La poesía, el más irreal de los caminos

La Jeringa
6 min readAug 5, 2024

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Por: Reynel Cepero

Yanira Marimón Rodríguez es una poeta, narradora y editora cubana. Nació en Matanzas, hija de Miriam Rodríguez y Luis Marimón, destacado poeta de obra tan azarosa como su vida. Su bisabuela Amelia Vento también fue una poeta matancera de mediados del siglo XX.

Fotos: Cortesía de la autora

Yanira Marimón tiene publicados los poemarios La sombra infinita de los vencidos (Ediciones Aldabón, 2005), Contemplación vs acto (Ediciones Matanzas, 2009 y Editorial Capiro, 2009) ganador del “José Jacinto Milanés” auspiciado por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y del Premio Nacional de la Crítica Literaria en 2010, además de La fragmentada memoria (Editorial Letras Cubanas, 2017), así como las novelas infantiles Donde van a morir las mariposas (Casa Editora Abril, 2006), ganadora del Premio Calendario de la Asociación Hermanos Saíz, y Tocar las puertas del cielo (Beca de Creación Juan Francisco Manzano de la UNEAC, 2012).

¿Qué influjo tuvo para usted el haberse criado en un hogar con un ambiente literario tan remarcado?

Este hecho influyó notoriamente en mi vocación literaria, que primero se manifestó en un profundo interés por la lectura. Leí desde muy pequeña infinidad de libros, primero infantiles, sobre todo literatura rusa y los clásicos de Disney. Estos libros tuvieron una marcada influencia en mi generación y, de cierta manera, esas lecturas desarrollaron mi imaginación y fueron también una brújula para mi accionar y para la formación de mis convicciones, de mi visión del mundo. Mi casa era frecuentada por intelectuales amigos de mi padre: músicos, pintores, escultores, escritores…, todos ellos, personas extraordinarias, aportaron conocimientos y afectos a la niña que fui, influyéndome positivamente en mi amor a la cultura en general y, en particular, a la literatura.

En un prólogo a un libro de su padre llamaban a este “el enfant terrible de la literatura matancera”, ¿qué piensa de esta idea?

Mi padre es una asignatura pendiente en el panorama poético matancero y cubano de finales del siglo XX. Su manera de vivir, de pensar, de actuar, lo desmarcan, lo hacen único dentro de este panorama. Su poesía es directamente proporcional a la intensidad con la que vivió su corta vida, es el reflejo de una existencia convulsa, de circunstancias muy particulares, de una inteligencia aguzadísima y una sensibilidad “fuera de serie” que lo llevaron a interpretar la realidad de un modo muy suyo y traducirla magistralmente en versos transidos donde se transparenta el alma del poeta. Muchos veneran su poesía, reflejo fiel de un hombre iconoclasta, irreverente, valiente, un anarquista enemigo de los centros de poder y con una libertad espiritual que molestaba a muchos y que atraía a otros. Un ser controversial pero auténtico. Un poeta genuino, excepcional. Único.

¿Cómo fueron sus primeros acercamientos al mundo de la poesía?

Recuerdo que algunos poemas de los libros de Lectura de primaria me encantaban. Los releía en mi casa al volver de la escuela, una y otra vez. Era un placer leer esos versos que tenían cierto aire de misterio y una belleza hasta ese momento desconocida para mí. Desde muy temprana edad leía poesía: José Martí fue de los primeros que leí. Después llegaron otros clásicos: Miguel Hernández, César Vallejo, Antonio Machado, Bukowski, Kavafis, Anna Ajmatova. Poquito a poco se fue conformando en mí ese amor inconmensurable por la poesía. También influyó mucho escuchar y leer los versos de mi papá, quien me enseñó a valorar la poesía y a diferenciar la auténtica de la poesía construida artificialmente, esa que tanto abunda.

¿Qué la ayudó a reafirmar su estilo propio a pesar de contar con tantas influencias desde joven?

Bueno, creo que cuando uno escribe desde la más absoluta honestidad, desde su experiencia vital, el “estilo” se va conformando de forma natural. Las influencias son inevitables y muchas veces asoman, con mayor o menor nitidez, en lo que escribimos, pero lo más importante es escribir con sinceridad, sin violentar las palabras, los ritmos. Puesto que la poesía es un misterio, quizás el mayor misterio que existe, un raptus, un momento de comunión tan íntimo y perfecto con la eternidad, cualquier palabra o idea que fuerces se va a notar. Hay que dejar que la poesía llegue, despacio o vertiginosamente, a su ritmo, sin forzarla. Con la narrativa pasa algo diferente, pero la poesía es otra cosa que no me siento capaz de definir. Algo indescriptible. Quizás por eso es tan hermosa.

