Lesbia en la memoria

La Jeringa
8 min readJan 30, 2022

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Por: Lauren Mora Sixto

En la Sala Transitoria del Edificio de Arte Cubano del Museo de Bellas Arte se encuentra, desde el 30 de septiembre de 2021, la exposición antológica “Memorias” de Lesbia Vent Dumois. Esta artista cubana, merecedora del Premio Nacional de Artes Plásticas 2019, nos presenta una serie de obras que narran su quehacer artístico a lo largo de toda su vida. En la muestra se constata que su consagración a funciones organizativas y directivas no ha podido opacar, ni silenciar, su indiscutible talento.

Fotos tomadas de Internet

Lesbia, nacida el 6 de noviembre de 1932 en Cruces, Cienfuegos, se caracteriza por su gran dominio técnico de las artes plásticas, desarrollando diferentes temáticas y variadas técnicas. En la exposición podemos encontrar pinturas, dibujos, instalaciones y principalmente grabados. Esta técnica prima dentro de la exhibición y a lo largo de su carrera la ha colocado en importantes centros como el Gabinete de Grabados de Berlín en Alemania o la Galería Nacional Sofía en Bélgica. La curaduría de la exposición fue realizada por Teresa Toranzo la cual, siguiendo una línea temporal, nos muestra la evolución y sobre todo las memorias recopiladas por la artista.

La obra Casa de Vecindad (1960) es una xilografía al hilo sobre papel pellón, en donde se muestra las típicas residencias urbanas. Las diferentes familias que aquí habitan son expuestas de manera contrastada. Los disímiles escenarios nos revelan un mosaico cultural en el cual la manera de vestir, los alimentos, los objetos y las actitudes de los personajes denotan la clase social a la que pertenecen y la forma en la que se relacionan.

Casa de Vecindad (1960)

Una característica significativa es la presencia femenina. En las escenas de la parte superior se aprecian mujeres adultas con actitud recia, imponiendo una especie de dominio sobre las niñas que se mantienen ingenuas y aprensivas. Estas mentoras llevan en las manos elementos que simbólicamente han sido adoptados por la sociedad para representar la feminidad y el rol ocupado por las mujeres. Imponer objetos tan simples como un abanico y otros tan inocuos como las flores, podría dar como resultado lo que la artista muestra en la última imagen de esa secuencia, una mujer triste y amargada sirviéndole de comer a su esposo.

Se transmutan los simbólicos adornos que exaltan la belleza femenina por delantales y vajilla. La utilización de signos tan típicos nos hace plantarnos un análisis que, si a la altura del 2021 es pertinente, en los años 60 era fundamental, como desde la niñez se nos inculcan rasgos y modo de hacer con el único fin de que ocupemos ese lugar que tan celosamente nos ha garantizado la sociedad.

En las escenas de la parte inferior la presencia femenina se muestra de manera más relajada. Llevan vestuarios que, si bien exaltan mucho más su feminidad, no tienen por qué tributar a una connotación machista, pueden ser simples mujeres que se divierten con hombres, solas o sentadas tomando café con otras mujeres. Cabe destacar la forma en la que está representada la tercera mujer, pues rompe la idea de empoderamiento absoluto; quizás colocarla en esta posición se puede interpretar como la persistencia del patriarcado a pesar de que los tiempos modernos han ido borrando las barreras que limitaban el accionar femenino a espacios domésticos.

Si tenemos en cuenta la vocación pedagógica de Lesbia, se podría hacer una lectura aún más profunda, en donde mediante símbolos realiza una crítica no solo de la sociedad sexista sino de la función y el deber que tememos sobre la formación de las futuras generaciones. Educar a los más jóvenes bajo los preceptos de la igualdad y el respeto es la única manera de romper radicalmente con nuestro pasado histórico y es aquí donde reside la verdadera grandeza de la obra, no solo plantea una problemática sino que nos brinda una solución.

La utilización del grabado como técnica hace de la línea un elemento rector en la obra, que delimita y construye espacios formando un entramando, en el cual la síntesis y el simbolismo producen el oscurecimiento de las formas y nos obligan a detenernos a analizar con más detenimiento.

El recorrido por la exposición nos permite transitar por hechos, motivos e inquietudes de la artista, en Memorias del 26 de julio en la Sierra Maestra (1960) muestra su experiencia vivida durante estas fechas. Al mismo tiempo la serie Viejas postales con obras como La novia, Al fin y Soñar no cuesta nada, realizadas en 1975 utilizando la xilografía y litografía a color sobre papel japonés. En este grupo de obras la artista continúa discursando acerca de la línea feminista y el rol de la mujer en la sociedad.

Esta búsqueda desemboca en Aunque me corten un ala, yo siempre puedo volar (2005). En esta ocasión utiliza la pintura, debido a que esta técnica le permite un mayor grado de especificidad. El mimetismo y el apego a los cánones de belleza, pareciera que distancian la obra de gran parte de su creación anterior, en donde la búsqueda del ideal, quedaba totalmente relegado a un segundo plano y mediante el uso del grabado conseguía más de expresividad para reflejar su realidad.

