Ryukichi Terao y el boom latinoamericano al japonés*

La Jeringa
8 min readDec 26, 2021

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Lo universal siempre se puede traducir cuando se capta su espíritu esencial

Por: Erian Peña Pupo

Juan Villoro escribió que Ryukichi Terao vive satisfactoriamente en la patria de Sony sin reloj, teléfono celular, ni agenda. Además, añade el narrador y periodista mexicano en una de las crónicas de Espejo retrovisor, Terao insiste en calcular la extinción de los japoneses.

Es una broma de mi amigo Villoro, aunque de vez en cuando sí me preocupa el futuro de Japón.

Lo cierto es que Ryukichi Terao vive en Tokio, una ciudad de más de trece millones de habitantes, capital del archipiélago nipón y una de las urbes más cosmopolitas del mundo, y lo hace –dice– con la seguridad que no debemos perder la esperanza en el futuro.

Doctor en Estadios Latinoamericanos por la Universidad de Tokio, hispanista, investigador literario y traductor, Terao quedó deslumbrado con la lectura de La casa verde, de Mario Vargas Llosa; autor que ha sido, para otros traductores, el chispazo inicial.

Me sigue pareciendo muy buena. El mundo de violencia y prostitución, la estructura particular, su lirismo profundo, todo me pareció fabuloso.

Foto: Nicolás Celaya

¿Por qué te interesa la violencia y lo marginal? Temas que estudias en tus libros Literaturas al margen, de 2003, y La novelística de la violencia en América Latina, de 2005.

Supongo que es resultado de la estrategia de mis investigaciones. Aunque soy un amateur apasionado en la traducción, soy profesional en lo que se refiere a los estudios literarios.

La cultura y la literatura japonesas han imantado a varios escritores: Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Roland Barthes y más recientemente Aurelio Asiain, Gregory Zambrano, Ednodio Quintero… ¿A qué crees que se debe esta fascinación por el Japón?

Me parece natural, porque la literatura japonesa es singular, única en el mundo, y tiene una trayectoria larga desde la época de Historia de Genji. Me alegra mucho que últimamente se haya renovado el interés con nuevas traducciones en español y que yo mismo haya podido colaborar de alguna manera.

Esta colaboración –que llenaría de orgullo y responsabilidad a cualquiera– se ha concretado en la traducción de grandes obras de las letras latinoamericanas que iban quedando inaccesibles para los lectores japoneses, comenta Terao, entre ellas las del Nobel peruano, y Juan Gelman (Valer la pena), Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres), Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti (Juntacadáveres), Alejo Carpentier, Carlos Fuentes (La región más transparente) y José Donoso (Casa de campo).

Recientemente tradujo El hombre que amaba a los perros, la novela de Leonardo Padura.

A simple vista el español es un idioma menos cercano al contexto asiático que otros como el inglés o el francés. ¿Cómo surge en Ryukichi Terao el interés por estudiar el español?

Es por casualidad. En los años 80 uno tenía que escoger los dos idiomas extranjeros que iba a estudiar durante la carrera en el mismo momento de mandar la solicitud de ingreso a la Universidad de Tokio, y yo escogí, sin ninguna conciencia, inglés y español. Cuando me aceptaron, ya ni recordaba que había tomado español, pero me dijeron que tenía que llevar seis horas semanales de este idioma. No había otro remedio.

Cuando estudiante te vinculaste al Departamento de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Tokio, pero ¿qué te motivó a adentrarte en los terrenos de la traducción?

En realidad, no me interesaba hacer traducción hasta hace diez años. Mi primera traducción al japonés se publicó en 2009, cuando ya tenía 38 años y era profesor universitario.

Me dedico a traducir, por un lado, por el sentido de deber de quien ha llegado a tener cierto dominio de español gracias a la ayuda de muchos amigos y al apoyo de varias instituciones latinoamericanas y japonesas; y por el otro, por la pena que siento con las obras maestras de letras hispanas que se han quedado inaccesibles para lectores de mi país.

Walter Benjamín subrayaba la necesidad de que se advierta en la traducción la presencia de una lengua previa y la forma en que influye –alertándola y desafiándola– en la lengua de llegada. Ese acto de transfiguración, la respiración habitual del lenguaje a que es llevado el texto, es llamado por el poeta español Tomás Segovia como “métrica sumergida” … Partiendo en que del japonés al español no existe una traducción literal, ¿cómo te enfrentas al hecho de convertir objetos intraducibles en algo legible?

No sabría contestar, porque yo, ignorante de teorías de traducción, sé traducir, pero no sé hablar de la traducción. Frente a las dificultades, siempre termino encontrando soluciones en algún momento, pero en muchos casos no puedo estar seguro de que sean las más oportunas, hasta después de la publicación.

Latinoamérica es un mosaico de dialectos que dentro del español aportan matices y significados múltiples a las expresiones en las obras literarias. Pienso en las obras de Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Guillermo Cabrera Infante, por ejemplo. Japón también lo es en dependencia de sus regiones, aunque podemos hablar de un japonés estándar. ¿Cómo te las arreglas a la hora de traducir estas expresiones para el lector nipón?

No me queda más opción que acudir al japonés estándar, que en realidad es un dialecto de Tokio, aunque a veces meto palabras de otros dialectos en busca de ciertos efectos.

Has traducido a buena parte de la mejor literatura latinoamericana y también a otra parte importante de las letras japonesas… Autores que no son particularmente fáciles de leer y que utilizan recursos de la lengua poco usuales, pero sí comprensibles para el lector hispanohablante. ¿Comúnmente traduces a aquellos escritores que admiras o prefiere adentrarte en zonas riesgosas, pero digamos mucho más estimulantes de la literatura?

