Molinator: honestidad, irreverencia, inconformidad y transgresión

La Jeringa
19 min readJun 11, 2022

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Por: Annette Granda Barroso; Annabel Novo

Conocí a Jorge Molina Enriquez al ver “La Vida es silbar” (Fernando Pérez, 1998). Quizás no haya sido su primera aparición en su carrera actoral, pero fue la primera vez que me cautivó. Luego de eso, mi curiosidad me condujo a saber un poco más de él. En mi búsqueda, encontré que Molinator vive desde hace unos años en San Antonio de los Baños (SAB), un pueblo cercano al mío, donde el cine y el humor se complementan; además, es graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de SAB (EICTV); actual profesor en la Facultad de Medios de Comunicación y Audiovisuales (FAMCA); y ha realizado diversas películas, bien alejadas a lo que comúnmente se proyecta en las salas de cine del país por su alto contenido sexual.

Molina, que antepone su apellido en los títulos de la mayoría de sus trabajos como una especie de marca, es el único cineasta en explorar dentro del cine alternativo de la Isla la fantasía, ligada a fuertes dosis de erotismo. Resulta ser uno de los pocos realizadores cubanos que sabe exactamente dónde situar la cámara y cómo lograr las mejores expresiones con los pocos medios disponibles.

Hace unos meses le comentaba a Annabel la importancia que resultaba para mí que se conociera desde el proyecto La Jeringa el trabajo de jóvenes realizadores y también el de personas tan irreverentes como Jorge Molina. Es así como nació esta entrevista, fruto de una conversación extensa en la cual hubo sentimientos encontrados, desacuerdos, risas y, sobre todo, muchos descubrimientos.

Foto: cortesía del entrevistado

¿Cuál es su primer contacto con el cine?

Nací en Palma Soriano[1] –actual provincia de Santiago de Cuba-, un pueblo extraordinario que contaba con 5 cines. En mi primer contacto con el séptimo arte tienen que ver mis padres, principalmente mi madre. Cuando tenía alrededor de 2 años me llevaban al cine, (no había quien me cuidara) y yo me quedaba hipnotizado con la luz que salía de la pantalla.

Mientras mis amigos querían jugar, yo prefería ver películas. Recuerdo que mi primo llegaba de ver los estrenos –se estrenaba montón de cine europeo, francés, italiano con esas bellezas proclives a llevar poca ropa o ninguna, cine americano-, después las veía y algunas eran espantosas. No podía entrar porque era muy chiquito, y claro, fantaseaba con las historias que me contaba mi primo. Entonces me hice amigo de los administradores de los cines, de hecho, a veces me llamaban a la casa para que pasara por el cine, vieron que de verdad tenía ganas.

Me gustaba mucho ver a las mujeres desnudas -siempre he estado fascinado con el cuerpo humano-. Quizás sea porque cuando uno va descubriendo la sexualidad, de alguna manera tus familiares primero y después la sociedad y sus reglas te reprimen, te hacen creer que es prohibitivo, pecaminoso. Esas siempre han sido las similitudes que he encontrado entre la condición victoriana de la religión católica y el dogmatismo comunista. Ambas te hacen sentir culpable de algo. Por lo general, intento que en mis películas esté el cuerpo desnudo, me encanta mostrarlo, contemplarlo, es una obsesión que me persigue.

Cuando tuve uso de razón visitaba con frecuencia en Santiago de Cuba la casa de una tía de mi madre. Allí, su nuera Daysi — decía que me parecía a Glen Ford- tenía montones de revistas de cine de antes del 59. Me gustaba leer las secciones que hablaban de la farándula de esos tiempos, leer críticas de cine y ver películas de VERDAD. En gran medida, todo esto enriqueció mi acervo cultural. A los 9 años recuerdo que me impresionó mucho “Los malos duermen bien” (Akira Kurosawa; 1960). Y así fue como empezó todo.

Siempre he seguido mis instintos, mi corazón, aunque a veces me equivoque. Por tal motivo, decido comprar una cámara en la adolescencia, una Kodak de 8 mm. En las ferreterías/tiendas se vendían unos rollitos de fabricación rusa. Mi padre me promete que me va a comprar una cámara, pero después me dice que no puede y eso me decepcionó mucho. Entonces, con el dinerito que me regalaban logré comprarla, la pagué a plazos y empecé a rodar películas que ahora miro hacia acá y es como cine antropológico, era testigo de las cosas que hacían los adolescentes en Palma Soriano.

