“Ser”: reflejo del mundo sonoro de Dayron Ortiz
Por: Mirian Delgado Díaz
I
A partir de su trabajo en Frasis, he conocido a Dayron Ortiz. Específicamente existe un tema que no me deja, titulado “Caminos”. Y son Caminos de esperanza ante y a pesar de todo. Así lo siento. Era el tiempo en que se podía disfrutar de la música de la agrupación en el Pabellón Cuba.
Luego, el segundo momento significativo llegó de la mano de un buen amigo con el que compartí una noche de mucha música junto a Haydée Milanés — con su timbre inconfundible- y Dayron en la guitarra, en el bar restaurante Habana 309. Las luces no eran radiantes, no había lentejuelas, había otro ambiente lleno de complicidad, rojo y violeta y en menor medida azul. Éramos, escuchando canciones que rompen, pero en las que siempre descubro aliento.
Otra estación ha llegado, y en esta primavera ha sido posible, otro descubrimiento: “Ser”, primer fonograma de Dayron Ortíz en su carrera como líder de una banda. Un título tan sugerente como enigmático, que poco a poco Ortíz y La Tropa -como denomina al resto de los músicos que lo acompaña: en el violín principalmente, Gabriela, Julio César en el bajo y Armando Osuna en el drums- interpretan desde la posibilidad de conectar diferentes sonoridades, que en ocasiones parecieran lejanas.
Una mixtura grande entre funk, jazz, rock, soul, ritmos afrocubanos nos propone Ser, debido a toda la influencia que vive en este guitarrista; todos estos estilos y sus grandes músicos cuyo arte consume a diario y lo nutren.
II
Tras varias jornadas pospuestas, como premonición, tuvo lugar un concierto hermoso, el pasado 11 de junio en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. Rock y música afrocubana, son relieves de esta presentación especial. No sabría decir cuánto duró, y creo que es lo menos debería ocuparnos, lo importante, es lo que ocurrió esa noche de complicidad y agradecimiento –a todos aquellos que han sido parte de este camino, porque reconoce que hay un gran equipo de trabajo detrás de lo que se ha logrado-. No ha sido la primera vez que he podido escuchar una probadita de esta producción reciente, sin embargo, he vuelto al encuentro de su música con la misma inocencia que regresa quien ha sido feliz en instantes inolvidables.
Una guitarra eléctrica ha abierto de una manera potente acompañada por un violín, bajo y un drums que aumentaban la dicha de hacer música juntos. Ha sido esta primera composición, “Lluévete”, un rock melódico de bendición para una sala de concierto que da la bienvenida.
“Por fin es el momento después de tanta espera. Muchas gracias a los que han podido llegar. Súper feliz de estar compartiendo con ustedes”. Así iba comenzando una travesía hermosa anunciada por “el capitán de la tropa”. Estarían tocando temas de su autoría incluidos en su disco y en sustitución de aquellas colaboraciones en vivo que no podrían ser se tocarían otros.
La segunda pieza compartida, “Piropí”, muestra una fuerte presencia de rock y una cubanía que nos ha acariciado con una cadencia típica de este lado del mundo. La percusión en su solo que incita -desde un ritmo a tempo de jazz- a bailar. El violín transcurre en tanto progresiones que coquetean electroacústicamente alternando sonidos habituales con esa otra manera de decir.
A continuación, “K003”, idea de Rafael Díaz. Esa combinación entre cifras y letra conforman “la chapa del carro que constantemente le salva la vida” a esta familia en Río Verde -donde reside el guitarrista. Creo que ha sido una manera jocosa de agradecimiento debido al difícil contexto en cuanto a transporte que nos atraviesa.
Los tempos cambian en casi todos los temas cuando y como menos te lo esperas, son ráfagas sonoras que nos devuelven una historia lógica: algo que se va organizando desde fragmentos hasta confluir en la pieza musical. Hubo truenos, centellas, paz, sobresaltos que convidaban a unirnos a lo que estaba sucediendo.
Ha seguido un single sin título sobre el cual el líder de la banda nos pidió sugerencias -la mía fue Páginas en sepia- y ha confesado que le cuesta mucho trabajo montarlo. “Surgió ante determinadas situaciones que se presentan en la vida. Va dedicado en este concierto a todas las personas que no están hoy a nuestro lado”.
