Seaheaven, dos décadas después
Por: Camila Marín Fernández
Actualmente se pudiera afirmar que la realidad que vivimos es simulada. Con la llegada abrupta de los mass media hacia finales de la década de los 60, las plataformas de streaming y las redes sociales en los últimos años, la sociedad ha suplantado la realidad material por la hiperrealidad que en estos espacios virtuales se muestra. En la modernidad, anterior al boom tecnológico de la segunda mitad del siglo XX, resultaba una tarea menos compleja distinguir entre lo que es realidad cotidiana y la ficción. Se define realidad como lo que se experimenta de manera sensible y la ficción como lo que se narra en obras cinematográficas o literarias pertenecientes a este género. Por otra parte, en la postmodernidad, la línea entre realidad y ficción se difumina constantemente como un síntoma social evidente, lo cual se entiende como un simulacro de lo real. Un ejemplo de este suceso es el filme The Truman Show (1998) dirigido por Peter Weir y protagonizado por Jim Carrey que, por primera vez, vemos alejado de todas sus habituales muecas y su gestualidad.
De lo general a lo particular
El filme recrea un reality show, en el que se transmite en directo, las 24 horas del día, hacia todas partes del mundo, la vida de un sujeto. Todos, excepto él, saben que su vida es un programa de televisión. El audiovisual comienza con una entrevista a los actores del programa. Marlon (Noah Emmerich), el mejor amigo de Truman Burbank (Jim Carrey), comienza diciendo: “Todo es auténtico, todo es real. Aquí en este show nada es falso, solo que está controlado”. Este pensamiento tendrá argumentación y desenlace a lo largo de la película, pero inicialmente el espectador se encontrará perdido dentro de la trama y en la praxis irá descubriendo la realidad relativa, al unísono que el protagonista.
Durante una conversación de Truman con Marlon, el primero le comenta que quisiera dejar su trabajo, debido a la inconformidad que tenía con este e irse lejos, al otro lado del mundo, a un lugar “perdido” llamado Fiji ¿Quién no?. La respuesta de su amigo fue: _ Tienes un trabajo de oficina. Es un excelente trabajo. ¡Mataría por él!.
Sin mucho rodeos: capitalismo duro y puro. Por una parte, pareciera un simulacro de la sociedad y del hombre postmoderno, perdido, que no sabe o, más bien, no se cuestiona de dónde viene y hacia dónde va. Y por otra parte, la búsqueda constante de cambio o el gesto simbólico de Truman de irse hacia un lugar que esté a 180º de donde se encuentra pudieran remitir a un suceso moderno. Él intenta alejarse de esta corriente que lo arrastra, pero no es más que otro cordero pastoreado por el gran rebaño que es la sociedad capitalista. El protagonista es completamente dependiente de este sistema, así se lo han hecho ver a lo largo de su vida los núcleos de poder que se encargan de que el capitalismo sobreviva. En este sentido, él antes de desconectarse de este frenesí constante necesita un plan, así como cobrar la bonificación del trabajo para costearse el viaje.
En su libro El malestar en la cultura, Sigmund Freud medita acerca de la infelicidad que experimenta el sujeto que vive en sociedad. En este sentido, subraya tres fuentes principales de este sufrimiento: “desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; por fin, de las relaciones con otros seres humanos.”. Además el autor asegura que, por el simple hecho de haber escapado de la desgracia, o de haber sobrevivido a este sufrimiento el individuo ya se estima feliz.2 En concordancia, Freud sugiere el aislamiento como manera de evitar parte de este displacer o sufrimiento; es decir, convertirse en una persona que carece de nexos sociales para no ser vulnerable, ni estar propenso a ningún daño sobre sí mismo a partir de las relaciones que se establecen entre los individuos. Este modo de pensar se puede establecer como punto de partida para afirmar que, la necesidad de evitar cualquier situación que pueda provocar displacer al individuo es una forma de alcanzar la felicidad. Si se utiliza el caso de Truman como ejemplo, entonces abandonar su puesto de trabajo y mudarse a una “isla perdida” son su válvula de escape o forma de aislamiento. Frente a esto se puede indicar que, la búsqueda constante de la felicidad por el ser humano establece ciertas maneras de actuación y reconocimiento del individuo dentro del panorama sociocultural.
El filme vapulea a la sociedad de consumo y, por ende, al capitalismo. La columna vertebral de este argumento está en los comentarios satíricos y las constantes alusiones que se hacen a este consumismo. Por ejemplo, a Meryl (la esposa de Truman) le regalan un instrumento de cocina en la tienda, como bonificación por comprar una cantidad exagerada de productos y ella regresa entusiasmada por su compra y con ansias de volver. En otra escena, a Meryl se le rompe una segadora y en lugar de intentar repararla se compra una nueva, como guiño a la idea de desechar lo roto, lo viejo y reemplazarlo por algo nuevo y más actualizado. Además, durante el show realizan anuncios de cacao natural, cerveza y de la propia segadora de manera subversiva. Dentro del programa todo está a la venta, desde la ropa de los personajes hasta las casas en las que viven. Estos gestos devienen en un espejismo de la sociedad contemporánea.