Las primeras películas que recuerdo haber visto –el orden no te sabría decir- fueron 3: una película japonesa de Ishiro Honda, “Latitud Cero”, una inglesa cuyo director es Lewis Gilbert “Sink the Bismarck” y hay una tercera que me dio mucho miedo, de Kurt Newman, “Cronos”.

Al mudarnos a Santiago de Cuba tuve más contacto con los cineclubes gracias a mi cámara (Kodak). Allí tuve acceso a otras publicaciones como Films Soviéticos; Cine Cubano, Correo de la Unesco y otras que fomentaron más mis ganas de hacer cine. Sin embargo, de inmediato me di cuenta que estos sitios eran más de apreciación, había sueños de HACER, pero no tenían la suficiente valentía como para lanzarse.

Al mismo tiempo sentía que esas cosas me quedaban muy chiquitas. En eso también influyó mi madre, pues era una persona muy positiva, nos ayudaba a que la autoestima estuviera alta. En ese sentido, yo dije que tenía que ir por más. Me molestaba que existiera ese sentimiento provinciano común en el cubano, es decir, la errónea condición de que porque somos guajiros no vamos a llegar a nada. Si no he logrado más es por mí mismo, no es que no pueda.

¿Cómo usted se inspira para desarrollar las historias de sus películas?

Molina rodando Sarima, y frente a un monitor

A mí se me ocurren muchas ideas y, en ocasiones, escribo algunas. Para ello, me gusta colaborar con varias personas que tengan mucha más visión del asunto y me entiendan. Por lo general, me inspiro de diferentes maneras, es decir, en torno a una idea que se me ocurra, una foto que vi, un libro que leí, algo que me contó alguien…

Un guion es una idea de producción, entonces, hay que escribir historias producibles, nunca voy a desarrollar nada que no pueda filmar. Yo no me autocensuro cuando estoy escribiendo o filmando. La censura, eso es un trabajo de otro, no mío. Decía Charles Bukowski en una carta que escribiera a un bibliotecario holandés: “La censura es la herramienta de aquellos que tienen la necesidad de esconder realidades de sí mismos frente a los demás. Su miedo no es más que su incapacidad para hacer frente a lo que es real, y yo no puedo ventilar ninguna rabia contra ellos. Sólo me dan esta consternada tristeza. En alguna parte, mientras crecían, los escudaron contra los hechos totales de nuestra existencia.”

Mis películas son claustrofóbicas, actúan pocos actores, ocurren en espacios cerrados y, la mayoría de las veces, cuentan con poco diálogo. Todas dependen de las condiciones de producción que tenga. El audiovisual es caro, muy caro, incluso, algo simple.

“Molina’s Ferozz” -mi película más cara- se hizo “hipotéticamente” con 10 000 USD, gracias a un premio que gané en el fondo Cinergia[2], en la categoría de cortometraje. Ahí jugué con la suerte, el jurado estaba integrado por personas que escribían el mundo de lo bizarro, el erotismo, la monstruosidad y cuando leyeron “Ferozz” ellos se quedaron fascinados. Originalmente iba a ser un corto, pero cuando me entero que gané el fondo yo dije: “Ah, entonces se jodieron porque con 10 000 USD yo hago “Lawrence of Arabia” (David Lean; 1960). Entonces le dije al co-guionista: “Esas 20 páginas, llévamelas a 40 o a 50 y yo lo demás lo completo con escenas de sexo. Garantízame que la historia no aburra, no sea reiterativa”. Y eso fue “Molina’s Ferozz”: circunstancias, fortuna y, a pesar de eso, no era mucha plata.

¿Usted fue el único director cubano que se presentó?

No, eran varios (creo), pero el diferente era yo.

¿Sus películas nunca han sido presentadas en algún espacio nacional?

Estrenadas nunca, pero la Cinemateca sí me ha hecho ciclos, gracias, sobre todo, a Luciano Castillo -somos como hermanos- y Tony Mazón . Lo otro son los espacios universitarios, cineclubes y el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. En este último he podido estrenar algunas de mis películas. Por ejemplo, Molina’s Ferozz, que estuvo en competencia, en la categoría de Ópera prima, se puso 4 veces. De hecho, hay anécdotas de que rompieron cristales en La Rampa, fue una Ferozz estampida. Me pasó también que una muchacha -así como tú- me escupe la cara y me dijo que era un enfermo. Mientras que una señora de 80 años se acercó a mí y me comentó que era una obra extraordinaria y estaba fascinada con la película.

