La cámara voyeur de Yamil Orlando Jiménez.

La Jeringa
10 min readJan 12, 2023

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Por: Flavia Valladares Más

Para Yamil Orlando Jiménez (Punta Arenas, Costa Rica, 1995) -recién egresado de la Universidad de las Artes (ISA)- la cámara de video es un artefacto tecnológico con la cual interactúa socialmente, toda vez que registra el material visual requerido para hacer su arte. La suya es una poética que discurre en temas medulares de nuestra realidad insular y que, por su puesto, le atañen como persona y ser social. La migración ha sido un tópico al cual acude para reflexionar sobre su propia existencia y los “ires y venires” que lo han marcado en sus apenas 27 años.

Entendido en su morfología rizomática -este fenómeno- atraviesa otros asuntos como la identidad -a nivel personal y colectivo-, los procesos de (de)construcción de la memoria, los imaginarios sociales, y la cultura toda. A su vez, como agudo espectador de la realidad que lo rodea, a Yamil, también le resulta sumamente sugestivo captar cada una de sus señales, especialmente, todo lo que tiene que ver con las relaciones humanas. Su cámara ha penetrado muchos de los sucesos -por intrascendentes que parezcan- acaecidos en una Cuba pospandémica. De tal suerte, ha creado microrrelatos visuales que, me atrevo a intuir, habrá que revisitar dentro de algún tiempo cuando –como generación- nos veamos en la imperiosa necesidad de rememorar estos últimos años.

Imagino que existe mucho material grabado que Yamil no nos ha mostrado, y Rec, proyecto expositivo de culminación de estudios, resulta un botón de muestra de lo que es, y lo que puede llegar a ser la obra de este joven creador. Estudioso compulsivo de la videocreación y el cine -nacional e internacional-, así como portador de un abolengo cultural que le precede, Yamil es poseedor de una perspicaz mirada que, ubicada en el “aquí y ahora”, fisura cualquier axioma.
Sin pretender buscar o representar “verdades”, su obra pareciese tener la vocación de dar “voz” al sujeto común, cual desenfadado acto conversacional. En ese intersticio podemos encontrar un potencial, aun en ciernes, que elude grandes metarrelatos, consignas vacuas o posturas polarizadas que aprecian el mundo desde un prisma carente de matices. Sin pretensión de novedad alguna, su cámara graba, se complace en grabar(nos) -y lo continuará haciendo- para de esta forma, perpetuar(nos) a la posteridad.

El proyecto expositivo Rec, es resultado de tu ejercicio de culminación de estudios en Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad de las Artes (ISA). ¿qué zona de tu producción recoge el proyecto?

Esta exposición parte de la idea de relatar los disímiles procesos vividos a lo largo de estos últimos diez años que estuve residiendo y estudiando arte en Cuba. La primera obra -Construir la Nostalgia- es del 2018, y es la versión final de una serie iniciada en el 2015. Responde al igual que Me and My others Selves (2019) a intereses enfocados en la migración y los procesos que había vivido al desplazarme desde Costa Rica a Italia y, más tarde a Cuba, tierra natal de mi mamá.

A partir del 2020 inicié un nuevo proceso que va más allá de ver la migración como un rizoma en la sociedad que, a su vez, desemboca en otros tópicos. Me interesó analizar otros temas, en especial el contexto y las dinámicas que nos definen como individuos. Debido a la crisis económica generada por la pandemia y, a nivel periférico, por políticas agresivas insulares y extra insulares, me vi obligado a incorporar conceptos que mi estatus de bienestar económico no me dejaban ver antes, dígase comúnmente “la lucha”, el acto de “resolver” como decimos comúnmente en el habla popular y cotidiano. Esta segunda parte de mi investigación al igual que la primera, se genera a partir de sucesos personales relacionados con mi vida íntima, para luego plasmarlos en obras que puedan generar puntos en común con los espectadores.

¿Por qué te interesa la videocreación? ¿Cuáles son tus referentes estéticos, nacionales e internacionales?

