Ostia: un viaje a las ruinas de la existencia humana

La Jeringa
5 min readJun 7, 2020

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EL HERMANO ¿Empezamos?
LA HERMANA. Empezamos. [1]

Por: Talía Alemán Gavilla
Diseño por: Radio88

Ostia es una obra teatral del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco (1971). La pieza se inscribe en la tendencia acuñada como autoficción. Si bien es una denominación dentro de la crítica que no consta con muchos años, es importante mencionar, tal y como lo haría el propio Sergio Blanco en su ensayo “La autoficción: una ingeniería del yo”, que dicha poética de nueva no tiene mucho; es un estilo presente a lo largo de la historia literaria y filosófica, que con el paso del tiempo ha ido tomando nuevas direcciones y se ha re-dimensionado según la puesta en práctica de los diversos autores.

El escritor uruguayo es un fiel defensor de esta corriente, sobre todo en el universo teatral. Algunas de sus obras más representativas se incluyen como parte de la ya mencionada corriente: Kassandra; Tebasland; La ira de Narciso, Slaugther, entre otras. Hay en sus textos un interés muy marcado por rescatar y dar nuevos matices a este concepto de autoficción que se venía trabajando desde hace siglos y encontró el nombre en la obra Le Monstre de Serge Doubrovsky [2].

El trabajo de Sergio Blanco dentro de la autoficción busca, en primer lugar, deshacerse de los elementos superfluos que convierten a esta corriente en generadora de un pensamiento individualista, incapaz de trascender a gran escala en el interés colectivo; y, en segundo lugar, intenta crear una línea crítica en donde escribir de uno mismo, se convierte en un ejercicio de reflexión, búsqueda y comprensión no solo de la propia individualidad, sino más importante aún, del otro. Existe en él una constante necesidad de volver siempre al yo para formar una nueva identidad creadora, capaz de captar y deliberar sin distinción, sobre cualquier tema.

Al dramaturgo le interesa rescatar todo cuanto forma parte de la vida; por eso los límites entre pasado-presente se desdibujan fácilmente en sus obras. Le interesa retornar siempre al origen. La mirada vuelta hacia atrás, a través de nuestra experiencia o simplemente mediante una ficcionalización de nuestro yo como sujeto capaz de existir dentro de cualquier dimensión espacial o temporal, invita a un viaje revelador en el que logramos confrontar nuestras más latentes vivencias con los pasados momentos de felicidad y dolor.

Ostia es precisamente esto, una búsqueda en la memoria de dos hermanos quienes reviven, a través de una lectura escénica, etapas de sus vidas juntos y también de sus experiencias individuales. Es un trayecto recorrido que conduce al reencuentro personal y espiritual de ambos personajes en un formato -texto dramático/puesta en escena –el cual no solo invita a la compenetración con el público o lector, sino que logra armonizar y atravesar ese umbral de lo íntimo para trascender hacia la subjetividad de cada uno de los receptores.

Sentados en dos escritorios distantes, el hermano y la hermana –únicos personajes en escena- darán lectura al texto de la pieza en una especie de metateatralidad poco convencional, donde por medio de esta lectura/representación, a manera de diálogo, irán contando sus historias en los XX cuadros que la componen. Lo «narrado» en dichos cuadros no presenta un orden cronológico, por el contrario, constantemente los personajes realizarán saltos temporales y espaciales que proponen una nueva forma de enlazar sus historias con la de otros.

La autoficción le sirve a Sergio Blanco en su obra para conectar de forma novedosa distintas temáticas globales. Todas confluyen dentro de un macrorrelato enfocado desde la individualidad pero que busca, a la vez, dar con zonas problemáticas del ser humano para tratar de explicarlas.

