Un cartel y una motomami se robaron la noche del HWM
Por: Barbara Molina
La mayoría de los lectores sabrán que, debido a las condiciones climáticas de la capital, el Havana World Music (HWM) estuvo sujeto a decisiones de último momento. Si fueron las acertadas, no podría decirlo con certeza; estas sentencias apresuradas siempre están sujetas al margen de error. En esta ocasión, las agrupaciones del Primera Base (PB) no pudieron coincidir en el mismo escenario que los artistas internacionales y sus ídolos: Carlos Varela, Haydée Milanés y X Alfonso, por nombrar algunos, en el Coliseo de la Ciudad Deportiva. ¡Y es que llevamos años en coyuntura y adaptación del momento histórico! Esto no fue nada.
Los muchachos del PB se presentaron -en su mayoría- en Fábrica de Arte Cubano (FAC) (denotada en última instancia como Segunda locación del HWM) a excepción de Kanbu que estuvo en ambos espacios. Sin embargo, FAC no es ninguna novedad para estas agrupaciones, algunas de las bandas habían tenido la oportunidad de performar con anterioridad en la famosa locación. La relevancia que tiene este ajiaco capitalino-internacional, no solo es decir como músico: toqué en el HWM, sino me presenté en el mismo escenario que Carlos Varela, o como me dijo una amiga músico: “cuando vea a Haydée en el mismo escenario que yo, le plantaré un beso en la boca, le diré que la amo y le dedicaré una canción”.
El Havana World Music siempre ha sido un eventazo. Mi figura, virgen de este, con dos años, casi tres, de espera constante y grandes expectativas, anhelaba lo que muchos de ustedes: olvidar la situación producida por la pandemia con un poco de perreo (mucho) y cerveza barata.
Con cinco años de curso universitario, en los tres que fueron en modalidad presencial, siempre caían las pruebas finales del primer semestre con las fiestas del HWM. Nunca fui, tampoco tuve curiosidad o, mejor dicho, no me había dado cuenta de su magnitud.
Después de dar mi opinión por redes sociales, descontenta, sobre todo por la división de los artistas y la indecisa gestión por los medios formales del HWM, decidí no asistir ningún día al Coliseo. Tal vez mi decisión fue radical, utópica o estúpida, pero el apoyo, más que los artistas internacionales y de la alta gama del panorama cubano, lo necesitaba la juventud. Y es que como diría el Apóstol: “los niños son la esperanza del mundo”, y estos niños todavía están mudando los dientes en el panorama musical. Relegar al joven siempre es la opción fácil y, es verdad que, en ocasiones, la experiencia reluce por sobre la frescura. Pero me pregunto, ¿cómo las nuevas bandas se darán a conocer, si la mayor masa de público la mueven los grandes? El HWM, entre muchas cosas, era una suerte de excusa para que los artistas noveles se lucieran, crecieran y ganaran la autoestima necesaria para posicionarse con pie firme en el mercado cubano, y más cuando se compite con el reggaeton o el reparto.
El segundo día de los conciertos de los Primera Base en FAC esperé durante una hora y media en la parada, a pesar de la lluvia y la cistitis, me encaré a un P3 que parecía el de las 7:00 a.m. Ocurrió un fenómeno, la mitad de la gente se bajó en la parada de la Ciudad Deportiva; al llegar a la última, la otra mitad, se bajó junto conmigo. El público joven, definitivamente, tenía sentimientos encontrados, a Haydée Milanés la encuentras en 500 cup en la Guarida o El Ecléctico y en el Coliseo por solo 150 (si ibas con carnet de la FEU, claro) además podías disfrutar un pastiche musical y de los buenos. No los culpo, por pensar metódicamente la situación.
El 28 de mayo, fue mi única incursión al HWM y para colmo, incompleta. Lamentablemente no pude ver a Kill the Party. Un grupo que marcó mi adolescencia y juventud, y el que seguí durante años a conciertos en el Maxim Rock. Si la gente conoce a Jotabarrios por: te queda lindo ser tú, yo lo conocí rasgándose la garganta y dando cabezazos.
Fue una noche especial, puede leerse cliché, pero no voy a mentir. Los muchachos de esta selección necesitaban apoyo de los colegas, pero sobre todo del público. Después de dar tanto berro, como dijeron por ahí algunos de mis seguidores de IG y mis contactos de WhatsApp, uno de los músicos me refería que nada se podía cambiar porque ya los altos mandos habían tomado su decisión, pero que la candela era en FAC.
Mi curiosidad más que por el HWM en sí, fue creada por la expectativa, de darlo todo, de golpear sin manos, de hablar con la boca cerrada, de enseñar que unidos el HWM en FAC iba a ser un éxito y es que cada una de las bandas jóvenes tiene su público. A eso, agréguenle un tweet que el día anterior había hecho Tobías Alfonso:
Este fin de semana mi generación alzará la voz por la cultura de este país.
