Fernando Pérez con Cuba en el cuerpo

La Jeringa
12 min readJul 16, 2023

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Por: Erian Peña Pupo

Foto: Héctor Garrido

Fernando Pérez lleva a Cuba en su cuerpo. Tatuada, la Isla –esa constante en su cine, escenario de búsquedas y pérdidas, pero también de certezas– le acompaña siempre. No es una metáfora, aunque bien podría serlo: Fernando Pérez lleva la forma alargada de la Isla, el contorno del país en que nació en 1944 y en el que ha vivido y realizado su obra, tatuado en el borde del antebrazo derecho. Hace poco más de un año, en enero de 2021, en el estudio de arte corporal La Marca, en la calle Obrapía de la Habana Vieja, el director de Clandestinos y Martí, el ojo del canario decidió hacerse tatuar su Isla.
—La llevo aquí, dice y muestra la muñeca; aunque sabemos que del brazo la Isla ramifica al pecho. ¿O al revés? De tenerla tanto tiempo en el pecho, agolpándose, marcando el ritmo cardíaco, la respiración, la vida de quienes a través de su cine siguen aferrándose a un sueño, la Isla recorrió el cuerpo y aflora allí, como testigo y guía. Cuba, inscrita aún más profundo y con tinta indeleble, le da voz a lo que piensa y cree.

Encima de la Isla, una luna en cuarto creciente se añade al tatuaje y abre las puertas a la noche. Es una Isla bajo/en la noche. Isla-anochecida. Pues como Martí, Fernando Pérez asegura que tiene dos patrias, Cuba y la noche, y ambas guían sus pasos por la vida.

Mi generación, la nacida, digamos, entre mediados de los ochenta e igual período de los noventa creció viendo Clandestinos en el aula y en la televisión (los días feriados era, sigue siéndolo, uno de los filmes más frecuentes en los canales cubanos). Mi generación, la misma que frente al televisor soviético esperaba los muñequitos rusos que no eran tan rusos, como los polacos Bolek y Lolek o los alemanes músicos de Bremen; y que disimuló con la inocencia infantil las largas noches y los difíciles días del Período Especial en que los muñequitos, como otras tantas cosas y personas, partieron de nuestra geografía tuvo en su adolescencia al niño y al joven Martí que Fernando Pérez nos entregó para reafirmarnos que se alejaba mucho de aquel de los libros de texto, las frases aprendidas de memoria, el busto en serie con las flores y los matutinos, y por tanto, se acercaba mucho más a nosotros, a lo que hubiéramos podido ser entonces, o a lo que él, que es lo realmente importante, sería hoy. Mi generación que ha surcado los cinco océanos para radicarse en cualquier punto del planeta y, a pesar de todo eso, ha seguido creando y muchas veces hasta creyendo ha tenido en Fernando Pérez un maestro, un guía intelectual y artístico, y también un guía ético.

Lo hemos visto acompañar a los jóvenes en los más disímiles puntos de la geografía insular, defender sus proyectos, guiarlos, pelear la realización de un evento (como cuando estuvo al frente de la Muestra Joven Icaic) o la proyección de una película. Lo hemos visto enfrentar molinos y gigantes. De escudo: su gran entereza artística y ética. Su humildad y la fe en lo que cree y piensa hasta las últimas consecuencias. El hombre que pudo atrapar a Martí en su adolescencia irradiadora, el director de La vida es silbar y Suite Habana, sabe que esos jóvenes, esos díscolos hijos, le han hecho asumir un compromiso difícil. Fernando sonríe y disimula el dolor: sabe que asumirá los riesgos de esa paternidad con la misma valentía con que ofreció el brazo para recibir el peso de la Isla.

—Lo que a mí me mueve y me ha movido siempre, es decir, siempre digo lo que pienso sin que esto esté condicionado por las circunstancias. Las circunstancias también influyen, es cierto, pero no es la causa fundamental, sino cómo mantener una coherencia de pensamiento ante la complejidad de la realidad que uno está viviendo; y la realidad cubana como cualquier otra realidad, y mucho más por lo que nos ha tocado vivir, es muy compleja, no se puede simplificar. He tratado siempre de decir lo que pienso, pensando también que lo que piense no es, en definitiva, la última palabra. También hay otras palabras, otras maneras de ver eso que veo, que está influido por lo que he vivido.