“En la autoficción lo vivido -el trauma- es el que habilita y posibilita la creación narrativa -la trama- (…) La trama por medio de su capacidad a nombrar, nos permitirá entonces representar y representarnos como sujetos”.[3]

Hay en Ostia dos temas centrales que recorren la obra de punta a cabo: el dolor y la muerte; el sentimiento de dolor, estrechamente conectado a la muerte, nos es presentado en todo momento y se convierte en el motivo a través del cual el autor ficcionaliza los hechos; siempre con el objetivo de llegar a un resultado en donde ese dolor personal, íntimo, también conecta con el dolor ajeno.

A lo largo de la pieza aparecen mencionados, con un fuerte carácter de denuncia, pasajes que aluden a importantes acontecimientos históricos, como pueden ser la dictadura cívico-militar de Uruguay (1973–1985), el fascismo en Europa –principalmente el italiano-, y la muerte del importante cineasta Pier Paolo Pasolini. Estos pasajes serán conectados aleatoriamente con la vida del hermano o la hermana, a través de un viaje en el tiempo donde ocurre una reinvención de ellos en ese pasado; donde rememoran sus viejos traumas y dolores en otra realidad, como método de búsqueda para reencontrarse a sí mismos y comprenderse mejor desde quiénes son.

La ventaja de fijar la mirada en el pasado y poder reinventarlo a partir de sus vidas es que, una vez en ese tiempo, sus voces encuentran una compañía, no están solos y ese pasado, transformado ahora en presente, es también un lugar donde pueden hallarse y comprenderse.

El hecho de partir desde el dolor propio, de hablar desde la intimidad, constituye un ejercicio que no solo ofrece la oportunidad de hallarse en el otro, sino de enfrentar esos fantasmas de la agonía que terminan por fundirse en un macrorrelato de todos.

Ostia, la antigua opulenta ciudad devenida en ruinas, y que presta su título al texto; una ciudad decadente que en tiempos del fascismo se transformó en la casa del proletariado italiano, y lugar donde además fue asesinado el importante cineasta Pier Paolo Pasolini; es un sitio donde parecen converger lo candoroso con lo nefasto. Es el lugar al que vuelven los personajes en la obra; un lugar al cual se transportan en medio de la desolación, y hallan respuestas.

LA HERMANA. Estamos en 1980.
El HERMANO. No.
LA HERMANA. Sí. Fue ese año.
El HERMANO. No. No es 1980.
LA HERMANA. Te digo que sí. Fue el año que estrenaron La laguna azul.
El HERMANO. No. No es el año 1980. Ni tampoco estamos en el Río de la Plata. Es en Ostia.

LA HERMANA. ¿Qué?
El HERMANO. Es en Ostia donde tiene que pasar.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
El HERMANO. Este texto
LA HERMANA. ¿En Ostia?
El HERMANO. Sí. En Ostia. Estamos en Ostia. Al borde del mar Tirreno. En la periferia de Roma.
LA HERMANA. Ostia.
El HERMANO. Sí. Ostia. La ciudad antigua. Cerca de Roma. A unos pocos kilómetros.
LA HERMANA. Nunca estuve.
El HERMANO. Ahora estamos. [4]

Allí se encuentran enterrados los recuerdos de la madre muerta, el padre desaparecido, el sujeto que abusaba de la hermana, entre otros muchos recuerdos que llegan desde un pasado siempre borroso; todos juntos dentro de esta gran ficción de ambos hermanos en la que las barreras de lo verdadero y lo ficticio se difuminan en un intento por encontrar, desde lo personal y desde lo colectivo, el sentido de la vida conectado a la experiencia del dolor, a través del cual se representarán como sujetos dentro la obra.

Referencias

[1] Blanco, Sergio: Ostia en Conjunto no.177, La Habana, 2015. p. 45

[2] Blanco, Sergio: “La autoficción: una ingeniería del yo” en Conjunto no.177, La Habana, 2015

[3] Ibídem, p. 41

[4] Blanco, Sergio: Ostia en Conjunto no.177, La Habana, 2015. p. 48

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