Manuel Almenares y la condición humana
Por: Camila Zorrilla
Los barrios de ciudad están colmados de pequeños detalles desapercibidos, muchas veces de manera involuntaria, por las prisas de la cotidianidad. La calle, desde una mirada artística, podría entenderse como un gran escenario teatral, donde confluyen de forma paradigmática cientos de personajes. Solo aquellos que saben reconocer la belleza de la realidad, se atreven a convertirla en poesía.
A lo largo de la historia, los artistas se han interesado en representar su visión más genuina de aquello que les rodea. Han pasado varias décadas desde que la fotografía de calle se convirtió en estilo fotográfico. La acción de documentar lo que sucede en la urbanidad ha sido un atractivo para creadores y públicos. Mediante este proceso se captan momentos precisos, historias no contadas, rostros olvidados, espacios concurridos, sonrisas espontáneas, miradas indiscretas.
El talento que encierra llevar a cabo este tipo de fotografía, de forma exitosa, se demuestra en la labor del joven fotógrafo Manuel Almenares. Sin abusar de los recursos narrativos de lo documental, recrea el día a día de las calles habaneras, utilizando una poética de lo cotidiano digna de admirar. Sus imágenes se muestran auténticas, no solo desde lo compositivo sino también desde lo comunicacional, lo cual alcanza de manera directa con el espectador.
Se considera amante del blanco y negro al momento de componer sus fotografías. Lo utiliza como recurso visual y emocional al mismo tiempo. Los altos contrastes contribuyen a reforzar el dramatismo en sus imágenes y le permite presentarlas como un vestigio atemporal de una realidad determinada.
La lectura de su obra se vuelve entonces homogénea, no existen caminos por donde perderse en la obra de Manuel Almenares. Conoce muy bien lo que hace y hasta dónde pretende llegar con su fotografía. Trabaja sobre una línea estética muy precisa, la cual le permite ser distinguido entre sus semejantes.
Una vez más, gracias al proyecto La Jeringa, he tenido el placer de conversar con este creador cubano, mediante una grata entrevista que Manuel Almenares concedió con disposición y amabilidad.
¿De qué manera surge tu interés por la fotografía?
Cuando termino el servicio militar empiezo a trabajar en la Iglesia Ortodoxa, a hacer labores de ayuda en la liturgia los domingos. En algún momento hizo falta alguien que tuviera un mínimo técnico en fotografía para documentar todo lo que se hacía. Es decir, evidenciar la misión de la Iglesia Ortodoxa acá en Cuba. En ese momento hablé con el sacerdote y le dije que aquello me interesaba a pesar de no tener una carrera, una profesión como fotógrafo.
Todo empezó por curiosidad y por las ganas de encaminarme. Pasé unos cursos en la Academia Cabrales del Valle, con los profesores Rufino y Ramón. Cursé técnica fotográfica, apreciación fotográfica, géneros y estilos, iluminación, historia del arte. Estuve allí tres años, seis semestres. Me gustaba mucho y empecé a documentar las procesiones de la iglesia, las actividades. Al inicio tenía una cámara compacta. Luego, con el tiempo, como vi que me gustaba mucho el oficio fui resolviendo mi equipamiento.
Entonces tienes una formación como fotógrafo
Mi formación es completamente autodidacta, es empírica. Empecé a estudiar porque me llamaba la atención. Me formé según mis necesidades e intereses. La Academia fue un impulso para conocer todo lo relacionado con la fotografía.
¿En qué momento definirías el comienzo de tu obra como fotógrafo profesional?
En el 2016, me invitan a una Presentación de Portafolio en la UNEAC, llamada Fotosec. Se trata de una de las presentaciones de portafolio más importantes en el ámbito de la fotografía latinoamericana y posiblemente en el mundo. Yo tuve esta oportunidad.
En ese momento tenía mucho trabajo regado; hacía paisaje, arquitectura, documental, street picture. En esa presentación me dieron una crítica bastante fuerte y constructiva. Digo que fue un antes y después porque supe que debía tener otras herramientas para poder avanzar, que no era hacer fotos por hacer. Tenía que definirme por algo, hacer el tipo de fotografía que a mí me gustaba y tener un camino a seguir. A partir de entonces empecé a estudiar con más profundidad y conciencia lo que era la fotografía documental.
¿Haz participado en alguna exposición?
He tenido la oportunidad de participar en varias exposiciones colectivas y personales. La más importante que recuerdo fue la 17 Muestra Joven del ICAIC. Allí tuve una exposición personal como artista invitado en el Cine Chaplin. Este año estoy preparando una muestra personal en las salas de la Fototeca de Cuba, a raíz de un premio de la beca Alfredo Sarabia. También tuve una exposición individual en España, en un museo de Toledo, en 2019.
¿Podría decirse que es la extensión comunicativa de la fotografía lo que te atrae?
En realidad lo que me atrae del tipo de fotografía que hago es la interacción. Poder conocer personas nuevas, las problemáticas que rodean a la sociedad donde vivo, tener la oportunidad de ser testigo, registrar un documento para generaciones futuras; para mí es una de las cosas más enriquecedoras que he podido tener con respecto a la fotografía. Actualmente, estoy en un momento de mi carrera en que me es más importante conocer e interactuar, porque es el mecanismo que utilizo para trabajar. Primero debo conocer lo que estoy fotografiando para luego hacer la foto.
