La ambigüedad y la unidad en: Un mundo feliz, Galería Habana.

La Jeringa
5 min readMay 23, 2024

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Por: Ronaldo Hinojosa Valdés

La construcción de Un mundo feliz resulta un proceso arduo de constantes renovaciones y enfrentamientos a las abversidades, con el propósito de alcanzar la meta tan ansiada que conlleva su afirmación. La muestra inaugurada el 24 de abril, en Galería Habana, refleja la certera complicidad con la afirmación, en un título que connota la referencia clara a la obra homónima de Aldous Huxley. El afán de reunir a 13 artistas cubanos contemporáneos en el espacio corresponde a la intención de presentarlos y darles la bienvenida, como parte del estrecho vínculo que supondrá su integración futura. Con un discurso marcado por los fenómenos contemporáneos de carácter nacional e internacional, la exposición construye nuevas resonancias simbólicas en un contexto convulso similar al período entreguerras, en el cual los embates de las nuevas tecnologías y la influencia del poder sobre el ser humano, han derivado en una concepción ilusoria hacia el futuro, mediante una mirada crítica y reflexiva.

Cortesía: Equipo de producción de Galería Habana

Inicialmente no se pretendía un enfoque curatorial para con la muestra, pero luego del proceso de selección de obras, emergió un denominador común en todas: la ambigüedad como medio por excelencia del lenguaje poético en representaciones que anticipan un fenómeno presto a ocurrir.

El recorrido visual comienza con dos obras pictóricas que comparten el motivo citadino en su representación, ambientada en la década de los años 50: “Estromboli y “El último desayuno”, ambas de la autoría de Douglas Pérez. La primera recrea la zona de La Rampa, desde una perspectiva frontal, en conjunto con un personaje construido a partir de un animal personificado similar a un diablito. Este último elemento, en complicidad con el título alusivo al volcán en dicha isla, connota la premonición hacia el evento futuro. En tanto, la segunda muestra una vista del Parque de la Fraternidad, en la cual destaca la aparición de un buque al interior de la pieza.

Sobresalen, en el apartado siguiente, las creaciones de los artistas Daylene Rodríguez y Harold López, ambos con obras singulares que comparten la temática de la soledad, a pesar de contrastar visualmente unas con otras. En el caso de Daylene nos presenta la serie “Aliento de Cenizas”, que desde la mirada psicologíca de su lente, capta en primeros planos los retratos de ancianos en blanco y negro, cuyas cenizas se visualizan en la incorporación de fragmentos de cristales rotos en consonancia con la expresión del rostro, claro asomo hacia la muerte ya cercana. Ciertamente, en este conjunto se pone de relieve una de las problemáticas de nuestra sociedad, por lo que la artista enfatiza una visión hacia el aliento de esperanza para con estos individuos. En tanto, la obra de Harold versa sobre el mundo interior a partir de la visión de su perra en espacios fríos, bañados por pinceladas amplias y sueltas de tonos azules y verdes, que apelan a la reflexión desde la contemplación de las mismas.

Las áreas subsiguientes abarcan la conjunción de obras con distintos soportes desde la fotografía, en el caso de Antonio Gómez Margolles con su serie “Fantasías y desilusiones” cuyo título nos sugiere las distintas imágenes polisémicas que nos presenta; pasando luego por la obra de Lianet Martínez con una pieza escultórica de hierro y diferentes técnicas en su interior, concebida para la exposición, que versa sobre su condición de mujer, a partir de símbolos como los dos escudos en forman de alas; el vídeo performance de Katiuska Saavedra, con un discurso ambiguo sobre el lenguaje del arte desde la distancia del espectador; hasta llegar al soporte tradicional en tela, está vez desde el tratamiento con el pincel de Ángel Ricardo Ríos, desde la deconstrucción plástica del título que propone con un enfoque realista; Alexis Esquivel con la alegoría hacia la condición primitiva de la nuestra Isla; y Alejandro Gómez Cangas con “Un pantano feliz”, que en palabras de la curadora Dannys Montes de Oca, figura como inspiración para el título de la muestra.

Finalmente, completan la exposición las obras de los artistas: Monik Molinet con la rosa como leitmotiv que crea un hilo conductor entre los vídeos performance y las imágenes impresas; Harold Vázquez y dos piezas de su serie “El todo es más que la suma de sus partes”, las cuales representan a Félix González Torres y Ana Mendieta en composiciones a la manera de las postales como souvenirs, que completan la silueta de los retratos realizados con granos sal; William Acosta y el diálogo de sus dos lienzos, reflejo de la búsqueda de un mundo ideal en el llamado “sueño americano”: el primero, construido a partir de planos de realidades superpuestas de la sociedad estadounidense, y el segundo, ilustrado desde la trayectoria del emigrante; y por último Vicente Hernández y su retrato en la distancia de Manhattan, cuya estética denota su manera de creación, que enaltece su raíz intrínseca en la zona de Batabanó, en una declaración de identidad dentro de la civilización del espectáculo.

En resumen, Un mundo feliz es el resultado de la agrupación de virtudes de cada de uno de los artistas y del equipo de Galería Habana, que en mutuo acuerdo sintetizan el contexto de incertidumbre en el cual nos situamos. La invitación se mantiene vigente, hasta el mes de junio, para asistir al espacio y vislumbrar las creaciones desde la certidumbre que suscita el hecho artístico.

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