¿Cree que el haber vivido y escrito su obra en Matanzas influyó en ella de alguna manera diferente?

Por supuesto. Sí, definitivamente. En Matanzas ha transcurrido casi toda mi vida. Allí nací, amé, sufrí, crecí, me derrumbé muchas veces y me levanté. Escribí mis libros. Allí nacieron mis hijos. Allí creí firmemente que moriría. En Matanzas está aún mi alma y sé que difícilmente dejaré de amar ese sitio entrañable con el que sueño a menudo. Mi barrio pobre, mis ríos, mi bahía espléndida, su luz, ese azul del cielo que es diferente, único. Allí permanecen mi madre, algunos de mis amigos, mi gente solidaria, mis muertos. En mi obra está Matanzas con todo su esplendor y toda su pobreza. Matanzas estará siempre ligada a mi alma, a mi espíritu, a mis afectos más profundos.

¿Qué tal le pareció la experiencia de publicar tanto en editoriales matanceras como capitalinas?

No soy de publicar demasiado, pero publicar siempre trae satisfacciones. Saber que los lectores pueden conocer tu obra e interactuar con ellos es gratificante. En sentido general, mis experiencias han sido positivas.

Tengo entendido que usted promovió, junto al también poeta Derbys Domínguez, un taller literario en Matanzas dirigido especialmente hacia jóvenes, ¿nos podría comentar sobre esta experiencia?

Liderar el taller de creación literaria Cintio Vitier durante 5 años es una de las experiencias más hermosas que he tenido. Recuerdo esos viernes en la tarde con una emoción y una gratitud indescriptibles. Creo que pocas veces en mi vida me he sentido tan útil y plena como en aquellos momentos en que un grupo de personas, en su mayoría jóvenes y adolescentes, leían sus textos e interactuaban entre ellos, y yo les daba mi humilde opinión acerca de lo que habían escrito. Yo fui quien más aprendió de todo esto. Estaré eternamente agradecida de haber tenido esta posibilidad.

¿Por qué un poeta siente la necesidad de escribir narrativa, y por qué precisamente narrativa infantil?

Supongo que hay ciertas ideas, ciertas interrogantes que no podemos respondernos de pequeños. Los niños a veces están tan desorientados, tan asustados. Hay tantas cosas que no entienden. Los niños y adolescentes son los seres más desvalidos y, al mismo tiempo, más fuertes que hay. Darles herramientas para saber gestionar sus sentimientos, sus dudas, sus inseguridades, es muy importante, y sé que la literatura puede ser un arma poderosísima para ello. Lo digo por experiencia propia. La literatura me salvó en muchos sentidos, me hizo más fuerte y receptiva, más humana. Por eso me gusta escribir para los niños y adolescentes. Y también para no olvidar a esa niña que fui y que, de alguna manera, todavía me acompaña.

Determinados temas como la nostalgia, la vulnerabilidad humana o el ansia por lo diferente parecen ocupar un lugar importante en sus poemas. ¿Qué cree sobre esto?

La nostalgia me define, esa especie de melancolía que no me mata y que me hace consciente de la fragilidad de la vida, pero también de toda su belleza y esplendor por los que vale la pena vivir. Vivir con humanidad, ayudar a los otros en la medida de nuestras posibilidades, no hacer daño deliberadamente, agradecer por todo lo extraordinario que tenemos, empezando por la vida, el aire que respiramos, los ciclos de la naturaleza, que son perfectos. Agradecer por la amistad, por el amor que va implícito en cada gesto, en cada acto, en cada pensamiento. Agradecer por ser Poeta, que es un milagro, un don dado solo a algunos elegidos. Agradecer por la misericordia infinita de Dios.

Me encanta escribir acerca de los marginados, de los pobres, de los seres sin historia aparente, esos que nadie tiene en cuenta y que son el verdadero sustrato de la Historia (en mayúscula), darles voz a todos esos hombres y mujeres que viven anónimamente, hacer que se sientan identificados de alguna manera con lo que escribo. Esa es la verdadera satisfacción del escritor, por lo menos lo es para mí. No hay nada más gratificante.

Patria

Cómo sería pensarte desde lejos

detenida en mi memoria

ausente de tu luz

(tu demasiada luz).

Imaginar tus verdes

desde el blanco absurdo de la nieve

no ser ya más la imagen que moldeaste:

barro seco, yedra, abrojo en el camino.

Cómo sería, Patria.

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