¿En qué medida, su experiencia como actor ha influenciado y apoyado su carrera como director y autor?

Foto tomada por Tommixito

Mi carrera actoral es fortuita, me ha ayudado como director, ha sido un apoyo en toda mi impronta, pues creo que uno de los mejores ejercicios para no incurrir en los mismos errores que cometen los directores con uno siendo actor, es pasar por la experiencia de ser actor.

Empecé a actuar antes de estudiar cine en Santiago de Cuba. Formaba parte de un grupo de teatro en el cual casi todos eran recién graduados del Instituto Superior de Arte (ISA), también estaba Roberto Perdomo -ahí es donde lo conozco-. Había dos actores aficionados (los amateurs): Raúl Moreira y yo. De esos graduados, la mayoría me acogió bien, pues vieron en mí alguien que estaba más allá, y otros que me tenían cierto resquemor. Ahí empecé y aprendí mucho, esa fue mi escuela.

Ya que estamos en este punto, agradeceré siempre a Luis Heberto Abreu, un director, graduado en la Unión Soviética (URSS). Él me dio la oportunidad de actuar en una obra. Recuerdo que su frase extraordinaria era: “No actúes, sé tú” y eso lo he llevado conmigo en toda mi carrera.

Como realizador, siempre he tenido claro lo que quiero, incluso, puedo llegar al rodaje sin una idea clara, pero ya en el set miro el lugar, los actores y digo: “Cámara aquí”. Hay una transformación total. Ahora bien, la justificación no la sé, o sea, a lo mejor ese primer momento no lo tengo claro, pero después de ver el primer plano realizado, ya los demás empiezan a caer solos. Creo que el gran problema de muchos directores es que muchas veces no saben dónde poner la cámara, eso no me pasa a mí.

Por ejemplo, no trabajo con storyboard porque a lo mejor en él tenía una idea del plano, pero en la práctica puede cambiar cuando ya tienes a los personajes, los actores, todo el mobiliario a montar, etcétera. Lo otro es un papel abstracto donde hay ideas. Ahí es que empieza realmente la película para mí, cuando los actores comienzan a interpretar la escena como la sientan, con sus vestuarios, en el set amueblado. Me interesa ver cómo se mueven, si se miran a los ojos. También, siempre trato de sintetizar las secuencias. Si originalmente estaban planeadas para 10 planos y las puedo hacer en 5, pues perfecto, y si las puedo hacer solamente en 1, mucho mejor. Claro, esto último depende de lo que me transmitan los actores.

Lo que intento explicar es que depende de muchos factores y en todo eso me ha ayudado actuar, saber el proceso de un actor, saber desinhibirme -era muy tímido, de hecho, creo que lo sigo siendo-. Me costaba mucho trabajo enamorar a una muchacha y para perder ese miedo empecé a actuar.

¿Se ha sentido alguna vez encasillado en algún rol?

Actuar y dirigir se complementan. Pienso que todo director debería actuar para que sepan el sentir de un actor. En mi caso, soy una persona afortunada. Siempre voy con TODO. Me tomo muy en serio lo que hago, mi profesión, la respeto muchísimo, es decir, aunque el producto resultante no sea bueno, la gente pueda decir: “Pero qué bien ese actor, qué bien Molina”.

Sin embargo, hay una banalidad tremenda en la profesión, cualquiera se cree actor. Siento que en un país donde apenas hay producción cinematográfica, trabajo bastante para no ser un tipo de la farándula, de las fiestas nocturnas, de esos que postean todo el tiempo en Facebook o Instagram estupideces. También, mi actitud es como de kamikaze, contracorriente –desde mi infancia lo he sido-, y eso me limita en muchas ocasiones a que me den trabajo.

Hace unos días yo estaba dando vueltas en mi casa y mi hija más pequeña me preguntaba: “¿Papá por qué estás dando vueltas de aquí para allá? Y yo le respondo: “Ay mija, si yo te dijera, te voy a llenar de problemas. Estoy tratando de ver cómo resuelvo cosas en este mundo para que tú no los tengas”. En realidad, pensaba en que después de concluir un proyecto con una graduada de FAMCA que estimo mucho no tenía más ningún trabajo. Sin embargo, después de ese momento, me llamaron para interpretar a Molina en una película, el que la gente cree conocer al ver las películas de Molina. Eso me pareció interesante y como dice el dicho: “Dios aprieta, pero no ahoga”.

