David López, un joven guiado por su pasión

La Jeringa
15 min readNov 14, 2023

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Por: Ana Laura Rodríguez González

David López Cruz es un joven matancero de 24 años de edad, lleva más de ocho años en el mundo de la fotografía y poco a poco ha tenido lauros nacionales e internacionales, presentándose al mundo a través de su cuenta de Instagram @davidlopez.stphoto de fotografía documental, la cual posee más de cinco mil seguidores, y otras dos cuentas de paisajes y fotografía comercial, respectivamente. Se le puede describir como un muchacho simpático, humilde y muy trabajador, refiriéndose siempre a la fotografía como “una pasión”.

-¿Cómo te iniciaste en la fotografía?

Actualmente, para esta respuesta yo tengo dos historias.

Comencé hace más de 8 años, cuando estaba en el preuniversitario y tuve mi primer celular con cámara. Yo sentía la necesidad de fotografiar -cuando aquello no sabía nada de fotografía ni de fotógrafos-, simplemente veía cosas que me llamaban mucho la atención, quizás a otros no, y las fotografiaba con ese celular. Se convirtió en un acto fotográfico porque las iba guardando en una carpetica aparte, especial, y las editaba ahí mismo. Terminé encontrando algunas amistades en el aula que hacían lo mismo, se convirtió en una actividad grupal, con cierta rivalidad quizás, decíamos: “vamos a salir y a ver quién tira la mejor foto”. Principalmente fotografías a la naturaleza y paisajes. Y con el pasar del tiempo empecé a estudiar un poco más, leer algunos libros, regalados o prestados, en aquel momento el acceso a Internet era caro y aparatoso. También pasé algunos talleres en Matanzas, con la UNEAC. Años después mi padre me compró mi primera cámara como regalo de cumpleaños, una muy sencilla. Hice otros talleres en la Escuela de Fotografía Creativa de La Habana. Y así empezó, como un impulso, hasta convertirse en una pasión.

Entonces, la otra historia (la que me gusta más): hace unos años yo redescubrí un archivo de fotografías de mi madre. Quizás 5 o 6 años atrás no me hubieran llamado la atención, pero ahora veía algo especial en ellas. Habían algunas hechas por mi papá y unas pocas por mí, incluso. Entre analógicas y digitales. Algunas son muy buenas, del tipo que yo quisiera hacer en la actualidad; hay una en específico que me recuerda a una imagen de Cañibano, quien es de mis mayores influencias. Y me puse a pensar y rememorar en mi infancia a mi mamá siempre haciéndonos fotos a mi hermana y a mí, a nosotros ni nos gustaba, la mayoría eran posando con un paisaje detrás, típica foto de familia. Y a esa carpeta la titulé “herencia fotográfica”, y sé que en un futuro haré algo con ellas.

Así que me gusta decir que la fotografía también es una herencia de mi madre, ella no hizo esas fotos de manera consciente ni con un objetivo, simplemente por el recuerdo. Y esto para mí es una pasión ahora y espero que nunca deje de serlo, porque todo lo que he logrado ha sido por tenerla como una pasión.

-¿En qué momento decidiste que querías ser fotógrafo profesional?

Nunca lo pensé ni me lo planteé como meta, después de terminar el servicio militar donde llevaba casi un año operando una cámara (la primera que tuve), me ofrecieron un trabajo junto a un grupo de fotógrafos y videógrafos de eventos, como asistente y operador de luces. Lo acepté y lo estuve llevando junto a la universidad, aprendí mucho, llegando a la posición de primer cámara; poco a poco me independicé e iba practicando por mi cuenta (en un principio gratuitamente), hasta el día de hoy que es de lo que vivo.

Fotos: Cortesía del entrevistado

-¿Cuánto de tu día está ocupado por la fotografía?

Desde que comenzó a convertirse en esa pasión era una cosa obsesiva casi, yo no podía salir sin la cámara y creo que es una etapa por la que todos pasamos y que no es mala. Yo sentía que respiraba fotografía, aunque también estaba en la universidad y tenía responsabilidades. A medida que pasaron los años fue disminuyendo, pero no creo que su presencia en sí haya disminuido en mi vida, todo lo contrario. Ahora no salgo siempre con la cámara, y a veces me arrepiento, pero también he aprendido a controlar eso. He aprendido a aceptar que cuando no estoy con la cámara también estoy haciendo fotografía. Sea lo que sea que esté haciendo, siempre estoy observando, practicando.