Me interesa particularmente la videocreación porque es un medio que da la sensación de no tener artilugios. Digo “da la sensación”, porque un plano se compone de imágenes grabadas e imágenes excluidas, y ello depende de la intención del artista. Por lo tanto, la asumo como un soporte idóneo para fabricar mis realidades y visiones, que pueden diferir de otros relatos, quizás, más oficialistas. A nivel general, puedo hablar de Adrián Paci artista albanés el cual emigró a Italia y tiene una sólida obra que estudia los fenómenos migratorios. Naomi Kawase en su trilogía ópera prima de video documentales, donde grababa y descubría a su propia familia, logrando anular las barreras que impone la cámara frente a un entrevistado. Otro director importante es Nikita Mikailkov, actor y director, creador de Quemados por el Sol I y II, aunque me interesa particularmente de su producción la película Ana, en la cual entrevista a su hija una vez al año desde que tiene la capacidad de hablar hasta los 18. Con ello demuestra cómo el pensar y la capacidad reflexiva de la niña es un reflejo de los propios cambios socio-políticos que acontecían en el antiguo campo soviético.

Sin embargo, es, precisamente, en Guillén Landrián y Sara Gómez que encuentro los primeros referentes estéticos y conceptuales dentro de la videocreación en Cuba. Dos realizadores que trabajaron para sacar a la luz las contradicciones de un naciente proceso revolucionario. Siempre dentro del panorama cubano más contemporáneo –y aunque no se dediquen precisamente a la videocreación-, no puedo dejar de mencionar a los artistas salidos de la Cátedra de Arte Conducta liderada por Tania Bruguera, dígase Javier Castro, Celia y Yunior, Grethell Rásua (que tuve la suerte tener como profesora en el 4to año de la Academia en 2015), entre otros.

Algunos temas como la migración, la identidad y el contexto político-cultural contemporáneo de nuestro país están presentes en la muestra. ¿Qué relevancia le confieres a dichos tópicos dentro de la idea curatorial?

Creo que los que has mencionados son tópicos que son intrínsecos al ser humano desde el inicio de la civilización. Cambian las maneras de tratarlos, pero en la base siguen siendo los mismos temas. Me viene a la mente la poética aristotélica, un manual de cómo construir una historia, un modelo clásico griego que hoy en día se sigue empleando. Antes te hablé de Adrián Paci un artista que emigró a Italia y su obra se sustenta mayormente sobre la migración, pero su migración nada tiene que ver conmigo. Otro ejemplo es Fayad Jamis quien no nació en Cuba y su obra, incluso, se aleja del proceso migratorio o los centenas de artistas cubanos que han hecho y hacen obra sobre la migración desde el punto de vista del que se queda. El tema abordado puede ser el mismo, pero son las particularidades del artista las que modelan la diversidad.

Dejando, tal vez, de un lado las connotaciones sexuales del vouyerismo, crees que tu cámara es una cámara vouyeur? ¿Qué te motiva a tomar videos en los cuales, la mayor parte de las veces, las personas no se percatan de que están siendo filmadas?

Esto parte del hecho de que soy un tipo de persona que antes de hablar prefiero escuchar. Lo mismo me sucede con la cámara. Me resulta más rico captar momentos que construirlos, a tal punto que a veces quisiera que mi cámara fuera la extensión de mis ojos. Me sucede que estoy viendo o viviendo un momento y no dejo de pensar en lo increíble que sería grabarlo.

La cámara oculta es un mecanismo para anular el peso que ejerce una cámara frente a un entrevistado. Cuando un individuo no sabe que está siendo grabado, es él mismo y el grado de complicidad que tiene contigo hace que abarque determinados temas. En la academia, a propósito de esto, recuerdo una obra de José Manuel Mesías que pasó de “boca en boca”, en la cual él grababa solo el audio de sus amigos, y luego los grababa frente a cámara y mostraba la diferencia.

Este recurso me trae consigo un conflicto enorme a nivel relacional con las personas que me conocen, aunque, el otro día -durante la vigilia de navidad- entre mis parientes había quienes querían que sacara la cámara y grabara para luego salir en uno de mis videos, mientras otros se alejaban por el recelo que les causaba salir en los mismos.

Recuerdo que el día de la inauguración a propósito de las palabras al catálogo de la curadora Laritza Suárez del Villar, algunos espectadores estaban inquietos porque no sabían si estaban siendo grabados. ¿Cómo enfrentas este tipo de cámara desde el punto de vista ético?

Quisiera empezar diciendo que la idea de Laritza fue maravillosa, como lo fue, ya hablando del apartado teórico de la tesis, la de dejar los italianismos sin corregir. En cuanto me enseñó el primer esbozo del texto, le dije que había creado una obra más para la muestra y no es menos cierto, el ambiente general de la expo hizo suponer a muchos que estaban creados los medios para que se estuviera grabando. Esto me pareció interesante pues se apreciaba un contraste con los videos que mostraban a personas que no saben que están siendo grabadas.

