Rojo como la sangre

La Jeringa
6 min readJul 7, 2020

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Por: Agustín Enrique Ortiz Montalvo

Ilustración por Stephanie Rivero

Luis Rogelio Nogueras, más conocido por sus amigos — y por nosotros, luego de una amistad nacida de la admiración tras de la lectura — como Wichy o El Rojo, murió a los cuarenta años, cerca de cumplir cuarenta y uno en noviembre de 1985. En una ocasión leí que toda obra es una especie de epitafio, de modo que su poema El entierro del poeta, dedicado a Víctor Casaus, en un claro homenaje a César Vallejo, dedica estos versos:

Su cadáver estaba lleno de mundo.

Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso

pensando en el futuro,

mientras una piedra inmensa le tapaba el

corazón y los papeles (Poemas del alma).

El tiempo es relativo y aquel en el que transcurre una vida humana, más todavía. Si nos ponemos a pensar en todo lo que hizo Wichy en esos cuarenta años, la forma en la que vivió los últimos veinte, asistimos a la certeza de que su corazón bombeó con una intensidad extraordinaria. El Rojo hizo lo que algunos hombres no hacen en toda su existencia, aunque mueren de viejos. Se fue con el talento en plena flor, con el amor en el centro del pecho.

Wichy tenía una curiosidad abarcadora que lo llevó a incursionar en el periodismo, la realización de dibujos animados, los guiones de El Brigadista y Guardafronteras, la narrativa y sus libros de poemas, etc. Un hombre puede sostenerse a lo largo de sus proyectos, ir de uno en uno conformando su obra, viviendo, incluso desde cierto distanciamiento de la sociedad. Pero Nogueras fue un hombre insertado en los procesos de la Cuba de aquellos años, miembro de un grupo de jóvenes escritores fundadores del Caimán Barbudo. En el Manifiesto “Nos Pronunciamos”, no solo quedaron claros sus principios políticos, en tanto se consideraban formados al ritmo de la Revolución. También sentaron toda una serie de presupuestos estéticos que, si bien tenían sus precursores en las generaciones anteriores, marcaron un punto de giro con sus poéticas y trazaron nuevos derroteros en la literatura cubana.

La inteligencia y la autenticidad de Wichy, lo convidaba a suscribir dos cuestiones que me interesa citar: una literatura revolucionaria no puede ser apologética y toda palabra cabe en la poesía, ya sea carajo o corazón (Me quedaría con la poesía, 2012). En cuanto a lo primero, pienso en un poema como Allude a esta pobre ciega. Llegar al aeropuerto, te espera la cara de una pobre anciana, reflejo inesperado, poco feliz, de tu tierra, y no saber qué hacer. De alguna manera retoma una vieja cuestión: ¿qué corresponde al escritor: virar el rostro o plasmar además lo que nos duele?

La segunda idea nos acerca al quehacer poético de Wichy: el lenguaje que le interesaba a su generación para acercarse al hablar cubano de entonces, pero sobre todo a su voz interior. Un acto de valentía y ruptura, al proclamarse poeta de esa manera, en el país de Lezama Lima — con su estilo barroco y su verbo pletórico de palabras — y otros grandes de los siglos pasados. Quizás Wichy, en aquel entonces, gruñó los versos que le dictaba desde el futuro un joven poeta santiaguero: “y no es que deseche las herramientas de su catedral, es que acaso las querría utilizables”. Eso justifica los versos finales de La suerte está echada:

y los hermosos ojos azules

te los puedes meter por tu inolvidable culo (La Jiribilla, 2012)

En la obra de Nogueras no solo hay una búsqueda novedosa a la hora de abordar el tema del amor, sino que apunta a lo erótico, esos momentos cimeros que alcanza la intimidad. “Posa intensamente desnuda/para el madrigal donde sin falta/florecerás mañana” (Díaz, 2016). Habría que destacar El último caso del inspector, cuyo título es un guiño que se despeja a través de los versos, se precipita poco a poco hacia un final fatal. Y recuerdo Hay muchos modos de jugar, cuaderno que descubrí en la biblioteca de la Casa de las Américas. El autor introduce:

“Si por alguna razón, que respeto, tienes una idea demasiado púdica, o demasiado procaz, sobre el sexo y el amor, no leas este libro, porque entonces no fue escrito para ti. Los otros pueden entrar en estas páginas con la condición de que lo hagan desnudos…”.

