Más allá del sistema binario (IV)
La representación de la figura del wakashu a través del ukiyo-e en el período Edo del arte japonés
Por: Tania Sofía Fernández de Cossío
Dentro del amplio y complejo espectro temático del ukiyo-e japonés, se ha demostrado en reiteradas ocasiones la posibilidad de estudiar visualmente la vida cultural y social de período Edo, más específicamente, la del mundo flotante. En la historia del arte se pueden identificar los distintos fenómenos que sucedieron en esa época. Japón debe mucho de sus aspectos demográficos particulares al aislamiento autoimpuesto por el shogunato Tokugawa, lo cual desató la proliferación de la cultura de masas dentro del país, sobre todo en la ciudad de Edo.
El arte y la sensibilidad estética fueron los protagonistas en ese contexto de comportamientos desenfrenados. Varios fenómenos se dieron lugar para cobrar auge y perdurar hasta la actualidad, tal como el de las geishas. Sin embargo, entre los estudios y descubrimientos más recientes se encuentra el enfoque hacia la figura del wakashu: adolescentes varones que se encontraban disponibles en la casa de té y el teatro kabuki para satisfacer los deseos íntimos y románticos de tanto hombres como mujeres. Este no se puede ubicar dentro de la narrativa binaria de género y sexualidad, ya que el sistema de relaciones del período fue mucho más compleja de lo que se pensaba. La fama del wakashu fue tal que se insertó como una de las temáticas principales de los géneros bijin-ga, yakusha-e y shun-ga de la estampa japonesa, ukiyo-e.
En la historiografía del arte, son recientes los estudios de carácter investigativo sobre la identidad sexual de estos sujetos dentro de la cultura tradicional japonesa. Muchos especialistas difieren sobre los papeles y códigos simbólicos del imaginario del wakashu en el arte. Pretender ubicarlo a través de las perspectivas occidentales sería un error garrafal, por lo tanto se hace necesario el estudio de la cultura social tradicional de Japón, la cual, valga la redundancia, es totalmente ajena y distinta.
Antes de caracterizar las obras plásticas que abordan esta temática, es imperante entender quién era el wakashu. Muchos historiadores han llegado al consenso de definir al wakashu como jóvenes varones físicamente preparados para asumir el papel de acompañantes o amantes dispuestos a satisfacer los deseos de sus clientes. Sin embargo, el estudio sobre las relaciones en torno a estos sujetos durante de período Edo japonés ha resultado ser un reto para los sistemas occidentales de pensamiento sobre género y sexualidad.
Para empezar, uno de los retos es establecer un marco temporal específico donde el sujeto era considerado wakashu. Existía una ceremonia llamada genpuku, en la cual se marcaba el inicio de la mayoría de edad del infante para pasar a ser wakashu, que se daba una vez que los signos iniciales de la pubertad afloraban. Las edades en que se celebraba dependían mucho de las circunstancias individuales como la clase social a que pertenecía o costumbres locales; muchas veces provenían de la clase samurái.
Con todo lo planteado anteriormente, el wakashu se define como joven adolescente varón en la fase transicional entre la niñez y la adultez, etapa donde era sexualmente codiciado tanto por hombres como por mujeres. Sin embargo, la edad de estos no era el factor más importante, sino más bien su apariencia física y cuán rápido ésta podía cambiar con el tiempo. Muchos poetas comparaban la belleza del wakashu con el hanami, alegando a lo efímera que era. Algunos autores incluso llegaron a describirlo utilizando como análogo el ciclo de vida de la mariposa: de oruga a crisálida, y de esta a mariposa; encontrándose el wakashu entre las etapas de crisálida y mariposa.