Estar en contacto con los jóvenes, escucharlos, estar cerca de ellos, me ha ayudado. No siento como que les estoy dando algo a los jóvenes, sino que estoy recibiendo mucho, porque son ustedes los que traen inevitablemente, y eso es la ley de la vida, la nueva mirada, el nuevo pensamiento, las nuevas ideas En ese descubrimiento quisiera estar sincrónico con los jóvenes. Forma parte de la vida: mientras uno va madurando, crece como individuo, como persona, va teniendo, digamos, experiencia de cosas que ya ha vivido y cómo ha enfrentado la vida, y esas experiencias a veces se pueden convertir en convicciones, en certezas; pero siempre he tratado de que mi experiencia no se quede solamente en lo que yo he aprendido, en lo que la vida me ha dado. Quisiera estar siempre abierto a lo que los jóvenes traen. Siempre hago un ejercicio por entender por qué los jóvenes son los que están pensando de esa manera. Muchas veces me planteó como cada día los jóvenes influyen tanto en mí, en mantenerme despierto ante cada acontecimiento que pasa y que no me quede dormido con lo que sé.

Muchas veces me han pedido que, como maestro, vaya a dar clases. Yo siento que no doy clases. He ido a la EICTV, a la Famca, pero no me siento maestro. Si estamos hablando de creación artística, voy a intercambiar experiencias, porque también me hago muchísimas preguntas en cada película que hago, cada hecho creativo. No es que tenga la certeza, el conocimiento de lo que va a ocurrir. Cada proyecto es un desafío.

Lo mismo me pasa cuando trabajo en un taller con los jóvenes y en lo que más me gusta, compartir el asesoramiento de proyectos. Eso me ha enriquecido mucho, porque muchas veces yo no tengo las soluciones y son ellos, los jóvenes, quienes la tienen.

—Entonces más que posibles respuestas quedan múltiples preguntas luego de cada filme.
—Por supuesto, porque la aspiración es hacer una película que se abra a múltiples interpretaciones. Esa es la idea que trato de mantener al emprender un proyecto. No que termine con un final cerrado que sea la única lectura, porque la vida y la interpretación de la vida más allá del arte no se basan en la unanimidad. Si todos estuviéramos de acuerdo en lo que vivimos diariamente, o en cómo entender la realidad, creo que la vida sería una línea plana, pero la vida se mueve a través de contradicciones. Quiero un cine que motive el pensamiento y que no dé respuesta a los conflictos que está planteando, pues son más importantes las preguntas que las respuestas.

Con dirección general de Fernando Pérez, Cuentos de un día más está compuesto por seis cuentos, cada uno dirigido por un joven realizador (Rosa María Rodríguez, Carolina Fernández-Vega Charadán, Alan González, Yoel Infante y Eduardo Eimil) con la excepción del dueto de Katherine T. Gavilán y Sheyla Pool. La película es el resultado de la colaboración entre el Icaic y varios colectivos audiovisuales independientes (i4films, Wajiros Films, DB Estudio. Cocuyo Media Lab) con el objetivo de crear una obra coral en la que “la esperanza se sobrepone a las adversidades de la crisis sanitaria impuesta por la Covid-19”, momento en que lograron filmarse las diferentes historias del filme. Es, de alguna manera, la película cubana sobre la pandemia y sus héroes y mártires.
—Partí en este filme de un principio básico: cada director es responsable de su propuesta y su mirada. Creo que las asesorías terminan donde comienzan las miradas del realizador. Por eso me he definido, en este caso, como coordinador. Por supuesto, en la etapa de guiones los leí y discutí con ellos, di mis puntos de vista pero cada director fue el que decidió como iba a ser su corto, qué final iba a tener Y muchos me escucharon y otros no, lo que lo hizo muy lindo, porque también es lo que yo pido cuando hago mis películas, pues uno no piensa por cabeza ajena, sino por cabeza propia.

Tengo que ser franco en el resultado final, creo que hay algunos cuentos más logrados que otros, desde mi punto de vista, que no es el mismo que el de los espectadores. Lo que sí hay en la película es diversidad de miradas y maneras de contar: más desdramatizadas, más clásicas, más abiertas… Eso fue lo que se persiguió, que no todos los cuentos fueran iguales, sino que mostraran un mosaico con diversas maneras de contar.

