La noche es el manicomio de las plantas. Sobre el Purgatorio de Raúl Zurita
Por: José Ángel Pérez
apuro e disposto a salire alle stelle
Dante, Purgatorio
Dante escribe: «y cantaré a la tierra purgadora/ del alma humana, que hacia el cielo es vía/ de la que se hace de él merecedora». Un canto semejante es el de Zurita, reescritura tal vez del florentino, que vuelve a meditar la articulación de infierno y paraíso, de tierra y cielo. Pero no lo hace ya según la jerarquía medieval que determina un lugar a cada individuo en el sistema universal y dibuja nítidamente un camino de ascenso hacia Dios, sino en el escenario moderno y posmoderno de la ausencia divina, la desarticulación del sujeto, la crisis de las filosofías de la historia y de la poesía en sí misma.
Purgatorio enuncia, y esa máxima recorre toda su obra posterior, que el paraíso debe ser construido, y que es posible. En medio de la dictadura chilena, y después de Auschwitz, el poeta — en respuesta a la famosa interrogante de Adorno — ratifica la posibilidad y necesidad de la poesía. «Yo trabajo en la obra del Paraíso», dice refiriéndose a su obra poética pero también a su propia vida. Dueño de una voz revolucionaria autónoma, escribe: «cuando podamos rediseñar nuestros trabajos y por ende romper con cualquier obligación al servilismo físico o mental, todos –muertos y vivos– podremos por fin, con el producto de nuestra práctica aquí –no con nuestro desvarío– revertir nuestras carencias y por ende corregir el cielo. Ese es el camino de mi vida». Es ese el discursar poético de Purgatorio, el de «corregir el cielo» también mediante la afirmación de «nuestro derecho a un trabajo en la belleza. Esa es finalmente la teoría del sueño del Paraíso».
Exploremos esas ideas en la sección «Domingo en la mañana», que ensaya los registros de una revelación: «vi a Dios» (p. 21). El poema inicial es una breve estrofa de tres versos; en el primero leemos: «Me amanezco». Verso en el que la estructura reflexiva propone un «Me amanezco» a mi mismo en el que el sujeto se presenta obstáculo de su propio ser. La mañana supone un comienzo, la continuación de un ciclo pero a la vez una superación, de la noche. Ante el percance violento, «se ha roto una columna» (p.15), «Me he aborrecido» (p. 16), «Destrocé mi cara» (p. 17), se coloca la revelación y la aceptación de sí, se superponen, «besé mis piernas» (p. 16), «Te amo -me dije» (p.17), «vi a Dios» (p.21). La búsqueda de la identidad se sacude ante la experiencia mística, enlazada por supuesto a la violencia autoinfligida, el sujeto lírico se llama a sí mismo «Santa», «iluminada», «inmaculada». Es el dolor el que redime, es el dolor la forma en que se presenta Dios y limpia de pecados. En ese sentido el purgatorio no difiere demasiado del infierno, es también un lugar de sufrimiento, pero promete una recompensa.
El poema XXII conjuga el narcisismo del cuerpo con la violencia, «Destrocé mi cara tremenda/ frente al espejo/ te amo — me dije — te amo» (p.17), en un convincente transfigurarse de la insistencia en el ser, de la concreción de la identidad, en una experiencia autodestructiva. El poema XXXVIII anuncia ya la llegada de la noche, los ciclos naturales continúan y la locura dictada socialmente se explicita: «La noche es el manicomio de las plantas» (p.18). Es ese un fragmento de extrema belleza, el sol alimenta a las plantas florecidas a «Zurita enamorado amigo [que] recoge el sol de la fotosíntesis» (p. 18) pero «desde la 7P.M. [demasiado temprano] ha empezado a anochecer» (Idem.). «LVII» explicita ya la falsedad de la revelación «creí ver a Buddha (…)/ pero Buddha eran los almohadones» (p. 19). Finalmente el poema epílogo, «C» insiste en la revelación, «con los mismos ojos de este vuelo» (p. 21).
Esta sección que hace dialogar a Dante con la materialidad actual del dolor, no en un purgatorio ultraterreno sino aquí y ahora, propone una nueva forma del misticismo, y del erotismo que lo acompaña. No abraza las fórmulas de lo sublime y excelso tradicionales, sino la desgarrada experiencia del enfermo, del que alucina, del drogadicto o del loco, del sexo que deja regusto a pecado y dolor.