El internet y las redes sociales constituyen un circo mediático. La mayoría de las personas publican en estas plataformas su vida, en mayor o menor medida. ¿Pero hasta qué punto somos conscientes de cuánto influye esto en el modo de hacer, de pensar y de vivir? Sin pretensiones de generalizar, siento que si no se captura con una cámara o teléfono lo que se hace o lo que sucede en el entorno, entonces es muy probable que quede la sensación de que ese momento no ha ocurrido. Parece que el “pienso, luego existo” de Descartes ha mutado a publico, luego existo. Como si la vida fuese un simulacro que solo trasciende cuando se transforma en contenido. Este suceso es más evidente en las jóvenes generaciones, pero ninguna está exenta. Además, ha dado lugar a los conocidos youtubers, streamers, instagrammers e influencers, quienes han sabido sacar provecho de este fenómeno social y facturar gracias a este creando y publicando contenido de las más diversas categorías. Por su parte, los espectadores o seguidores mayormente tienden a sentirse identificados con ciertos estados de ánimo, ideologías, gustos o situaciones y como consecuencia proceden a imitar soluciones, patrones de conducta, modos de pensar o modas determinadas. A través de la empatía propiciada por el lenguaje, por los códigos compartidos, etcétera es que estos "actores" logran influenciar a su público. En este sentido, la cinta muestra cómo la gente vive pendiente de Truman, comen mirándolo, duermen cuando él duerme, están tristes si le sucede algo malo o se alegran y festejan cuando le pasa algo bueno.
Hoy, 24 años más tarde del estreno de The Truman Show, el filme tiene vigencia. Independientemente del sistema socioeconómico, creo que el consumismo atrae a todos. En Cuba, un país con condiciones políticas y económicas específicas, desde la llegada del internet o del famoso "paquete", no son pocos los comentarios o memes que circulan por las redes sociales o por la calle sobre reality shows. Keeping up with the Kardashians, Gran Hermano, La isla de las tentaciones, Master Chef, La Voz, entre otros programas televisivos son los encargados de dictar o influenciar en normas de conducta o cánones estéticos determinados. Esto no sucede de esta forma en nuestro país solamente, sino a nivel global en las personas que consumen este tipo de espectáculos. En muchos casos, como consecuencia, implican la renuncia o variación de la identidad particular del sujeto espectador.
The Truman Show siguiendo su sentido crítico subraya la cara oscura de los núcleos de poder de la sociedad. Cristof, el director y productor del reality show, encarna la representación de estos centros de poder. Él tiene el control de todo, desde el estado del tiempo, hasta de las personas que interactúan con su títere (Truman). Cristof controla una compleja logística de cámaras y escenografías, más que representar a un magnate de cadena televisiva, es un manipulador aterrador. No solo simula y controla la vida de Burbank, sino la del espectador del programa. En la entrevista del final de la película el periodista le pregunta:
_ Por qué crees que (Truman) no se había dado cuenta hasta ahora? - a lo que él responde.
_ Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan.
Lo que para mí resulta una reflexión crítica a los medios de comunicación, a la prensa sensacionalista y al mundo televisivo. Una referencia muy clara resulta la escena en la que un compañero de trabajo le muestra el periódico a Truman el nombre es The Island Times, con la misma tipografía que The New York Times. Estas industrias de la comunicación muestran lo que quieren que el público vea, pues responden a los intereses del sistema que la financia, dígase el gobierno, la oposición, etcétera. Incluso si es una cadena independiente o autonómica responderá a intereses y normas determinadas. En este sentido, me parece coherente citar a la teórica de cine Laura Mulvey cuando bien dice que: el mundo fantástico de la pantalla está sujeto a la ley que lo produce. Por tanto, la realidad que percibimos está relativamente manipulada.
Cristof se muestra a sí mismo como un Dios y es que su nombre en sí lo sugiere. Es un hombre orgulloso, misterioso, apático, intimidante, que se esconde tras un gran estudio televisivo. Su cruel espectáculo viola la moralidad y la ética de las relaciones humanas con el objetivo de mostrar su visión futurista de la sociedad. El director tiene la intención de mostrar el lado oscuro del ser humano. Para ello, encarna en los personajes sentimientos como la falsedad, la hipocresía y la maldad sin recelo. En una escena del final de la película cuando Truman conoce la verdad sobre toda su vida, Cristof se justifica diciendo: ¡El mundo está podrido! la realidad no es muy diferente a lo que has vivido, solo es peor. Seaheaven es como debería ser el mundo. Aquí destapa sus ansias utópicas, pero banales, de lograr un mundo mejor, una sociedad diferente que no arrastre estas lastras sociales. En sus propias palabras: Soy el creador del programa de televisión que llena de esperanza y felicidad a millones de personas.