Generalmente, la edad donde el wakashu era más atractivo era entre los quince y diecisiete años. No obstante, hay registros de algunos que llegaron hasta los treinta años de edad- aunque ya en este caso particular considero que es un poco extremo- lo cual muestra la prevalencia del concepto de belleza sobre edad. El acné era uno de los signos de que el adolescente había alcanzado la madurez sexual. Consecuentemente, esto lo clasificaba como muy atractivo, de la misma manera en que se aprecian las frutas maduras cuando están listas para consumir.
Una vez pasada la etapa de púber, el wakashu perdía su atractivo, su cuerpo ya completamente desarrollado se veía deforme y arruinado y, en ese momento, se convertía en adulto. Generalmente, para los diecinueve años o principios de los veintitantos, era celebrada la ceremonia que marcaba el inicio de la adultez y ya, en esta etapa, se volvía inaccesible para el resto de los hombres adultos, aunque la práctica de sexo y relaciones homosexuales entre hombres era considerable en este tiempo, pero mal vista dentro de la sociedad. Aún así, la edad tampoco era un factor prevaleciente, más bien la apariencia, la manera en que se vestían como adultos comunes y corrientes definían su estatus dentro del sistema de castas.
Para el imaginario del período Edo, la figura del wakashu se distinguía visualmente por los peinados y las ropas, los cuales se regían bajo códigos y normas estéticos exclusivos. Dentro del lenguaje ukiyo-e, la forma más rápida para identificarlo sería mirar los peinados de los sujetos presentes. El wakashu llevaba el pelo de forma peculiar, distinta al de los hombres adultos. Al efectuarse la ceremonia genpeku, la parte superior de su cabeza era afeitada, excepto la parte frontal dejando una especie de cerquillo muy largo. Este era llevado hacia atrás en forma de arco para amarrarlo al resto de la cabellera. Dentro de los códigos de sex-appeal del período, estos mechones eran considerados muy atractivos para los clientes de los jóvenes cortesanos. El cuidado en la apariencia de estos estaba a la par de las maikos y geishas.
El segundo factor distintivo era el kimono o, específicamente, furisode (1). El wakashu utilizaría este atuendo de mangas largas, muy similar al que utilizaban las geishas. El estampado era de igual colorido y estaba ornamentado como el de ellas. Muchos hasta se maquillaban dependiendo de la función que cumplían. Si eran actores kabuki, por supuesto que lo llevarían puesto e incluso mucho tiempo después de finalizada una presentación.
Los sujetos que proliferaban en el distrito Yoshiwara no diferían mucho en apariencia con respecto a las cortesanas. Su papel a jugar era cumplir las expectativas de clientes que buscaban satisfacer sus deseos dentro del barrio.
Dicho esto, desde las perspectivas occidentales se revela que el wakashu era un tercer género dentro de la sociedad del mundo flotante, un ser andrógino. Para los japoneses, en esta etapa de su vida el mismo no era visto como un sujeto perteneciente al género masculino o femenino, sino más bien se encontraba en un plano aparte, con determinadas expectativas sociales por cumplir. No eran entes homosexuales, ya que después de pasada esta etapa podrían entablar relaciones con mujeres y hasta contraer matrimonio. Lo mismo sucedía con los hombres adultos que solicitaban sus servicios, no se concebían como sujetos homosexuales, estos también se veían atraídos por el sexo opuesto. Eso sí, las relaciones sentimentales entre dos hombres adultos eran mal vistas y prejuiciadas.
Este fenómeno social en torno al wakashu fue reflejado profusamente dentro de los subgéneros del ukiyo-e. No existía ningún prejuicio sobre las piezas, a pesar de ser sobre menores de edad, más bien eran celebradas y adquiridas por el público en general. Estudios realizados por muchos historiadores del arte han llegado a la conclusión de que esto formaba parte inherente de la cultura social y visual del período Edo. A través de las estampas, se aprecian los cánones y códigos bajo los cuales se regían las relaciones en torno a este sujeto sobre todo en el acto sexual, el cual era visto más como una práctica social de carácter artístico a dominar.