¿Quiénes son tus referentes como fotógrafo y en qué medida te han influenciado?
Mis referentes son unos cuantos. Los primeros eran de fotoperiodismo, de la fotografía de calle: Henry Cartier Bresson, Robert Capa, Robert Frank, Robert Doisneau, un fotógrafo francés muy humanista. La mayoría de los fotógrafos que tengo de referente tienen al ser humano como eje de su obra, eso es lo que me interesa. La condición humana para mí lo es todo. De acá de la Isla te puedo mencionar a Raúl Cañibano, Alfredo Sarabia padre, Raúl Corrales.
Mediante tus redes sociales apreciamos que te decantas por retratar la cotidianidad de las calles habaneras, especialmente con imágenes en blanco y negro. ¿Podrías hablarnos un poco de ello?
Mi fotografía casi toda es en blanco y negro, considero que tiene una poesía extremadamente dramática comparada con el color. Para mí es muy difícil hacer fotografía a color porque me distrae mucho estar buscándolo; es como si perdiera lo esencial, que para mí es la acción del momento, la condición humana.
He podido hacer uno que otro trabajo en forma de serie a color, pero no es algo que me llama mucho la atención por el momento. Entonces creo que el blanco y negro tiene esa poesía que puede hacer, incluso, que una imagen no tenga momento fijo. Es una poesía diferente, me siento muy cómodo trabajando con ella. El color, celebro mucho a los fotógrafos que lo dominan y lo trabajan, porque creo que es una herramienta bastante complicada, es una herramienta compositiva y tienes saber usarlo en determinados momentos.
La fotografía callejera tiene una bonita y complicada estética. ¿Qué te inclinó a realizar este tipo de fotos?
Me gusta mucho hacer fotografía en la calle porque es un entorno en el que yo no voy a controlar nada. Lo único que puedo controlar es un espacio de la realidad, voy a tener solamente la decisión de qué dejar dentro y qué dejar fuera de mi cuadro. Entonces como no tienes ese control, lograr una imagen estética es más atractivo para mí, porque no controlas la luz, no controlas lo que está pasando. Conseguir una buena imagen para mí es algo muy satisfactorio. Fotografío un poco de lo que soy. Me interesan mucho las problemáticas sociales, los juegos de los niños en la calle, los momentos de la realidad que parecen escenas de teatro montadas.
¿Podríamos decir que tu obra se centra totalmente en los sujetos urbanos?
Realmente me interesa más la persona común que hacerle un retrato a un actor o hacer otro tipo de fotografía. Me interesa más el desconocido, incluso la fotografía que hago suele ser en barrios obreros. Todos los actores de mi fotografía son personajes que, caminando por la calle, me cautivaron para hacer una toma. Me gusta ver la belleza de lo cotidiano.
¿Pretendes mantener una línea creativa o te gustaría incursionar en otros estilos fotográficos?
Ahora mismo me interesa seguir en lo que estoy haciendo. Quizás me llama la atención un poco el tema del 16mm, el súper 8, es el tema de la misma fotografía lo que darle movimiento, pero hasta ahora no, me siento cómodo haciendo el tipo de fotografía que hago.
¿Qué es para ti una gran fotografía?
Para mí una gran foto es una imagen que transmita sentimiento. Debe narrar una historia. Transmitir humanidad.
¿Te consideras fotógrafo, artista o ambas?
Yo me considero más fotógrafo. Hay una línea muy delgada entre el tema del arte y la fotografía. Yo creo que soy más un comunicador social, fotoperiodista, que un artista.
Se aprecia en tus fotos que la gente se vuelve un tanto inconsciente ante tu cámara, mostrando cierta autenticidad o sinceridad. ¿Cómo logras esa interacción con los retratados?
En mi trabajo me he enfocado más en conocer a las personas. A la vez que esto sucede la cámara se hace un poco invisible. Cuando fotografío a muchas personas me hundo un poco en esa realidad.
¿Cómo afecta en ti el ambiente cultural de la actualidad cubana?
Creo que en la actualidad hay muchos creadores interesado en expresarse a través del arte, en mi experiencia con la fotografía, conozco muchos amigos jóvenes que apuestan por la fotografía analógica, un tipo de fotografía muy cara a nivel internacional, y que en Cuba unos locos destinamos nuestros recursos y tiempo a expresarnos a través de ella. Considero que es una reafirmación de amor a lo que hacemos, a pesar de la ola masiva de emigración ha habido, sobre todo de jóvenes. Tengo algunos amigos que se han visto obligados a emigrar al norte en búsqueda de un mejor futuro, muy buenos artistas que podrían haber enriquecido el arte emergente cubano.
Cuéntanos de tus metas, tus objetivos como creador.
Mi meta actualmente es seguir fotografiando los barrios, continuar incrementando mi trabajo. Creo que una de las cosas que me ha mantenido un poco al margen de la realidad ha sido la fotografía. Es un arma que me ha tenido bastante centrado en buscar una manera de contar, una manera de ser testigo de mi tiempo y me ha hecho, de algún modo, sobrellevar la realidad tan cruda que se vive en la Isla.