Representar lo humano a través de la imagen femenina
Por: Flavia Valladares Mas
Un marcado cromatismo signa a la obra de la joven artista Daniela Águila. En sus composiciones, además de hallar múltiples guiños a períodos de la Historia del Arte, es perceptible una búsqueda del placer visual que inevitablemente induce a la contemplación. De esta forma, la artista intenta seducir al espectador, quien no puede sustraerse al acto de observar detenidamente pinturas y/o grabados pletóricos de estímulos visuales.
En su más reciente proyecto expositivo en Galería Máxima, Daniela ha continuado sus exploraciones sobre la figura femenina mediante la (re)elaboración de una iconografía de la mujer afrodescendiente. Sin dudas, la serie “Retratos invisibles” indica un nuevo derrotero o por lo menos una bifurcación en su propuesta creativa. Portentosas mujeres negras–de cualquier latitud me atrevo a intuir- emergen de cuadros en cuyas dimensiones encontramos atisbos de una voluntad dignificadora. Bajo el influjo de la estética pop que Daniela ha hecho tan suya, sus retratos son solo los primeros pasos de un imaginario visual aun en ciernes.
¿De dónde proviene tu interés por el arte? Coméntanos sobre la formación recibida en el seno familiar
Bueno, como bien dices, creo que surge del ambiente familiar y la formación recibida en casa sobre todo por mi padre. Él siempre estuvo vinculado o relacionado con las manifestaciones artísticas, el teatro, la televisión, incluso la música, estudió violín en el conservatorio Alejandro García Caturla. La literatura también lo apasiona y es un devorador de libros. Su pasión por la plástica lo convirtió en un modesto coleccionista de arte desde mucho antes que yo naciera.
Todo esto influyó sin dudas en mi vocación, en un inicio imitándolo, creo, y después encontrando en las artes el refugio de lo que me hace sentir a plenitud: apreciar una buena obra, leer un libro, compartir tertulias con grandes maestros de la plástica, músicos y poetas de nuestro país. Todo esto alimentó el deseo y la aspiración de formar parte de ese círculo. Entonces, desde los 7 u 8 años ingresé en la escuela elemental de artes plásticas de 23 y C en el vedado Capitalino y estuve allí cursando los más diversos talleres durante 4 años. Luego obtuve mi matrícula en la Academia de San Alejandro de la cual me gradué en el 2018. Ahora curso años terminales en el ISA.
La pintura y el grabado han sido tus medios de expresión fundamentales. ¿Qué aspectos formales definen tu obra?
Mi predilección siempre ha sido por la pintura desde la academia, pero me interesa mucho el grabado y la fotografía. Todas estas especialidades tienen un peso distintivo en mis maneras de hacer. La crítica, muy aceptadamente, ha visto en mi obra influencias de las más disímiles tendencias del arte, desde el Pop Art, pasando por el surrealismo e incluso el naif. Lo cierto es que mi obra es muy ecléctica, porque poco reparo en formalismos. Mi interés es trasmitir lo que veo, siento — lo cual es interés de mi generación según mi apreciación- con una estética que me agrade.
En cuanto a los colores en mi trabajo son medios que uso como método de expresar mis emociones y estados de ánimos, propios o incluso ajenos. Me atrae sobremanera la espiritualidad humana y mi obra tiene una carga importante de lo que sentimos y no vemos y que intento representar con mi paleta de colores. Conocido es que en el Pop Art, del cual mi figuración tiene una gran influencia, el color es manejado casi de manera aleatoria, pero a diferencia de los artistas Pop yo intento utilizar distintas gamas cromáticas, buscando siempre la combinación entre opuestos o complementarios equilibrando por armonía o por contraste.
El paisaje y el retrato se funden en muchas de tus obras ¿Existe algún interés discursivo en ello?
En la pintura reinterpreto todo como un acto que hago mío. Esta combinación de retrato y paisaje responde a esa reinterpretación precisamente. La intención es insertar estos personajes coloridos con una estética claramente influenciada por el arte pop en paisajes que pudiésemos llamar más naturalistas. La idea es crear una especie de disonancia figura-fondo donde estas mujeres no encajen totalmente dentro del entorno creado o viceversa, pero aun así existe armonía en la obra.
Me atrae mucho la ambigüedad que pueden tener las personas y los lugares. A veces las composiciones de mis pinturas se sienten como tomas cinematográficas: los momentos entre acciones dirigidas, cuando las figuras están “en su propio tiempo”, involucradas en sí mismas, actuando solo para ellas mismas o entre sí. Creo que todos hemos sentido esa sensación de no encajar en un lugar dado en algún punto de nuestras vidas. Esos son los momentos que intento reflejar, instantes donde no necesariamente encajamos, pero somos nosotros mismos.
Al observar tu producción, la imagen de la mujer resulta un elemento recurrente ¿A qué se debe ese énfasis en la figura femenina? ¿De dónde provienen todas esas féminas?
Ser mujer es una construcción difícil, nuestra poderosa relación con la creación y la vida se ha reducido al acto de criar hijos o la dedicación a la familia. Como mujer reconozco la fuerza, la determinación y belleza desde lo femenino, admiro mucho la fuerza histórica y los aportes en el campo de las ideas, de la política, de las artes y en todos los ámbitos en general, a pesar de haber sido invisibilizadas sistemáticamente. Es por eso que uno de mis principales objetivos es redirigir la atención hacia la lucha por la representación y la participación de las mujeres -en toda la extensión de la palabra- en el espacio público. Busco finalmente retar siglos de iconografías y discursos, intento quebrantar la representación sexista y racista de los cuerpos en Cuba al problematizar los imaginarios que nos han construido como nación. Pinto personajes que me permiten accionar y liberar emociones, muchas veces he usado la fotografía de amigas y familiares buscando retratar la fragilidad humana, lo irrepetible de cada rostro, al fin y al cabo, mi intención es representar lo humano, todo lo que de manera sensible nos permita vernos desde el arte.
En tu más reciente exposición personal en la Galería Máxima, pudimos apreciar cómo tu atención se dirigió hacia la mujer afrodescendiente, ¿es la primera vez que asumes esta figura en tu obra?, ¿qué te motivó a abordar este tema?, ¿qué imagen de la mujer afrodescendiente te interesa poner en valor?
“Retratos invisibles” es mi más reciente serie de obras que se encuentra actualmente expuesta en Galería Máxima y en esta ocasión me he centrado en la representación de la mujer afrodescendiente. Este interés viene dado a partir de la comprensión de que existe un vacío de imágenes en cuanto al tratamiento de la mujer negra se refiere en la historia del arte, no solo en Cuba sino a nivel mundial, y de que en la mayoría de las ocasiones que se ha tratado ha sido desde una óptica sexualizada, desde la marginalidad, el maltrato, la explotación, la subordinación por intereses de clase, etc. Mi búsqueda, por el contrario, intenta rellenar este vacío y mostrar el protagonismo de esta mujer afrodescendiente elegante, próspera, bella, capaz, triunfadora, desde una perspectiva de empoderamiento.