Figuras representativas de la estampa japonesa UKIYO-E (V)
Por: Daniel González Vidal
La estampa japonesa, el ukyo-e y sus principales figuras.
El ukyo-e fue la primera forma pictórica realmente apreciada y consumida por las clases medias y populares japonesas. Esta forma no es otra cosa que estampas policromadas en las cuales se representaban paisajes, actores de teatro, y disímiles elementos cotidianos y representativos del Japón de esa época. El termino ukyo-e proviene de la necesidad de determinar un tipo específico de pintura que captara el ambiente tranquilo y efímero de la ciudad, de ahí que surja el nombre uki, “fugaz” o “pasajero”; yo, “mundo”, y e, “pintura”.
Dentro de la vasta producción que comprendió el estilo xilográfico ukyo-e, llevada a cabo en Japón podemos destacar la obra de algunos artistas en particular. Ya fuera por su ingenio, creatividad o majestuosidad estos artistas marcaron un hito dentro del desarrollo de este estilo propiamente japonés.
Iwasa Matabei (1578–1650) el cual “aparentemente” es el padre de ukyo-e, menciono “aparentemente” entre comillas, pues en la actualidad existen dudas en cuanto a la atribución de algunas de las primeras obras conocidas de este estilo, por lo cual no es posible asegurar de manera estricta, que Matabei haya sido el primer artista en utilizar este método pictórico.
Este artista tuvo una infancia algo difícil, pues luego de que su padre fuese asesinado, debido a su condición de soldado, Matabei se vio obligado a refugiarse en un templo desde niño. Luego asumió el apellido de su madre “Iwasa”, abandonando el “Araki” de su padre. Desde pequeño estudió pintura de varios maestros, de los cuales no se conoce mucho. En el año 1640 recibe un encargo del shogun Tokugawa para dibujar los retratos de los Sanjurokkasen (Los Treinta y seis poetas) para el santuario de Toshogu en Kawagoe. Este fue su primer gran trabajo, el cual llevó a cabo con gran maestría y gracias a sus conocimientos acerca de la pintura china y japonesa tradicional logró crear un estilo muy versátil y singular, el actualmente conocido como ukyo-e.
Hishikawa Moronobu (1618–1694) es el otro artista por el cual el mundo académico ha optado por defender como el creador del ukyo-e. Este artista también comenzó los estudios de pintura desde muy joven y estudió en varias escuelas reconocidas. Pero uno de los elementos que más apoyan su condición de creador del estilo es su originalidad al utilizar paisajes y momentos del teatro Kabuki, un método que iba a quedar dentro de los más populares del ukyo-e. También fue el primero en desarrollar estampas individuales y no en forma de libro como era tradicional, además de ser de los primeros en representar escenas pornográficas casuales y citadinas, conocidas como shun-ga. Algunas obras de este artista son Escenas del Teatro Nakamura, creada a finales del siglo XVII en el caso de las representaciones teatrales y en el caso de los shun-ga tenemos Joven Pareja de 1673–1681.
Torii Kiyonobu (1664–1729) fue fundador junto a su padre de la escuela Torii, centrada casi en su totalidad en retratos y pinturas del mundo del kabuki. El fanatismo del artista por esta temática se debe a que desde su niñez se vio impactado por la belleza y versatilidad de los actores del kabuki, debido a que su padre era un artista de este teatro. Con Kiyonobu, los actores se convirtieron en los únicos protagonistas de las estampas. Los representaba disfrazados de personajes famosos ya fuera de la mitología o de héroes del shinto. En la obra Los actores Yamanaka Heikuro y Ichikawa Danjuro II de 1714 se demuestra sin tapujos la esencia del kabuki y de las estampas de Kiyonobu, pues en la obra los actores representan al villano y al héroe de la obra en la cual el villano pintado de azul (color que según la tradición representa el mal) y el héroe de rojo (simbolizando la energía positiva y el poder listo para derrotar al mal).
Kaigetsudo Ando (1671–1743) despuntó en la utilización de otras temáticas. Este artista se debió solamente a la representación de hermosas mujeres en escenarios tranquilos y llenos de paz. Ando nunca realizó grabados en madera, sino solamente grabados sobre seda, lo cual le otorgó sensibilidad y belleza extra a sus obras. Sus representaciones se caracterizan por su soltura y contorsiones en los cuerpos, dando una grata sensación de paz y tranquilidad. Algunas de las obras llevadas a cabo por este artista fueron Cortesana y su sirviente, creada en los inicios del siglo XVIII y Beldad que se vuelve de (1704–1711).