Actualmente trabajo de esto y realizo varios géneros, empecé haciendo paisajes, que sigue siendo uno de los que más me gusta, pero lo hago cuando tengo el tiempo, se ha convertido en una terapia. También hago comercial, de todo tipo, moda, retratos, etc., y hasta un punto lo he ido vinculando con el género que más hago: fotografía documental, por el que más se me conoce. Y el que más me gusta, porque casi siempre está presente el ser humano, y esa relación con otras personas, con las historias de otras personas y transmitirlas en imágenes es lo que me apasiona. Vivir la vida desde la intimidad de otros, según me permitan, es mi género predilecto.

Diría que estoy más enfocado en proyectos específicos, algunos de hace años y que aun no publico.

-¿Cómo ha sido el proceso de comercialización de tu obra?

He vendido algunas fotos por medio de las redes sociales, pues me han contactado personas que las quieren tener impresas; he hecho lanzamientos y también se han vendido. Pero comercializar el trabajo de uno es algo súper complejo y en lo que no tengo mucha experiencia, es un campo en el que tengo mucho que aprender y que está cambiando constantemente. Por ahora me enfoco en una cosa, y es que yo sé que quizás esto aumente con el tiempo, pero eso será recíproco a mi dedicación, al esfuerzo que yo le ponga. Mientras más trabaje sin pensar en esto de comercializar, más frutos llegarán.

-Instagram es una gran plataforma en cuanto a la visibilidad que brinda, ¿cómo ha sido tener tu trabajo reconocido internacionalmente?

Instagram para mí es una plataforma importante, es mi presentación al mundo pues yo no tengo página web. La uso para que mi trabajo tenga mayor alcance, traspase fronteras, cuidando la estética del perfil completo cuando publico algo nuevo, cosas así. Al darle mi atención no solo he visto una de mis imágenes publicada en una de las páginas de National Geographic en una ocasión, sino que he conocido a muchos fotógrafos que hoy en día son amigos, como Cristina Layna Fernández, que coordinó todo para que mi compañero Julio César García yo expusiésemos en España el mes de octubre.

-También has participado en muchos concursos, ¿cómo ha sido esa experiencia?

El tema de los concursos también es complejo. Yo opino que pase lo que pase, ganes o pierdas, no puedes dejar que te afecte, ni positiva ni negativamente. Es bueno que tu trabajo sea reconocido, le va a dar un nivel de visibilidad que antes no tenía, sea nacional o internacional. Está siendo juzgado por un jurado, y ahí es donde entra mi opinión: este juzgado está sujeto a su propia forma de ver las cosas, por lo tanto no podemos abatirnos si no salimos ganadores en tal o cual concurso, porque siguen siendo personas con gustos y preferencias propias, y quizás en ese momento lo que presentaste no entraba en ese gusto. Es un tema que hay que saber manejar positivamente para poder seguir creciendo.

-¿Cuáles son tus referentes fotográficos?

Siempre tengo que mencionar a Raúl Cañibano porque conocerlo fue punto de inflexión en mi carrera como fotógrafo, cuando conocí su trabajo todo cambió. Además de él hay muchos, nacionales e internacionales: Raúl Corrales, Alex Webb, y quizás decir nombres es irrelevante, además de que se me van de la cabeza porque son tantos, pero esos primeros influenciaron en mi forma de ver y de fotografiar.

Sin embargo, a la persona a la que le dedico y dedicaré siempre toda mi carrera fotográfica es a Armando Medardo Pintado. Fue un profesor de cine por muchos años allá en La Habana, formó a muchísimos cineastas y también fotógrafos. Lo conocí por Facebook, me comentaba mis publicaciones dándome consejos y corrigiendo errores; cuando aquello me mencionaba fotógrafos que yo ni conocía y que hoy sé son padres de la fotografía y tienen mucho que ver con lo que yo hago. Hacíamos llamadas de tres y hasta cuatro horas hablando de fotografía y cine, yo digo que él me culturizó un poco, me centró, me hizo ver películas que tenía que ver y yo no conocía, clásicos, y ahora sigo sin tener la gran cultura, pero la que tengo es gracias a él. Él confió mucho en mi trabajo, me dio muchísimo apoyo, con él aprendí tanto, tenía un conocimiento enorme. Falleció hace más de un año ya y siempre hablaré de él, porque me siento en una deuda eterna por todo lo que me enseñó, fue crucial, mi fotografía también es diferente antes y después de conocerlo.