Nunca me prostituyo en la traducción. Solo traduzco obras que me gustan y autores que admiro.

En el caso de las traducciones del japonés al español, ¿qué obstáculos ha encontrado al abordar textos de autores como Akutagawa, Junichiro Tanizaki, Kenzaburô Ôe y Kōbō Abe?

Siempre tengo problemas en el momento de traducir objetos o fenómenos singulares de la cultura japonesa, que aparecen con frecuencia aun en un autor tan cosmopolita como Abe. Es un escritor particular porque, al carecer de conocimientos de idiomas extranjeros, tenía que depender de la vida y la cultura japonesas para hacer planteamientos universales, y me origina muchas dificultades.

Hablemos de tu traducción de Tres tristes tigres (TTT) del cubano Guillermo Cabrera Infante (GCI). Has dicho que fue la obra que más trabajo te costó traducir, pero también la que más placer te dio. ¿Cuándo leíste TTT por primera vez, qué te atrajo de la novela de GCI?

Lo leí hace más de veinte años en México y me divertí mucho con las bromas y juegos verbales, que, a decir verdad, no entendía del todo. Me pareció único y valioso el experimento lingüístico de Caín.

¿Crees que el lector contemporáneo seguirá sorprendiéndose con la estructura moderna y arriesgada que se propuso entonces Cabrera Infante en su obra maestra?

Desde luego. Una buena novela jamás envejece y se va renovando según el tiempo. De hecho, los lectores japoneses disfrutaron de la sorpresa al leer TTT casi cincuenta años después de su primera aparición.

¿Tu traducción fue la primera de TTT al japonés? ¿Cuáles fueron las principales dificultades que encontraste en el proceso de llevarlo al idioma de Akutagawa y Kōbō Abe?

Sí, es la primera. Varias veces me atormenté inventando juegos de palabras, palíndromos y anagramas que correspondan al texto original, pero tuve momentos gratos. Exploté de euforia cuando “Amor a roma” se me convirtió en japonés en “Me gustaría ser homosexual también en Italia”.

¿Cómo fue enfrentarse al “idioma habanero” que utiliza GCI en su novela? Pues, como sabemos, esta es una cuestión que Cabrera Infante advierte en la nota que abre el libro.

Fíjate que Caín después se arrepintió de esa nota. No creo que el libro está escrito en cubano o habanero, sino que se trata de un idioma universal, inventado de manera artificial por el autor. Ciertamente aparecen palabras muy cubanas, pero ellas no obstaculizan la comprensión del texto. Lo universal siempre se puede traducir cuando uno es capaz de captar su espíritu esencial.

La narrativa ha sido el fuerte de la literatura latinoamericana de las últimas décadas y después de repasar los autores y las obras que has traducido, noto mayor interés en la narrativa… ¿Te interesaría abordar otros géneros como la poesía, el teatro o el ensayo?

Traducir poesía siempre me ha resultado difícil, y a decir verdad preferiría evitarlo. De momento me interesa traducir ensayos de Caín.

Apenas se publica literatura japonesa en Cuba, y menos contemporánea. Repasando mi librero encuentro algunos cuentos de Akutagawa, algo de Kawabata… ¿Cómo valoras el panorama literario japonés que llega a las librerías en otras partes del mundo?

Lo que se ha traducido siquiera al inglés es muy poco, y tenemos mucho trabajo por delante. Yo mismo trataré de rescatar autores que permanecen desconocidos en Occidente.

Has dicho que el mayor problema en la literatura japonesa ahora es que no hay figuras a la altura de clásicos como Tanizaki, Abe, Mishima, Ôe… En cambio, tiene nombres visibles como Haruki Murakami y el Nobel de Kazuo Ishiguro (aunque tiene nacionalidad británica y escribe en inglés). ¿Crees que algo similar sucede en América Latina? ¿Es un proceso global, o crees que nuevas voces toman las riendas?

Creo que estamos atravesando una etapa de transición. Por fortuna, últimamente se han publicado, tanto en Japón como en América Latina, novelas que están llegando a la altura de los autores del “boom”. Órgano genocida y Harmony de Keikaku Itoh pueden competir con las mejores novelas de Abe, y La forma de las ruinas de Juan Gabriel Vásquez y Si te vieras con mis ojos de Carlos Franz, me parecen obras extraordinarias de la literatura contemporánea mundial. No perdamos esperanza en el futuro.

¿Además de Cabrera Infante se conoce la obra de otros escritores cubanos en Japón?

Se conoce la gran parte de la obra narrativa de Carpentier (yo mismo traduje El recurso del método), y se han traducido varias de Reinaldo Arenas. También Leonardo Padura.

¿Qué visión se tiene sobre Cuba y su literatura en los círculos académicos japoneses?

Últimamente ha habido redescubrimientos de Cuba. Cada vez más gente visita Cuba, y revistas culturales influyentes han dedicado números especiales para presentar, no solo sitios turísticos y famosos, sino también la literatura, la música, la pintura, la cultura general de la Isla. Yo he visitado Cuba dos veces, en 1993 y en 2017. La última vez me sorprendí de los cambios que había atravesado el país.

¿Existen obras que no se pueden traducir o todos los libros son de alguna manera traducibles? ¿En qué trabaja ahora Ryukichi Terao? ¿Qué libros mueven ahora tus días?

De libros universales siempre se puede traducir la esencia, aunque se pierdan detalles. De momento me quedan pendientes Noticias del Imperio, de Fernando del Paso, y La forma de las ruinas, de Juan Gabriel Vásquez, que son otros tremendos libracos.

*Publicado originalmente en El Caimán Barbudo.

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