Los Reyes del Mundo: el lujo de soñar con un hogar
Por: Shyla Torres Quintana
Con el sueño de miles de colombianos entre las manos del protagonista inicia Los Reyes del Mundo, largometraje dirigido por Laura Mora. Tras haber recuperado el terreno que le fue arrebatado a su abuela por fuerzas paramilitares, Rá (Carlos A. Castañeda) y su familia escogida emprenden un viaje a través de la selva colombiana con el objetivo de obtener un espacio donde ser plenamente libres.
Rá forma parte de un grupo de cinco amigos que son como hermanos. Esta familia peculiar se une por el desamparo al que se enfrentan sus miembros en las calles de Medellín. Los vínculos de hermandad entre Rá, Sere, Winny, Culebro y Nano se solidifican gracias a la energía y las ansias de vivir de los personajes. A pesar de odiar y violentar el mundo que los rodea, no dejan de amar la vida. Para ellos, la tierra de Rá representa el edén en el que podrán ser libres y estar seguros.
La violencia está omnipresente en esta odisea y amenaza constantemente el desenvolvimiento de los personajes. Los primeros minutos de la película se caracterizan por los movimientos bruscos de la cámara, la violencia física y el bullicio de la ciudad de Medellín. Solo durante el recorrido y la estancia en la selva del país, algunos momentos de paz ocupan la pantalla. La belleza del campo, la naturaleza y la claridad de las tomas provoca cierta sensación de tranquilidad. Sin embargo, todas las personas que ayudan al grupo de protagonistas les recuerdan, en cada instante, los enormes riesgos que los acechan.
Por otra parte, numerosos elementos simbólicos y religiosos acompañan el desarrollo de la trama. El personaje principal, Rá, no solo comparte su nombre con el dios solar de la mitología egipcia, sino que se erige como el profeta que guía a su familia hacia la libertad. El caballo blanco, la tierra prometida, la inhóspita casa fantasmal presentada por un asombroso travelling… son algunos elementos surrealistas que alejan la historia de la realidad. El tono onírico de la película mutila toda esperanza de los protagonistas; quienes, ingenuamente, confían en la ley. Ignoran que los peligros de las calles y montañas colombianas no son su única amenaza: deben enfrentar, además, la burocracia como forma de violencia estructural. De esta manera, los elementos oníricos recuerdan, en todo momento, que el sueño de Rá y sus amigos no puede realizarse en el mundo en el que viven.
Indudablemente, la genialidad de esta obra reside, primeramente, en la brillante dirección de Laura Mora, quien aprovecha todos los recursos cinematográficos que posee. La Colombia de Laura no puede ser filmada de otra forma que no sea libre, y la historia de tantos colombianos desamparados por el sistema y la sociedad no puede ser contada por otros que no sean los jóvenes. Pero Los Reyes del Mundo no es solo una joya visual, también constituye una poderosa representación de la cruda realidad de su país, cuya bandera yace rota en un burdel. Colombia está abandonada y desgarrada. Una vez más, el cine latinoamericano alza su voz para denunciar los problemas sociales, económicos y políticos propios del subdesarrollo de las naciones sudamericanas.