Okumura Masanobu (1686–1764) fue otro prócer en la evolución y el desarrollo de la estampa, ideó un nuevo formato de producción para las estampas, que dio al traste con las tipologías arquitectónicas del Japón de la época. Estas nuevas estampas fueron denominadas hashira-e, o pinturas de pilar. Consistían en obras de casi diez centímetros de ancho por al menos sesenta de largo, las cuales fueron idóneas para colgar en los pilares y columnas de los edificios japoneses. Pero la genialidad no fue cambiar las dimensiones de las piezas, sino el poder representar los elementos en usuales en este atípico soporte, la obra Zancadas del caza demonios Shoki de 1764 es un ejemplo de estas obras verticales. Masanobu también aportó la perspectiva geométrica occidental a las estampas, principalmente utilizada para representar el interior de los teatros y en paisajes urbanos. La obra Representación de kabuki de 1743 es un caso de los interiores de los teatros representados en las estampas.
Otro de los aportes de este artista fue desarrollar un método para imprimir una misma hoja dos veces, cada una de ellas con dos colores distintos. El método consiste en crear en dos placas de madera unos patrones llamados kento, los cuales permiten situar la lámina de papel en la misma posición en ambas placas de madera. Así, las zonas coloreadas quedaban situadas sin desplazamiento alguno, respecto a las líneas de su contorno y al resto de los colores. Este método se ve representado en la obra Ichikawa Danjuro II en el papel de Soga no Goro de 1727 del mismo Masanobu.
Suzuki Harunobu (1725–1770) fue el primer artista en utilizar de manera constante el método desarrollado por Masanobu. Este creador no se contentó solo con utilizar el método de Masanobu, sino que lo mejoró. Con el uso de la laca para mejorar los colores y la doble impresión, lo que en el pasado hubiesen sido dos o tres obras, ahora eran 8 o 9 a la vez, lo cual impulsó de manera sobresaliente la producción y popularización de las estampas policromadas. Ya con la facilidad de crear y reproducir estas estampas, dejaron de ser elementos propios de festivales o festejos y pasaron a ser simples obras las cuales obtuvieron una mayor cantidad de practicantes y variaciones en las temáticas. De las obras más sobresalientes de Harunobu tenemos: El vuelo de los gansos silvestres de 1766, de la serie ocho vistas, Mujer visitando un santuario de noche y Belleza en la galería ambas, xilografías del siglo XVIII.
Katsukawa Shunsho (1726–1792) fue considerado durante las décadas de 1770 y 1780 el ilustrador indiscutible del mundo del kabuki. Este artista también desarrolló el método de Masanobu, pero dotó a los personajes de sus obras de un realismo sorprendente. Cabe acotar que el concepto de realismo que tenían los artistas del país del sol naciente es muy diferente del concepto occidental. Un rasgo identificador de sus piezas por encima del resto de los artistas que trataron el kabuki en sus obras, es el esfuerzo del artista por dejar en claro quién era el actor y a qué personaje representaba. Esta simple acción hizo que los aficionados del kabuki anhelaran sus representaciones, lo cual le daba reconocimiento y fama extra. Dos de las obras desarrolladas durante sus décadas de oro fueron Ichikawa Danjuro V en Shibaraku de 1781 e Ichikawa Danjuro V en el papel de Kintoki de 1777.
Torii Kiyonaga (1752–1815) al también ser un graduado de la escuela Torii ,que se centraba en el trabajo relacionado con el kabuki, las bellas mujeres nunca estuvieron fuera de su radar. Una característica particular de este artista es el uso prematuro de láminas de “formato oban”, de unos 38x25cm en vez de las utilizadas tradicionalmente de 19x25cm conocidas como “chuban”. Esta decisión fue determinada porque según el artista las láminas tradicionales no eran adecuadas para representar en su totalidad la belleza y esbeltez de sus mujeres. Pero sin dudas el mayor aporte de Kiyonaga fue el empleo de dípticos y trípticos, por lo cual nacían los grabados de más de cincuenta centímetros de anchura, algo nunca antes visto en ese país. El uso de estos anchos soportes le valió la representación de fondos complejos y cargados de formas y elementos, algo totalmente diferente a los fondos neutrales y planos a los que estaba acostumbrado el arte japonés. Algunas de las obras que este artista desarrolló con este método fueron el díptico Escena de año nuevo en Nihonbashi de 1786 y el tríptico Refrescándose bajo el puente Azuma de 1785.
