Laura Mora: “La imaginación es un territorio que nadie nos puede expropiar”
Por: Annette Granda Barroso, Shyla Torres Quintana
En la Edición 43 del Festival Internacional de Cine de La Habana la destacada cineasta colombiana Laura Mora presentó su más reciente trabajo titulado “Los Reyes del Mundo". Mediante el uso de elementos oníricos, nos acerca a los sueños y realidades de miles de jóvenes del país suramericano. El largometraje hasta la fecha ha recorrido numerosas salas de cine y además suma premios como la Concha de Oro en San Sebastián.
La siguiente entrevista es fruto de la oportunidad que tuvo el equipo de La Jeringa en conversar con Laura Mora en los jardines del Hotel Nacional de Cuba. Entre las principales ideas, la cineasta nos comentó sus inspiraciones para la obra; y asimismo nos compartió sus reflexiones sobre las problemáticas sociales de Colombia y el cine latinoamericano.
Su filmografía tiene un importante componente social. “Los Reyes del Mundo" retrata la sociedad colombiana y propone importantes reflexiones sobre ella. ¿Cuál fue su inspiración y su razón fundamental para hacer esta película?
Filmar “Los Reyes del Mundo" fue un acto supremamente liberador e inconsciente, pues desde hace mucho tiempo venía con la idea de abordar el tema de la restitución de tierras, un punto neurálgico en Colombia. Por tanto, en este filme me anclé en una narrativa mucho más clásica que me permitía ordenar los eventos y así realizar una denuncia más clara. Indudablemente, mi mirada sobre la sociedad en que vivo está muy afectada por haber nacido en un lugar como mi país y por tener a un padre asesinado.
A esto añado que a mí me inquieta la violencia, me interesa interpelar e indagar sobre ella. Entonces, yo sabía que eso iba a prevalecer en el proyecto. Justo cuando terminó el rodaje de “Matar a Jesús" decidí hacer un viaje, que es el mismo que realizan Ra y sus amigos.
En esa época estaba muy afectada por haber conocido a muchos chicos en las calles, quienes me hablaban de su deseo de encontrar un lugar donde estar a salvo y lo manifestaban de diferentes maneras: “Quiero una casita para mi mamá” o “Quiero un lugar donde vivir tranquilo y nadie me joda”. Eso se me quedó en la cabeza y durante la travesía tuve ciertas imágenes aleatorias: muchachos que iban por esa carretera haciendo maldades, quebrando lámparas, rayando carros. Tan contundentes eran los planos que decidí detenerme e inmediatamente anoté tres frases: “Chicos reclamando un mundo”, “Chicos vengándose del mundo”, “Somos los reyes del mundo”. Así comenzó todo.
Por tanto, pienso que la película salió de muchos lados, creo que no hay una cosa muy puntual. También quería mostrar una búsqueda de los sueños, pues todos al final buscamos “ese lugar”, lo que pasa es que para algunos es más consciente que para otros. La imaginación es un territorio que nadie nos puede expropiar y sentí que cuando nos intentan quitar todo, la ilusión prevalece. Consideré que unos chicos, que van en ese viaje hacia una tierra que el Estado les está prometiendo y posiblemente sea un destino fatal, tenían que habitar el delirio, el campo de lo onírico como un espacio íntimo.
¿Qué impacto ha tenido la realidad colombiana en su cinematografía y a lo largo de su carrera como profesional?
En TODO. Yo creo que si hubiera nacido en Finlandia pues no haría este tipo de cine; es decir, mi mirada está profundamente alterada por toda la belleza y, al mismo tiempo, por toda la tristeza que me rodea. Pocas cosas nos definen tanto como el origen y yo tengo una sensibilidad política-social que me interesa exponer en mi obra. Siempre busco más preguntas que respuestas, acercarme a cosas que me duelen o me causan una profunda curiosidad o fascinación, interpelar todo aquello con lo que he crecido.
Por eso considero que “Los Reyes del Mundo" es más personal, pues habla formalmente del cine que me interesa, que habita el espacio poético, que desobedece a la narrativa y plantea la imaginación a través de una especie de tierra prometida.
Coméntenos un poco sobre el proceso de selección de los actores que encarnan los personajes de esta historia. ¿Por qué elegir actores naturales?
Sí, en “Los Reyes del Mundo" son cinco chicos, cinco jóvenes. Como mujer me inquieta muchísimo indagar en la masculinidad, sobre todo, al venir de un país como Colombia, tan castigado por la violencia, un patrimonio muy varonil. Los chicos que nacen en ciertos lugares, sobre todo en la periferia, están condenados a ser agresivos como si fuera la única posibilidad de ser hombres.
Cuando yo estaba en la primera versión del guion empecé a salir un poco a la calle. Conversé mucho con los chicos; en este casting no estaba buscando un malandro, más bien quería encontrar una sensación de desamparo. Entonces creé como 3 o 4 preguntas para descubrir materiales sensibles de estos muchachos y así empezábamos a conocer quiénes eran.
En el caso de Ra, que es el líder de esta manada, hay una particularidad y es que yo había elegido otro chico, con quien venía trabajando mucho tiempo. Sin embargo, unas 2 o 3 semanas antes del rodaje este renunció, me dijo que no podía seguir y yo no había buscado otra posibilidad. A raíz de eso tuve una crisis horrible, debido a que ya había creado una relación muy cercana con este chico. En busca de una solución, decidí llamar a Víctor Gaviria, pues él había tenido una historia muy dura con la protagonista de La vendedora de rosas y le dije: “Me acaba de pasar ´esto´, no sé qué hacer”. Entonces respondió: “Hay mucho talento allá afuera, algo vas a encontrar”.