Palabras altaneras que encerraron verdades, si se compara con los monstruos de la primera locación, pero así es Tobías y le perdonamos todo por la música.
A FAC llegué cuando había empezado la cosa, agitada y rabiando por mis riñones. Lo primero que vi, después de acercarme entre permisos, un poco de sutiles toques al hombro y uno que otro empujón, fue un cartel pegado a la tarima. ¡Qué cosa! Nunca había visto algo así, ni en mis tiempos preadolescentes de Ángeles y LeSelect. Me recordó a la beatlemanía y a la bieberfever. ¿Ese fenómeno también podrá darse en Cuba? Claro que sí, lo hemos visto antes, con el grupo Ángeles o SMS. Pero, ¿lo hemos visto en lo alternativo? Un aplauso para Ingrid, sus amigas y su cartel, fue una novedosa propuesta de nupcias.
Mas el cartel no es lo único que podemos resaltar de la presentación de Tobías Alfonso y Los Monos Lácteos. Estos cantaron sus hits, aunque por lo que he hablado con el mono lácteo principal, todas sus canciones son hits (opinión que no comparto, pero respeto). La euforia del momento, mi falta de voz para corear, y el muchacho del frente riéndose de mis notas agudas con “Niña” a todo pulmón hicieron los momentos amenos, momentos donde el audio no se escuchaba bien por instantes. Se rumoraron chismes de pasillos, gente desmentía, otras apoyaban. En lo personal, nunca había presenciado un problema con el audio en la nave 4 de FAC, pero siempre hay una primera vez para todo. A pesar de todo, el talento triunfó, así como las energías del espacio traídas por los primo-hermanos del ser humano.
He escuchado muchas veces decir a Tobías que su gente tiene talento, ¡y eso sí lo comparto! Jesusín (percusiones menores) y el Chongo (tecladista), son de estos músicos que se sumergen en un mar musical, se aíslan, se extrapolan a la Vía Láctea. Siempre se disfruta el éxtasis musical y más si está acompañado de la aptitud y la competencia. Con menos errores en las letras y a nivel musical que en el concierto de Bellas Artes, mucha más entrega y seguridad frente a este escenario tan codiciado, Tobías Alfonso y los Monos Lácteos fueron un buen preludio a lo que sería algo que me gustaría describir como un tsunami de energía cósmica.
A Isla Escarlata ya los he consumido, estuve en su concierto debut… y en alguna otra ocasión más. Ninguna presentación anterior ha podido tener comparación con lo que fue esa noche en FAC, y mira que FUCK. Para que este dúo no haya salido de escuela de música, demostraron un dominio que muchos otros músicos estudiados no saben y no sabrán, que es ganarse al público con la energía, y es que disfrutan lo que hacen, eso se sabe.
Los coros de: ser perra está de moda, estilazo sexual, en definitiva, encendió un chip, de euforia, de saoko, de zumba. Una motomami se subió en medio de un tema y se puso a bailar con Samuel (rapero). El público atónito como yo, empezó a vitorear con más fuerzas, parecieran gritos de guerra, de aquí está la juventud. Fue algo orgánico, desde el respeto y precioso. Como en este mundo todo se sabe: gracias Claudia por deleitarnos con tu perreo, no pudo ser de otra manera, Rosalía estaría orgullosa de ti.
Esa noche atestiguamos una suerte de rito de cohoba, de la mano de Frank Mitchel junto a Isla Escarlata. El rap de Samuel, las notas de Javier y la voz de Frank fueron alaridos eróticos que desplegaron una suerte de orgía grupal en FAC. Esta orgía masiva culminó en un baile de apareamiento presidido por César Saavedra, personaje que hemos visto bailando en el Lam, en su hablado performance, Saavedra se lució y para el que no lo conocía, lo recordará.
Es que la locura fue viral, para culminar el concierto con un salto de Luii (bajista) al público. Así como superestrellas de rock de los años 70–80, Isla Escarlata me recordó una suerte de Rolling Stone, que donde llegaban esparcían su semilla, una semilla de la locura y el revuelo. Mis respetos para los muchachos que a pesar de los percances se lucieron.
Al igual que con Los Monos, el problema del audio fue reiterativo, la gente gritaba que subieran los micrófonos y, por lo que pude indagar, el drums estuvo saliendo sin referencia en el primer concierto. A pesar, de ello los ánimos nunca se cayeron, ni los nervios jugaron una mala pasada.
Espero para el próximo Festival, no ocurran todos los reveses atañidos en esta ocasión, y revisen con antelación las condiciones climáticas, así como no jueguen con el tiempo ajeno, con tan pequeño margen de tiempo para dar las orientaciones. Este acontecimiento es para reflexionar, repensar y mejorar. De manera personal, dudo que los próximos Primera Base, puedan superar a esta generación que definitivamente, estuvo fuerte. Sin embargo, mi conciencia tranquila está de que algún día los volveremos a ver en el HWM, pero esta vez, no como Primera Base, sino como artistas cubanos invitados.