-Muy poco de tu trabajo es en blanco y negro, ¿hay una razón detrás de esto?

Pues, actualmente el 90% de mi edición es a color, pero eso no era así hace unos años. Cuando me adentré en la fotografía documental y callejera lo que más hacía era blanco y negro, y mis mayores inspiraciones para este tipo de fotografía, como es Raúl Cañibano, tienen la mayor parte de su trabajo en blanco y negro. El proceso fue evolucionando hasta lo que es hoy día: para mí el color aporta otros elementos para jugar a la hora de componer, de transmitir un mensaje, de documentar una realidad, etc. Pero, de hecho, tengo alguna que otra serie, entre ellas la de mi abuelo, que es en blanco y negro. Me sigue gustando, pero me es más cómodo trabajar a color.

-¿Por qué la presencia infantil en tanto de tu trabajo?

Yo mismo me di cuenta hace un tiempo de su presencia en mi fotografía; antes, que salía mucho más a caminar las calles y me detenía a conversar con las personas y a tomarles fotos, muchos eran niños. Los niños son totalmente distintos a los adultos, son mucho más espontáneos y más creativos a la hora de expresarse, y quizás esto explica lo recurrentes que son en mi obra. También yo me divierto mucho con ellos, así estén jugando fútbol, pelota, me les uno y esto me lleva a mi propia infancia, hace una década atrás yo era igual, vivía “mataperreando” como dice la gente, corriendo sin zapatos, lo que sea.

-¿Qué quieres transmitir con tu obra?

A mí me gusta contar historias, entonces siempre trato de entender lo que estoy fotografiando, de transmitir lo que yo mismo estoy experimentando con esas personas en mi lente. No me gusta dar muchas explicaciones, porque una imagen puede tener muchísimas lecturas en algunos casos, en otros debería apegarse lo más posible a lo que está sucediendo; lejos de esos casos, me gusta que la persona que observe mi fotografía se detenga y cree su propia historia dentro de lo que yo le muestro. Yo no me encasillo en querer transmitir algo, sí tengo mucho apego al ser humano, a las cosas que hace, la manera en que vive, su cotidianidad. Últimamente mi trabajo está muy enfocado a la familia, lo más cercano, por ahí voy.

-Desde tu perspectiva, ¿cómo afectó el incidente de los supertanqueros a Matanzas?

De este suceso me cuesta hablar, tener que recordarlo. Fue algo que paralizó a Cuba entera, sin lugar a dudas, pero para nosotros los matanceros que lo teníamos ahí al abrir la puerta de la casa, o la ventana, por varios días, fue muy complicado. Yo fotografié el suceso desde el otro lado de la bahía, nunca me adentré a lo que estaba sucediendo allá, no estaba colaborando con los medios oficiales, pero documenté a muchas personas que se auto-evacuaron el primer día de la explosión y estuvieron varados cerca del malecón, esperando por albergues y demás. Todos estábamos impotentes porque no podíamos hacer nada, y preocupados por lo que podría pasar, hubo muchas especulaciones de escenarios catastróficos que podían ocurrir a raíz de eso. La ciudad estaba en vela, yo mismo no podía dormir y recuerdo pensar esa primera noche que todo iba a estar más controlado al amanecer, y entonces ocurrió la explosión que cobró tantas vidas. Fueron días de mucha incertidumbre, se creó un escenario surrealista porque, hasta cierto punto, del otro lado, a unos kilómetros, nosotros nos encontrábamos en una zona segura, la vida continuaba en la ciudad, pero con ese paisaje de fondo. Los niños jugaban inocentemente, contrastados con todo lo que estaba pasando. Las personas se sentaban a observar esa “película” (que no era una película en absoluto), a hacer sus análisis, buscar culpables, a preguntarse qué iba a suceder a continuación, pero las muertes fueron lo que más marcaron a la ciudad. A día de hoy es lo que más me conmociona. Sé de una de las madres que perdió a su hijo ahí y el verla sufriendo cada día me cambió. Ella, y las otras 15 vidas que se perdieron. El día del sepelio fue algo muy fuerte, a pesar de la lluvia la ciudad esperó que pasara el cortejo fúnebre, había mucho llanto. Los tildaron de héroes, pero yo estoy seguro de que todas las familias hubiesen preferido tenerlos vivos, algunos de ellos estaban cumpliendo su labor, pero yo vuelvo a pensar en esa madre que perdió a su hijo pasando un servicio militar, obligatorio, lo que para mí no tiene sentido, y todo eso me impresionó mucho como fotógrafo. Es algo complicado de relatar.

