pueda parecer muy simple, fue lo que me hizo darme cuenta de que podía hacerlo. Ese gesto suyo para mí fue muy revelador; de cierta forma me estaba manifestando que el espacio público es de todos, a pesar de lo que se diga.
¿Hasta qué punto crees en el poder transformador del arte, desde lo individual y desde lo social?
En mi opinión el arte siempre es transformador, tiene la capacidad de incidir en la perspectiva que tenemos de las cosas. Los artistas, por momentos, llegamos a ser personajes egocéntricos porque necesitamos comunicar algo, transmitir una idea. Lo hacemos de la forma que más adecuada nos parezca. En este punto, hay creadores que asumen más su intención transformadora y otros que lo hacen menos, quizás por sus necesidades, inquietudes, su historia personal. En mi caso, trato de ir encontrando medios para comunicar con mi obra. Siento que tengo la necesidad de servir, puede que sea por mi formación espiritual o por puro sentimiento.
¿Una imagen vale más que mil palabras? Es decir, ¿consideras que el valor comunicativo de la imagen tiene mayor fuerza expresiva que la palabra al momento de transmitir un mensaje directo al espectador?
Tengo tres puntos de vista distintos para responder a tu pregunta. Desde lo sensorial, la música instrumental, por ejemplo, ni se toca, ni se ve y genera muchísimo placer, es más transformadora, abarca más espacios y, por ende, una mayor cantidad de audiencia. Tampoco se necesita tener una base cognitiva para apreciarla. En ese sentido, muestra gran ventaja respecto a las otras manifestaciones artísticas.
Considero que después del sonido viene la imagen, a nivel sensorial puede comunicar con mayor efectividad. La imagen, al igual que la música instrumental, no incluye un criterio explícito; constituye una propuesta artística por parte de los creadores hacia el público. Es más intensa, es un espacio donde el observador se enfrenta a una expresión comunicativa desde su propio horizonte de conocimiento. Todo ello hace que sea más interesante, amable, asequible.
Luego en el caso de la escritura, hay un aspecto determinante y es la política. Durante su trayectoria histórica ha provocado que lo escrito sea inamovible, por lo cual genera una experiencia diferente. Hoy en día las personas dedican muy poco tiempo a la lectura; en ese sentido la imagen se vuelve mucho más efectiva porque el cerebro la procesa con mayor rapidez. A nivel experiencial es mucho más inmediata la asimilación de la imagen que la del texto.
Por otro lado, aparece el diseño gráfico, el cual convierte el texto en imagen. Es un recurso que en ocasiones me gusta implementar porque simplifica el mensaje y lo presenta de forma más llamativa ante el espectador. El grafiti también tiene mucho de eso. Personalmente, intento encontrar un punto medio entre un texto y una imagen.
En tu obra es posible apreciar una gran influencia del contexto en donde se desarrolla, precisamente porque utilizas varias expresiones de la jerga popular. ¿Cómo surgen las ideas?
Cuando me enfoqué en el tipo de trabajo que quería a hacer, comencé a investigar cómo otras marcas utilizaban la jerga y cuál era el mensaje que yo deseaba transmitir. Al mismo tiempo me encontraba investigando la prensa cubana de principios del siglo XX para mi tesis de licenciatura. Consumía mucho las imágenes, me llamaba la atención el tipo de propaganda que realizaban. Era una propaganda muy simple, dibujada a lápiz, pero muy específica en el manejo de los recursos básicos del marketing para la época. Aprendí bastante de esa estética del dibujo.
Por otra parte, yo siempre he tenido mis teorías sobre la identidad cubana gracias a diferentes estudios que he realizado y me han permitido adentrarme en toda su complejidad. Entonces decidí asumir la jerga como un valor para provocar una reconstrucción de identidades, a partir de aquellas que han sido instituidas con el paso del tiempo. Mi intención es revalorizar dichas identidades, generando una especie de fortaleza que permita a las personas sentirse orgullosas de su jerga, sus costumbres y sus ideas. Luego construí mi propio proyecto de creación, donde asumí el objeto y la cinta.
Aunque la estética ha ido variando, la dinámica siempre es la misma: escoger una frase de la cotidianidad, incorporar un objeto que proponga una nueva visión de dicha frase y situarla en un lugar donde la mayoría tenga acceso a ella. En realidad, tengo una fórmula de trabajo bastante consolidada.
¿Qué crees que te diferencia del resto de artistas?
Esta pregunta es un poco delicada. Yo siento que mi generación de grafiteros está pintando porque reconoce el derecho a intervenir en el espacio público. En particular, creo que me planteo incidir directamente en las personas de una forma especial.
¿Te consideras una persona filosófica?
La verdad es que tengo una capacidad muy particular de empatizar con las cosas, ello me hizo estudiar Historia, donde aprendí a comprender los procesos tanto históricos como propiamente humanos. Después fui profesor de hermenéutica en la universidad, lo cual me llevó a profundizar en todo ese universo de teorías. También tuve contacto cercano con muchos sacerdotes católicos de una formación muy importante en teología y demás. En resumen, soy un apasionado de la historia, no de la filosofía.
Te refieres a tu obra como el resultado de un trabajo articulado entre el grafiti y la pintura mural. ¿Cómo llegas a esta combinación?
Por la estética. En principio vi que era una herramienta interesante para lograr algunas variaciones en mi obra. Luego comencé a crear un concepto alrededor de eso. Para mí, la diferencia entre mural y grafiti recae en un debate un poco complejo y hasta desagradable. Quizás no se trate tanto de la técnica, sino de la intención del artista al momento de su implementación. Lo que sí creo que marca la diferencia entre uno y otro es el mercado; pieza que entre al mercado no es grafiti y en eso sí soy irreductible. Porque una obra de grafiti está respaldada por el contexto, lo que tiene de particular es, precisamente, que su soporte es el espacio público.
¿Empleas el sarcasmo en algunas de tus obras?
Hay realidades duras que a mí me gusta ilustrar. Yo trato de no usar el sarcasmo porque me parece muy agresivo hoy en día para las personas; intento ser más amable.
¿Consideras que el arte callejero cubano ha tomado mayor fuerza durante los últimos años?
Pienso que hay una cultura de arte callejero un poco más intensa y el grafiti está empezando a ser protagonista también.
¿Cuán complicado es para un artista del grafiti insertarse en el circuito artístico, expositivo y/o galerístico?
Es prácticamente imposible, porque la mayoría de los artistas del grafiti vienen de un contexto muy natural, alejado del mundo de las galerías. Ahora, el movimiento de artistas del grafiti cubano comienza a estar preparado para asumir la galería. Algunos incluso han tenido exposiciones, en lugares como La Marca, La Alianza Francesa de Prado. Considero que es de suma importancia visibilizar a la comunidad del grafiti en Cuba.