En esta contemporaneidad tan visual y fugaz, creo que no somos dueños de nuestra propia imagen. Si bien existen leyes que tutelen nuestra privacidad, basta con desenfocar un rosto y posees el cuerpo y las palabras del retratado frente a cámara. Esto me lleva a estar constantemente en una balanza de lo ético y lo no ético, de escuchar cosas interesantes y no grabarlas por el daño que estas supondrían y viceversa. Aunque nunca pido permiso para grabar, mis retratados son siempre los primeros que ven las obras terminadas y los primeros que emiten un juicio sobre las mismas; de modo que en Rec no llegó nadie sin saber que su imagen iba a estar ahí. En el caso de Relatos de un Ciervo es algo más complejo pues se trataba en su mayoría de desconocidos y ateniéndome a las nuevas leyes de privacidad opté por robarles los movimientos y sonidos, pero dejarlos en el anonimato.

¿Qué rol desempeñó la tecnología en la exposición? ¿Por qué el interés de crear todo un artilugio tecnológico, incluso con una presentación virtual en 3D? ¿Qué significado tiene esto para ti, en una sociedad como la nuestra?

En Cuba la mayoría de las veces la precariedad somete al video a ser reproducido en cualquier soporte disponible, y vemos como videos que ameritarian ser proyectados en grandes dimensiones, son emitidos a través de un televisor o tablet. Por ello una exposición de obras en video requiere el apoyo de un centro que posea los medios tecnológicos adecuados para que las obras puedan visualizarse mejor; de lo contrario, es necesario hacer malabares y sacrificios para conseguir los medios necesarios.

En este sentido Rec fue posible gracias al trabajo de su curadora Laritza Suárez del Villar Suárez con todo el trabajo de gestión y organización y a Massiel Arbona Fernández por acercarnos al centro Habana Espacios Creativos desde la Oficina del Historiador y guiarnos a través de todos los pasos que hubo que dar. Esta muestra pudo ser expuesta en Habana Espacios Creativos al ser uno de los pocos centros en Cuba dotado del equipamiento necesario para una exposición de video. Aprovecho también este foro para agradecer al equipo del centro con el que hicimos una excelente química de trabajo.
Por otro lado, cuando se hace una exposición de video es necesario crear una armonía entre las obras, tener en cuenta los balances de audio y que las proyecciones no se estorben entre sí. Se trató de crear micro espacios entre una obra y la otra, para que los espectadores pudiesen acomodarse y visualizarlas por separado. La naturaleza de cada pieza dictó el soporte tecnológico que necesitaba, Trópico, por ejemplo, al ser una obra que pretendía crear una realidad decadente a través de la cual se hiperboliza la crisis de hoy en día, concebí que el medio idóneo era el video en 360 grados. Es decir, creé una experiencia semi-inmersiva donde el espectador tenía un lugar en su totalidad.

¿Cómo valoras la participación del público? ¿Crees que se logró la interacción deseada?

Tengo que admitir que antes de la inauguración tenía un gran temor de que el público no acogiera bien mis obras, que se me acusara de estar descubriendo lo ya descubierto, cuando en realidad no lo estaba haciendo. Sin embargo, obtuve una retroalimentación muy positiva. Para mí la obra de arte no se cierra hasta que no es vista por el público y, creo, que la interacción entre artista y espectador es algo sumamente provechoso. Por esta razón, durante las inauguraciones le doy mucha importancia a conversar con las personas, a observar sus reacciones y a escuchar opiniones o sugerencias.
Un dato curioso: en la inauguración de Rec mientras hablaba con una de las espectadoras, esta me comentó que ella también había recibido las llamadas de Trópico, y por tanto, al momento pudo reconocer la voz de la señora. Trópico es una obra que deja incertidumbre entre el público sobre si es un artificio creado por mí o si verdaderamente es algo que documenté. Hasta que uno no somete sus obras a la palestra pública y es partícipe de estos intercambios. Con Babilonia pasó que la gente se quedaba atónita y, el temor que tenía al rechazo se convirtió en una agradable estupefacción al ver que los espectadores se sentían identificados con las palabras del video. Esto nos enseña que la obra de arte es un ciclo y dentro de este ciclo no se puede olvidar la interacción con el público. Así nos lo ha enseñado la Historia del arte.

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