Luego del estreno de Insumisas, codirigido con la suiza Laura Cazador donde exploró temas habituales en su cine, como la intolerancia y la libertad personal, a partir de la historia de la suiza Enriqueta Faber en la Baracoa de inicios del siglo XIX, quien vestida como hombre y oficiando de médico en la villa, contrajo matrimonio con la lugareña Juana de León, Fernando enrumbó sus impulsos creativos a su próximo proyecto: Riquimbili fue el nombre con el que varios medios anunciaron el hecho; aunque El mundo de Nelsito fue el título final de una película a la que le dedicó tres años de trabajo.
—Comencé la pre-filmación y en la primera semana de rodaje empezó la pandemia y hubo que parar… Lo que pensamos que iban a ser dos meses se convirtió en un tiempo mucho más largo. Luego vino una segunda parte de la Covid y se volvió a complicar el proceso. Ya concluimos el rodaje en enero de este año y ahora estoy en la posproducción.

Se llamó Riquimbili en el proceso de producción, un título que fue polémico, porque muchos no lo entendían… Le había puesto ese nombre por el desafío, pues un título no hace una película y este proyecto es un juego de estructuras, donde la mirada de un adolescente que se llama Nelsito cuenta varias zonas de la realidad y el espectador ese es el desafío– desde el inicio no sabe qué es la realidad y qué es la imaginación de Nelsito. Ahí habrá una estructura que exige la participación del espectador, es como un riquimbili… Finalmente decidimos dejarlo en El mundo de Nelsito, porque es un título que también me gusta, y es más abierto, está más cerca de definir lo que la película trata.

Quería que fuera independiente la producción, pero no logré obtener el financiamiento y finalmente fue una coproducción. He tenido la fortuna de que todas las películas que he hecho en coproducción han sido con un productor español, José María Morales, de Wanda Visión. Digo fortuna porque creo que es un productor que hace cine no para ganar dinero, ni para perderlo tampoco, pero su objetivo no es ganar dinero. Él apuesta por un cine alternativo, con otras dimensiones y propuestas, y siempre ha existido mucha afinidad y colaboración. Le presenté el guion y él fue franco, me dijo que en principio le gustaba, pero no le interesaba hacerlo, entre otras razones porque las condiciones en España de obtener financiamiento no son muy propicias. Y me quedé en el aire… El Icaic en ese momento tampoco tenía la posibilidad de producir.

Después, en el Festival de Málaga, con Insumisas, nos encontramos nuevamente. Él invitó a la delegación cubana a un almuerzo y ahí seguimos compartiendo, tomando un vino, y a la tercera copa me miró y me dijo: Mira, voy a participar Pero en ese caso me pidió que fuera en coproducción con el Icaic para presentarlo a Ibermedia, que otorga financiamiento a proyectos… Se presentó a Ibermedia y tuvimos el presupuesto.

—Muchos artistas cubanos (directores, actores, técnicos) viven fuera del país y son parte ineludible de la historia del cine en Cuba, pero no pueden ser nominados al Premio Nacional de Cine por no residir en el territorio nacional. ¿Fernando qué crees de esto?
—Hay muchas barreras todavía que resultan infranqueables en cómo abordar los horizontes amplios de la cultura cubana y ahí me voy fuera del cine–, que ha pasado por distintas etapas, algunas muy oscuras, como el Quinquenio Gris, con las exclusiones, las no asimilaciones de miradas distintas, incluso aunque no fueran contrarias.

Algunas de esas figuras, que fueron prácticamente borradas y excluidas del reconocimiento y de la participación, han sido restituidas pero otras no… Creo que eso es una deuda, hay que superar barreras de todos los lados para entender que la cultura cubana es una sola. Y yo no puedo, no sé… Mira, Guillermo Cabrera Infante, que nació aquí en Gibara, es uno de los más grandes escritores de la literatura cubana. Recuerdo que cuando tenía 15 años las críticas de G. Caín eran mi brújula. Tengo todos los libros de Guillermo Cabrera Infante. Tres tristes tigres es la novela de La Habana, una joya. Más allá de sus posiciones políticas, su literatura por encima de todo eso, no pueden negarla, y de hecho, está ahí. Y los jóvenes la leen, está ahí Cabrera Infante, y está ahí Reinaldo Arenas, y todos los demás La vida lo va a seguir determinando, ninguna exclusión en el terreno del arte y de la cultura es para toda la vida, ninguna. Lo verdaderamente valioso, lo verdaderamente auténtico de la cultura de cualquier país, en este caso de la cubana, está ahí. Y nunca podrá ser segregado. Y volviendo al terreno, poniendo los pies en los Premios, creo que sí, que hay algunos nombres que no están en Cuba y que tendrían que ser tenidos en cuenta. ¿Se logrará? La vida lo va a determinar. Eso no va a ser ningún decreto de ninguna institución. La vida lo va a comprobar.