Kitagawa Utamaro (1753–1806) fue otro de los grandes artistas que incursionaron en el ukyo-e y lograron hacer evolucionar y aportar nuevos conocimientos al célebre estilo japonés. Este artista desarrolló diferentes áreas de la estampa japonesa, pero la más importante fue el retrato de busto o medio plano, conocido como okubi-e. Este tipo de encuadre no se había utilizado hasta el momento, pero a partir de su puesta en práctica por parte de Utamaro comenzó a ser el preferido por los artistas al representar a los actores kabuki.
Este artista se caracterizó por usar líneas finas y prestar mucha atención a los detalles del cuerpo, pero sobre todo, al rostro de las mujeres. También fue conocido por su extraña forma de representar a sus personajes en momentos y posiciones para nada tradicionales. Una de las obras que complementan esta explicación es Okita de 1792–1793, en esta pieza podemos apreciar tanto el detalle del cabello de la mujer como su rostro, gracias a la atrevida idea de representar a una mujer mirándose en el espejo. La obra Tres bellezas famosas de 1792 es un claro ejemplo de un retrato de busto, además de que dota a la impersonal pintura japonesa de un detallado y renovado interés por “retratar” realmente a los personajes.
Katsushika Hokusai (1760–1849) es sin dudas una de los más notorios y reconocidos artistas de la estampa japonesa de todos los tiempos. El paisaje no había sido importante hasta el momento, exceptuando el caso de Torii Kiyonaga, el cual sí intentó representar a sus personajes sobre un paisaje real y no sobre un fondo plano. La obra de Hokusai ocasionó una revolución en el grabado japonés, pues sus paisajes parecían estar vivos y no necesitaba de personajes para adornar o cargar sus obras. Su serie “Treinta y seis vistas del monte Fuji” puso de cabeza el concepto de obra, grabado, estampa, Japón. El éxito de esta serie fue tal, que fue necesario aumentar el número de láminas inicialmente propuestas, además de que numerosos artistas se lanzaron a retratar paisajes de todo el ámbito japonés.
Sin duda alguna la obra más conocida de Hokusai es Bajo la gran ola de Kanagawa, de la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji de 1830–32, esta obra presenta además de las embravecidas olas que pareciera que se mueven por voluntad propia, tiene tres botes los cuales constituyen a los protagonistas de la estampa. Pero es el dinamismo de la obra, la calidad de sus colores y las formas representadas que es considerada una de las mejores de la nación asiática.
Utagawa Hiroshige (1797–1858) otro gran pintor que junto a Hokusai forman la pareja más deslumbrante de artistas japoneses en todo el siglo XIX. Al contrario de Hokusai, Hiroshige fue conocido por su delicadeza y humanismo al tratar los colores y las formas de la naturaleza. Representaba lugares y momentos vividos por él mismo; dotaba sus obras de cierto melancolismo y añoranza. Se concentraba en tratar la naturaleza de una manera familiar, de tal forma que las personas se sintieran cerca de ella y a la vez protegidos por ella.
Algunas de las obras de este artista fueron Montañas y el lago Ashi en Hakone y Fuerte tormenta en Shono, ambas de la serie cincuenta y tres estaciones del Tokaido de 1832 al 1834. Si bien la obra Bajo la gran ola de Kanagawa de Hokusai representa lo místico, peligroso y salvaje de la naturaleza, la obra Nieve al atardecer en Kanbara, también de la serie cincuenta y tres estaciones del Tokaido de 1832 al 1834, también de Hiroshige, representa lo apacible, lo pacífico y lo hermoso de la naturaleza.
El proceso de desarrollo de este estilo pictórico no es posible apreciarlo en su totalidad de una manera aislada, pues algunos artistas bebieron de sus predecesores, otros adoptaron técnicas de creadores más jóvenes con el fin de adaptarse o de mejorar su propio trabajo. Si bien estas personalidades representadas se decantan por un estilo más estético, mientras otros por uno más técnico, todos aportaron elementos necesarios para la conformación de un estilo nacional y una alta calidad estética. Hasta el punto que obras de este género sirvieran de inspiración para reconocidos artistas europeos.
Bibliografía
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