Gastón Joya: “Para mí, el jazz es integración y compartir más allá de todo”
Por: Carlos Rafael Fuentes Tamayo
El jazz se adentró en mi gusto personal y musical por recomendaciones de amigos que me hicieron escuchar en esta música, una sonoridad que transmitía más allá del ritmo y la armonía. Empecé mi consumo acercándome a los clásicos del siglo pasado, esos que la mayoría de los “culturosos” citan en primer lugar, a la hora de hablar de músicos jazzistas ya consagrados en el Olimpo del género — Louis Armstrong, Dizzy Gillespie, Miles Davis, Duke Ellington, Charlie Parker, Coleman Hawkins, Billie Holiday, entre otros-. Posterior a ello, descubrí que nuestro país tiene una cantera inagotable de talento artístico que sobrepasa cualquier instrumento o estilo musical, y que es capaz -sin ser absoluto- de codearse de “tú a tú” con los grandes intérpretes internacionales.
Fue así, que: Chano Pozo, con su sello personal y su interacción constante con algunos de los dioses pertenecientes a ese templo mencionado; Irakere y su nómina de artistas, quienes significaron un antes y después en la música cubana en muchos aspectos; los hermanos Ruy y Ernán López-Nussa, maestros cada uno en sus instrumentos; Bobby Carcassés, el gran rey de la escena cubana, se convirtieron todos ellos, en bujía para muchos de los grandes jazzistas cubanos contemporáneos.
Este género tiene en el Jazz Plaza cada año un espacio importante para la visibilidad de los artistas del patio y la interacción con representantes del ámbito foráneo. Con motivo de este certamen y su edición trigésimo sexta, La Jeringa ha querido acercarse a la figura de Gastón Joya, uno de los notables exponentes de la música contemporánea y muy cercano al jazz y a este evento cultural.
La música cubana cuenta con grandes referentes en todas las etapas, géneros e instrumentos. ¿Cómo valoras las enseñanzas de Orlando “Cachaito” López en tu formación como bajista y músico en general?
Cuando tú escuchas el nombre Cachao viene la imagen del bajo cubano. Israel López, el creador del mambo, Orestes y cada uno de los miembros de la familia realizaron aportes grandísimos a nuestra música y a este instrumento que defiendo. Orlando “Cachaito” López, fue la experiencia que me tocó de cerca, maestro de mi padre, de mis profesores y mío. Tuve la suerte de que me llegara con mucho amor y cariño su legado y pasión por la música y el bajo. Ahora lo redescubro cada vez que escucho un material sonoro donde esté presente. En la mayoría de los momentos transcendentales de nuestra música, Cachaito estuvo ahí y fue un pilar importantísimo. Su evolución constante se debió a su talento natural para crear y la capacidad de integrarse. Creo que esa es la enseñanza más grande que nos dejó.
Tu trayectoria musical está marcada por varios años dedicados a la colaboración con diferentes proyectos y artistas, como Buena Vista Social Club y Chucho Valdés, entre otros, los que te permitieron transitar por diversos estilos. ¿Cuánto aportaron esas agrupaciones en el trabajo que vienes desarrollando con tu grupo?
Muchísimo ha aportado. El resultado que hemos logrado está en las experiencias que he tenido y sigo viviendo en mi carrera, las cuales tengo que agradecer a muchos músicos, profesores, productores musicales con los que he aprendido, lo mismo en sesiones de grabación, que tocando en vivo. Todo eso me ha ayudado a desarrollarme, integrarme a cada música y sobre todo encontrar mi propia voz.
En una entrevista previa del año 2019 [1] para la revista Vistar expresabas que el jazz llegó a ti de forma natural. ¿Cómo fue ese proceso, el cual te ha llevado a ser considerado uno de los mejores jazzistas jóvenes del país con un reconocimiento internacional?
Yo recuerdo desde niño que mi papá compraba muchísima música. En la casa todo el tiempo traía colecciones y álbumes de jazz de todas las generaciones: Mingus; Bill Evans; Wayne Shorter; Jaco Pastorious; Paquito de Rivera; música de Brasil. Tanto mi padre como sus amigos (la mayoría músicos o artistas plásticos de su generación) tenían un background musical para el “día a día” súper interesante y yo crecí escuchando eso. Pero realmente, cuando puse interés en la música jazz fue en la escuela, en nivel medio junto a mis amigos que me adentraron en ese universo. Escuchábamos a los clásicos y realmente cambiaron mi vida.
Una anécdota que recordamos es que un día fuimos a mi casa que quedaba un poco cerca de la escuela y estábamos escuchando un casete con Miles Davis tocando en vivo. Mi papá que estaba se acercó, puso el álbum original y escuchamos a Miles con mucha mejor calidad. No me conecté tanto con esa música hasta que no encontré la motivación con los amigos, por eso para mí, el jazz es integración y compartir más allá de todo.
