“Idea Fija o Mil maneras de soñar un ventilador”: Una mirada a la auto- ficción desde Aire Frío, de Virgilio Piñera.
Por: Luarys Fernández Rodríguez.
“En Aire Frío me ha bastado presentar la historia de una familia cubana, por sí misma una historia tan absurda que de haber recurrido al absurdo habría convertido a sus personajes en gente razonable”
Virgilio Piñera.[1]
Una obra medular en la dramaturgia de Virgilio Piñera es, sin duda alguna, Aire Frío. Escrita durante 1959, año que constituye un final y un principio en la historia del país, la obra presenta la síntesis de los “dramas”, carencias y escasas alegrías de los Romaguera, una familia cubana “de a pie”, con la que aún hoy es muy fácil empatizar, a través tres períodos de la historia: la década del 40, donde se desarrolla el primer acto, los 50 en el segundo, y el tercero en el año 1958. Según el propio Virgilio, esta es una obra de auto-ficción:
En parte, Aire Frío es la historia de mi propia familia. En una buena medida las situaciones en este drama se originan en los hechos acaecidos a mi familia entre 1940 y 1958. Pero al mismo tiempo he introducido otras situaciones que no forman parte de esta historia. Por ejemplo, Ángel Romaguera es aficionado a la bebida, pero mi padre nunca ha probado una gota. Igualmente: Luz Marina es costurera. Mi hermana, por el contrario, es maestra. Luz Marina se casa y continúa viviendo con sus padres. Mi hermana hizo todo lo contrario.[2]
Es decir, se trata de una obra que manifiesta un autor implícito, o sea, que se proyecta desde el texto, y en este caso, sin que sea necesaria actividad interpretativa por parte del lector: “He puesto en Aire Frío, la historia de mi familia, que en resumidas cuentas es la historia de cualquier familia cubana de la clase media ¡Clase Media! Decirlo es casi una irrisión: nosotros nos hemos conocido desde las estrecheces de un cuarto para ocho, hasta los pies descalzos y toda la gama y los matices del hambre. Somos clase media, pero también somos clase cuarta o décima.”[3]
Esta obra sabe trabajar sus múltiples referencias históricas con tanta sutileza que estas pocas veces ocupan el primer plano, manteniendo cierta naturalidad coloquial, así como una sensación de intimidad. Después de todo, es la historia de una familia, no pretende ser más que eso, pero una familia es siempre víctima de su entorno psicológico, político, social, geográfico, etcétera. A veces basta con el contexto en que se enuncia una situación para desentrañar el significado (o significados). Del contexto emanan connotaciones determinadas, “códigos de contexto”, diría Umberto Eco en su Tratado de Semiótica General. Así como también se definen ciertos códigos de circunstancia, en dependencia de si los diversos elementos de la idea pueden englobarse dentro de un mismo fondo semiótico. Si pueden extraerse del semema unidades culturales (de significado sobreentendido por la cultura popular), entonces es aplicable como herramienta decodificadora.[4] Usaremos el conocimiento de estos presupuestos teóricos para nuestra propuesta, ya que el simbolismo en la obra es recurrente (por ejemplo “el ventilador” es un personaje mudo, que subordina a Luz Marina). Aquí se adjunta un fragmento del primer acto donde la familia discute una posible salida a sus problemas ganando la lotería:
Ana: Hija, tenemos muy mala suerte. En esta casa todo sale mal. Y no es de ahora, ni de diez años a esta fecha, ha sido de toda la vida.
Ángel: Con lo único que he tenido suerte es con el dominó.
Luz Marina: Se ve… Eres millonario. No hay más que mirarte.
Oscar: Dominado por el Dominó.
Ángel: Y tú… dominado por la poesía. (Pausa) Y ésta… por un ventilador.[5]
Destacan símbolos como “la casa”, que pudiera referirse a la Isla en sí. Al situar la temporalidad de forma indefinida en el pasado se podría obtener una lectura simbólica de una Cuba en crisis desde hace muchísimo tiempo en su historia, ya sea por los intentos no concluidos para una liberación nacional, o por otros motivos relacionados. “Dominado por la poesía” es la lectura de un Oscar que se encuentra cegado por la utopía, por lo bello. Podría encerrar el concepto mismo de lo poético, debido también a las características de este personaje en concreto. Entonces llega el susodicho ventilador a pisar la escena nuevamente. Aquí nos detenemos, pues el elemento ventilador viene también acompañando al elemento calor y al elemento “idea fija”:
Luz Marina: (…) Pero no estoy en París, estoy en la Habana donde todo quema. (…)[6]
Diría Luz Marina en el cuadro primero a su hermano Oscar, mientras fantasean con salir del calor del trópico:
Luz Marina: ¿Hay algo en perspectiva que cambiaría la miseria por la opulencia, el aire caliente por el aire frío?
