Todo es arte en la casa del artista

La Jeringa
4 min readApr 18, 2024

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Por: Emmanuel Montes Álvarez

Fotos: Ezequiel O. Suárez; Edición: Su_ayma Parra

Su es un pronombre posesivo del idioma español. También, Su, es una artista visual radicada en La Habana, que muestra su arte a su manera y a su forma. Lo relevante de su persona es su formación autodidacta. Alejada del típico cursus honorum que caracteriza a la mayoría de los artistas visuales cubanos: academia de formación, luego universidad, etcétera, ella discursa a través de distintas manifestaciones que van desde la performance, la fotografía, el video-arte hasta el dibujo y la intervención.

Su exposición Ciclos sin Nombre comenzó a ganar visibilidad, como es común, a través de redes sociales, específicamente de la plataforma Instagram — ahora mismo un pilar importantísimo en la vitalidad del arte cubano en general — , pero con una peculiaridad que hacía más llamativo el flyer: no había fecha, no había dirección, todo se mantenía envuelto en el misterio. Citó a algunos colegas, artistas, allegados, por mensaje y, al darle las coordenadas pertinentes, Ciclos sin Nombre concretó su exhibición el seis de abril, a las siete de la tarde, en un apartamento de El Vedado.

Se trata del apartamento de un artista; las palabras de la exposición colgadas en una pared lo tildan de generoso artista que abre las puertas a su intimidad. Se trata de Ezequiel Suárez y además, comparte la curaduría de la muestra. Todo es arte en casa del artista; ¿la lámpara?, arte; ¿el sofá?, arte; el baño, ¿arte?; ¿el teléfono?, arte. Hay arte en las paredes también, el arte de Su_ayma. Trabajos sobre papel, la mayoría salvo los ya mencionados. Trazos y trazos y trazos circulares; el statement dice que con un matiz infantil, pero más bien podría tratarse de una terapia ocupacional para pacientes psiquiátricos: los trazos repetidos, circulares, varios, muchos.

A pesar de la tensión que puedan crear tantos trazos, tantos círculos a mano alzada, el ambiente se muestra sosegado, placentero. Por una ventana se aprecia la puesta del sol. En otra pared hay una mezcla de círculos y trazos aleatorios con unas pintadas de graffitis: street art, algo que no desencaja, sino que le da viveza al espacio. Unos imanes mantienen pegados a la pared ciertos dibujos igual de catárticos; también lo hacen una moneda de veinticinco centavos en CUC, de diez centavos, una moneda de cinco pesos cubanos, todas inservibles, cosas que ya no se usan.

El montaje de las piezas resulta un plus, siempre, en la medida que hacen ganar la atención del espectador. Los contrastes entre el rojo del marco y el azul pintado de una de las paredes, además de los propios colores de las obras, hacen que la propuesta gane en estética, que se fijen en ella, le da limpieza, pulcritud, a la propuesta.

Otro de los factores con los que Su juega a su favor en Ciclos sin Nombre es tomarse el atrevimiento de gestar una muestra personal bajo su propia voluntad. Algo que resulta un bien más que necesario en el contexto artístico cubano. A falta del respaldo debido de las instituciones pertinentes y la ausencia de galerías privadas que se encarguen de la promoción de los artistas, es uno mismo quien debe asumir esa postura. El auge de open-studios, de galerías en espacios improvisados, de casas y apartamentos reconvertidos en estudios, es necesario y es algo que no se puede postergar. Su, con la cofradía de Ezequiel Suárez — generoso artista — , consolida, una vez más, esta necesidad del arte cubano. A falta de espacios, ella misma se lo genera, lo busca, lo interviene, lo acomoda, y lo hace suyo, como debe ser. Bien reza la sabiduría popular y de voz en voz ha corrido, a lo largo de los años, aquel proverbio de “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”.

Su sabe lo que hace.

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