Réquiem
Por: Anyi Romera
“Si uno fuera a llorar cuánto termina
No alcanzaran las lágrimas a tanto(…)”
(Réquiem, Silvio Rodríguez)
Hace 30 años que Guillermo Vidal Ortiz terminó de escribir Matarile. Matarile es una ronda de muertes. Muere "la familia, la propiedad privada y el amor". Y la fe. Por sobre todo la fe.
Matarile gira en torno a Toño, un niño que se hace viejo y se vuelve loco entre fantasmas y maletas. Pasa por las becas, los éxodos, los diez millones, las purgas de gusaneras y termina en las puertas del período especial. Se le va la gente, a la tumba o al norte revuelto y brutal. Él se queda, a ver qué ocurre, a ver qué le ocurre. Pierde a tía Mercajulia, a su perro Azabache, a su Teresita Cobián, a sus amigos de la infancia y de después. Quiere soñar y ser un niño de nuevo. Pero, ¿quién puede soñar y ser niño otra vez? Soñar y volver a la infancia son imposibles.
Toño es parte de una larga lista de personajes que son tan reales que parecen palpables, que uno piensa que los conoce o que se pueden hallar en las esquinas, que existen y se repiten en muchos cubanos, en muchos pueblos-barrios de Cuba desde los años sesenta. Toño es una amenaza, por eso Matarile es una aguja en el pajar de la literatura cubana. Está casi oculto, como tantos libros cuyos personajes puedan ser una amenaza. Por alguna razón, no nos quieren decir que existen. Así, por insilio o fatalismo geográfico, estuvo Guillermo Vidal Ortiz; se llega a él casi por azar. Hace años que Guillermo se unió a sus muertos, y hoy no puede celebrar, bailar la ronda con Toño.
Toño sigue caminando solo, porque la gente se va y no hay comida, porque somos-socialistas-palante-y-palante. Toño se muere o se queda esperando la muerte. En realidad sufre la eternidad, porque quedó escrito, y aunque no aparezca en librerías, ya está escrito, ya es inmortal.
Hay una similitud entre Sergio, de Memorias del subdesarrollo (Edmundo Desnoes,1965), Esteban, de Un día de noviembre (Dir. Humberto Solás, 19) y Toño. Los tres eligieron creer sin saber bien en qué, quisieron la permanencia, y se quedaron en la espera de algo que se supone que pasaría y nunca pasó. En esa espera les sorprendió la muerte, sin más. Esperaron todas sus vidas y a los tres la muerte les mira a los ojos, queda en el lector/espectador suponer o elegir si mueren -o no-.
Ese es el hombre que -cree- empieza a vivir después de los 60. Es Toño sin familia, sin perro, sin amor. Es Toño con un salario de maestro que no alcanza. Es Toño que no come, que no calza, que camina con los zapatos rotos. Es Toño perdiendo su vida en su país y descubriendo la muerte en lo que esperaba que iniciara su vida.
Lean, busquen Matarile. Lean y lloren cuando recuerden sus perros muertos, sus gentes en el norte revuelto y brutal, sus salarios insuficientes. Bailen con Toño la ronda y esperen "la noche magnífica", porque aquí nada cambiará.