¿Cuán difícil puede resultar para un joven instrumentista adentrarse en el jazz?
Adentrarse en el jazz, a nivel de música, va con el intérprete y su calidad como jazzista. Ahí depende el talento, la capacidad de integración y la disposición que tenga esa persona para escuchar. En el aspecto de situarse en un circuito, ya sea cuando estás empezando a tocar para que te conozcan en La Habana, o dondequiera, como puede ser presentarse a un concurso de la envergadura del JoJazz, siempre hay factores que influyen, pero más depende de uno mismo.
Difícil o no, todo es relativo. Nada es fácil y aprender a tocar un instrumento no lo es. Saber integrarse va con la persona y eso se complica cuando el factor externo tiende a influir y las condiciones no son las esperadas. Una de mis experiencias en los inicios dentro del mundo del jazz se remite a la escuela, donde mis amigos de nivel medio y yo teníamos una pequeña banda, la que no era del gusto y aprobación de la directora por la influencia que este género tenía de la cultura norteamericana.
Ahí percibimos que el jazz era subvalorado, porque no se comprendía. Sin embargo, a los años de esa prohibición, con motivo del JoJazz y un convenio con mi escuela, fue que decidieron creer en nuestro grupito para realizar un intercambio cultural.
Alrededor de esa etapa igual, fuimos en ocasiones a tocar a la Zorra y el Cuervo, donde no ganábamos mucho dinero, porque no había, además que éramos estudiantes. Gracias a un señor, Gilberto Valdés, baterista que allí tocaba una vez a la semana, aprendimos y crecimos mucho como músicos. En cada presentación leíamos y tocábamos canciones diferentes, sin importar la cantidad de público, Gilberto nos ponía a tocar. Ahí fue que comencé a comprender un poco más el lenguaje del jazz por todo el aprendizaje que eso me generó.
En el jazz está el factor suerte, y aquel que tú seas capaz de asimilar. También depende del mecanismo que busques para situarte, no con la perspectiva de que eres músico, sino de que eres útil, pensando en cómo integrarte mejor.
¿Qué es “El Comité”?
El Comité es una banda que hicimos con nuestro manager, hace unos tres o cuatros años en Toulouse, al sur de Francia. Todo surgió a raíz de una invitación a un festival en dicha ciudad francesa, donde fuimos a tocar temas de nosotros. En ese momento, nos dimos cuenta que la consecuencia de esa unión no la habíamos experimentado antes, y de ahí surgió la idea de llevar a cabo un proyecto que tuvo como inicio un disco. Este piquete lo integramos: Harold López-Nussa; Rolando Luna; Rodney Barreto; Yaroldy Abreu; Irving Acao; Carlos Sarduy; y yo.
El nombre de “El Comité” lo describe, pero es una alegría que nos trajo la vida de poder hacer nuestras canciones y tocarlas entre amigos de siempre. El resultado está hablando solo y estamos muy agradecidos de la acogida de todo el público, tanto en Europa como en nuestra Isla. Estamos gozando y queremos seguir haciéndolo para ustedes.
Quien escuche los temas de El Comité percibe una gran complicidad y libertad creativa de los músicos. ¿Cómo es posible ese resultado?
Gran parte de ello se debe a que veníamos tocando juntos de toda la vida, a través de diferentes proyectos desde la escuela. El resultado está ahí, en todo ese tiempo que hemos interactuado cada uno, pero también de esas experiencias que hemos tenido. Tenemos que agradecer mucho esa posibilidad de tocar con grandes músicos, de grabar con ellos. A su vez, reconocer el legado que nos han dado muchos profesores, productores con los cuales hemos colaborado, personas como Chucho Valdés, que para nosotros es como un padrino.
También influye el mismo ambiente de La Habana y el jazz, de cuando éramos estudiantes y desde allí nos conocemos, eso posibilitó que la música de mis amigos la toque desde ese tiempo, al igual que ellos la mía. Es así como se da este grupo, en el que no hay un director. Aquí es el aporte del granito de arena de cada uno.
Entre los temas del proyecto, vale resaltar “Son a Emiliano”. ¿Qué representa para ti como músico, la obra de Emiliano Salvador?
Nosotros conocemos ese tema por Rolando Luna, quien propuso esa canción para el disco. También lo venimos tocando con Rolo desde hace muchos años porque lo disfrutamos en cada una de las presentaciones, además de que admiramos la obra de Emiliano Salvador, quien para todos los músicos es un paradigma como compositor y pianista cubano, al cual hay que estudiar siempre como revolucionario del jazz en nuestro país.