Es inevitable que no se encoja el pecho al escuchar esta pista. Remembranzas, huellas, improntas revisitan la sala y hay un azul que se deja ver en el escenario por azar o casualidad y es el azul intenso, de abrigo, de pureza, de manto. Dayron es iluminado por casi la misma luz que lo ha iluminado en canciones anteriores cuando también ha estado solo. Delicadeza de las manos y la disposición del cuerpo.
En “Soñando contigo” -donde originalmente interviene Ernán López-Nussa- ha sido invitado un músico con quien nunca antes había tocado salvo en la edición más reciente del gran evento Havana World Music Festival cuando trabajó con Haydée Milanés. Además, declaró que le gusta muchísimo como toca y que hacía poco se le ocurrió invitarlo al concierto: Rodrigo García Ameneiro.
Sus manos sobre las teclas negras y blancas han dialogado con aires de música clásica y envuelto en un velo pianístico donde casi solo queda él. Drums, guitarra eléctrica y bajo se unen. La voz melodiosa de la violonista ha dibujado un coro lleno de ternura. Ella también ha creado desde las misceláneas.
¡Me sorprende cuánta destreza y disfrute encuentro en las manos de Rodrigo al piano y en su sonrisa respectivamente!
Para “Mi casi guajira” ha aparecido un color verde marino sobre el manto desde el cual nos invitan los instrumentistas en el violín y en el set de percusión. Hubo un empaste interesante. Solo lamento que en esta ocasión Rodrigo no estaba.
Reforma 222 ha sido el séptimo tema que nuestros oídos han disfrutado. No está en el disco, pero intuyo que pudo estarlo. Reflejo asimismo de quién es Dayron, de su mundo, de cuánto ha crecido y aprendido. Nos remonta a la herencia afrocubana nuevamente reforzada por la percusión. El violín ha dejado el set.
“A Mamina” está dedicado a su madre. El violín ha vuelto. Más que homenaje lo siento como una muestra de respeto y del amor que por ella -esté donde esté- guarda. Intimísimo, de los que eriza la piel, de los que podría escucharse una y otra vez porque parece no tener fin, como las canciones que nuestras madres nos repetían bien cerquita antes de dormir. En la próxima propuesta “Suegrandando” la violinista toma el güiro y en parte marca la clave, pero también toca el timbal y el violín: una versatilidad igual de disfrutable. Trucatá tracatá …
La noche es despedida a través de “Kingdom”, ¿acaso no sería Universo? En cualquier caso, es la consagración de cuánto podemos hallar en este disco, en el universo de Dayron Ortíz.
III
He contactado de nuevo con Dayron. He preguntado por Reforma 222. A pesar de estar inmerso en varios proyectos como de costumbre, amablemente me ha concedido una anécdota que no he podido dejar de incluir en este texto. Aquí les va, -y llega desde una latitud que recuerda lazos entrañables con Cuba:
“Reforma 222 es un tema que quiero muchísimo. Me encanta. Está en el live session de Bellas Artes que saqué de hace meses atrás. Lo compuse en una avenida en la Ciudad de México que se llama Reforma. La casa número 222 es donde viven unas amistades. Entonces pues se me ocurre este tema estando en esa casa y le puse así porque fue un tiempo en el que estuve en México casi un mes y era como el lugar donde siempre estaba parando para cualquier cosa. Siempre va conmigo a dondequiera y de alguna manera continuará pues lo tendré vinculado al repertorio del grupo¨.
IV
Nunca olvidaré aquel primer contacto con “Ser” en la Casa de la Música de Miramar en la presentación a la prensa que hicieran Elsida González -productora ejecutiva en este álbum-, Dayron y los muchachos de República Records. Me sentí extrañamente privilegiada y a la vez deseosa de que llegara a más personas. Aquel 11 de junio de 2022, mis deseos se hicieron realidad y quedé más que satisfecha. Valió la pena a pesar del mal tiempo que se avecinaba, descubrir en esta luz instrumental un poco más cerca -una Isla Infinita- poesía convertida en melodía.