Coménteme un poco sobre su experiencia como actor al trabajar con Fernando Pérez.

Conocer a Fernando Pérez me hizo un mejor ser humano. Trabajar con él fue un completo aprendizaje. Fernando es un ser humano maravilloso, una persona muy buena y sobre todo muy apegado a los jóvenes, fue un padre de mi generación y de otras que han venido después. En el cine me ha brindado grandes oportunidades. Nos conocimos cuando aún era estudiante de Dirección en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños. Cuando a mí me querían hacer daño en la Escuela, él me protegió mucho, al igual que Daniel Díaz Torres. Ambos fueron como una especie de padres para mí.

¿Cómo el haber estado en la Unión Soviética ha impactado en la forma de interpretar su contexto y plasmarlo en su obra cinematográfica?

Ahí tendría que ver la relación del artista con su tiempo y el arte en la sociedad. La URSS fue uno de los 3 momentos más importantes en mi vida. Me abrió los ojos a un mundo que estaba cambiando. Estar en Moscú me dio unos bríos del carajo. Sin embargo, cuando se desintegra el campo socialista regresamos a Cuba –muchos de mis colegas decidieron coger otro rumbo-, yo tenía mi plaza en la Escuela de Cine. Cuando llegué aquí tenía cierta ventaja en cuanto a cultura cinematográfica que al resto de mis compañeros.

Más bien, hay algo que me pasó de niño y ha influido en mi carrera profesional. Yo tenía un amigo, muy inteligente, mayor que yo, presidente de la FEEM en el municipio, generoso, solidario; Juan Carlos se llamaba. Murió ahogado en un río durante una escuela al campo. Un buen día, me enseñó el truco de la lupa con la caja de fósforos y su reflejo en el Sol. Recuerdo que yo andaba jugando y él me dijo: “Oye Jorgito, ven para que veas esto” –era lo que él había aprendido en la clase-. La luz del Sol a través de la lupa irradiaba la caja.

Actualmente, siempre que estoy haciendo una película recuerdo ese truco porque con la cámara puedes crear algo que es mentira, hay magia. A lo mejor no soy un buen mago, pero lo intento. Después, cuando conocí el cine de Orson Welles entendí mejor el arte cinematográfico y me he dado cuenta que el cine es un espectáculo de feria, circo, de hecho, recordemos que empezó así y lo sigo viendo de esa manera. Por supuesto, con la posibilidad de despertar o adormecer conciencias.

Muchos lo consideran un director underground. ¿Cree que hay un clima favorable para que se desarrolle este tipo de autoría en Cuba con el talento joven actual?

Por supuesto que NO. Ahora mismo, no hay posibilidades para desarrollar nada. Voluntad SÍ, pero creo que, ante la situación, la gente prefiere colgar los guantes y huir. Muchos de mis alumnos se están yendo, colegas míos. El panorama es verdaderamente terrible y desolador. Entonces, quedan dos opciones para el cubano de a pie: huir, en definitiva, como me dicen muchos amigos, colegas, alumnos: “la vida es una sola”; la segunda es encerrarse en su concha/caracol y tratar de sobrevivir.

Vamos a hacer un poco de historia: El padre del cine independiente pos-revolucionario es Tomás Piard, quien se le apareció en el Hotel Nacional a Jean Luc Goddard a principios de los 60, pues le interesaba que le diera el visto bueno a un corto que había realizado. Piard creó un cineclub que radicaba en la Casa de Cultura de Plaza, se llamaba SIGMA, se proyectaban películas extraordinarias, se realizaban películas en 8 y 16 mm y ese era el cine que más o menos independiente existía en esa época; aunque prefiero llamarle “cine alternativo”, es más intelectual y molesta menos, una alternativa al cine que se producía desde la institución oficial. Claro, todo lo anterior siempre desde una supervisión del ICAIC, a través de la Federación de Cineclubes.

Con la caída del campo socialista ya no venían películas, no se importaba material virgen, y la industria -que nunca fue industria- para sostenerse buscó alternativas, fue la etapa de co-producciones espantosas, excepto Madagascar, Fresa y Chocolate y un par más. En general, el cine de esa época era bastante malo.

Cuando se crea la muestra de jóvenes realizadores, después Muestra Joven, no querían que yo participara, había gente reacia, pero Juan Antonio García Borrero sí insistió que debía estar y ahí se proyectó “Molina’s Culpa”. Desde ese entonces, a mí lo que me llamó la atención fue que la institución que nos había negado en un momento ahora nos quisiera agrupar en una muestra y lo dejé claro. Me dijeron que era paranoico y al final tuve la razón.