En una entrevista realizada a Virgilio Piñera por Carlos Espinosa este expresaría la idea de este símbolo desde su categoría de autor:
Luz Marina es un personaje dominado por una obsesión: Tener un ventilador. ¿Y por qué? Porque sufre los grandes calores. Ahora, ¿qué hay en el fondo de esa idea, aparte de lo literal? Luz Marina es una persona alienada ante una sociedad de consumo. El tener un ventilador en un país altamente subdesarrollado era la idea de muchísimos cubanos, que no se percataban de que, aunque lograran poseer el aparato, no por eso saldrían del subdesarrollo. Así, pues, se trataba de un escapismo que lindaba a su vez con lo ridículo y lo patético. Ahora, si ampliamos la idea de Luz Marina al resto de la familia y la conjugamos al resto de la familia cubana, vemos que el medio social cubano vivía obsedido por la sociedad de consumo en una sociedad no desarrollada y que no podía tener cubiertas todas sus necesidades. Pues bien, toda esta pieza gira alrededor de ese ventilador.[7]
El tratamiento constante de este calor-ventilador-idea fija presupone un cambio de estatus; una transformación que, a modo de símbolo, incide en la toma de conciencia de una alternativa a una nueva estructuración social desde el tópico casa.
Considerar al personaje dramático en relación con el significado de la obra supone ubicarse en la transición misma del análisis al comentario y reconocer los posibles valores simbólicos, ideológicos, en definitiva, semánticos, que soporta (o no) como una carga adicional, más allá de su estricto contenido representativo; esto es, indagar qué significa, además de a quién representa, tal o cual personaje.
En un sentido muy amplio es difícil que los personajes de cualquier obra “vivan” totalmente de espaldas al mundo de la significación. Directa o indirectamente debe guardar con esta alguna relación, pues hasta la obra más frívola o intrascendente contiene una idea de la realidad, un modelo del mundo, según Loman, en La Estructura del Texto Artístico, el tipo de imagen del mundo, el tipo de argumento y el tipo de personaje, se hayan recíprocamente condicionados. [8] En cambio, ello no implica dificultad en el análisis. Se pueden distinguir dos orientaciones contrapuestas en la producción teatral. Así, la significación –si se quiere ideológica- se erige desde una subordinación que permite otras subordinaciones colaterales. De tal forma, las “funciones semánticas” de los personajes dan cuenta de mayor visibilidad. En términos generales, puede establecerse para el personaje en relación con el significado, la misma categorización que para el espacio y el tiempo, esto es, la distinción entre personaje neutralizado en cuanto a la significación y personaje semantizado, o sea, cargado de significado en diferente grado, hasta el máximo que corresponde al personaje tematizado, cuya significación coincide con el tema de la obra.[9]
Por ejemplo, el personaje de Oscar, que encarna al propio autor, es calmado, risueño, y vive abstraído en la idea de ser escritor. Para ello tiene que luchar con una serie de factores que constantemente se lo impiden, o al menos vuelven escabroso el camino. Uno de estos es la presión constante de la familia, para la cual él solo es un parásito social. Solo su hermana lo apoya y aporta dinero para sus libros.
Oscar: El poeta y el parásito social no son excluyentes, encantado si alimentas mi parasitismo.[10]
En este punto es importante detenerse, pues es conocido que, en la época, el hacer arte era muy complejo y prácticamente independiente, pues el Estado no tenía instituciones que ampararan al escritor, ni al artista en general. En el diálogo esto se refleja con Oscar pidiendo dinero constantemente a la familia para poder publicar sus libros. Se reafirma la auto-ficción en el siguiente testimonio de Luisa, la hermana de Virgilio.