La paranoia es a la modernidad como la esquizofrenia a la postmodernidad
La cinta The Truman Show, más allá de su calidad teórica y cinematográfica, ha dado nombre a un trastorno. El síndrome del show de Truman es una variante esquizofrénica en la que el individuo vive inmerso en un mundo ficticio. El enfermo cree que su vida es un reality show y que está siendo grabado todo el tiempo. Este síndrome en realidad no surgió a partir de la película, sino que es un trastorno narcisista que ha existido durante toda la historia de la humanidad. En la antigüedad, los afectados por esta enfermedad encarnaban personajes célebres de la época. Ahora, como fenómeno contemporáneo, simplemente se creen estrellas de televisión.
Si bien la palabra esquizofrenia anteriormente mencionada ha sido en el sentido patológico, creo que podríamos realizar una analogía con la esquizofrenia definida por Friedrich Jameson en su ensayo El posmodernismo como lógica cultural del capitalism tardío. En el tipo de oposición que se establece entre modernidad y postmodernidad, se puede encontrar una especie de referencia en la que la paranoia es a la modernidad como la esquizofrenia a la postmodernidad. La paranoia, en este sentido, si pudiera pensarse como la enfermedad, es el ego burgués que caracteriza a la sociedad moderna en la cual el sujeto cree que todos conspiran en su contra y que el mundo gira alrededor suyo. La idea central de la modernidad gira alrededor del ego del individuo. Es la misma idea de los grandes relatos, del sentido de la historia, todas estas figuras centrales de la modernidad giran alrededor de una idea centralizada del yo. Ese yo es el paradigma esencial de lo que llaman paranoia.
La esquizofrenia es justamente lo contrario. Es el síntoma cultural del yo disperso. En la postmodernidad se tiene una idea del mundo descentrada. El sujeto postmoderno está expuesto a experiencias diversas y referencias múltiples, en las que estas experiencias no están jerarquizadas o si lo están, no lo son en el sentido tradicional. Por lo tanto, la idea de la subjetividad es menos precisa y coherente y, a partir de eso, la experiencia del mundo también lo es. Jameson pone como ejemplo de este planteamiento la manera en que los seres humanos experimentan los sentimientos. El sujeto moderno refleja sus sentimientos y emociones de manera directa con el mundo. A su vez, estos sentimientos son intensos, poderosos y directamente relacionados con el sujeto. Los sujetos aman de manera trágica e infausta por así decirlo. En cambio, el sujeto postmoderno es un sujeto distanciado, menos empático. En este caso, el amor tiene una cierta percepción performática, en la que los sujetos están menos implicados en el romance. Esta separación o distancia está vinculada con la descentralización del sujeto. Si intentamos observar cómo se da este suceso postmoderno en la película encontramos que Truman lleva un matrimonio, aparentemente feliz, pero hay una escena en la que le pregunta a su esposa ¿Por qué quieres tener hijos conmigo? Ni siquiera me soportas.
El pastishe y la parodia en The Truman Show. Criterios generales
Por otra parte, conceptos como el pastiche y la parodia cobran vida en la película. Seaheaven está ambientada según el vestuario, el estilo de las viviendas, los autos y toda la escenografía en general en los años 50 y 60 del siglo XX. Pero los espectadores y los que trabajan en la producción, tras las cámaras, desarrollan su experiencia en los 90 (década en la que se realizó el filme). Se pudiera considerar que esta recreación no tiene un objetivo más allá de lo estético y lo estilístico. Más bien me sugiere un punto de fuga de Cristof y del público, de la sociedad posmoderna. La utilización del recurso, en este caso presuntamente aparente, de una cita vacía es el que se reconoce como pastiche; es decir, la cita no es objetiva, se utilizan los referentes sin necesidad de que hablen de la realidad referenciada. En este sentido, este recurso no tiene una segunda lectura, aunque esta segunda lectura siempre existe solo por el hecho de utilizar un código determinado. El punto es que la referencia no es directa, sino puramente formal.
El concepto de parodia, por su parte, se trasluce con el de pastiche, no se puede desligar por completo uno de otro. La parodia se utiliza de manera objetiva y coherente para contrastar un hecho o un argumento. En la película, la parodia pierde la fuerza o el filo que la debe caracterizar y se convierte en parodia por parodia. Es decir que, pierde su propósito vanguardista y revolucionario. Entonces, resulta hasta cierto punto impúdico que una película represente las calamidades de la vida contemporánea, pero nos quede un sinsabor tras verla, pues si su causa es crítica, no se plantea una solución a estos problemas. Se muestran las cosas como son sin más pretensiones que, quizás, hacer un llamado de atención.
El filme The Truman Show se acerca de manera acertada a temas complejos y profundos. Y si bien conceptos como el pastiche o la postmodernidad resultan difíciles de abordar por la incapacidad de sintetizarlos, se encuentra cabida y reflejo de la sociedad postmoderna en el audiovisual. A nivel estético logra gran dinamismo con los planos que parecen filmados con las propias cámaras del reality show, así fusiona y confunde la visión del espectador real con el espectador del programa. En líneas generales, la película posee un trasfondo pesimista pues, aunque advierte y visibiliza disimiles problemáticas de la sociedad contemporánea, no pretende solventarlas. Pero, sin dudas, vale la pena observar la cinta. Al final, naufragamos junto a Truman en el mar del desasosiego para encallar en cuestionamientos existenciales como ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? y ¿A dónde voy?
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