Tú eres tacaño (a), no compartes
Por: Alejandro Mainegra
Tres de la tarde, la hora que mataron a Lola. Alamar, pizza con amigos. En estos casos arreglamos el mundo, el país, la economía, la televisión; cambiar la novela, quitar conductores y poner estereotipos albergados en nuestro imaginario. Hacemos predicciones sobre el futuro, siempre se muestra generoso y soltamos algún que otro veneno en alguna personalidad de la cultura. El café está colando, nos acercamos a un punto álgido en la tarde: las redes sociales y sus interacciones en la sociedad.
Desde que en Cuba las redes sociales se han popularizado, existe una sola palabra para describirla: SACRIFICIO. No me detendré en el precio, ni en tarifas, ni en estadísticas, abusaría del tiempo de los lectores; quiero llamar la atención en un punto: qué compartimos. ¿Estos materiales nos definen? ¿Es una obligación divulgar las promociones de nuestros amigos? Se molestan, te eliminan, te dejan de hablar, borran tu número sencillamente porque no compartiste “la obra”. Ya no bastan likes y me encanta (que cada día son menos). No, no bastan; ahora tienes que compartir.
Se pone una segunda cafetera y alguien prende un cigarro. Es la hora de la anécdota.
Había una vez un joven creador llamado Lorencito que luchaba a brazo partido por entrar en los círculos de la plástica cubana y, millennial al fin, pues estaba muy pendiente de sus redes, los likes y, cada reacción. Pobre quien le diera algún me enoja; era desterrado de sus publicaciones y la de sus amigos.
Cuando la vida lo premió con su primera exposición casi enferma de los nervios, nadie compartía. Les escribió a todos pidiéndole que compartieran. Se separó de su pareja. No entendía cómo sus amigos no lo apoyaban, no compartían. Nadie comparte.
En este punto alguien recuerda los P11 y lo difícil que será el regreso. Se dice en broma — ¿o no? -: compartan, puede no se repita la velada. Los despido, tomo el teléfono y prendo los datos.