Yo venía con regularidad a la Habana y siempre fui una de las primeras en leer las publicaciones de mi hermano (…). Las Editó mediante suscripciones populares, ya que apoyo oficial nunca recibió. Mamuma aportó un poco, yo contribuí también y así. Humberto fue el único que se negó. Él siempre fue implacable con Virgilio. Jamás le concedió valor a su obra y constantemente le echó en cara que no trabajase.[11]
Luz Marina es la heroína griega y trágica de la obra. Es la que guía toda la historia por el hilo conductor simbólico del calor. Según una entrevista a la hermana de Virgilio, Luisa, esta expone que Luz Marina es la encarnación de una experiencia personal que escenificó con el dramaturgo en la vida real. Aclara que sus opiniones respecto a la pintura moderna distan con el texto de Luz: (No me gusta la pintura modernista, hoy en día cualquiera puede ser pintor), y expresa que ella conocía muy bien esta, sin embargo, anota algo posteriormente a ello: “(…) No sé por qué puso eso… [o sea, lo de la pintura modernista] (…) En cambio, no nombra para nada mis simpatías por las ideas revolucionarias. Pablo y yo llegamos a guardar en nuestra casa propaganda del 26 de julio. Algún día voy a escribir eso en un libro…”[12] Lo que creemos que Luisa no entiende es que ese libro ya está escrito, y es precisamente Aire Frío, y esas simpatías no son otra cosa que el deseado ventilador de Luz Marina, con sus mil revoluciones por segundo. Sin embargo, nótese que Aire Frío no es una alegoría, los símbolos que tiene varían y se modifican hasta convertirse, de hecho, en la realidad misma. De ella solo mencionaremos uno de sus parlamentos con Oscar; este vuelve de Argentina, mientras le cuenta un percance que tuvo con su madre, conflicto causante de que saliera a buscarse un esposo y cómo fue que finalmente llegó a casarse. Cuando Oscar le pregunta si es feliz ella le responde que las cosas han cambiado, pero siguen igual.
Oscar: Es el mismo perro con diferente collar.
Luz Marina: El mismo Collar, con diferente perro.[13]
En ese parlamento se nota el desarrollo del personaje de Luz. Ella se mantiene estática, prácticamente inamovible durante la obra. Sigue cosiendo, sigue siendo la que mantiene la familia, solo que ahora tiene esposo, pero sigue con todas sus mismas obligaciones hasta que se pone el punto final.
Es importante volver a Aire Frío, pues es una obra que sigue marcando actualmente el teatro y ¿por qué no? la literatura cubana actual en general. Por su significación novedosa a nivel teórico, así como porque los temas que trata, no han muerto.
Índice referencial.
1. Aire Frío, Pragram, Escena Cubana, año 1, N0 3, La Habana, noviembre, 1959. Pp.6
2. Piñera, Virgilio, “Preámbulo a Aire Frío”. En: Anibal Alonso, Carlos; y Argüelles Acosta, Pablo (comp). Virgilio Piñera, al borde de la ficción. Tomo ll. Editorial UH, La Habana, 2015, pp. 536- 537.
3. Piñera, Virgilio. “Piñera Teatral”. En: Lunes de Revolución, (cfr. Lunes de Revolución, no 52 y 53, la Habana, 1960. pp. 10- 11 y 18- 19.
4. Eco, Umberto. Tratado de Semiótica General. Editorial Mondadori, México, 2005. pp. 176- 179.
5. Piñera, Virgilio. Teatro Completo. Ediciones Revolución, La Habana 1960. p.165.
6. Piñera, Virgilio. Teatro Completo. Ed. Cit. p. 152.
7. Espinosa, Carlos. Virgilio Piñera, en persona. Ediciones UNIÓN, La Habana, 2011.
8. Lotman, Yuri. Estructura del texto artístico. Editorial Itsmo, Madrid, 1970.
9. García Barrientos, José Luis. Cómo se comenta una obra de teatro. Ediciones Alarcos. 2015. p. 173.
10. Piñera, Virgilio. Teatro Completo. Ed. Cit. p. 158.
11. Espinosa, Carlos. Virgilio Piñera en Persona. Ed. Cit. pp. 96- 97.
12. Espinosa, Carlos. Virgilio Piñera, en persona. Ed. Cit. Pp. 239.
13. Piñera, Virgilio. Teatro Completo. Ed. Cit. p. 208.