Sender Escobar: Un salto hacia la literatura
Por: Alejandro A. García Ortega
— A ver, mijo, sube la mano. ¡Ya! ¡ya te vi! Sigue caminando que es al final. Yo tengo un nasobuco negro. ¿No me ves?
En medio de la calle 257 de La Cumbre, en San Miguel del Padrón, un flaco de estatura media, blanquísimo y con una barba de candado tupida habla por celular y hace señales con uno de sus brazos extendidos. A lo lejos, entre los charcos de agua estancada, se asemeja a un náufrago pidiendo auxilio.
Al llegar a la casa, distingo que mi entrevistado está descalzo detrás de la reja del portal. Un perro salchicha, tan flaco como el dueño, salta y este le ordena que se esté quieto.
Duque vino con el título nobiliario hace cuatro meses. Fue adoptado de un grupo de protección animal que la madre vio en Facebook y le comentó al hijo, quien ahora, descalzo, da una ligera patada para cerrar la reja, suelta al perro y recupera la postura una vez estamos dentro.
En la pared del fondo se ve una extensa colección de libros y en el justo centro de la biblioteca una foto pequeñita de Martí. Al lado de la puerta de entrada un aparador antiguo tiene encima solo un búcaro con tres flores plásticas: dos amarillas y una azul; una cajita decodificadora y el televisor reproduciendo Que ya viví, que te vas, de Silvio Rodríguez.
— Un poco fuerte ese tema para esta hora
— Nah´, tú sabes que Silvio no tiene momento fijo.
Sender se sienta en un butacón frente a mí, cruza los brazos y sube un pie descalzo sobre el posamanos del mueble. Mientras tanto, Duque, haciendo honor a su linaje, me propina una saeta de lengüetazos en las canillas como diciéndome que soy más que bienvenido en su señorío.
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Alejandro Escobar Gómez, o simplemente Sender — como él mismo decidió llamarse y que es el equivalente del tan común nombre en yidish — vive en San Miguel del Padrón, pero nació en Las Tunas hace 27 años.
“Conocí a Sender en 2018, a través de la pantalla de la TV, cuando él compitió por primera vez en el programa La Neurona Intranquila”, comenta Norma Normand, ganadora de la Gran Anual de la 5ta temporada de ese concurso.
“Sus contrincantes eran dos hombres bastante mayores, muy serios, cuyos rostros herméticos contrastaban con la sonrisa fácil en el rostro joven y hermoso de Alejandro. Cuando terminó segundo lugar de la competencia anual, busqué su número en el directorio y le envié un SMS de felicitación. Me respondió enseguida, muy contento. Ahí comenzó nuestra amistad, sin importar la diferencia de edad entre nosotros, pues yo tengo 74 años”
El carisma natural de oriente y la intensidad con que vive Sender, le vale el mote con que lo bautizó su ídolo, Leonardo Padura: “ladilla con spike”. De esa manera insistente se ha ganado la cercanía de muchas de las personas que admira, como Héctor Noas, el propio Padura, Silvio Rodríguez y Roberto Chile. Este último me escribe sobre él:
“Se me presentó a bocajarro y me propuso entrevistarme hace ya más de un año. Después de eso, ha visitado mi casa con su novia, su mamá, y con sus más cercanos amigos. No dudo que un día se aparezca con Silvio, Arrufat, o cualquier otra de las lumbreras que rodean su vida, porque además de su saber como poeta y escritor, Sender sabe ser amigo”.
Al parecer, este joven de barba talibán es una especie de polilla del conocimiento y paparazzi de famosos. Le gusta rodearse de personas sensibles, que trabajen por la belleza. Pero su efusividad, en ocasiones, ha hecho que el choque generacional entre experiencia y juventud sea inevitable:
“No todo ha sido color de rosa con él”, explica Norma. “A veces, considerando que se ha pasado un tanto de la raya, o que ha cruzado la línea límite de lo permitido por mi criterio, se lo he dicho por lo claro (con el único fin de que sea más cuidadoso) y siempre he hallado su comprensión y humildad”
— Sender, ¿y tú te consideras famoso? Una sonrisa tímida recorre su rostro. Descruza uno de los brazos y se acomoda con el índice los espejuelos redondos y grandísimos.
— Famoso de qué, mijo. Quisiera ser bueno en lo que me propongo hacer y que me reconozcan por mi trabajo, pero la fama es algo efímero. Pero yo lo que en realidad quisiera es escribir como Cortázar.