El wakashudo (o shudo) era el término designado para las relaciones entre hombres adultos y jóvenes wakashu, el cual se aprecia como práctica homosexual tradicional dentro de Japón que data desde el período Heian hasta la restauración Meiji (2). El antecedente inmediato es el nanshoku que tiene sus orígenes en los monasterios y templos religiosos. Nanshoku fue importado desde China por monjes budistas que habían ido a estudiar a ese país donde la expresión designaba las relaciones entre los monjes dentro de monasterio. Generalmente, estas se conformaban por un joven acólito que caía bajo el tutelaje y la protección de un monje mayor. Las relaciones heterosexuales para los budistas eran tabú, por lo tanto recurrían a solazar sus impulsos sexuales acostándose con los jóvenes acólitos.
En Japón, este fenómeno llegó a insertarse ampliamente dentro del archipiélago y llegó a ser exclusivo de la clase guerrera samurái. El shudo era visto como el arte de crear guerreros y hombres valerosos bajo el tutelaje del maestro, toda una disciplina que imbricaba cuerpo y mente. En este dúo, el wakashu asumía el rol de aprendiz dispuesto a cumplir todas las orientaciones de su maestro y a la vez servir como su amante. Además de impartirse las técnicas de combate y el uso de la katana, se incursionaba en los actos sexuales. Se consideraba un acto muy respetable, una tradición integral que respondía a la grandeza del ser humano y su respeto por las jerarquías. Una vez que el wakashu pasaba a ser adulto, la etapa de aprendizaje concluía, cesaba la relación sentimental y sexual. Esta práctica no designaba al samurái como ente homosexual. Si el guerrero hubiese decidido tener relaciones con otro adulto masculino entonces sí era visto como un sujeto de tendencias homoeróticas.
Con el establecimiento del shogunato de Tokugawa, el traslado del centro de poder a Edo y la proliferación de la cultura de masas del mundo flotante, la paz que trajeron estos tiempos provocó la sutil decadencia de la clase samurái. Hubo algunos que aún acogían discípulos, pero la necesidad de formar generaciones de guerreros ya pasaba a la historia. El shudo pasó entonces a formar parte de la vida nocturna dentro del distrito de placer de Yoshiwara, ganando gran popularidad.
Es así como la figura del wakashu pasa a ser tema dentro de los géneros más vistosos del ukiyo-e, ganándose un puesto junto a las imágenes de las célebres geishas y los onnagata (3). Recientemente, en las investigaciones realizadas, se han encontrado evidencias de que la reproducción de la figura del adolescente fue tanta que estuvo por mucho tiempo entre los principales enfoques desarrollados por esta manifestación, lo cual logró que llegara a otras expresiones artísticas.
Dentro del bijin-ga, género del ukiyo-e que consistía en retratos de personas bellas (bijin) de la sociedad japonesa, el fenómeno del wakashu se inserta dentro del enfoque de promover las casas de té y atraer potenciales clientes. En comparación con las imágenes de las geishas, las fashionistas de ese tiempo, la figura del joven adolescente cortesano era idealizada y mistificada, ya que la etapa de su vida en que su belleza imperaba era efímera. En correspondencia con la época, las representaciones cubrían todos los cánones y códigos estéticos, símbolos que surgirían desde la clase social al que pertenecía el sujeto y su ocupación dentro del sistema de castas. El principal factor distintivo, ya mencionado anteriormente, eran los peinados y la manera de llevar la cabellera, era el primer elemento que diferenciaba el wakashu de la geisha. Dentro del imaginario de las obras, los wakashu eran beldades sumamente atractivas, representados tocando instrumentos musicales o haciendo arreglos florales.
