Los espíritus están más en el arte, que en el monte.
Por: Manuel Peláez
Gabriela Pez es una artista visual que construye su espacio discursivo valiéndose del elemento vegetal. Luego coloca su obra, la cual se centra en la representación de dicho elemento (casi siempre desde el retrato o el paisaje) como un documento adjunto al propio monte del cual discursa, a la naturaleza y a ciertas deidades terrenales que guarda el código genético de nuestra Isla. El aspecto formal de su trabajo se ve enriquecido por sus procedimientos, tales como la manufactura propia del soporte donde después obrará.
En primera instancia se valió de un papel de calidad, traído del extranjero por medio de la compra/venta. Más tarde se cerrarían las fronteras por la situación epidemiológica, obligando a la artista a barajar otras alternativas. Aquí se encontraría con Eco Papel, proyecto en donde aprenderá el procedimiento para crear sus papeles utilizando material reciclado. Poco después hallaría la forma de solidificar un poco más su trabajo con fibras extraídas de la ceiba. En este punto y gracias a la necesidad, Pez encuentra una herramienta que le dará verdad a sus imágenes. El papel que resulta de la fibra algodonosa de la ceiba es ligeramente más fino que el reciclado. Pero es más fuerte a favor de los conceptos que Gabriela maneja.
La religión afrocubana considera este árbol como sagrado, al punto en que se tiene que pedir permiso para acceder a él. El artista en cambio, si bien debe respetar las tradiciones, costumbres o ideas de las cuales se inspira e investiga para crear; no puede verse limitado. En este caso concreto resulta que Pez se adueña de una religión de la cual no es creyente y por tanto solo es una visitante.
El arte también tiene sus propias leyes y con la promesa de gestar una buena obra, el artista puede hacer, replicar y orientar una idea a nuevos cauces. Así Gabriela nos muestra su visión particular de los mitos que son propios de la religión yoruba. En sus piezas, como es natural, podemos advertir que al mismo tiempo nos comparte imágenes que nacen de las lecturas a los códigos religiosos y de paso se cuestiona cómo ella es afectada por estos y a su vez cómo puede ser partícipe de los mismos, pues en la serie de trabajos mixtos sobre el papel se retrata dejando entrever estos cuestionamientos. El problema está cuando no solo la religión tiene sus propios formatos y símbolos, también el arte.
Esta creadora es presa de una poética visual repetitiva, la cual se muestra a modo de preludio del vasto mundo que encierra lo que nos quiere trasmitir. Incluye la trillada analogía entre el sexo femenino y la flor, las espinas y todo un universo vegetal en sus retratos, donde mezcla la figura humana con los elementos naturales, sin indagar en composiciones y metáforas más propias. Con la premisa de que está en contacto con los espíritus que también le pertenecen por su condición de cubana negra, encierra dentro del soporte un grupo de imágenes con cierto valor técnico más que poético y se ven, en algunos casos, bien incluidos; en otros no tanto.
El trabajo general propone un sentido de reestructuración del paisaje sobre su síntesis; el intercambio entre los elementos tomados de dicho paisaje. La experiencia visual propuesta ganaría limpieza con la utilización de un solo tipo de algodón para la creación del soporte (papel) y ya que, la ceiba da forma y centro a su “monte” era preferible la existencia de una retroalimentación más directa entre los materiales y el entorno.
Alcanzaría más coherencia si dejara respirar las obras pictóricas que propone. Cuidando de esta forma la libertad de sus personajes, la expresividad de sus pinturas; estas tendrían que estar desnudas de marcos o cristalería.
En la muestra se advierten vacíos conceptuales, ya que el hilo conductor se pierde en algunas de las propuestas que presenta, se disocian de la raíz y no terminan aportando mucho más. Estos experimentos que completaron su exposición personal y que tuvo lugar el pasado 14 de enero en el Centro Hispanoamericano de la Cultura, son el comienzo de un largo viaje que debe de ser resuelto con el trabajo constante y la experiencia.
Si la artista quiere honrar a los orishas como reza el título de la expo Iroko Moforibale, y ya que en sí la temática se ha tratado en el arte cubano en demasía, tendría que seguir experimentando en pos de lograr en la poética y su forma una visualidad propia, donde conecte mejor su discurso. De esta manera lograr mayor consistencia en la diégesis de su historia y sus personajes, dándoles verdadero protagonismo en el entorno donde los encierra.