—Hemos tenido Decreto Ley, Fondo de Fomento del Cine Cubano, Oficina de Apoyo a la producción… Aun así crees que, de alguna manera, sigue haciendo falta una Ley de Cine.
—Pienso que lo que hace falta es que el fenómeno de la producción independiente, de la dinámica de la producción cinematográfica hoy en Cuba, tenga mayor libertad de movimiento, y cuando digo libertad de movimiento lo estoy incluyendo todo, de horizontes expresivos y horizontes de iniciativas independientes de producción. Que se flexibilicen, creo que ese será el motor… Es cierto que se han dado pasos, pero pienso que hay que ir todavía más allá, muchísimo más allá, sobre todo en el terreno de la expresión y de que no haya censura. Hay que decirlo así. Creo que los grandes conflictos que ha habido con el cine independiente los ha motivado el ejercicio nuevamente de la censura. Lo demás no, los jóvenes quieren hacer cine… Y eso fue lo que pasó con la Muestra Un año sí y un año no, había siempre un proyecto que había que censurar. Entonces no, lo que tiene es que cambiar esa mentalidad, pues censurar va a abrir brechas, rupturas Va a crear problemas y siempre que eso ocurra nuestra realidad cinematográfica se resquebraja; no va como ese río que avanza incluyéndolo todo y va abriendo cauces y cauces y cauces y que a veces estará más tumultuoso y a veces más tranquilo, pues es el cauce natural que va abriendo y que no va a determinar ninguna institución. Eso es una asignatura pendiente de la realidad del cine cubano.

La censura ha sido siempre el problema. Empezó con PM, pues cada circunstancia histórica es distinta. Una vez escribí en uno de los programas de la Muestra Joven, cuando que se hizo una retrospectiva de películas cubanas, y hablaba de PM, de otras películas que habían enfrentado hechos de censura a lo largo de la historia del cine cubano y que claro, habían circunstancias de las cuales se podía analizar por qué se censuraron, pero si tu quitabas esas circunstancias, el hecho era un hecho de censura, y eso era lo que no debía existir. Pienso que la confrontación de las ideas es libre, tiene que serlo, tú no puedes callar al otro, porque ya estás cercenando una parte del diálogo.

A mí lo que me pasa, en este último tiempo, es que siento que, en el terreno de la cultura y mucho más allá, los espacios de diálogo se van cerrando. Existen espacios de diálogo, es cierto, pero que tienen, digamos, un margen, no van más allá… Esos márgenes tienen que ampliarse para que exista un verdadero diálogo. Mientras eso no se resuelva la situación se resquebraja más y hay rupturas y atrincheramientos que no son positivos, y que acaban lastimando la verdadera fibra del país, de la nación y de la vida.

—Quisiera proponerle un breve ejercicio de abstracción. Que defina con una palabra o una idea, otros temas, otras palabras, otras ideas… El primero, un tema que recorra su cine.
—Libertad. La libertad individual.
—Cuba.
—Esto. La llevo aquí (y muestra su brazo derecho: en el interior de la muñeca, la isla crece).
—Y la noche.
—Martí.
—Y Martí.
—José Martí… y Pérez. Lo llevo en mi corazón y en mi apellido.
—El cine.
—Mi vida. Mi manera de expresarme.
—Y de sus películas, una.
—Madrigal. Que es la que menos ha gustado de todas.
—Una canción.
—“Quiéreme mucho”.
—Un libro.
—El siglo de las luces.
—Y otra película, no suya.
—Tengo dos: Memorias del subdesarrollo y Lucía.
—Y algo, Fernando, algo que resuma a Cuba.
—Cuba (Fernando piensa mientras paladea el nombre de la isla y excava en las ideas como si quisiera encontrar una definición que se escapa, algo que atrape su patria, pues resumir Cuba no es poca cosa). Amar a Cuba, sobre todo. Cuba puede ser tantas cosas.

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