Como la concepción del wakashu no caía dentro del sistema binario de los géneros masculino y femenino, sino más bien era una simbiosis de los dos, para establecer diferencias en la visualidad de los sujetos representados dentro de las pinturas, se deben conocer las características antes mencionadas, si no puede confundirse fácilmente con un hombre adulto o una geisha. Al apreciar los rostros dentro de una obra que contenga varias figuras, resulta difícil distinguir quién pertenece a cuál sexo, ya que son prácticamente idénticos. Esto sucedía independientemente, incluso, del trazado particular de los exponentes. El cánon estaba regido por lo andrógino, era la característica más común dentro del lenguaje del ukiyo-e.
El wakashu también fue incorporado al género yakusha-e (4) una vez que fue prohibida la participación de mujeres dentro de las compañías del teatro kabuki debido al incremento de la prostitución del elenco. El wakashu asume el papel de interpretar los personajes femeninos en las presentaciones. A partir de entonces, los jóvenes cumplen esta función de suplir las interpretaciones de personajes femeninos y pasan entonces a ser denominados onnagata. Sin embargo, esto no logró que la prostitución disminuyera, sino que aumentara. La fama de los actores dentro y fuera del escenario era fenomenal, siendo las celebridades de su tiempo. El número de comisiones de retratos solicitadas eran extensas.
Pero es en el shun-ga (5) donde se puede realizar un estudio del sistema de jerarquías y reglas bajo las cuales funcionaban las relaciones homosexuales dentro de la sociedad de Edo. La temática del shudo ganó muchísima popularidad como instrumento educativo para las inquietudes carnales o la visualización de pornografía, sobre todo eran los hombres quienes más adquirían estas obras. Las relaciones sexuales debían seguir una serie de normas tradicionales que reflejaban el régimen de castas dentro de los sectores sociales, los distintos papeles a asumir dependían de la clase social de los participantes.
Se considera al género shun-ga como el resultado natural y la máxima expresión de la cultura de masas del período Edo. Dentro de una sociedad predominantemente patriarcalista, donde la cantidad de hombres excedía al de las mujeres dos a uno, el mundo flotante era transigente y hedonista. Las casas de té y prostitución dieron continuidad a las prácticas del shudo, aunque no bajo las normas exactas de cuando los principios de la clase samurái. Mientras que en la relación de éste con el wakashu tenía que ser de un amor devoto del discípulo con el maestro, en el mundo flotante no llegaban a surgir tales sentimientos, incluso se llegaron a establecer nuevas reglas de comportamiento. El objetivo era la prostitución y la satisfacción del deseo.
En las obras se evidencia que el deseo debía provenir de uno de los participantes, no de ambos, y generalmente era el hombre adulto quien asumía este papel. Esto refleja el sistema jerárquico natural de la cultura confuciana en Japón. Durante el shogunato de Tokugawa, el imaginario homosexual habitualmente consistía en la práctica del shudo, un adulto penetrando al wakashu por el ano; son pocas las imágenes que se limitaban a la representación de estimulación sexual.
La representación de situaciones en que se podían dar estos actos se daba en detalles y gestos que alegorizaban y construían una pequeña historia del tipo de naturaleza de la relación. Algunas obras son de carácter violento, donde el sujeto dominante se impone sobre el más sumiso, enfatizado con el agrandamiento de los genitales del penetrador. Otros, hacen referencia a una relación tierna y cariñosa donde los sentimientos son mutuos y la expresiones de excitación se aprecian en ambos rostros de la pareja.
Existían figuras y símbolos del sexo homosexual entre hombres que se referían a este acto específico. El crisantemo no sólo era el emblema de la familia imperial. Muchas obras contenían la imagen de la flor que podía estar sobre telas porque también era la principal alegoría del shudo por la semejanza al sexo anal. Estas imágenes circularon por todos los sectores sociales y, en términos comerciales, estas fueron un éxito.
Con la apertura hacia el comercio internacional bajo la presión de Occidente e iniciada la restauración Meiji, Japón comenzó una era de rápida modernización e industrialización. En esta etapa, las nociones victorianas de género y sexualidad fueron impuestas y emuladas de forma efectiva, erradicando la tradición del wakashu y todas las prácticas relacionadas a ella.