-¿Cómo describirías la escena cultural en Matanzas y cómo la fotografía se inserta en ella?

De forma general, la ciudad de Matanzas tiene mucha vida en el ámbito cultural y dentro de esto la fotografía siempre está presente, es el medio ideal para la promoción y divulgación de estos mismos eventos, ya sea teatro, pintura, escultura, performance, conciertos, etc. Todo eso está estrechamente relacionado con la fotografía y el movimiento de fotógrafos se inserta y aprende del mismo.

-¿Cuál es la relación entre los jóvenes matanceros y la fotografía?

Desde mi experiencia puedo decir Matanzas es una ciudad muy activa en la fotografía, tiene un movimiento bastante grande, desde aficionados a profesionales, y hay mucha pasión por esto de fotografiar, clubes que hacen quedadas fotográficas, comparten conocimientos entre ellos y así.

-¿Qué eventos o celebraciones matanceras has presenciado en que más se llenó tu carrete y por qué?

Yo he podido ser testigo y fotografiar al Teatro de las Estaciones aquí en Matanzas, que son mundialmente reconocidos; y otras de las experiencias recientes que tuve fue con El Trébol Gitano, un grupo de jóvenes actores de teatro, experimental, algunos autodidactas, otros profesionales, que estuvieron realizando una obra muy buena, interactiva con el público, en una casa colonial de la ciudad. Me gustó mucho poder fotografiarlos antes y durante esa puesta en escena, sobre todo por el factor de ser jóvenes y la crítica que hacían a la sociedad actual y las problemáticas de la Cuba que vivimos. Fue una oportunidad que disfruté mucho, tienen un espíritu renovador, llevando el teatro a otro nivel, a otros espacios para que las nuevas generaciones puedan acceder a él.

-¿Qué te hace único como fotógrafo, siendo matancero?

No sabría decir qué me haría único como fotógrafo, creo que yo no podría decir de mí mismo que soy único. Y tampoco creo que sea necesario ser único, lo que yo hago lo pueden llevar a cabo muchas personas, y lo hacen. Entonces, yo me enfoco en aprender, seguir aprendiendo de los demás, creo que todos aquellos a los que fotografío tienen algo para enseñarme, de las historias que me cuentan, de cómo son. Aprendo de otros fotógrafos, y trabajo, trabajo mucho.

-¿Cuál es tu propia serie fotográfica favorita o que más te haya marcado?

Sin pensarlo dos veces: mi serie favorita es la de mi abuelo, y es precisamente en blanco y negro, la empecé en el año 2018. Mi abuelo es una persona especial, él sí es único, me ha enseñado muchísimo. Las veces que lo visito trato de fotografiarlo y esto ha sido como un pretexto para acercarme más a su vida, con cada anécdota lo voy queriendo más. Es un trabajo muy íntimo y fue premiado en el Concurso Latinoamericano de Fotografía Documental del año pasado.

Recuerdo que hace unos meses lo llevé a conocer a mi amiga española Layna y ella le brindó unas pastillas, unos calmantes, todos sabemos la escasez de medicamentos que enfrentamos en el país, y él le dijo que no, que nunca le dolía ningún hueso, que se las diera a otra persona que sí les hicieran falta. Es una persona que vive en un mundo apartado a la realidad, vive su propia historia y nunca se queja, es un ser único, como ya dije. Esa es mi serie favorita y la que más tiempo llevo realizando.

Mi abuelo es el ejemplo vivo en mi persona de una frase que me gusta muchísimo, de que la cámara nos enseña a los fotógrafos a cómo ver sin cámara. Por su serie he empezado otras, pero de él he aprendido mucho a ver sin cámara.

-¿Qué sueños o metas tienes?

A mí me encantaría conocer Cuba entera, no conozco casi ni mi propia provincia. Y me encantaría en un futuro conocer cada rincón, cada persona, cada habitante de cada lugar: poder recorrer Cuba de punta a punta y fotografiarla, ver toda esa diversidad dentro de una misma isla. Ese es mi sueño, mi meta máxima.