Aunque me corten un ala, yo siempre puedo volar (2005)

Es preciso tener en cuenta la distancia temporal que separa obras tempranas como Casa de vecindad, realizada en 1960 de Aunque me corten las alas… ejecutada en los inicios de un nuevo siglo. La primera es presentada en una época en donde las luchas por lograr un posicionamiento digno de las mujeres en la sociedad estaban comenzando y requerían exigencias claras y precisas. A diferencia de la segunda que, aunque la lucha no termina, las demandas son diferentes y las trasformaciones que se necesitan son más internas. A simple vista esta última obra parece un típico ejemplo de pintura preciosista, pero a diferencia de sus anteriores grabados el simbolismo está implícito, el lenguaje utilizado es más poético y la connotación de los signos requiere un mayor proceso de análisis.

La postura sedante de la joven contrasta con el fondo rojo y sobre todo con las cuerdas que la atan. El título nos indica que las plumas que se encuentran ubicadas en la parte inferior izquierda pertenecen al ala cortada. Entonces la interrogante es muy clara ¿cómo una persona puede dormir profundamente estando atada y luego de ser mutilada?

Se puede entender la obra como el encuentro de la paz en un estado interior, donde no importa cuán perturbador y chocante sea el mundo siempre y cuando mantengamos nuestro interior agradable y acogedor.

En la época que vivimos, las mujeres no somos solo las hembras de nuestra especie, configuradas únicamente para procrear como los insectos que cuelgan alrededor de la joven sobre delgados y rectos hilos. La mujer contemporánea a pesar de aun estar atada a viejas leyes sociales y biológicas, es capaz de sentirse completa. Lesbia no denigra concepciones, ni modos de vida, al contario, expresa nuestra capacidad de elección; un privilegio que no lo tuvieron la mayoría de las niñas que vivían en la Casa de Vecindad.

La mirada hacia la mujer se va separando de la lucha por los derechos y poco a poco se adentra en una búsqueda más intimista y espiritual. En su serie Alianzas (2016–2020) realiza una selección de personajes femeninos representativos, a las cuales une su personalidad. Entre los ejemplos podemos mencionar a la cantante y actriz cubana Rita Montaner, la escritora británica Virginia Woolf, la bailarina norteamericana Isadora Duncan, la pintora mexicana Frida Kahlo, la compositora chilena Violeta Parra, la artista plástica Nahuil Olin, la fotógrafa italiana Tina Modotti y el único personaje de ficción Lucía Jerez, protagonista de Amistades funestas de José Martí.

La técnica utilizada esta vez es mixta, realiza una especie de collage donde integra textos, dibujos y atributos relacionados con las características del personaje representado. En el caso de la famosa escritora Virginia Woolf, Lesbia la representa de perfil, como aparece en su conocida fotografía. Alrededor vuelan en círculo seis golondrinas, aves con gran carga simbólica para la escritora, acompañadas de palabras que la caracterizan: bondad, amor, dolor, locura, verdad, voces y lucha. Estas particularidades, si bien nos recuerdan la vida tormentosa de Woolf, pueden utilizarse para describir la de muchas mujeres.

En la parte superior de la obra se observan como nacen desde el retrato, grandes y lúgubres árboles que contrastan con el verde suelo, conformado por palabras y un cielo lleno de símbolos musicales. La elección de esta escritora para integrar la “alianza” va más allá de su valía como artista y de su postura feminista, Woolf luchó por dale la habitación propia que se merecen las mujeres creadoras.

Otra de las representadas es la icónica Frida Kahlo. Si se habla de feminismo contemporáneo no se podría dejar de mencionar a esta mexicana, la cual ha servido de bandera para el movimiento feminista. Su imagen ha sido tan reiterada que ha perdido su carga simbólica. Sus características cejas, los adornos florales de su cabello y toda su historia de vida han sido utilizadas hasta la saciedad dando como resultado un producto vacío. Lesbia la representa con toda su iconografía. El dibujo a lápiz contrasta con los adornos de su cabello y los hilos rojos que cuelgan de sus manos sosteniendo un libro, que podría ser una especie de diario. La utilización de elementos exóticos y una historia de vida cargada de tragedia y desamor opacan completamente al ser que había detrás del personaje.

El desgaste de la figura de Frida difiere contundentemente con la imagen de Violeta Parra, una mujer autentica, cuya sencillez y carencia de atributos tan distintivos como los de la anterior, nos hacen solo contemplar la grandeza de su espíritu y su calidad artística. Es representada de manera simple con su guitarra.

Ante una exposición tan amplia, donde se muestra el quehacer artístico de toda una vida, son muchas las temáticas abordadas y disímiles las transformaciones estilísticas que se aprecian. La visión cronológica nos permite contemplar la evolución y cómo incide la realidad sobre la creación artística. En la sociedad de los años 60 realiza grabados, exposición y críticas que mediante un lenguaje simbólico, pero sencillo, pretende enviar un mensaje transformador. Su obra se hace más poético a través del tiempo en donde los signos no se encuentran tan visibles y las lecturas requieren un mayor grado análisis.

La elección de la mujer como personaje central de la mayoría de sus obras, nos permite observar su evolución a través de los años y cómo el cambio de intención discursiva ha influido en las variaciones representacionales. Lesbia no nos propone una mirada al feminismo, sino a la mujer en todas sus aristas. Aboga por nuestra capacidad trasformadora, sin culpabilizar, ni condenar a nadie.

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