Muchos vieron la manera de llegar al cine oficial, de trabajar en (y con) la institución. Algunos lograron hacer un par de películas, otros no. Al final perdían la frescura de sus trabajos independientes. Muchos se decepcionaron y marcharon. Muy triste. Al final cerraron la Muestra. Creo que a los jóvenes les pasó eso porque no están unidos, les falta empatía, solidaridad. No supieron defenderlo. Tenían un evento que realmente era potente, pero al final se banalizaba mucho por el propio comportamiento de los participantes, aunque también había gente muy seria.

Se creó un Fondo de cine, no una ley de cine, que es lo que debería ser. Se creó un Registro del ¿creador independiente? Se creó el Fondo de Fomento al Cine Cubano Independiente creo, pero al final es el Fondo del Cine Cubano que incluye al ICAIC…No es asequible para todos. Tienes que pertenecer al registro, y eso no garantiza nada.

¿Cómo llega a la docencia?

Molina dando clases

Estuve un tiempo estudiando en el Pedagógico, no recuerdo exactamente su nombre, creo que se llamaba Educación Artística, era una materia que comprendía Arte y música, pero para dar clases. En eso estuve por dos años, pues después viajé a la URSS.

Cuando ingresé de la EICTV, yo sí me creí el juramento athanasiano, escrito por Fernando Birri, y siempre quise (aun quiero) hacer cine en mi país y eso finalmente lo reafirmé cuando egresé de la escuela de Cine de SAB.

Hacer cine en condiciones extremas, contra todo riesgo… La producción es capacidad de seducción, de gestión. El NO es seguro, el SÍ es el que hay que lograr. Aunque mis trabajos tienen una vocación de género, en la cual se mezcla horror, erotismo, cómic, body horror, drama y, por las historias que cuenta, pueda estar alejado de lo político. Todo el arte es político de alguna manera. Creo que soy inspirador, por eso ejerzo la docencia. Tengo algo que compartir.

Molina dando clases

Entonces me convocaron en la EICTV a asesorar ejercicios de 1 min — 3 min y yo de pronto me vi capaz de hablarle de un guion, de cortes de escena y que lo comprendieran, es decir, les daba una serie de recomendaciones y lo que les llamaba la atención es que siempre les recomendaba películas que pudieran darle pistas a su proyecto. Estuve haciendo eso hasta el 2016 o 2017 más o menos.

También empecé a trabajar el curso diurno de FAMCA por el 2004 creo. De hecho, les impartí clases desde 1ero hasta 5to (eso es lo ideal), pero después no lo pude hacer más.

Como profesor, ¿cuáles cree que son los mayores retos a la hora de enseñar cine?

Mi mayor reto es que los estudiantes sean cada vez mejores seres humanos. Mis clases, más que de cine, que por supuesto, lo son, son también de cívica, cultura, de lo que yo creo debe ser un artista ante el sistema y el poder dominante, es lo que promuevo: la honestidad en el arte. No me interesa adoctrinar, a mí lo que me interesan son los seres humanos. El arte debe ser arriesgado, apasionado, problemático, lo más alejado del oportunismo, sino no es arte. El artista, por su parte, debe ser retador, marcar una diferencia y, sobre todo, debería tener una opinión propia, cuestionarlo todo. Todo arte es político, aunque no lo pretenda. A ver, es mi verdad, no es absoluta, pero es la verdad de Molina.

¿Cómo ha marcado en su profesión la forma en que se desenvuelve en su contexto familiar?

Foto Familiar

En general, a mi familia no le gustan mucho mis películas, aunque “Margarita” es una que les gustó bastante. Lo que sí tienen claro es mi honestidad como artista y que hago filmes diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver. Mis hijas me adoran, es evidente. Una de ellas -la pequeña-, Laura, tiene mucho talento como actriz, de hecho, participó en el premiado cortometraje de José Luis Aparicio Ferrera: “Tundra”. A Paola -la mayor- no le interesa que sea Molina, como si soy Fito Páez o Pello El Afrokán, ella está enfocada en sus proyectos que no tienen que ver con el arte. Su madre, Marleny, mi compañera, ha sido mi apoyo constante, en las buenas y en las malas. Los artistas son gente compleja. Las relaciones de pareja son muy complicadas, hay que estar todo el tiempo negociando si te importa y amas a la persona a tu lado. Somos una familia bastante unida para la situación compleja en que vivimos.

