La calle desierta
Por: Samuel Delgado Rizo
Diseño por: Radio88
Una calle desierta carece de cielo, de señales de tránsito ¡Carente de todo recuerdo luminoso! Arcana sensación. Una calle en la que alguna vez todos sus inquilinos pintaban las cubiertas de las casas de un mismo color: rojo. Todos ahora adoquinan sus ventanas atrincherándose de la alegría; limitándose solo al frío y al pútrido pesar de vivir callados.
Este lugar no tiene niños pintando paredes con crayolas, ni jugando en una rayuela, ni llorando. Simplemente no existen. Han decidido marcharse, quién sabe a dónde; no interesa. Solo quedan unos pocos, pero no resaltan; los padres se han encargado de bloquearlos para que a la hora del conflicto preparado no habite su espíritu. Ellos compran aparatos de algo llamado lo último en tecnología. ¿Quién sabe qué es? Al perecer les resulta, pues no se escuchan ruidos. No se siente ni la naturaleza y me pregunto - ¿qué hacen los padres? - silencio y versan a los hijos en igual materia.
Se acerca una caravana ¿Será? ¿Será por casualidad quienes vendrán a empezar el conflicto? ¿O... quizás a terminarlo? No está claro, pero ya llegan y, de sorpresa, es el nuevo Jefe del Ayuntamiento del pueblo de la calle del silencio. De pronto, una multitud ausente a la existencia sale a la calle. No hay peligro y ellos lo saben.
Comienza el discurso del señor, están hipnotizados, y él solo dice: nada cambiará. Seguiremos haciendo silencio y, si los hijos quieren hacer ruido, ya saben: ¡nuevas tecnologías! Que silencio más aclamador el de los padres al escuchar este emotivo y conmovedor manifiesto -El Manifiesto de la Paz Muda-. No existen contradicciones, el pueblo está conforme. A veces, no sé si se alimenten de silencio o si aman estar ausentes.
Sin más que acotar todos regresan a sus casas; el barrio seguirá igual de unido con las cubiertas pintadas de un carmelita -color chicharrón zocato, medio rancio-. Los hijos que intenten hacer ruido seguirán marchándose y los que no pues... ¡nuevas tecnologías! Así todo transcurrirá muy cordial y productivamente silencioso, donde los mayores ubican todas las cosas en planos secundarios ¡Eso! Muchos planos secundarios, porque en uno solo es imposible ubicar las otras cosas.
Pero hay un pequeño defecto en las nuevas tecnologías y los padres no lo saben: se han quedado sin hijos para hacer silencio. Los que no se marcharon también han desaparecido. Quizás sea un problema menos... Sí, ¡quizás! Creo que los padres algún día morirán y la calle desierta tal vez deje de ser calle.