“Son a Emiliano” es un tema del pianista y compositor Gabriel Hernández, que vive en México hace un tiempo ya. Nos encantó ese homenaje que hizo, y siempre lo hemos tocado y defendido gracias al Rolo, al ser un tema alegre con el que nos sentimos cómodos.
Tuvimos la suerte, que en el primer concierto que hicimos en La Habana, de “El Comité”, el cual tuvo como sede el teatro Martí, y está grabado en un DVD, Gabriel estuvo entre el público. Le dedicamos la canción y él se puso de lo más contento.
Si tuvieras que abordar acerca de tus referentes en el jazz y aquellos exponentes del género que al día de hoy vienen desarrollando un trabajo destacado, ¿a quienes tendrías en cuenta y por qué?
Mis referentes en el jazz, en mi caso puedo hablarte de Mingus o de Monk, Mario Bauzá o Chico O’Farrill, Chucho Valdés, Paquito de Rivera, Emiliano Salvador y muchas otras leyendas que marcaron un punto de partida y son inmortales, como también pueden ser Gonzalo Rubalcaba y muchos otros.
En nuestra generación hay artistas que están evolucionando el género y cada vez tiene más fuerza lo cubano en lo foráneo y viceversa. Muchos de nosotros trabajamos en proyectos con amigos que son coterráneos y creo que esas experiencias hablan por sí solas. Prefiero decirte de corazón que admiro muchísimo a todo el que tenga la capacidad de encontrar su voz y se integre a cualquier música desde lo que es.
Este 2021, a pesar de las complejidades de la pandemia, nos trae al público cubano la trigésimo sexta edición del Jazz Plaza. ¿Qué importancia le brindas como músico y jazzista a este evento cultural?
Tocar en Cuba es una de las alegrías más grandes que experimento. El público habanero tiene una mirada muy especial para los artistas que tocamos esta música y la sinceridad que tienen con nosotros es incomparable, no hay nada como estar en casa. El festival es un evento muy necesario para nosotros. Representa la cara de lo que pasa con el jazz en Cuba y cómo nos integramos al resto del mundo. En mi opinión debemos cuidarlo y no perder la óptica de lo que es y representa. Creo que nos corresponde a las nuevas generaciones agradecer y aprender de sus creadores.
¿Cómo es posible, en el marco del festival, conjugar el jazz cubano, latino, con otras sonoridades y no perder la esencia de la cubanía?
El Jazz Plaza es la vitrina del jazz cubano para el cubano. La historia de todos los años que lleva realizándose demuestra los lazos entre dos culturas y músicas que han marcado el corazón de todas las partes del planeta. Creo que si comprendemos la historia del género y nuestro papel dentro de él, ahí tenemos la respuesta y la evolución de todos los proyectos.
Por tus redes sociales vemos la importancia que le otorgas a la conexión con tus raíces (Guanabacoa) y la influencia que tiene esta en tu obra. ¿Qué valor le brindas a eso?
Pronto debe salir un documental que hice bajo el sello Bis Music aquí en mi pueblo. Este trabajo muestra, cómo las generaciones de ahora todavía tienen esa distinción de tocar la música y el folklore de esta zona, similar a la sonoridad de Bola de Nieve, Rita Montaner, Ernesto Lecuona, así como la parte afrocubana que es importante en nuestra cultura. Ese material audiovisual está bien bonito, en el que igualmente enseño la escuela de Guanabacoa, la cual es muy especial de música en La Habana, de donde han salido muchos músicos. Quise hacer este trabajo, no porque buscara algo en sí, sino que era mi deuda con mis raíces.
Las primeras cosas que toqué en la escuela fueron de ahí, de sus músicos, entre ellos Lecuona, en general, música tradicional cubana. Para mí, es bueno después de tanto tiempo volver a tocar esas canciones, las cuales las hago a mi manera, con mi sello, reflejo de lo que soy yo como músico y persona. Quiero agradecer a todos los maestros que ayudaron en el resultado final: Bobby Carcassés; Irene Rodríguez, que bailó con nosotros; el grupo Olorún.
La última presentación de tu trío el pasado año en el Teatro Nacional dio adelantos de lo que traerá tu próximo fonograma. ¿Me podrías hablar un poco como cierre de la entrevista sobre lo que podríamos encontrar en ese proyecto discográfico?
Estamos trabajando en eso ahora mismo. Es una música muy espiritual, solo quiero que pueda conectar con todos y creo va a pasar algo como eso porque estaré haciendo canciones que hablan de nuestras vivencias y raíces, -desde mi óptica- y mis experiencias musicales y personales. Voy a tener el placer de compartir con músicos que admiro muchísimo y prefiero que la música hable por sí sola, sobre todo esta vez.
[1] Gastón Joya, cuando la música habla por ti, en vistarmagazine.com (12/2/19).