¿Cómo se reinventó a sí mismo durante la cuarentena? ¿Se mantuvo activo? Si es así, ¿de qué manera?

Creo que una de las cosas que más ha afectado al mundo es el encerramiento durante dos años. Creo que la gente enloqueció, unos más que otros … Durante la cuarentena fue muy complicado todo. Creo que ha hecho mucho daño a los seres humanos. La gente ha quedado media enloquecida, paranoica y hay signos.

En esta etapa me reinventé de diferentes maneras, pues he tratado de hacer arte en la enseñanza. Cuando todo el mundo empezó a hacer docencia por WhatsApp, yo me salté eso y con mi grupo de la FAMCA hicimos una especie de aula taller en la casa de uno de los estudiantes y ahí impartí mis clases. Conmigo llevé también a un par de profesores amigos, así locos como yo. Llevamos cámara, steady, etc. Dimos clases de Puesta en Escena, yo fungí como actor junto con mis colegas y durante más de un mes y pico realicé un taller de Dirección y Puesta en escena porque el cine no se puede hacer de otra manera si no es PRACTICANDO y HACIENDO.

De alguna manera, Molina Profesor estuvo todo el tiempo activo: intenté filmar algunas cosas, tenía una idea con mi hija que al final no fructificó; un cineasta amigo mío me pidió que filmara con otro grupo de directores lo que significaba para nosotros la cuarentena, pero al final no pude ni subir el material por los problemas de conectividad.

Por otra parte, Molina siempre estuvo activo en las redes, fui entrevistado en diferentes medios de comunicación. Hice podcasts. Coescribí un par de guiones, etc.

Fotos: cortesía del entrevistado

¿Cuáles son los principales referentes de Molina?

Mis referentes son fundamentalmente culturales, pero no de puesta en escena. Mis puestas son muy mías, no le deben a nadie, o sea, son una mezcla de todo lo que yo sé y de inventos que hago. Al final, le deben a todo ese cine que he visto desde mi niñez y está en mi subconsciente. El cine es el arte más nuevo y el más envejecido a la vez, tiene casi 130 años y evolucionó muy rápido. Cada vez es más difícil ser original. Casi todo está hecho y a la vez es una confluencia de tantas cosas que todo el tiempo se está reinventando tecnológicamente …

Referentes cubanos no tengo ninguno. Mi referente es el cine americano de los 40, ese es el que más me ha interesado y el cine de los 70. Tampoco puedo dejar de mencionar a Orson Welles, mi director favorito; he estudiado bien todas sus películas, las veo cuando voy a filmar. A ver si se pega algo…

¿Algunos proyectos futuros que pueda adelantar?

El Dogma de los daneses demostró que se pueden hacer películas, pero no quiere decir que todas sean buenas películas. Ahora, con la democratización de los equipos y medios audiovisuales, todo el mundo va a hacer películas y eso también es fatal. Yo creo que el Dogma al cine es lo mejor y peor que le pueda haber pasado. Lo mejor porque te dice “sé tú y has lo que te dé la gana” y lo peor es esa libertad.

Comento lo anterior porque en esta época hay tanto inflador que va de director, actor, fotógrafo, con equipos, recursos y poder económico que de alguna manera tengo que concentrarme en hacer, con los recursos que cuente y a como pueda, lo que sé hacer. Como no sé si como actor tendré más ofertas de trabajo, pues entonces, tengo que buscar mi propia manera de sobrevivir a eso, haciendo lo que aprendí. Todo lo que nos pasa en la vida, lo bueno y lo malo, siempre tiene que ver con uno mismo. La única manera de vivir a plenitud es haciendo mi arte.

Ando en varios proyectos, pero el más tangible es una especie de docudrama. Más bien, un ego mental, una especie de cine-ensayo, es decir, un documental sobre mí mismo. La idea principal es que Molina sea entrevistado por Molinator. Todo el tiempo se van a estar reproduciendo imágenes de películas mías, rodajes en diferentes lugares, también quiero hablar de mi infancia, de mi mamá. Al final terminan los dos Molinas dándose la mano o dándose trompones, no sé. Quizás no sea interesante, pero por lo menos es mi vida. John Ford decía que entre la realidad y la leyenda él se quedaba con la leyenda… Suscribo eso.

[1] Fecha de nacimiento: 5 de febrero de 1966.

[2] Fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y el Caribe.

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