Debe señalarse que de los cien poemas que propone la sección, los números van del I al C, solo doce aparece en el libro — doce fueron los discípulos de Cristo —. Los otros, existentes en su ausencia, sugeridos en las lagunas de la numeración, quedan para la experiencia del lector. Dibujan al comienzo del poemario, la presencia fulminante del silencio. Pero el silencio es un tejido particular en la obra de Zurita, si en Octavio Paz encontramos el silencio como una forma elocuente, como un elemento de la comunicación, en el chileno es todo lo contrario, ese océano insondable es mudo, «es una imposibilidad de decir», aunque no lo sea en la efectividad hermenéutica del poema. El silencio es la denuncia de lo real, allí donde lo real no puede escribirse.
En «El desierto de Atacama» se configura una fantástica visión del desierto elevado al cielo, como isla flotante, como Cristo. Esta parte concentra la metafísica transfiguración que invoca el purgatorio, la vida terrenal se eleva en un darse la vuelta celeste, en apoteosis. Es la transformación de la propia experiencia del dolor en una empresa colectiva de contrucción de lo nuevo, la que sacude la aridez del desierto de Atacama en estos poemas. El primero es desgarradoramente elocuente: del desierto, de su infinito desolado y estéril, en cruce con «las piernas abiertas de mi madre» (p. 32), imagen de la fecundidad, como El origen del mundo de Courbet, plegaria y a la vez invocación de lluvia que hace el infinito verde, fecundo. Los poemas sucesivos ensayan la imagen del desierto en ascenso, «suspendido en el aire» (p. 33) que poco a poco se transfigura y sustituye al cielo mismo, en el que estemos como estamos hoy en el desierto, en la tierra; junto a esa identificación que unifica en la geografía la nación, a sus pobladores, al individuo y al grupo humano, y finalmente al planeta todo y a toda la humanidad. Es en ese convertir nuestro lugar geográfico en Paraíso, en ese ascenso del desierto, volverse azul, donde la poesía y la labor humana se funden en la transformación del mundo real.
La transfiguración ocurrirá «Hasta que finalmente no haya cielo sino Desierto/ de Atacama y todos veamos entonces nuestras propias/ pampas fosforescentes carajas encumbrándose en/ el horizonte» (p. 33). Es la transfiguración celeste la protagónica en el tercer poema; la plegaria «en todo el mundo/ en toda la patria» (p. 35) en el cuarto; la omnipresencia del desierto, transfigurado o transportado por el viento y a la vez su exacta ubicación real, su necesaria fijeza, en el quinto; en el sexto la imagen caleidoscópica del desierto, la nación, ensaya el superponerse de los sueños, el forzamiento de los posibles que se inscriben en su aún todavía no ser sobre el ser, para, finalmente porque los lugares se han intercambiado, el desierto transmutado en cielo, «porque/ a cambio de Atacama ya se están extendiendo como/ un sueño los desiertos de nuestra propia quimera» (p. 37). Quedará finalmente desvanecido el desierto en el séptimo poema, colocado arriba en lugar del cielo, habremos contemplado el «Solitario Expirar del Desierto de Atacama» (p. 38).
Comenzamos así a repasar este primer libro de Raúl Zurita, que es hoy uno de los poeta más importantes de nuestra lengua. Ese breve poemario que colocaba una nota esencial en la orquesta lírica chilena y latinoamericana, exhibe aún su potencia inaugural y criterio programático. A medio camino entre Infierno y Paraíso, el purgatorio es el lugar donde aquellos que han ganado su admisión en el cielo purifican sus almas de los pecados terrenales: Se impone el viaje por la estricta geometría de este cuaderno en busca de un riguroso discurso lírico sobre «l’amor che move il sole e l’atre stelle».
Bibliografía
Santini, B. (2022). Entrevista al poeta chileno Raúl Zurita: «Todo poema, toda poesía, son pequeñas islas en el océano infinito del silencio» / Benoît Santini. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. (aquí)
Tarrab, A. (2022). Intertextualidad científica en «Purgatorio» de Raúl Zurita / Alejandro Tarrab. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. (aquí)
Zurita, R. (1979). Purgatorio. Editorial Universitaria.
Zurita, R. (2015). Tu vida rompiéndose (Antología) [Libro electrónico]. Lumen.
Zurita, R. (2016). Discurso de agradecimiento de Raúl Zurita. En Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Gobierno de Chile. (2016). Raúl Zurita. Ganador Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Gobierno de Chile. (aquí)