I Love Lotus: lo público es privado

La Jeringa
2 min readJun 10, 2022

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Por: Mayté Madruga Hernández

I Love Lotus, de la directora Patricia Ramos, se proyecta por estos días en el Cine Yara. El audiovisual compitió en el año 2020 en el Festival de Cortometrajes Clermont-Ferrand, una de las más antiguas y de mayor relevancia en cuanto a obras de corto metraje se refiere.

I Love… transita por la mezcla en la concepción de lo público y lo privado. La mixtura frecuente de los márgenes entre lo que se entiende personal e íntimo y lo social o colectivo está muy presente en los 17 minutos de duración de este filme.

Un teléfono “público” es el lugar de encuentro primigenio. Un objeto que muchos consideran básico, al que una gran mayoría de personas tiene acceso, pero que al situarlo en un lugar común para su uso colectivo se transforma en el escenario por el que se cruzan varias historias. Algunas desde la necesidad básica de hablar de uno mismo, otras desde el encuentro sexual.

Los condones y los teléfonos son ambos elementos privados o públicos, en dependencia del contexto. Y el hecho de que los personajes de I Love… los intercambien y utilicen con una aparente ligereza es la excusa perfecta para una narración a veces en tono de farsa, en la cual Ramos, apoyada por la banda sonora de Angie Hernández y la música original de Rembert Egües, traza una tragicomedia singular.

Otro tanto aporta la dirección de fotografía a cargo de Alán González. El juego de luces y oscuridades, de personas y sus sombras, forma parte de la eterna dualidad metafórica que se esboza en la cinta.

Como parte de esta “confusión” entre lo individual y lo colectivo está la escena del encuentro sexual entre Leo (Enmanuel Galbán) e Indira (Amalia Gaute), una especie de voyeurismo consciente que intenta romper con la complacencia y el pacto ficcional que establece el audiovisual con los públicos al narrar todo tipo de historias y situaciones más o menos “íntimas”.

I Love Lotus es en definitiva una especie de historia panóptica en el que el observador, dígase el joven custodio Leo, termina deshaciéndose del objeto que ayuda a su panópticofilia, pero no lidiando con las causas de la misma.

Los asistentes al Yara podrán observar durante esta semana una historia privada, la cual se hará pública en la sala de cine.

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