Esta campaña de ‘’normalizar’’ la estructura binaria de los géneros masculino y femenino correlacionada con el establecimiento de las normativas heterosexuales dentro de las relaciones afectivas, reflejan el carácter incomprensivo y absolutista del colonialismo. La diversidad de géneros y sexualidad fue borrada de la conciencia colectiva japonesa debido a la intolerancia por parte de Occidente a tendencias que amenazaran su pensamiento hegemónico de lo que es ‘’correcto’’.
En los estudios y los redescubrimientos del fenómeno del wakashu que se están realizando en la actualidad, no se puede obviar la primera impresión de que era pederasta. En estos casos, hay que tener presente que la sociedad del período Edo japonés se regía bajo los principios filosóficos confucianos, donde las preferencias sexuales no definían la identidad individual de las personas. El colectivismo y las divisiones de clases eran el modo de vida de estos tiempos. Además, la edad de doce años no podía considerarse tan temprana cuando la esperanza de vida en Japón era un poco más de treinta años.
Por lo tanto, no se puede hacer un estudio profuso y abarcador de los fenómenos en torno al arte japonés desde las perspectivas filosóficas de relaciones sociales de occidente. Se deben obviar los conocimientos y condicionantes propios de la enseñanza moderna para poder asimilar y comprender las del otro. Cuando se trata de imponer una lectura desde la noción del sistema binario entre género y sexualidad, se falla en apreciar las imbricaciones didácticas de estas obras. Si algo demuestra el fenómeno del wakashu es que la identidad sexual no es inherente a los factores biológicos sino más bien es producto del pensamiento cultural, lo cual permite un entendimiento más fluido de los preceptos identitarios de los individuos que conforman una sociedad a través del tiempo y la apertura de posibilidades en la comprensión de las tendencias de la sociedad contemporánea.
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1 Atuendo tradicional japonés similar al kimono de mangas largas y profusamente decorado. Se diferenciaban por el tipo del obi que utilizaba. El del furusade era menos elaborado que el de la geisha.
2 La Restauración Meiji fue un plan meditado y sistémico planeado por los damyos en apoyo al emperador que condujo a cambios dentro de la estructura política y social de Japón en pos de convertirla en un país industrial. Comprendido entre los años 1868 y 1912 el objetivo era construir una nación capaz de defenderse de invasores y emular a Occidente en térmico económicos y sociales.
3 Actores masculinos que asumían el papel femenino dentro de las presentaciones del teatro kabuki durante el período Edo.
4 El género yakusha-e que consistía en la representación y retratado de los actores del teatro kabuki.
5 Shun-ga es el género dentro del ukiyo-e que representan imágenes eróticas y pornográficas.
Bibliografía
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J.Ota-Wang, Nick. Wakashu- A Third Gender. Ensayo Científico, Colordo Springs: University of Colorado , 2018.
Leupp, Gary P. Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan. Berkely, California: University of California Press, 1995.
Lorber, Martin. “Wakashu in Japanese Prints.” Asian Art Newspaper. octubre 31, 2016. https://asianartnewspaper.com/wakashu-in-japanese-prints/ (accessed julio 7, 2021).
Meier, Anna Moblard. “Beneath the Printed Pattern: Dsiplay and Disguise in Ukiyo- e.” Books, pamphlets, cagtalogues and scapbooks. 2013. https;//respository,bynmawr.edu/bmc_books/25 (accessed junio 5, 2021).
“Shunga Gallery.” What is Shunga? n.d. shungagallery.com/what-is-shunga/ (accessed abril 30, 2021).
Yung, Alexander. “Samurai´s Sexual Relations With Boys .” History of Yesterday. noviembre 9, 2020. https://historyfyesterday.com/ samuras-sexual-realtions- with-boys/ (accessed julio 7, 2021).