-¿Qué les dirías a aquellos que están empezando y sienten no van a poder lograr todo lo que quieren?

Casi todo el mundo trata de buscar algo épico para contar su historia, de que su historia sea épica. Esto no es necesario. A mí me gusta esa parte romántica de haber reencontrado las fotos de mi mamá, de poder hallarles el valor que les hallo porque ya soy fotógrafo, un valor técnico que yo mismo uso para mis fotografías. Pero nos cuesta mucho aceptar que, si bien podemos y tenemos que soñar en grande, siempre hay que tener los pies en el piso. Es imposible, es una mentira de esta propaganda de autoayuda y demás, que somos capaces de lograr lo que sea que nos propongamos. Hay millones de casos, y seguirán habiendo, de personas que se van a esforzar diez mil veces más que otros, que van a trabajar muy duro en algo y quizás no van a lograr lo que ellos se propusieron. Por muchas razones, no porque no lo intentaron, sino porque este “éxito” depende de muchos factores que tienen que darse de manera perfecta. Por ejemplo la suerte, y yo creo que la suerte llega más fácil cuando ya estás trabajando.

En esta misma comunidad que te conté que se formó en mi pre, había un muchacho, el que más posibilidades económicas tenía, el del mejor celular, el que tuvo una cámara primero que el resto y demás, y yo quería ser como él, fue casi que mi primer referente en la fotografía cuando no conocía a más nadie. Y yo lo notaba como con un talento innato, con una ventaja. Personalmente, no me considero una persona con talento, lo que he hecho, lo que he logrado, ha sido con mucho trabajo, dedicación y estudio (que no lo he sentido como tedioso). Cuando terminamos el preuniversitario tomamos caminos distintos, al pasar los años yo crecí un poco más en la fotografía y tuvimos un reencuentro por redes sociales, y me di cuenta de que él se había quedado atrás, no aprovechó ese talento, no lo trabajó y no siguió avanzando. Me preguntaba cómo lograba ciertas imágenes que para mí en ese momento ya eran algo sencillo, ya tenía más educación en el tema. Sé quedó atrás porque no trabajó.

Yo antes de llegar a la fotografía lo intenté en muchas cosas, mi primer sueño fue ser pelotero, nunca se me dio a pesar de que lo practiqué, fui karateka, por más de 5 o 6 años, junto a mi hermana, Dianne López, que hoy es campeona nacional, quería ser como ella pero no pude, casi al tiempo de la fotografía quise ser músico, lo intenté con la guitarra y tampoco lo logré. La fotografía llegó como un impulso, lo disfrutaba, y esa palabra para mí es fundamental.

A las personas que están empezando, ya sea en la fotografía o cualquier cosa, yo les diría que no podemos comenzar sintiéndonos mal porque vemos a otros más jóvenes que ya han logrado cosas, para mí la edad no tiene nada que ver (menos en la fotografía). No es un camino fácil y tenemos que aprender a aceptar cuando las cosas no salen como lo planeamos, porque no siempre es suficiente el empeño que le pongamos, hay muchos otros componentes, la sociedad se mueve de una manera distinta donde no siempre el sacrificio es premiado como debe ser, se premian los contactos, el estatus y esas otras cosas.

Me parece algo muy importante a recalcar, a mí también me ha pasado, me han caído frustraciones, me he sentido mal porque a veces he creído que no iba a salir adelante, pero quiero que si esto lo leen personas que están empezando comprendan que lo importante no es pensar en lo que vamos a lograr, tenemos que soñar y trabajar en base a eso, porque es la única forma de que suceda, no va a caer nada del cielo, pero si no llega a suceder tenemos que aprender a aceptarlo y estar en paz con uno mismo, no afligirse, saber disfrutar el proceso. Y cuando termine, la carrera o lo que sea, poder mirar atrás y decir: “bueno, no llegué adonde quería, pero el proceso fue lindo, me gustó”. Por el camino van llegando cosas que, sin darte cuenta, se convierten en la nueva meta. Siempre trabajando y aprendiendo. Y en tema de fotografía aconsejaría observar muchas imágenes, educarte la vista, ver películas y analizar por qué te gusta tal o cual plano, te genera un instinto que solo se logra con tiempo y estudio.

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