TÁR: EN EL ZEITGEIST

La Jeringa
3 min readJan 14, 2023

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Por: Adrián Pernas Álvarez

Cate Blanchett es Lydia Tár y es toda la película, aparece en prácticamente cada plano, en un tour de force actoral que bien podría valerle su tercer Óscar y colocarla en el privilegiado lugar que ocupan Meryl Streep y Frances McDormand; ya ganó la Copa Volpi en Venecia y ha recibido los aplausos unánimes del público y la crítica. Esta última parece haberse centrado solo en Cate (muchos afirman que es el papel de su vida) para calificar la totalidad del filme, que sin duda es impecable en cada apartado técnico y sobresaliente en su partitura y en su fotografía.

Pero una película es más que eso, una película de ciento cincuentaiocho minutos debe ser más que eso, porque no se sostiene.
TÁR es un estudio de personaje que toca el tema de la cultura de cancelación y que plantea si debemos separar al autor de su obra. Todd Field tiene el suficiente tino de hacer de su protagonista una lesbiana, para no ser tildado de machista. Esta arista del personaje añade profundidad al debate autor-obra que se establece en cierta escena (rodada en un para mí innecesario plano secuencia) casi al inicio, cuando un alumno negro pangénero se niega a tocar a Bach por ser este un misógino, padre de una veintena de hijos; en este punto chocan dos perspectivas no hegemónicas (hombre blanco cisgénero heterosexual). Sin embargo, más adelante, Field quiere que creamos que Lydia, una mujer que ha tenido que abrirse paso en un mundo de hombres (nos queda claro desde el mismo inicio, con la entrevista), desconoce que el ocho de marzo es el día internacional de la mujer.

Pero más allá de este detalle que algunos considerarán insignificante, el mayor fallo de TÁR está en no saber hacia dónde va. Esa es la raíz del resto de sus fallos: por eso le cuesta tanto arrancar y por eso no nos queda claro desde un inicio cuál es su planteamiento, parece uno distinto con cada escena y con cada personaje nuevo introducido; por eso se vuelve reiterativa y tediosa —nunca había visto tantas escenas de gente atravesando un túnel—; por eso parece no acabar nunca (aunque, por suerte, hacia el final gana en ritmo). Una lástima, porque, aunque a veces sea obvia y simplista, por lo general tiene ideas interesantes y se atreve a hacer preguntas de nuestro tiempo.
Quizá justo por esto último Todd Field no haya sabido encarrilar su película por el camino correcto, por pecar de conocer su propia importancia y regodearse en ella. Lo cierto es que TÁR contaba con todas las armas para ser una de las mejores películas del año (y en la temporada de premios —para la que claramente está pensada— de seguro lo será), pero no lo logra por tener más planos de los que debería, porque a la larga acaba siendo un estudio de personaje divorciado de la trama, a la que muchas escenas, en lugar de sumarle, le restan.

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