Wichy quiso trasladarnos su convencimiento de que hacer el amor es un asunto literario, o que se puede experimentar similar excitación a través de la lectura. En una de sus inquisiciones, Borges anota que existen dos tipos de poetas: los que encuentran en el meandro de la metafísica y lo barroco del lenguaje su expresión, y los que, como Quevedo, sienten el mundo y tratan de mostrarlo tal cual es, con la misma sencillez que la brisa los despeina. El Rojo forma parte de este último grupo: fue una realidad más. Una vez escribió: “La poesía empieza en todas partes y termina siempre en los papeles” (Cardona). Y su poema Defensa de la metáfora, de algún modo plantea: si lo puedo hacer así, por qué complicar la lectura. Al final, se trata de lo que dijo Hans Arp: “No invento nada, es la vida quien inventa lo que pinto. Yo oigo y copio. Leo y copio. Miro y copio. Palpo y copio. La vida se vale de mí como de un espejo”[1].

Wichy siente un compromiso con la autenticidad, esa que lo hace escribir Acerca de un poema que lo hizo inmortal. El poeta es publicado y elogiado, gana premios y alcanza notoriedad con esos versos. Sin embargo, “no era su poema”.

Entonces, ¿cómo recordar al poeta?, pregunta Víctor Casaus. Como un hombre de talento. Tierno, a tal punto de encontrar la emoción en el sueño de la niña que ha hecho un poema dormida, sin esfuerzo, mientras a otros hacer un verso les toma toda la vida (Díaz, 2016). Hay que amarlo desde el recuerdo, aunque nos ignore. Como fue: salvaje, enamorado constante e intenso; chispa de humor. Cuenta Víctor Casaus que El Rojo inventaba versitos luego de sucesos de trascendencia social. En una ocasión soltó esto:

Anuncian en el cementerio de La Habana

que deben apurarse para ver

el cadáver de Alejo Carpentier:

vuelve a París la próxima semana. (Casaus, 2014).

A Wichy, debemos recordarlo sonriendo. No pensar que sus cuarenta años fueron pocos, sino que fue el tiempo que existió en Cuba un hombre fuera de serie, llamado Luis Rogelio Nogueras. Si bien sus últimos proyectos quedaron tronchados, su obra llega hasta hoy y nos transmite la impronta de su humanidad. Quizás también hay que recordarlo como Silvio, otro gran amigo del poeta, en La tonada inasible:

Hace quince segundos

que se murió el poeta

y hace quince siglos

que notamos su ausencia.

Quizás, luego de treinta y cinco años, solo cabe preguntarse: ¿murió Wichy?

Referencias:

[1] Exergo que encabeza Imitación de la vida, el poemario con el que Wichy ganó el Premio Casa en 1981.

Cardona, L. M. (s.f.). El poeta que conversa, el poeta que ironiza:conversacionalismo y humor en la poesía de Luis Rogelio Nogueras. Obtenido de: https://repository.eafit.edu.co/xmlui/bitstream/handle/10784/11545/Lina+Marcela_CardonaGarcia_2016.pdf;jsessionid=B95D3984EB98FB2EEA35B3B6CA545CCB?sequence=2

Casaus, V. (17 de noviembre de 2014). Wichy Nogueras, ¿como recórdar al poeta? Obtenido de CUBADEBATE: http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/11/17/wichy-nogueras-como-recordar-al-poeta/#.XwM4iGgpbIU

Díaz, M. G. (22 de octubre de 2016). Poemas. Luis Rogelio Nogueras (Wichy el Rojo para sus amigos). Obtenido de El copo y la rueca: https://www.elcopoylarueca.com/poemas-luis-rogelio-nogueras-wichy-rojo-amigos/

Me quedaría con la poesía. El primer número del Caimán dio a conocer el manifiesto “Nos pronunciamos”. (24 de febrero de 2012). Obtenido de: https://mequedariaconlapoesia.wordpress.com/2012/02/24/el-primer-numero-del-caiman-dio-a-conocer-el-manifiesto-nos-pronunciamos/

La Jiribilla. (12 de agosto de 2012). Luis Rogelio Nogueras. Obtenido de: http://www.lajiribilla.co.cu/2012/n588_08/poesia.html

Poemas del alma (Luis Rogelio Nogueras) (s.f.). El entierro del poeta. Obtenido de https://www.poemas-del-alma.com/luis-rogelio-nogueras-el-entierro-del-poeta.htm

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