Más tarde decidimos ampliar el casting fuera de Medellín y nos fuimos a un pueblo que se llama Yarumal donde también sabíamos que habían chicos que practican BMX. Karel Solei (la directora de casting) llegó a ese pueblo justo cuando la policía estaba requisando a Carlos Andrés Castañeda. Se quedó mirándolo, le tomó una foto y me la mandó junto con el siguiente mensaje: “apareció el Sol”, a lo que yo le pregunté si estaba dispuesto a venirse a Medellín y de inmediato accedió.
Lo grandioso de esta historia fue que rápidamente Carlos conectó con el grupo de chicos que ya estaba muy establecido. Sin dudas, esos accidentes cinematográficos también son bellos para mí.
¿Siempre la película se concibió como ficción?
Sí, es una ficción absoluta. No está además basada en nada real; es decir, yo entendí cómo funcionaba la restitución de tierras y con esos datos comencé a desarrollar la trama de la película. Lo primero que escribí fueron los momentos oníricos; ese territorio de la imaginación, del alma. Por ese único motivo ya estaba convencida de que la película iba a ser hija de la ficción.
Además, soy una amante de ese género. Pensé siempre que en mi futuro como cineasta iba a ser documentalista, pero no sucedió así. Me encantan los documentales, de hecho, estoy ahora produciendo uno; pero la ficción es como un lugar de mucha libertad creativa para mí y yo necesito eso.
En los momentos que se sienten más documentales, estoy bebiendo de la vida real para escribir la peli y también tenía que ver con la lógica de los chicos. Nunca quise que el guion se convirtiera en una camisa de fuerza para ellos ni para la película. Muchas escenas no estaban plasmadas en él. Por ejemplo, la escena en la que se están bañando afuera del burdel estaba escrita como súper calmada y de repente ellos empezaron a jugar con el agua o con la gallina (la ponen a fumar), es decir, nada de eso estaba escrito, eso pasó y pues lo filmamos.
Lo mismo sucedió cuando rompen las lámparas de la carretera que al final, con los machetes, sacan chispas. Eso no estaba concebido, pero empezó a llover y decidimos no detener la filmación. Esos momentos son hermosos, pero lo trae la vida, la experiencia de ellos. Entonces, en esas dos escenas que acabo de mencionar aparece quizás la presencia del documental que es algo que no está preparado y que la vida se inserta, pero la película toda está pensada como una ficción.
¿Cuáles son los principales retos y dificultades del cine colombiano y, en sentido más amplio, del cine latinoamericano?
Hacer cine es muy difícil en donde sea. Es un acto de locura y el problema es el mismo en todos lados: la financiación. Por eso se requiere de una determinación absoluta. Siempre insisto en que debemos ser protectores de los fondos de cine. Esto último hay que intentar ampliarlo porque lo que tiende a pasar es que se van reduciendo y actualmente tenemos a gente muy brillante haciendo cine, y financiar las películas cada día es más complejo. Por ejemplo, mis dos películas no hubiesen existido de no ser posible por el fondo colombiano, Ibermedia, así como los fondos europeos.
En resumen, solo se puede hacer una película si uno está realmente convencido de que tiene que EXISTIR porque es mucho tiempo, entre la idea y la ejecución. Durante ese largo y tormentoso tiempo uno como ciudadano tiene que pagar la renta, así como otros gastos. Lo que quiero decir es que la vida diaria estará ahí marcando siempre.
¿Qué inspiración o enseñanzas ha tomado del cine latinoamericano?
He tomado inspiración del cine en general, es decir, en pocos lugares logro sentir lo que me provoca asistir a una sala de cine; es una experiencia algo espiritual. Sin dudas, el séptimo arte me ha elevado, sostenido, incluso me ha hecho entender el mundo de maneras mucho más amplias; me ha acercado a la complejidad humana y eso me ha permitido no ser una persona que concibe su entorno de una forma mucho más compleja.
Con el cine latinoamericano, en particular, he entendido hoy lo hermanados que estamos, a pesar de lo distintos que podemos ser. Tenemos heridas, dolores y preocupaciones similares, estamos anclados por algo más allá de las fronteras. Hay películas latinoamericanas que han sido muy importantes en mi vida y en mi formación como cineasta. La lista es diversa e incluye “Memorias del subdesarrollo", los filmes de Glauber Rocha y hasta el cine de Lucrecia Martell.
¿Cómo se siente con la acogida de la película?
Ha sido muy sorpresiva porque esta es una película que partía de una anécdota local y yo decía “nadie va a entender esto”, pero al final me di cuenta de que es un viaje universal, en el que todos los seres humanos estamos buscando “ese lugar”.
Por otra parte, mi relación con las películas es muy existencial, yo me paso a vivir en su mundo y estoy todo el tiempo vulnerable. En este caso, el rodaje fue increíblemente difícil, pero feliz, es decir, fueron las 9 semanas más felices de mi vida. Luego la post-producción fue un proceso muy largo y duro. Tuvimos que pedalear para lograr los fondos. Parecerá increíble, pero en algún momento yo dije “esta película no se va a terminar, va a ser imposible que salga”.
Por eso creo que la gente no imagina aún el espaldarazo que ha sido para mí la acogida porque en algún momento quise tirar la toalla. Todo ha sido hermoso. Con el Premio en San Sebastián fue como una justicia poética y cuando entré en la sala del cine Charles Chaplin fue mágico ver cómo la gente reaccionaba.
Evidentemente, “Los Reyes del Mundo" es una obra de alta sensibilidad y apego a la realidad colombiana. Laura Mora ratifica, con esta obra, su compromiso con la crítica social. Una vez más, se propone combatir, desde la trinchera del arte, la violencia, la desigualdad y los principales males de su Colombia.