“(…) La materialización de una nueva manera de pensar.”
Por: Hilberto Nistal Zaldívar
La arquitectura tiene como una de sus metas hallar una óptima repartición de los espacios, pero también debe responder a las necesidades estéticas de su tiempo. Juzgando con esas medidas es fácil notar cierto incumplimiento a estas necesidades en la arquitectura cubana, amén de periodos más destacables que otros. Por satisfacer con los requerimientos espaciales y estéticos de su tiempo, el arquitecto Fernando Salinas ha logrado dejar una huella importante en la arquitectura insular.
“¡Alzándose entre la confusión, el caos, la indiferencia, el verdadero, sereno y majestuoso Árbol de nuestra propia arquitectura, la materialización de una nueva manera de pensar!”[1]
Este fragmento condensa el pensamiento del arquitecto Fernando Salinas González de Mendive (1930–1992), destacado proyectista, teórico y docente de la arquitectura cubana de la segunda mitad del siglo XX. Se inició en la creación arquitectónica en la oficina que dirigió entre 1955 y 1959 junto a Raúl González Romero (1932). De su trabajo combinado surgieron las relevantes casas de Juan Salinas (1958) e Higinio Miguel (1958), el edificio de apartamentos Vilató al fondo de una manzana situada en la Avenida Paseo entre las calles 5 y Calzada, de El Vedado y en 1958 la remodelación y ampliación en un segundo nivel del edifico de apartamentos Prieto, ubicado en la Calzada de Luyanó esquina calle Teresa Blanco.
La primera obra construida de Fernando Salinas, luego de 1959, fue el conjunto habitacional de Tallapiedra, entre 1961 y 1962. Este se hizo para dotar de mejores viviendas a las familias que habitaban las cuarterías entre las calles Águila, Revillagigedo, Puerta Cerrada y la Avenida del Puerto; en el barrio de Jesús María, Habana Vieja. Por lo tanto, fue necesario demoler las antiguas estructuras que se encontraban en pésimo estado.
“La radicalidad de esta propuesta era coherente con el pensamiento irrespetuoso acerca la ciudad tradicional que se tenía en ese entonces. A pesar de romper con la trama preexistente, logró, sin embargo, la continuidad del espacio urbano, y creó interesantes perspectivas que jugaron con la refinada imagen de la imponente fábrica de la central termoeléctrica.”[2]
Este proyecto arquitectónico, único en el país, está compuesto por seis bloques curvos que se articulan alrededor de espacios cóncavos, idóneos para la interacción social. Son precisamente estos espacios con forma de pétalos uno de los elementos más originales de la arquitectura moderna cubana. Nos remiten inmediatamente a la obsesión del arquitecto por la naturaleza y sobre todo por el componente vegetal, fomentado en los viajes a centrales cubanos junto a su padre el ingeniero azucarero Juan Gonzalo Salinas García.
Mas la asimilación por la flora no se quedó en la forma, sino que llegó hasta el contenido de las estructuras: “los senderos se convierten en escalinatas que se transforman en bancos corridos y estos en los muros de las jardineras, asumiendo los cambios de la topografía. Con el mismo lenguaje aparecen espejos de agua que aluden a hojas, flores y frutos, mientras que todo este sistema queda ordenado por los tres grandes pétalos que crean los edificios.”[3]
Para demostrar la relevancia de este conjunto habitacional, que supuso una vivienda digna para cientos de familias, se utiliza material gráfico que recoge gran parte del proceso de transformación arquitectónica y social de Tallapiedra hasta la actualidad.
Referencias
Muñoz-Hernández, Ruslan. 2019. La vivienda social desarrollada por el Ministerio de Obras Públicas en La Habana (1960–1964). La Habana: Universidad Tecnológica de La Habana “José Antonio Echeverría”.
Pérez Velázquez, Julio Cesar. 2018. «La naturaleza en la obra de Fernando Salinas .» Arquitectura y Urbanismo 32–50.
Notas
[1] Pág. 93. México, 1994: Carta de Fernando Salinas a Franco Albini
[2] (Muñoz-Hernández 2019)
[3] (Pérez Velázquez 2018)