Chile me comenta que Sender crece por día: “Cada vez sus artículos son más diversos. Su prosa es profunda y estilizada. Sus poemas conmueven. Fue la primera persona que convoqué para un libro en el que veinte poetas escriben para imágenes de mi autoría. A él le ofrecí una foto titulada Utopía. Luego de verla en mi casa y de camino a la suya escribió el poema”.
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— ¡Monos y terraplanismo! ¡La tierra es plana y está poblada de monos!
“La mente de Sender viaja por sitios poco habituales. A la hora de comunicarse no tiene filtros y dice lo que piensa tal cual. Es muy ocurrente. Dicharachero y disparatero. Juega todo el rato con las palabras.”, comenta la novia, Dainelys.
“Es una persona muy extrovertida, gentil y despistada. Un día se metió en la cisterna del taller en calzoncillos a limpiarla; otro, se colgó como un mono de las vigas a más de tres metros de altura. Tiene alma de niño”, cuenta Lianne, diseñadora del grupo de la UEB Muebles Capitalinos Umbral, donde Sender trabajaba de especialista principal de Ingeniería y Desarrollo.
Noviembre lo ha visto desempeñarse en el ámbito periodístico con mayor frecuencia, el afán de convertirse en escritor a tiempo completo pudo más y abandonó el trabajo ingenieril con ese propósito. Solo escribir. Ese salto de fe le supuso que se quedara sin un centavo en poco tiempo, por eso pidió colaborar en sitios digitales como Cubacine y la página web de radio COCO.
— Yo comencé a escribir como hobby. Mi primer cuento fue sobre José Martí. Lo escribí en tercer año de la carrera Ingeniería Industrial. Cuando llegué a La Habana y tuve la oportunidad de cursar el taller de Técnicas Narrativas, del centro Onelio Jorge Cardoso, me convencí de que quería ser escritor.
— Muchas ideas que se me ocurren vienen de lugares tan simples como una tarja conmemorativa. De hecho, escribí un cuento sobre un crimen que cometió la Guardia Rural en Las Tunas porque mi papá me contó la historia siendo prácticamente un niño y se me quedó… Me gusta mucho la ficción histórica.
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Sender no tiene máquina de escribir. Desearía tener una ahora que a la computadora portátil se le rompió “el cablecito que va de la base a la pantalla”, durante su regreso de Pinar del Rio. Forzar la vista escribiendo en la pequeña pantalla de su celular sería un harakiri para sus ojos astigmáticos, los cuales ya lucen unas gafas al estilo Lennon.
— ¿Cómo está, Chile? ¡No, no se preocupe Yo paso más tarde. ¿Qué hora es? Yo voy después de las cuatro porque tengo que hacer unos mandados.
Sender no tiene máquina de escribir, pero tiene a su amigo Roberto Chile, quien le ofreció un cable HDMI — o más bien un cable salvador — y va a ir a su casa a buscarlo.
— Oye, vas a tener que acompañarme a buscar los mandados. ¿Tú no querías hacerme un perfil?
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Parados al frente de la bodega de abastecimiento, Sender revisa el móvil constantemente. Ahora calza unos zapatos como si fueran chancletas. En mala hora se le quedaron en Pinar. Me comenta que espera unas respuestas de Silvio Rodríguez sobre cine. Está ansioso. Quiere hacer un artículo con algunas cosas interesantes. ¿Quién imagina a Silvio de actor?
La cola, como acostumbra en toda Cuba, demora. Nos sentamos en el quicio y tarareamos algunas de las canciones de Marco Antonio Solís que salen de la bocina del que despacha la jaba con productos básicos. La señora que apunta trabaja al ritmo empalagoso de Si te hago tanto mal, mejor déjame tranquilo…
Después de canturrear como borrachos de tiempo perdido, aún sentados, Sender vuelve a revisar el móvil. Silvio respondió.
Cuando un ingeniero decide ser escritor, debe dar un salto de fe. No hay medias tintas si de conquistar sueños se trata. La escritura es una constante búsqueda interior, un camino con bifurcaciones y sin horizonte definido.
“De ingeniero a escritor: largo camino, que quienes lo recorren van en busca del corazón. Corazón que Sender encontró. Por eso, y por su talento y persevarancia, llegará a donde se lo proponga”, Roberto Chile.